Obstinado poder © (Markov I)

Od justlivewithpau

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Un matrimonio, un plan que no podía dejarse a un lado, una intención macabra. Una mujer que ignora el ambien... Více

Presentación
Obstinado poder
Sinopsis
Parte I
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Parte II
Capitulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Nota final

Capítulo 4

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Od justlivewithpau


—Buenas tardes.

La voz de Eleanor salió aguda. Carraspeó antes de indicarle que tomara asiento ante ella. Por suerte Caroline ya se había ido, no sin antes lanzarle unas cuantas miradas cómplices, que la hicieron bajar su mirada al teclado presa de los nervios.

¿Qué tanto había escuchado?

Él cruzó su pierna y apoyó su cuerpo sobre el respaldo de aquella silla negra de cuero. Parecía que esperaba por ella a que tomara la palabra.

Su rostro tan poco demostrativo le resultaba imposible de descifrar.

—Supongo que usted es uno de los representantes de mis nuevos clientes —espetó con seriedad.

—Solo tengo un representante —aclaró.

—¿Y por qué ha venido usted? Si puedo saberlo.

—Porque el representante soy yo, y la empresa es mía —la miro desafiante.

Eleanor alzó una ceja preguntándose si en verdad ese hombre hablaba en serio. Ya su aura de misterio la confundía enormemente, y comenzaba a creer que no se le daba bien bromear tampoco.

—Bien, usted dirá qué desea de mi empresa —trató de dejar a un lado ese tono hostil, y enfocarse en ser lo más profesional posible. De solo verlo recordaba el episodio de su casa, y la vergüenza la comía viva —. Estamos hablando de la sede que tiene en Rusia ¿No? —chequeó los papeles en la carpeta.

—No.

—¿Perdone? —alzó su mirada. Él apoyaba su mentón sobre su mano mientras la observaba —. Aquí especifica que se solicitó para los servicios a la empresa que tiene en Rusia. ¿Por qué dice que no sea esa? —retrucó volviendo a leer la carpeta.

Estaba segura que leyó bien, ese sujeto la iba a enloquecer con sus escuetas respuestas y esa voraz mirada.

—Yo no dije que no lo sea. Simplemente estoy diciendo que no, que no estamos hablando de esa empresa —reviró abriendo sus ojos a tope. Su rostro parecía hecho para resguardar aquellos faroles tan azules e inmensos. Sus pómulos se marcaban con suavidad, sutilmente.

—Es básicamente lo mismo —refutó con obviedad, comenzaba a fastidiarle sus frases indescifrables.

—Tenemos diferentes maneras de comprender el sentido de las palabras, señorita Lawson —recalcó inclinando su cabeza —. Respondiendo a su pregunta, busco que su empresa se haga cargo del marketing de mi nueva adquisición en Irving, Texas —decretó con solemnidad.

Aquello no podría ser cierto, no podía estar pidiéndole que se encargue de la empresa que recién adquirió, y que sobre todo iba a ser para Antonio, según él.

Esto debía rozar lo bizarro.

—No creo que esté entendiendo, tal vez escuché mal —acomodó su cabello sintiéndose inquieta.

—Creo que usted y yo no entendemos muy bien —contrarió reticente —. Puedo repetirlo si no me estaba —

—Ya lo escuché —lo detuvo antes de que dijera otra cosa. Su amabilidad y seriedad iban de la mano y su reacción no ayudaba a que ella se calmara.

—Perfecto.

—No creo poder ayudarlo con lo que pide, tal vez sea mejor que busque otra empresa de marketing —aclaró su garganta ante su mirada autoritaria.

Dios ¿Cómo podía intimidar tanto a las personas? Estaba segura que no sería la única que se sentía como un ratón indefenso a punto de ser aplastado por todo el poder que portaba ese sujeto. Si lo dicho por Lea en el evento fuese cierto, estaba ante alguien muy poderoso, y eso conllevaría a una inevitable reacción arrogante ante su negativa.

Prefería no meterse en problemas. Era un pez gordo, claro que sí, pero las consecuencias serían abismales si Antonio supiera de su alianza con ese tipo. Y aunque su novio estaba siendo un completo imbécil, y ella no debía de explicarle absolutamente nada, prefería ahorrarse un buen dolor de cabeza.

No podía negar, de igual forma, que la oportunidad le hacía agua la boca, se le abrirían muchas puertas a su pequeña empresa si aceptaba, pero ¿Qué tanto estaba dispuesta a perder? Todavía debía pensar si escogía un crecimiento impensado o su tranquilidad en su pareja.

—¿Puedo saber el motivo por el que usted decide abandonarme? —inquirió con autoridad y un libertinaje que la dejó sin habla.

Bien, seguro que con su respuesta se daría cuenta de lo tonta que era en comparación a él y toda su experiencia, pero era eso o seguir viviendo entre peleas con Antonio. Y de verdad que deseaba afianzar su relación y dejar atrás todos esos negocios que provocaron discusiones entre ambos.

Lo mejor era cortar de raíz esos encuentros con Emilio, por más profesional que sean, no terminaba de sentirse cómoda ante su presencia, y todo el enigma de su mirada.

—Mi secretaria le hará llegar mis motivos por mail mañana a primera hora —comentó de repente, con lo primero que se le vino a la cabeza para dar por concluido ese tema.

Casi suelta un jadeo de asombro al ver lo que pareció ser una pequeña sonrisa curvar sus labios, al punto de que un hoyuelo se plasmaba sobre su mejilla izquierda. Así como le pareció verla, la misma se esfumó en una milésima de segundo. Le lucía bien, no iba a negarlo, era un gesto que contrastaba con todo lo que él era enfundado en un caro traje.

—Puede decírmelo ahora mismo, no romperá mi ego si eso es lo que la preocupa.

—¿Perdone? —frunció el ceño, descolocada por lo presumido que se veía al rodar los ojos. La sensación era como si pudiese leer su mente y darse cuenta que sus excusas eran tan baratas como poco creíbles. ¿Quién en su sano juicio dejaría semejante oportunidad?

—Posiblemente no se atreva a confesar que el único motivo que impide que su empresa crezca y acepte una de las mejores oportunidades, es por el novio de kínder que tiene —vociferó con tono quedo, sin importarle cual fuese la reacción.

—No me parece respetuosas en absoluto sus palabras, señor...—se hizo la desentendida, mostrando su fingida falta de interés y de conocimiento ante su apellido.

Markov —le aclaró con ese particular acento que llegaba a calársele en la piel.

A él no le hizo falta mirarla demasiado para darse cuenta que era tan transparente que podía intuir cuando fingía.

—Markov, claro. Mi relación no tiene ninguna interferencia en mi decisión, solo resolví no aceptar su oferta. Creo que es lo más sensato, tenemos otros clientes esperando nuestra aprobación y con muchas ganas de trabajar cuanto antes —asintió ocultando su enfado por cómo se refirió a Antonio.

Desde que lo conoció no había dejado de llamarlo un niño, y si, muchas veces lo era, pero que se lo dijera en cualquier oportunidad que tuviera para meter bocado, la dejaba irritada. Y en el fondo el motivo residía en su falta de comunicación con su pareja y en el enojo acumulado durante semanas.

—¿Y quién ha dicho que yo no espero su aprobación y que no tengo ganas de trabajar cuanto antes? —interceptó sacando una cajilla de cigarros del bolsillo interior de su traje.

—Está prohibido fumar en espacios cerrados —ordenó antes de que se atreviera a darle una calada a ese vicio.

Mmm.

No le hizo caso.

Sacó el cigarro de la cajilla y lo encendió mirando su amplio escritorio hasta dar con un pequeño lapicero que apenas resguardaba dos bolígrafos. Se tomó su tiempo sabiendo que ella lo observaba enfurecida, y eso era algo que empezaba a disfrutar sutilmente sin que ella se enterase. Lo vació estirando su cuerpo hacia adelante.

Su camisa se apretaba sobre su torso como si la tela fuera una erótica caricia sobre su piel, mientras el humo ya empezaba a inundar el olfato de aquella atónita muchacha. Luego volvió a recostarse sobre la silla con el pequeño lapicero en su mano libre usándolo de cenicero.

—¿Sabe cuál es el problema con la gente como usted? —interrogó él señalándola con la mano que sostenía el cigarro. Cruzó sus piernas mientras apoyaba su codo sobre la silla.

—Ilumíneme —ironizó imitando su postura relajada.

Sabía que le diría algo de lo hablado la otra noche cuando la llevó a su casa. Y se sentía muy egoísta por querer escucharlo una vez más, porque a la vez pensaba en que no deseaba fastidiar su relación con Antonio.

—Que prefiere vivir a la sombra de su engreído novio antes que dar un paso adelante y atreverse a buscar el éxito. Tal vez por su respetada educación o sus principios. Pero déjeme darle un consejo, señorita Lawson. O sale a cazar, o será cazado, y eso es lo que pasará si usted sigue dejando a un lado el don que le viene de familia, y se lo regala en bandeja a ese hombre que dice ser muy inteligente —demandó dando una profunda calada de la que ella no pudo apartar los ojos.

—¿Y usted qué sabe de mi familia? Supongo que habla de mi padre, al igual que todos —lo enfrentó sintiendo la ira recorrer en sus venas por su atrevimiento, y por lo profundo que llegaron sus palabras a su mente, dejándola desorbitada.

—Al igual que todos —reiteró en voz baja chistando, tentando a su paciencia.

Él pasó su dedo índice por su ceja izquierda mientras sacudía su cabeza. El silencio al que los sometió la hacía rabiar para sus adentros, porque le estaba dando tiempo a que siguiera dándole lecciones de vida. Creía que había algo más, que por primera vez desde que lo conoció, llegaba a notar lo mucho que le molestó lo que ella acababa de decir.

Cuando dejó el cigarro sobre el lapicero, aun sin terminar con él, Emilio sacó de su bolsillo una chequera junto a un bolígrafo que la hizo remorar a los eventos que acompañaba a su padre y él hacía el mismo movimiento. Sabiendo que lo iba a necesitar, y eso era una estrategia que siempre terminaba haciéndolo triunfar.

La mirada de ese hombre se endureció a la vez que se concentraba en escribir detalladamente sobre la chequera.

Tiró del papel para extendérselo a una confundida Eleanor, pero igual lo aceptó porque ya no sabía qué otra cosa hacer cuando él la miraba de esa forma tan penetrante, estoica y hasta triunfadora.

—No, esto es un precio completamente irracional. Nadie gastaría esta cantidad tan solo en marketing, y no importa que su empresa sea la mejor petrolera del país —repudió aquella desmesurada suma que jamás nadie se ofreció a pagarle.

—Es mi oferta, y como tal tengo que estar a la altura de las circunstancias. Necesito de su trabajo, y ese es el monto que le ofrezco.

—¿Por qué? ¿Por qué gastar tanto dinero en una pequeña empresa como la mía cuando hay otras mucho más reconocidas y fiables? ¿Qué lo hace confiar tanto en que haremos bien nuestro trabajo? —interrogó sin detenerse a respirar con normalidad.

Quería que le dijera algo de lo que tirar para conocer sus verdaderos motivos, todos esos eventos que llevó a cabo para engañar a los demás inversores perdiendo el tiempo, y ahora le salía con esto.

—Intuición.

—No puede ir a ciegas. Necesita de un...—

—De un estudio agudo —respondió por ella.

Eleanor no fue capaz de responder.

Esas palabras eran las mismas que siempre le repitió su padre cuando la sentaba sobre el sofá para contarle sobre sus estrategias, como salir en busca de oportunidades y ventajas en el mundo petrolero. Pero ella no lo tomó solo para ese ámbito, sino para la vida misma y para lo que era su propio emprendimiento.

Pero con Emilio no quería ponerlo en marcha, no podía tomar ventaja de algo que le daba mala espina, y no en el sentido de que él no fuese fiable, sino de como acabaría ella si tan solo se adentraba al mundo que juró no meterse desde que su padre falleció.

La mirada azulada de ese hombre que detonaba ser muy dominante en lo que se proponía, le hacía ver que esperaba una pronta respuesta.

—No, mi respuesta sigue siendo no —espetó deslizando el cheque sobre la mesilla de regreso.

—Cuando deje de decir que no, es cuando verá hasta donde es capaz de llegar si tan solo se lo propone —advirtió volviendo a dejar el cheque sobre su carpeta —. He estudiado a fondo todo lo que su empresa abarca. Su cartera de clientes y he tomado referencias por parte de otros inversores. Los resultados son fantásticos, y son los que necesito para poner a mi nueva empresa que estaba en ruinas, de vuelta en marcha —espetó con carácter —. También estoy al tanto de que necesita nuevos empleados para diferentes áreas.

Eleanor mordió su labio inferior repiqueteando su tacón sobre la madera. No solo la abrumaba escuchar sus clases de superación, sino que también llegaba a superar su paciencia como él tenía el libre albedrio de encender un segundo cigarrillo en su oficina.

Y al parecer él se regocijaba en su mal humor.

Deseó no sentir ese hueco en el estómago por tener que evocar la imagen de su padre y todo lo que le enseñó cuando ella le seguía la conversación de sus negocios. Deseó no ser tan demostrativa y sentimental, porque ahora tuvo que bajar la cabeza para que él no viera sus ojos humedecerse. Se sentía una tonta por tener que dejar a un lado lo que era capaz solo por salvar su relación, por querer arreglar las cosas con Antonio cuando ella era la única que parecía darse cuenta de la falta de comunicación entre ambos.

No la llamó ni tampoco contactó durante esos dos días, pero ahí estaba ella tratando de ponerle las cosas fáciles a su realidad y apostar una vez más por un futuro junto a él. Tal vez si se sentaban a hablar podrían ver entre los dos los errores que cometieron, cambiar la manera hostil en la que a veces se trataban, y darlo todo para que vuelva esa fluida comunicación que poco a poco los iba apartando.

—No puedo trabajar con usted, lo lamento, pero es mi última palabra —mencionó con voz queda, sin otro sentimiento más que una asombrosa reticencia por aceptar esa tentadora oferta.

—La soledad ¿Cierto? Tan aterradora si uno ve que está peligrando caer en ella —murmuró de pronto.

Una nueva calada al cigarro y una nueva forma de hacerla sentir más miserable por saber que podía sacar una a una las capas de su vida hasta llegar a su verdadero ser.

La aterraba, no lo podía negar.

—No sé de lo que habla, le voy a pedir que se retire. La cita ha terminado —pidió señalando la puerta con dureza.

Mmm. —Ese sonido tan habitual era imposible de interpretar, pero creía que era su típica respuesta que salía junto a un jadeo grueso, cuando no deseaba decir lo que pensaba o cuando creía que le estaban mintiendo. Y eso era lo que hacía esa mujer, mentir descaradamente para no tener que escuchar todas sus verdades como nunca nadie se las dijo —. La cita concluye cuando el cliente se retira de la oficina y yo sigo aquí.

—Usted no es mi cliente. No acepté su dinero.

—Y yo tampoco acepté su respuesta.

Eleanor suspiró ya cansada por ese lleva y trae a la que ninguno tenía problema en adentrarse.

—No complique las cosas señor Markov —pidió suspirando.

—He venido hasta aquí esperando recibir un buen servicio de su parte, con una generosa suma de dinero en el bolsillo, y con mucha paciencia para negociar. Es usted —la señaló con el cigarro —, la que complica las cosas. Pero entiendo que esto puede causarle un enfrentamiento con su novio. Él le reclamará que hace negocios con el sujeto que le quitó la empresa y empezará decirle que su ropa no es adecuada o que claro, la culpa es suya por no apoyarlo —se mofó en una leve sonrisa tan fría como espeluznante.

—Por favor retírese —pidió entre dientes al borde de las lágrimas. Era bochornoso ver como él ya sacaba a flote los enfrentamientos que tuvo delante suyo.

—¿Por qué se empeña en beneficiar a su novio y perder la oportunidad de su vida? ¿De qué le sirve a usted unas cuantas caricias de ese sujeto cuando lo que más quiere es aceptar lo que estoy proponiéndole? —Se puso de pie apoyando con elegancia sus manos sobre el escritorio. Sus anillos y la cantidad de tatuajes relucían a la luz del día. Eleanor alejó la silla de la mesa con sus manos temblando. Necesitaba que se callara, que ya no le dijera más, pero él parecía no estar dispuesto a ceder —. ¿Con tan poco se conforma?

—Váyase, no lo volveré a repetir —exigió incorporándose —. No es asunto suyo lo que pase en mi relación, deje de hablar como si me conociera —regañó mordiendo el interior de su mejilla.

—Ni por un segundo se crea que su novio sacrificaría tanto por usted —la señaló con seriedad. Dios, admiraba la valentía de esa mujer, como era capaz de aferrarse a sus principios —. Tenga por seguro que si a él se le cruzara la misma oportunidad y la consecuencia mayoritaria sea romper con su relación, él no lo dudaría ni una sola vez en mandarla al demonio —acusó notando sus brazos tensarse por verla en ese estado tan vulnerable, en ver como se obstruía a si misma de crecer solo por no perjudicar a su novio cuando el muy imbécil la entregaría en bandeja.

Le sostuvo la mirada por largos segundos hasta que ella la apartó.

Golpeó suavemente las manos en el escritorio, flexionándolas y dejó el cheque en el lugar que merecía estar. Se daba cuenta de lo poco que estaba viviendo esa mujer, y de lo mucho que velaba por los suyos, pero Antonio ni haría lo mismo ni tampoco era suyo.

Él lo sabía muy bien.

—En tres días la espero en mi casa para reunirla con el resto de mi equipo. Puede traer a sus socios para informarles sobre nuestros intereses —disertó imperioso.

Ella volvió a observarlo a punto de retrucar una vez mas

—Pero...—

—Sé que tiene dos socios y quiero escucharlos a ellos también.

—No quiero el dinero —refutó alzando su mentón.

—Ni siquiera se gaste en devolverme el cheque, es falso, solo para confirmar que ni siquiera poniéndolo sobre la mesa aceptaría. Debo ir por la fuerza, es por eso que la transferencia está hecha en su cuenta desde hace más de cinco horas. Así como la orden del banco de que no se devuelva. Usted verá que le conviene más; trabajar para mi o tener que irnos a un largo juicio para que el dinero pueda volver a mi cuenta —su tono de voz lo sintió tan tirano como dominante, y su boca fue incapaz de darle tregua —. Y le debo confesar que no se lo haré tan fácil si va por la segunda opción —admitió casi en un soborno para luego darse la media vuelta y salir de la oficina.

Su caminata apaciguada y tan dictatorial le dejaron en claro que hablaba en serio, y que ganarle ya empezaba a ser imposible porque él siempre iba un paso delante de todos, incluso de ella.







Ay Emilio, ojalá pudiese decir que será tan educado, pero el reloj va pasando y la amabilidad se agota 🥵🥵😬.

Los planes de este hombre y lo que se viene será 🖤🖤🖤🖤🥺🥺.

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