Un Secreto En Otoño [#1]

By _Artemixa_

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Las hojas de la copa más alta de un árbol se preparan para caer, solo faltan unos minutos cuando todo a su al... More

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35. Final
Epílogo
Nota Final.

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By _Artemixa_

Día 2: Jeff.

24 de septiembre.

Tengo que batallar contra mis propios ojos que amenazan con cerrarse, llevo dos noches en las que apenas pude dormir y aunque he tenido semanas peores, la carga mental que tengo estos días se me hace demasiado. En el fondo agradezco que sea un día pesado, cada vez que logro llevar a mi mente a un punto de descanso los recuerdos de esa noche me golpean con fuerza.

—Aquí está su cambio —finjo una sonrisa luego de entregarle los billetes a la mujer que tras controlar lo suyo se va.

Hago mi mayor esfuerzo para no poner mala cara cuando llega un tipo que sin siquiera levantar la mirada del teléfono lanza las compras sobre la caja, escaneo los productos y recibo el efectivo. Prácticamente me arranca las bolsas de la mano cuando se las extiendo.

Por suerte mi turno no tarda mucho más en terminar y no tengo que seguir soportando malos tratos de las personas, aunque bueno, aquí por lo menos me pagan. Voy hasta la parte trasera de la tienda y suspiro apoyando la cabeza contra la taquilla en la que guardo mis cosas, siento el cuerpo entumecido y pienso en todo lo que tengo para hacer todavía.

—¿Estás bien? —la voz de Sabina me saca de mi neblina mental.

—Día pesado —murmuro mientras me saco la especie de delantal que tenemos que llevar puesto durante el horario laboral.

Hace unos meses me dijeron que en el almacén que estaba a unas calles de mi casa estaban buscando adolescentes que quieran trabajar para cubrir los turnos y lograr que sea un lugar abierto las veinticuatro horas. Por lo general cubro el turno de la tarde, no suele haber tanta gente, aunque casi todos suelen estar de mal humor no es tan malo, la paga es buena y la jefa no suele quejarse si me ve haciendo tarea en mi horario, siempre que no haya clientes.

No tardo mucho en salir del lugar y comenzar a caminar, antes de volver a casa tengo que pasar a buscar a mi hermana de la clase de baile. Aunque es un gasto extra con el que a veces es complicado contar, es un alivio saber que ella está allí siendo cuidada y no sola en casa.

Mi padre está en el trabajo todo el tiempo y si es que llega en algún punto, lo hace de noche cuando Cora ya está dormida. Aunque para mi es un alivio que no esté en casa. Mi madre por otro lado no es alguien con quien se pueda contar para cuidarla, no entiendo muy bien cómo son las cosas, pero por lo que llegué a entender en este tiempo es que la depresión post parto le afectó demasiado, tiene días en los que no sale de su habitación y sus defensas por algún motivo son muy bajas.

Es algo que no llego a comprender ya que han pasado siete años de eso, pero ella simplemente no salió de ese pozo, a veces dudo que lo haga.

Guillermo es el mayor de los cuatro, pero él hace ya un par de años que no vive con nosotros, aunque hizo lo posible por contribuir en casa, llegó un punto en el que le tocó irse y no podíamos retenerlo. Hubiera preferido que se quedara pero no pudo ser así.

Después sigue Elliot, con él la cosa es bastante más complicada.

No es difícil distinguir la casa en la que se dan las clases ya que afuera de la misma hay un grupo grande de mujeres que esperan por sus hijas. Pasan unos minutos hasta que el grupo comience a salir, la mayoría van riendo y conversando, algunas aceleran el paso y comienzan a correr hasta llegar a sus madres.

Cora tarda unos minutos más que el resto en salir, tiene que esperar para poder hacerse paso entre las personas pero en cuanto me ve se apresura y extiende sus brazos en mi dirección, me arrodillo a su lado para poder abrazarla.

—¿Cómo te fue hoy? —me da su bolso y comienza a relatar todo lo que hizo en el día mientras caminamos en dirección a casa.

—Y pude hacer el salto que no me salía —comenta con entusiasmo—, la profesora dijo que tengo que practicar el aterrizaje, pero hoy cuando lo hice no empujé a ninguna ¿No es un avance?

—Eso es grandioso —uso el mismo entusiasmo que ella para lograr que se sienta comprendida—, tal vez podrías practicar más en casa, así va a salir perfecto.

Asiente efusivamente mientras se tambalea al caminar, desde siempre suele caminar cruzando los pies simplemente le parece divertido. Aunque usa mi mano para evitar caerse, sabe que si se resbala voy a poder sujetarla.

—¿Qué vamos a cenar? —cuestiona cuando llegamos, le suelto la mano para buscar la llave y ella se adelanta hasta la puerta.

Mis ojos caen sobre el patio delantero y anoto en mi lista mental el limpiarlo, algunas hojas del árbol del vecino comenzaron a caer y el césped está bastante largo. Tal vez incluso ella podría ayudarme a dejarlo bonito.

—Verduras al horno —pongo los ojos en blanco cuando la veo hacer una mueca pero no le digo nada.

La realidad es que es una santa, en comparación a otros niños de su edad, ella es bastante bien portada. Jamás hace un escándalo si pide algo y no lo recibe, incluso sabe regular sus emociones cuando otros simplemente comienzan a llorar o hacen una pataleta.

El hecho de que sea tan madura en algunos aspectos así lo vuelve todo mucho más fácil para mi.

—Ve a darte un baño y después a la cocina que tienes que hacer tu tarea —se lleva su mochila para subir las escaleras y hacer lo que le pedí.

Por mi parte busco un vaso de agua antes de aventurarme hasta el cuarto de mis padres, aunque llamo a la puerta no espero una respuesta ya que sé que no la voy a obtener. Mi madre está sentada sobre el borde de la cama de espaldas a mí y con la vista fija en la ventana.

—Hola mamá —me pongo delante de ella llamando su atención, me mira con el rastro de una sonrisa cansada, siento su mano en mi mejilla y le sonrío antes de acercarle el vaso con agua.

No siempre es así, como todos tiene sus días. A veces se levanta limpia la casa y hace su vida normal como si nada, se la nota tan activa que no podrías llegar a intuir que hay días en los que solo se queda acurrucada en el suelo llorando. Aunque para mi los peores son cuando no hay nada, esos momentos en los que se queda con la mirada perdida, no responde y su cuerpo se mueve como si estuviera sin vida.

Ese último es el que más miedo me da, me queda esa sensación de que un día simplemente no va a volver a responder.

Me quedo unos minutos con ella hasta que suspira y se pone de pie para ir al baño de su habitación. Es extraño ya que cualquiera diría que al estar siempre en la habitación encerrada y las luces apagadas tendría que haber mal olor o cosas así, pero adentro es un lugar más de la casa, todo está en perfecto orden y lleva el mismo olor a pino de bosque.

Junto de su mesa de noche los vasos y el plato sucio antes de bajar a la cocina, en realidad no hay tanto desorden pero me lleva varios minutos acomodar todo, cuando termino de poner las fuente con verduras en el horno Cora aparece con su mochila. Se deja caer de manera ruidosa sobre una de las sillas antes de sacar sus libros.

La dejo sola unos segundos para poder ir a buscar mis cosas antes de sentarme a su lado.

—¿Necesitas mi ayuda? —pregunto luego de verla con el ceño completamente fruncido ante la hoja de actividades.

—No, yo puedo sola —intento concentrarme en mi tarea pero me mantengo atento a lo que hace para poder ayudarle en cualquier problema que tenga.

Al final aunque le pone mucho empeño termino dejando de lado lo mío ya que no quiero que se atrase, por lo general no suele necesitar tanta ayuda solo que la guíe en algunos ejercicios que luego de un rato puede terminar haciéndolos sola, aunque yo para ese punto ya perdí todo el interés en las consignas de la clase de literatura.

Ella se va a su cuarto a jugar un rato antes de la cena y yo me quedo sentado solo en la cocina.

Los recuerdos de la otra noche llegan a mi memoria provocándome dolor de cabeza, en el silencio del presente puedo escuchar sus quejas pidiendo ayuda. Yo ni siquiera tenía que estar ahí en ese momento, se supone que debía estar en casa, en mi cama descansando.

Recuerdo como una vez que todo ya había terminado podía sentir la brisa fresca que erizaba mi piel, su ropa estaba empapada y tuve que dejarle mi chaqueta. Aun así no podía volver a su casa en esas condiciones, yo se lo ofrecí por pura cortesía ya que no esperaba que lo acepte, pero al parecer para ella era más fácil explicar el porqué llegaba en mitad de la noche con el cabello mojado y la ropa de un chico.

No iba a juzgarla por eso.

Hago mi mayor esfuerzo por salir de esa línea de pensamientos ya que no resulta ser un lugar agradable, recuerdo sus frías palabras antes de irse esa noche diciendo que nadie se tenía que enterar de eso y que lo mejor era seguir como si nada. Como habíamos hecho hasta ese entonces, sin conocernos ni hablarnos.

Sirvo la comida en tres platos pero uno lo preparo en una bandeja junto con las píldoras correspondientes, subo las escaleras para ir hasta la habitación de mi madre para dejarlo sobre la cama, ella me da una leve sonrisa y le doy privacidad. Finalmente paso por el cuarto de mi hermana para avisarle que ya tiene bajar.

No me esfuerzo en servir más platos ya que tampoco espero que alguno de los dos decida presentarse. Como ya es costumbre Cora y yo cenamos juntos con el sonido de la radio de fondo.

Siento algo de tristeza al ver la decepción en su rostro, ella tiene una visión alterada de la realidad en nuestra familia, es por eso que le resulta triste que ni mi hermano ni mi padre estén con nosotros en este momento, aunque para mi es un alivio no tener que compartir la mesa con ellos.

Ambos son muy diferentes cuando Cora está presente, Elliot finge ser un buen hermano, habla con ella, la hace reír, incluso el muy cínico sonríe como si todo estuviera bien, pero cuando no lo ve él simplemente está con mala cara, apenas habla y suele desaparecer durante todo el día. Al principio me preocupaba su estado, es como convivir con un fantasma, pero ahora no me sorprendería saber que está metido en alcohol o drogas, y la verdad no podría darme más igual. El único motivo por el cual siento un poco de interés es porque sé que si algo le pasa ella se sentiría muy mal.

Con mi padre ocurre algo muy similar.

Con ella actúa como un padre excelente, la trata bien, es amable, habla y se comporta con serenidad. Si tiene que reclamarle algo se sienta y le explica el porqué tiene que mejorar su conducta, cuando le muestra sus dibujos siempre los halaga y dice que es su princesa.

Todo lo contrario al padre con el que yo me crié. Jamás fue un hombre de palabras tranquilizadoras, no tengo recuerdo alguno de haber pasado una tarde juntos en la que no me dijera que era una decepción para él, solía decirme que jamás iba a estar a la altura de Guillermo, el hijo prodigio. En alguna que otra ocasión se puso violento golpeando la mesa aunque no más que eso.

Eso es lo único en lo que Elliot y yo coincidimos, ambos recibimos siempre las mismas palabras hirientes por su parte. Aunque claro, él resuelve sus problemas escapando y dejando que el resto vivamos con la parte fea. 

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