Plenilunio (versión revisada)

By Pattmaguina

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VERSIÓN REVISADA (y con ilustraciones :D) Por un error que escapa de todo pronóstico, Dala encuentra por azar... More

Mensajillo de rigor
1. El portal de la luna llena
2. Una falla porcentual
3. Hielo delgado
4. R5T12
5. Orbe
6. Creador
7. El concurso de las misiones
8. Lluvia de inmundicias
9. Cubos y cubos
10. El macaco del lameculos
11. Respuestas y sonrisas
12. Leyendas
13. El plan trazado
14. Quien eres
15. Casi normal
16. Vínculos
17. Distante
18. Un propósito
19. Universo personal
20. ¿Acaso no es evidente?
21. Desplantes
22. Algo insultante
23. Su nombre
25. La consigna de los elegidos
26. Tardes de instrucción
27. Una orden cruel
28. La voz detrás del umbral
29. Necedad
30. Amonestación
31. Separaciones
32. Contratiempos
33. Un pasado ensombrecido
34. Misión especial
35. La pieza clave
36. Refugio bajo la lluvia
37. Interrogatorio
38. Contradicciones
39. Mensaje susurrante
40. Promesa
41. Bajo la luz eterna
42. Sin importar el desenlace
43. Acuerdo inusitado
44. Represalias
45. Sin precedentes
46. Debacle
47. Que así sea
48. Colosos
49. La nueva encomienda
50. Devenires
51. Epílogo: Cada latido
Escenas post-créditos

24. La convocatoria cerrada

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By Pattmaguina

—Así que no lo sabías... —El comentario de Lax me hizo regresar a la realidad, había apoyado su mentón en una de sus manos y me observaba con un aire entretenido. —Realmente es como él dijo, no sabes nada de nada.

Aunque quise replicar, no lo hice. Él tenía razón, empezaba a comprender cuánta razón. No sabía nada de nada, no tenía idea de nada. Sentada allí, en esa silla dentro de ese sueño, me sentí una ignorante, como un hilo dentro del diseño de un gran tapiz. Y un hilo suelto encima.

Leo... no, Ovack (aún no me acostumbraba a pensarlo con su verdadero nombre). Él no dejaba de sorprenderme con cada revelación que descubría.

¿Qué hacía un príncipe aquí? Si lo era ¿Por qué no enviaba a alguien más a hacer lo que fuera que estuviera haciendo? Me resultaba difícil relacionarlo con el concepto de príncipe que yo tenía. El cual, a decir verdad, estaba empañado por muchas de las películas de Disney.

—¿En qué es diferente la idea de «príncipe» de ustedes de la nuestra? —inquirí, dejando de lado lo que había dicho Lax.

—No. Es mi turno —acotó él—. Hagamos esto con orden.

Y se reclinó brevemente en su silla. Lax había captado mi interés y parecía disfrutar el hacerse esperar. Fueran cuales fueran sus intenciones, no dejé de notar que en general, a este sujeto le divertía la idea de aprender cosas, ya fueran palabras de otro idioma o información inédita.

—¿Cuál es tu nombre completo?

—¿Y yo soy la que hace preguntas tontas? —dije con un resoplido de burla, aunque en mi cabeza tenía bien presentes las palabras de Ovack sobre darle mi nombre a un conector. Lax sólo encogió los hombros con dejadez y yo tragué saliva antes de responder. —Dala Francesca Mayo.

Lax asintió con calma, como si se tratara de un pedazo de información que instaba a la meditación. Quise retomar el hilo de la conversación y volver a hacer la pregunta que había realizado antes, pero me contuve. Lax me observaba, expectante. Sus ojos verdes parecían reparar en cada uno de mis pestañeos.

—¿Por qué me has propuesto esto? —pronuncié de pronto—. Este juego de preguntas y respuestas... ¿Qué es lo que pretendes?

—Oh, ya empiezas a hacer preguntas interesantes —dijo con una sonrisa—. Dala, tal vez no te has dado cuenta y tal vez idzen Ovack no quiera que sea así, pero estás involucrada en esto más de lo que crees. Cuando te dije que nadie viene a la Noche Eterna de casualidad, lo dije en serio. Y sólo quiero asegurarme que no seas... —Hizo una pausa, como si no se acordara de la palabra que necesitaba. —Que no seas peligrosa.

—¿Peligrosa? Pero yo no...

—Sé que no tienes malas intenciones —completó desestimando mi intervención con un ademán—. El príncipe confía en ti y yo confío en él. Eres su protegida. Pero muchas veces, el desconocimiento es más peligroso que las peores intenciones.

«Protegida». Esa era una forma distinta de verlo, en Orbe me decían que era su macaco, pero más importante aún... ¿A qué se refería con que estaba involucrada? ¿Cómo podía estar tan seguro?

Pero antes de que pudiera formular la siguiente pregunta, el sueño se difuminó, no sin antes una afirmación de parte de Lax de que nos volveríamos a ver.

Conversar con él, contrariamente de esclarecerme las cosas, sólo había hecho que surgieran más preguntas. Al menos tuve el alivio de comprobar que él no poseía motivaciones siniestras. De hecho, ahora que nos tratamos un poco más, tuve la impresión que era un buen chico, aunque algo testarudo. Y además, parecía que le era leal a lo que sería la realeza en su mundo.

La sola idea de que Ovack era un príncipe traía a colación una letanía de aclaraciones e interrogantes. ¿Príncipe pero de qué reino? ¿Es que nadie allá había notado su ausencia? ¿Qué ameritaba que un príncipe en persona viniera al Mundo Distante para robar en su propio mundo?

Por otro lado, ya se explicaba su carácter autoritario. No tenía idea de cómo habían criado a Ovack, pero tal parecía que estaba acostumbrado a que le obedecieran de inmediato y sin chistar. Y también que estaba habituado a la buena comida y a desplegar unos excelentes modales en la mesa. Al menos sí comía como un príncipe.

De alguna manera, el que fuera uno explicaba muchas cosas, pero incluso con eso, era un príncipe bastante raro. Uno que prefería mantener alejado a todo el mundo, y al mismo tiempo, pretendía ayudarlos a todos.

Definitivamente, no era un príncipe de cuentos de hadas. Más parecía uno sacado de una historia de terror.

Ese día no tuve clases con Ovack, y por primera vez, las extrañé, aunque al mismo tiempo me sentí aliviada. Una parte de mí quería observarlo bajo la luz de los recientes descubrimientos y la otra, simplemente quería ponerse al día con mis estudios que estaban empezando a preocuparme.

Con toda la sinceridad de mi corazón, nunca había sido una alumna dedicada. Pero aún con mi falta de entrega, siempre había permanecido en los primeros puestos. Siempre había pertenecido a ese grupo que, sin mucho esfuerzo, conseguía resultados satisfactorios. No era que estuviera orgullosa de mi dejadez, por supuesto, solo lo había dejado ser. De hecho, ni siquiera había llegado a tomar en serio la pregunta de qué profesión quería seguir en el futuro. Siempre había supuesto que tendría tiempo para ello y simplemente me había dedicado a seguir el rumbo de las oportunidades que se desplegaban ante mí.

Pero ahora, con el factor Orbe en mi vida, aquel plan parecía estar levemente alterado. Y mantener unas buenas calificaciones o al menos, unas aceptables, se había convertido en una travesía equiparable a pararme sobre una silla y hacer malabarismos dignos de un contorsionista profesional, jugando con sostener platos y libros en mis manos y mi cabeza. Un fino y delicado equilibrio que no admitía distracción.

No obstante, mientras repasaba el contenido de mis cuadernos y libros, en el fondo de mi cabeza se reproducía lo que había dicho Lax y lo que había revelado Ovack, queriéndolo o no. Y había algo que me resultaba más que obvio: por el momento, no le iba a decir nada sobre mis encuentros con Lax. La voz de la evidencia me decía que él no iba a reaccionar muy bien a eso. Es decir, había ingerido una droga y había hecho el ridículo para truncar las inmersiones de Lax a mis sueños; sin mencionar que había terminado revelando información secreta de él mismo. Si se enteraba, iba a excluirme de la siguiente misión, solo para empezar.

Un secreto más, ¿qué daño podía hacer?

Al día siguiente, mis intentos por exprimir hasta el último segundo útil de estudio me llevó a atravesar el portal hacia la oficina de Orbe mientras releía una fórmula de trigonometría. Estaba trayendo conmigo una mochila de libros para poder ojearlos en los ratos vacíos. Pero no había esperado penetrar en un ambiente cargado de una hostilidad palpable; me tomó tan desprevenida que por poco trastabillé conmigo misma.

Nadie notó que había llegado; Ulina, Sétian y Aluz me daban la espalda, Ovack estaba delante de ellos, encarando a unos visitantes inusuales en nuestra oficina. Eran Ditro y una manada de personas, que asumía debían ser de su división. Todos observaban a Ovack, con sus rostros deformados por la cólera, como si él hubiera asesinado a sus madres.

—...aprender tu lugar en esta empresa, chiquillo insolente. —Logré captar el final de la frase de Ditro. Sus colegas parecieron gruñir, asintiendo a lo que él decía. —¿Cuántos años crees que llevo yo aquí? ¿Y cuántos años llevas tú? Muestra algo de respeto y retira tu participación...

—No retiro nada —cortó tajantemente Ovack, su voz era del mismo tono de siempre, aunque dura y fría. Sólo podía verle la nuca, pero adivinada que su semblante era inaccesible como siempre. —Ahora, lárgate de mi oficina. Me está empezando a doler el cuello de tener que bajar la cabeza para verte.

Sétian ahogó una risita ante aquella burla a la baja estatura de Ditro, pero a este no le cayó en ninguna gracia y su cara enrojeció, pero sospechaba que no de vergüenza sino de ira.

—¿Crees que tu división merece estos honores solo porque tienes un creador más, lameculos pendenciero? —Escupió las palabras como si botara veneno. —Te lo advierto, dejaré lisiados a todos tus subordinados. Y empezaré por tu macaco. Estos accidentes han sucedido antes ¿lo sabías?

—Esta conversación ha terminado —atajó Ovack y esta vez su voz contenía una advertencia, con un ademán de la mano les señaló la puerta, aunque aquel gesto también dio una breve impresión de que estuvo a punto de materializar algo. Ditro también captó aquella sutileza y dio un respingo. De no ser porque realmente pareció que ambos estaban a punto de crear cuchillos, aquella reacción me hubiera arrancado una carcajada.

Los dos se miraron por lo que me pareció fue más de un minuto, como dos gatos tiesos que se gruñen y que esperan a que el otro desvíe la mirada para poder masacrarse. Pero luego él se volvió con la violencia de una bofetada y salió de la oficina dando zancadas, seguido de toda su comitiva, como si fueran sus pollitos.

Cuando la puerta se cerró, pareció que toda la habitación lanzó un suspiro de alivio y el ambiente cargado se distendió.

—Nos va a dejar lisiados —dijo Sétian con sorna aunque su voz estaba salpicada de cierta afectación—. Felizmente, nuestro seguro no es malo... aunque no es el mejor de todos.

—A ti no te dejarán lisiado, sólo somos lectores, no es que seamos únicos en Orbe —apuntó Aluz.

—A lo más, nos empujarán por las escaleras cuando pasemos por cafetería —comentó Ulina, con despreocupación—. La que me preocupa es Dala.

—¿Por qué?

Cuando hablé, solo entonces todos notaron mi presencia y se volvieron respingando con sorpresa.

Minutos después, Ovack estaba, como de costumbre, sumido en su computadora, haciendo el sonido de una incesante lluvia con las teclas, una ruma de papeles y fólderes adornaban su escritorio. Ulina, Sétian, Aluz y yo, nos encontrábamos en la mesa de metal que a menudo usábamos para reuniones rápidas. En ese momento, llenábamos formularios de manera mecánica.

—¿Convocatoria cerrada? —repetí.

—Nos ha llegado hoy, es la primera vez que nos llaman a una —aclaró Sétian sin disimular su entusiasmo—. No siempre las hacen. En teoría, solo llaman a divisiones selectas, que tienen un desempeño extraordinario, la paga es mejor que en las misiones normales y...

—Y el riesgo también lo es —completó Aluz—. En resumen, es una invitación que se le hace a ciertas divisiones para que compitan directamente por una misión específica. Podemos aceptarla o rechazarla.

—Pero... Leo la ha aceptado —deduje, y le di un vistazo de soslayo. Él permanecía como una sombra negra detrás de su monitor, como si ignorara que estábamos charlando en murmullos, pero yo intuía que estaba plenamente consciente de eso—. ¿Y por qué debería preocuparme?

—Las convocatorias cerradas no son como los concursos para las misiones, no postulamos, competimos directamente contra otra división y la que gana, se queda con la misión —explicó Aluz—. Así que lo más probable es que haya un enfrentamiento entre creadores.

—Oh —solté y no supe en realidad cómo sentirme—. Y supongo que es en esos enfrentamientos donde han sucedido los accidentes que ha mencionado Ditro —adiviné y por el silencio de los demás, supe que había acertado.

—No te preocupes —me dijo Sétian—. Tienes un buen seguro.

Un par de semanas. Ese tiempo de gracia nos habían concedido para prepararnos para aquel evento inesperado. Iba a realizarse antes que el usual concurso de cada mes por las misiones para tener los resultados en el momento en que se abriera el portal. Sin embargo, el ganador de esta convocatoria podría mirar con desdén a la división que ganara la mejor misión del concurso. Era la diferencia entre una medalla de oro y una de bronce.

En principio no me oponía a la convocatoria ni a ninguna invitación de índole similar. Representaba una posible reducción a mi deuda después de todo y eso era siempre bienvenido, además siempre correría riesgos en las misiones normales. Lo que me intranquilizaba era la amenaza de Ditro. De alguna manera, a ese sujeto lo veía capaz de cumplir una advertencia tan macabra.

Sumado a eso, estaba el pequeño detalle de que yo no tenía mucha experiencia en eso de los enfrentamientos entre creadores. De hecho, no tenía experiencia en ningún tipo de enfrentamiento físico. Había consagrado gran parte de mi vida a los deportes, pero siempre había rehuido los que incluían contacto. Es decir, a pesar de que era bastante ágil, era delgada y eso nunca había jugado a mi favor. Así que si Ditro quería dejarme lisiada, no lo iba a encontrar muy difícil.

Ovack atrapó en el aire el celular que yo había creado y comprobó que el aparato funcionaba a la perfección. Parte de su método a menudo incluía caminar a pasos agigantados. Si ya podía dar unos pasos entonces me mandaba a correr una maratón; si ya podía crear un bolígrafo, entonces ya podía crear un celular. Supuse que esta era la metodología de alguien que estaba muy curioso por desarrollar mi reverendo potencial.

—Mm —murmuró. Aquello era un asentimiento y en el mejor de los casos significaba un «Buen trabajo».

—Supongo que con eso podré llamar a Ditro durante el enfrentamiento para distraerlo —comenté con ironía, mientras volvía a pasar las páginas distraídamente del manual de celulares.

Ante la inminente convocatoria, las clases se habían establecido como una cuestión diaria, al menos para esos días, pero él había continuado con el mismo tema de la clase anterior, como si en unos días no estuviera por ser atacada por un agente desquiciado de Orbe.

—Ditro sobreestima su propia habilidad —apuntó, tranquilo, mientras dejaba a un lado el celular y tomaba su tableta electrónica creadora de portales, lo cual me pareció extraño pues recién acabábamos de empezar y no era hora de que me marchara—. Es probable que sea yo quien se encare con él, pero si no es así, vamos a asegurarnos de que tú no tengas problemas.

—¿Qué es esto, Ovack?

Él me miró de reojo.

—Será mejor que no me llames así —repuso con un halo de incomodidad y entendí de inmediato la razón.

—Tendré cuidado —le aseguré—. Con los demás eres Leo, pero tu nombre es Ovack, eso no puedo dejarlo pasar.

Él no dijo nada esta vez, así que lo tomé como un consentimiento.

—En fin, ¿qué es esto?

—Esta... —dijo inclinándose para penetrar en el portal y me instó a que hiciera lo mismo— ... es una de mis lecciones favoritas.

Y la sonrisa tenebrosa que esbozó cuando me empujó me dio una muy mala espina.

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