Princesa de las Tinieblas (He...

By EugeniaVillareal

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Cada persona tiene su oscuridad interior, pero... ¿Qué pasaría si fuera más literal? Cassie Valverde ha pasad... More

Princesa de las Tinieblas
Prefacio
Capítulo 1: Está aquí
Capítulo 2: Ayuda
Capítulo 3: Vin
Capítulo 4: Espejismos
Capítulo 5: Huida
Capítulo 6: Cambios
Capítulo 7: La cabaña
Capítulo 8: Bestias
Capítulo 9: Carter
Capítulo 10: La Guarida de los Cazadores
Capítulo 11: Reunión de Líderes
Capítulo 12: Confesiones y confrontaciones
Capítulo 13: La Cárcel de las Bestias
Capítulo 14: Kali
Capítulo 15: Revelans
Capítulo 16: Tortura
Capítulo 17: Desconfianza
Capítulo 18: Conjuro
Capítulo 19: Respuestas incorrectas
Capítulo 20: ¿Quién es él?
Capítulo 21: Escape
Capítulo 22: Nuevos lugares
Capítulo 23: La Casa del Infierno
Capítulo 24: Jan y Tara
Capítulo 25: Entrenamiento
Capítulo 26: El Libro de los Infiernos
Capítulo 27: El juicio
Capítulo 29: La Llamarada de Lucifer
Capítulo 30: El Río de la Muerte
Capítulo 31: Las Lexies
Capítulo 32: Culpable
Capítulo 33: Revelaciones
Capítulo 34: Rituales de sangre
Capítulo 35: Princesa de las Tinieblas
Epílogo
Nota de la autora

Capítulo 28: La Marca de Lucifer

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By EugeniaVillareal

En un principio, nadie hace nada. Estamos todos demasiados atónitos como para reaccionar. Pero cuando Carter comienza a ponerse colorado y Jan gruñe con vehemencia encima de él, es cuando todos nos abalanzamos hacia Jan. Un guardián robusto me ayuda a separar las manos sangrantes de Jan del cuello de Carter y cuando éste deja caer la cabeza contra el suelo soy yo quien lo detiene.

            Sangre corre de su nariz hasta su boca.

            —¡Mátenlo! ¡Mátalo, ahora! —exclama Jan, sacudiéndose del amarre del guardián que lo toma por los brazos. El muchacho, al no sentir apoyo, logra sacar de su cinturón un cuchillo corto, con el que de inmediato hace un corte limpio en el brazo del bendecido.

            El hombre grita y lo suelta de inmediato con dolor.

            Justo cuando Jan se apresura a Carter con cuchillo en mano, es Vin quien lo detiene, sosteniendo sus muñecas y luego apretando sus manos para resbalar el cuchillo de entre sus dedos. Jan se resiste, pero al final el cuchillo cae el suelo con un repiqueteo y soy yo quien lo toma antes que otro traidor. Sientan entre forcejeos a Jan en el suelo.

            Carter se incorpora con un tambaleo y trata de tomar el cuchillo, al mismo tiempo en que los demás guardianes del pasillo sacan cuchillos de sus cinturones. Ya sé lo que planean hacer. Piensan encargarse de Carter de la misma manera que Jan.

            En un último acto desesperado, empujo a Carter detrás de mí y pongo el filo del cuchillo sobre mi cuello, tocando superficialmente el área donde se encuentra la yugular.

            —Den un paso más y corto —amenazo. De inmediato, los guardianes bajan sus armas y alzan los brazos en señal de paz—. Las armas en el suelo. —Se escucha el repiqueteo de la hoja de cuchillo golpear contra el suelo.

            Un hombre intenta acercarse pero rajo con la punta del arma un poco de mi piel, lo suficiente como para que salga un hilillo de sangre. El traidor suelta un grito cuando nota la sangre que corre por mi cuello.

            —¡No lo hagas! —Exclama Vin mientras suelta los brazos de Jan y se apresura a acercarse a mí— ¿Qué mierda te sucede? ¡Suelta eso!

            —Cassandra, deja eso ahora —me susurra Carter detrás del hombro. Está agitado.

            —No, si ellos atacan yo corto.

            Jan se muestra impaciente por atacar, pero no se arriesga a atacar por si llego a matarme. Seguro piensa que  soy muy astuta o muy estúpida. Tal vez la segunda.

            Justo  cuando noto que los traidores comienzan a moverse y aprieto de nuevo el filo es cuando aparece por un pasillo Zacarías, seguido de otro líder llamado Dakota. Zacarías mira con pánico mi cuello manchado de sangre.

            —Cassandra, niña, dame ese…

            —Primero apártense todos. No den un paso más. — Cuando los guardianes se quedan quietos, aguardando, es donde bajo un poco el cuchillo y aflojo la tensión del filo—. Haré un trato con ustedes: no harán daño a ninguno de los míos y a cambio obedeceré en todo lo que me pidan.

            —No lo hagas —interfiere Carter entre dientes.

        Vin me mira con pánico mientras Zacarías sonríe pensativo y mira a Dakota  esperando una afirmación. Pero es él quien da la última palabra.

        —De acuerdo, pero no vacilarás en nada de lo que te exija —acuerda Zacarías. Luego, da una seña a Vin, quien me arrebata el cuchillo con un rápido movimiento. Esconde el arma en su cinturón—. Tendrás que entender que a pesar de que no tocaremos al cazador, tampoco estará libre por aquí. Ha matado a uno de los nuestros y eso tiene que pagarse.

        Miro con enfado al hombre.

        —¡Pero si él no mató a Tara!

        Es Janara quien responde entre gruñidos lastimeros:

        —Eres tan ingenua, ¡¿es que acaso no ves al monstruo que tienes delante de ti?! La evidencia está justo ahí y lo sé porque antes de que mi Tara respirara por última vez, dijo un nombre. ¡Y fue el de él! —Trata de levantarse de nuevo, pero un guardián lo sujeta con fuerza del brazo—. No dejaré que le perdonen tan fácilmente, quiero que haya justicia.

        —La habrá, Janara —tranquiliza Zacarías—. Lo encerraremos en las celdas, con los otros cazadores que nos han traicionado.

        —Pero…

        —Déjalo así, Cassie. Sino harán algo peor —dice Vin.

        Cuando los bendecidos se acercan para apresar a Carter, dificulto un poco las cosas, cubriendo al chico con mi cuerpo, pero Carter termina por entregarse a sí mismo. Sujetan sus muñecas con cuerdas y lo empujan hasta llevarlo al pasillo del este, donde dan vuelta hasta perderse en lo oscuro. Carter no se queja ni una sola vez

        Aprieto los dientes cuando encuentro la mirada satisfactoria de Zacarías.

        —Un solo rasguño y…

        —Entiendo, Cassie, no tienes de qué preocuparte. Cumplo con mis promesas —afirma el líder. Luego, se dirige a Dakota—: Lleva a Jan a un lugar seguro, necesita tranquilizarse. —Espera a que su compañero lleve a un Jan cabizbajo y resentido por el pasillo derecho para pedir a Vin—. Acompaña a Cassie a su cuarto, iré a hablar con ella más tarde.

        Después se va por el mismo pasillo sin mirar siquiera atrás. Vin me guía por los pasillos, a una dirección distinta a la que conozco. Al llegar a mitad de camino, le digo con cierto resentimiento:

        —Parece que te has acoplado bien con los guardianes, ¿eh?

        Vin me mira frunciendo el ceño.

        —No me conoces, no sabes mis razones así que no juzgues lo que hago. Aquí me aceptan como soy, Cassie, algo que no hacían los cazadores.

    —¡Pero si acaban de torturarte! Tan sólo mírate ahora —respondo, señalando sus ropas manchadas de sangre y las bolsas debajo de sus ojos.

        —Desconfiaron, eso es normal. Pero ahora estoy bien, me siento bien.

        Decido creerle. Cuando llegamos a mi habitación, sólo entra hasta el marco de la puerta y se asegura que entre asegura al cuarto.

        —Cassie… ¿aún tienes mi amuleto? —pregunta con lentitud.

        Miro desconfiada su rostro esperanzado. La vez que logré quitarle ese objeto no reaccionó muy bien.

        —Sí, espera, lo tengo guardado.

        Camino hasta el armario del cuarto y de entre los zapatos y blusas saco el amuleto envuelto en un pañuelo. Vin sonríe aliviado al ver el objeto en mis manos. Y antes de que lo tome, lo aparto con rapidez. Sus facciones su vuelven molestas.

        —Dámelo, Cassie.

        —Antes me gustaría saber de dónde lo sacaste. Me es muy conocido.

        —Mi padre, papá me lo dio antes de morir —se apresura a decir— ¿Vas a dármelo ya?

        Lo pienso mucho, pero al final termino soltando el amuleto en las manos de Vin. Con alegría, el chico envuelve la cadena en su cuello. Luego, se despide con pocas palabras y un beso en la mejilla, para después perderse entre los pasillos.

        Espero durante una hora, en mi cama, a Zacarías. Intento leer El Libro de los Infiernos, pero no paso las dos páginas antes de aburrirme y parar. Al pasar la hora y cuarto, alguien toca la puerta del cuarto. Abro está con la varilla que me había dado Jan con una de las niñas que estaba el día en que sucedió el ritual de iniciación. Creo que se llama Kara.

        —El señor Zacarías me pidió que te llevara a la sala de Archiduques de la Primera Jerarquía —dice la chica alzando la voz a cada palabra. No sé cuál sea esa sala, pero de todos modos sigo a la niña luego de cerrar la puerta  con varilla.

        Recorremos varios pasillos y cuando llegamos a unas escaleras bajas me doy cuenta de que Kara tiene las mejillas empapadas de lágrimas.

        —¿Qué sucede? —le pregunto con ternura. La niña sorbe por la nariz y limpia las lágrimas con sus dedos huesudos.

        —Lo siento, es sólo que… Tara era como mi hermana. No merecía morir, no de esa forma. —Como no sé realmente qué sucedió, me apresuro a buscar respuestas.

        —¿Cómo murió?

        —La degollaron por el cuello. Creo que cortó su yugular. El cazador. Ese maldito…

        —¿Y cómo fue que Jan la encontró? —la interrumpo de prisa.

            A Kara le tiembla el labio.

            —Iban a salir, creo que a buscar algo importante. Pero el cazador se cruzó con Tara cuando salía de su cuarto y la asesinó. Para cuando llegó Jan, ya era demasiado tarde. Todavía están tratando de limpiar la sangre del suelo.

            Como no quiero saber más detalles, me quedo callada hasta llegar al final de la escalera. No encontramos con una puerta larga y, con una varilla más larga y delgada, Kara abre la puerta rápidamente. La sala es baja, cuando entro bajo seis escalones hasta tocar el suelo, que es de mármol. Es profunda, parecida a la que estaba cuando recién conocí a Zacarías, hace unos días. Pero al contrario que la otra, en esta hay varias mesas y hay varios libreros de libros. Las paredes parecen de piedra y las velas en las esquinas de éstas dan un aspecto tenebroso al lugar.

            —Está en el pasillo tres, entre la estatua de Astaroth y Verine —dice Kara, para luego cerrar la puerta al salir.

            Miro con desconfianza los pasillos de biblioteca que hay más en el fondo, pero termino por acercarme a los estantes con curiosidad. En el pasillo uno, hay varios libros de el origen de las bestias y otros del nacimiento de los satanistas. Y más al este del pasillo, otros libros de los señores del Infierno y sus funciones.

            Los libros me dan escalofríos, pero lo que me incomoda más son las estatuas de los ángeles caídos al terminar una columna. Las esculturas no son de otro color más que de negro, pero aun así los ojos vacíos y la forma de las alas rotas me dan un miedo intenso.

            Después de varios minutos de ver libros que no leeré, busco el pasillo que Kara me indicó y encuentro a Zacarías sentado en una pequeña mesa de madera oscura, al final del pasillo tres y cerca de unas estatuas espeluznantes. El líder sonríe cuando me ve.

            —Tardaste en aparecer, Cassandra. ¿Acaso de interesó alguno de mis libros?

            —Sí, pero no creo leer nada. No me gusta leer.

            —Mala suerte, pensaba ponerte a leer algunos apuntes, pero no creo que estés muy dispuesta. —Hago una mueca, pero como quiera me siento en la silla continua y cojo el libro que me pasa. Habla de la Jerarquía de Demonios.

            —¿Qué es esto? —inquiero con interés.

            —La clasificación de poderes de los demonios. Hay de muy poderosos a muy débiles, obviamente los principales son de la Primera Jerarquía, los ángeles caídos; y ellos se dividen en dos poderes, los Serafines y los Querubines. Ambos son de gran poder, pero los Serafines son de gran importancia. Aunque es muy difícil para nosotros contactar con ellos.

            —¿Y la Segunda Jerarquía?

            A Zacarías le brillan los ojos.

            —Las Dominaciones, así se representan. Son más activos aquí en la tierra, pero aun así muy peligrosos. Aquí preferimos contactar con la Tercera Jerarquía, que son más dóciles y fáciles de contactar. Los llamamos Las Virtudes, muy buenos conspiradores, de hecho.

            —¿Y no les asusta hacer contacto directo con ellos? —pregunto.

            —Algunas veces, depende mucho de a quien invoques. Unos demonios son más orgullosos que otros y piden más a cambio. Podemos conformarnos con las bestias y con unos pocos de cada Jerarquía.

            Miro con interés las estatuas que Kara me indicó, las de Astaroth y Verine y me da un revuelco el corazón.

            —Ellos… ¿de qué Jerarquía son? —cuestiono señalando débilmente las esculturas.

            —De la Primera Jerarquía —responde sin siquiera revisar—. Ambos muy respetados aquí.

            Un silencio incómodo resurge de pronto y para evitarlo golpeo la mesa con mis uñas. Zacarías nota mi actitud incómoda.

            —¿Qué es lo que te molesta, niña?

            —Es que, todavía no sé qué quieres de mí y tampoco qué pasará con Carter ahora y estoy nerviosa por Vin y su actitud. La verdad es que muchas cosas pasan por mi cabeza ahora.

            —Carter estará bien mientras cumpla su castigo. No es nada grave, pero no puedo dejar la injusticia de lado. No tengo idea de cuales sean sus intenciones, pero te aseguro que las sabremos pronto. Vincent está en un proceso de transición justo ahora, se ha transformado en uno de nosotros y eso conlleva muchos cambios. Y en cuanto a ti, tienes varias cosas por hacer. Empezando por aceptar a Sademira.

            —¿Qué? ¡No!

            Zacarías toma mi brazo derecho y levanta la manga hasta mostrar la marca en lo alto del miembro, casi en hombro. Es una forma extraña, como un triángulo con varias figuras dentro. Antes lo había visto mientras me bañaba, pero nunca de una forma tan minuciosa como Zacarías muestra.        

        —¿Ves esa marca extraña? Fíjate en las formas que están dentro, en todas esas capas distintas. —Miro lo que dice y, efectivamente, parece como si miles de cicatrices estuvieran en una sola—. A esto le llamamos la Marca de Lucifer. Esta imperfección, es la evidencia de que el Señor de escogió a ti para que tu llevarás el alma de su legado.  Es muy esencial que le tomes importancia, porque no es cualquier cosa. Lucifer, el día de tu nacimiento, te marcó con sus garras para ser su portadora.

        —¿Debería de sentirme halagada?

        —Demasiado, niña. Has tenido suerte de no morir al instante, muchos que son tocados por él queman su interior por el fuego infernal que desprende. Muy pocos han tenido un escudo natural lo suficientemente fuerte como para resistir ese contacto.

        —Pero es algo que no entiendo, ¿por qué a mí me marcó?

        Zacarías vacila un poco, pero se recompone cuando me mira a los ojos. Con los dedos, dibuja varios círculos invisibles en la mesa.

        —No todos los que estamos aquí fuimos cazadores antes, muchos son humanos que supieron de una manera u otra de este mundo y se interesaron por esto. Quizá en un principio quisieron ser cazadores, pero fueron rechazados y vinieron a esta Casa a buscar alojo y apoyo. Suele ser gente que se siente perdida, que no sabe qué hacer con su vida. Por eso estoy aquí, por eso han aceptado a Vin y por eso esta Casa está repleta de guardianes.

        —No entiendo cuál es la relación de eso con lo que te pregunté.

        Zacarías hace como si no escuchara mi comentario alisa su barba corta con los dedos.

—Lo que quiero decir es que todos estamos aquí por diferentes razones, incluso por qué tú estás en esta sala ahora es por una razón diferente a la mía. Y no puedo darte todas las respuestas a tus preguntas porque sería engañarte y no me gusta mentir.

        —Pero, ¿por qué yo estoy marcada? ¿Por qué Sademira está dentro de mí?

        Zacarías sonríe con melancolía.

        —Porque te ofreciste como voluntaria y él te vio de inmediato, entre tanta sombra.

        —Yo no pedí esto.

        No lo recuerdas.

        —No lo recuerdas, pero pasó. Tan sólo eras un bebé, lo recuerdo. Pero fue casi como si tu alma lo pidiera a gritos. Estabas allí, con los bracitos regordetes alzados y reías y gritabas emocionada.

        —Como un bebé normal, ¿cómo es que estabas ahí? ¿Tú estuviste cuando…?

        Zacarías niega rápido con la cabeza.

        —No, encomendé a un amigo que hiciera el cambio. Él fue quien introdujo a Sademira dentro de vientre, luego ella recorrió otros lugares.

        Me incorporo de la silla, temblando de pies a cabeza.

        —Ustedes…

        —Era necesario, la princesa se estaba muriendo. La luz la consumía poco a poco. Y tú fuiste la primera opción. La esperanza de todos.

        —Un recipiente, sólo eso.

        —Una esperanza. Dentro de ti, Sademira recobra fuerzas y pronto será la misma de antes. Falta poco para que la época de las maléficas vuelva a su fulgor, con la princesa activa, faltará poco para que la reina despierte también. Sólo es cuestión de tiempo.

        —Y no la sacarán de mí —digo, con mis esperanzas de libertad desvaneciéndose poco a poco.

        —¡No! Fuera de ti Sademira es nada, no serviría de mucho.

        —Entonces, su objetivo es dejarla aquí, siempre dentro de mi mente. —Las lágrimas llenan mis ojos.

        —Claro que no, niña. Sademira tiene que volver a su forma original. Con control total del cuerpo, mente y poder.

        —¡No! —Espeto, cada vez más desesperada—. Este es mi cuerpo y yo hago lo que quiera con él.

        Zacarías achica los ojos.

        —Pero hicimos un trato. Yo no hago daño a Carter y tú haces lo que yo te diga, sin rechistar. 

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