Plenilunio (versión revisada)

By Pattmaguina

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VERSIÓN REVISADA (y con ilustraciones :D) Por un error que escapa de todo pronóstico, Dala encuentra por azar... More

Mensajillo de rigor
1. El portal de la luna llena
2. Una falla porcentual
3. Hielo delgado
4. R5T12
5. Orbe
6. Creador
7. El concurso de las misiones
8. Lluvia de inmundicias
9. Cubos y cubos
10. El macaco del lameculos
11. Respuestas y sonrisas
12. Leyendas
13. El plan trazado
14. Quien eres
15. Casi normal
16. Vínculos
17. Distante
18. Un propósito
19. Universo personal
21. Desplantes
22. Algo insultante
23. Su nombre
24. La convocatoria cerrada
25. La consigna de los elegidos
26. Tardes de instrucción
27. Una orden cruel
28. La voz detrás del umbral
29. Necedad
30. Amonestación
31. Separaciones
32. Contratiempos
33. Un pasado ensombrecido
34. Misión especial
35. La pieza clave
36. Refugio bajo la lluvia
37. Interrogatorio
38. Contradicciones
39. Mensaje susurrante
40. Promesa
41. Bajo la luz eterna
42. Sin importar el desenlace
43. Acuerdo inusitado
44. Represalias
45. Sin precedentes
46. Debacle
47. Que así sea
48. Colosos
49. La nueva encomienda
50. Devenires
51. Epílogo: Cada latido
Escenas post-créditos

20. ¿Acaso no es evidente?

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By Pattmaguina

Siempre me había fastidiado ese momento en las pesadillas en donde me volvía consciente de que me encontraba en una, pero por más que lo intentara no conseguía despertar. Como si mi mente me castigara a mí misma por ser la perpetradora de aquellas perversas dilucidaciones. Intentar despertar sería como golpear una muralla impenetrable que uno mismo ha erigido. Qué ironía.

Sin embargo, de no haber sido por eso, tal vez nunca habría podido escuchar aquellas palabras. Y esas iban a cambiar el rumbo de mi incursión en aquella aventura sobrenatural.

—Cómo te atreves, foerim —se escuchó retumbar desde todas partes.

El claro de un bosque se había establecido alrededor nuestro y sobre nuestras cabezas se alzaba el cielo de la Noche Eterna. Intenté despertar, realmente lo intenté. Pellizqué mi brazo con fuerza, me mordí la lengua, la muñeca y jalé de mis pelos pero, a decir verdad, nunca había sido exitosa para despertar de una pesadilla a consciencia.

—No puedo... ¿tienes alguna otra idea? —mascullé con alarma mientras me arrellanaba de forma automática al costado de Leo. Él no respondió.

Sabía que él sería tan inútil como yo para defenderse porque no contábamos con nuestra habilidad de la creación. Pero él siempre sabía qué hacer. Siempre se inventaba un escape... o al menos yo tenía la fuerte impresión de que era así, y si no lo era, tenía esta espectacular oportunidad para demostrarme lo contrario.

—Alguien como yo jamás caerá por tonterías como esas —declaró la voz de Bloom.

Y seguidamente, como si se unieran las partículas en el viento, su figura se materializó a una larga distancia en frente de nosotros. Vestía su traje blanquecino y en su faz se componía un gesto de severidad. Luego agregó en un falso tono divertido:

—Oh, veo que trajiste compañía.

Leo simplemente le devolvió la mirada con reserva y estoicismo. Había un contraste repentinamente notable entre las ropas blancas de Bloom y las negras de Leo, parecía incluso hecho a propósito. La expresión inaccesible de Leo me impedía saber si es que tenía un plan remanente para este caso o si estaba en camino a obtener uno.

Sabía que Bloom podía ahora materializar cosas que podían afectarnos en la realidad, pero no tenía idea de cuál era la extensión de eso y la incertidumbre me estaba taladrando el pecho. ¿Cómo escapar de alguien que tiene el control de todo?

Mientras nos inundaba un silencio cargado de tensión, Bloom lentamente ladeó la cabeza con los ojos extrañamente entornados, observando a Leo con detenimiento.

—¿Te he visto antes? —le preguntó y él mismo pareció intranquilo ante esa incertidumbre.

Leo, sin embargo, no varió su impasibilidad. Y cuando por fin habló su voz estaba impregnada con cierta autoridad, una que no consideré apropiada dadas las circunstancias.

—Lax Umels Virdenz —dijo, lo que debía ser sisem. Y aunque no lo entendí y me quedé confusa, tuvo un efecto totalmente distinto en Bloom. —Deja que ella se vaya, no tiene ni idea de lo que está en juego.

Bloom pareció por primera vez desencajonado y atónito, como si lo acabasen de golpear con una pared de cemento que no había visto venir. Quise preguntarle a Leo qué era lo que le había dicho pero ninguno de los dos despegaba la mirada del otro, como si se estuvieran retando con los ojos. Entonces Bloom pareció hacer un esfuerzo para recuperar su compostura, pero no pudo retomarla sin un aire vacilante.

—Eso lo decido yo, foerim —repuso con acidez—. ¿Cómo es que sabes mi nombre? ¿Nos conocemos?

Aquello me descompaginó. Eso no era sisem, ¡Era el nombre de Bloom! ¿Leo lo conocía? Él ni siquiera pestañeó cuando yo lo observé con extrañeza, pero tuve la impresión de que evadía mi mirada adrede.

—Deja que ella se vaya —repitió la sosegada voz de Leo—. Ella no sabe nada, créeme, Lax. Pero se aprecia el intento.

—¡Silencio! ¡¿Quién eres?! ¡Contesta! ¡Tú...! ¡...hosenf! —estalló el otro, un tanto enrojecido por el súbito descaro.

—Insensato. —Al principio pensé que Leo lo estaba llamando así, pero luego caí en cuenta de que lo que había hecho era señalar la traducción de hosenf— ¿Cómo esperas recopilar información de los foerem sin siquiera conocer bien su idioma?

—Qué está pasan... —musité pero esas palabras fueron apenas el amago de un susurro. No pude evitar ordenar mis pensamientos, hacer conexiones. Lo que estaba diciendo, la forma cómo lo decía. De repente mi postura se tornó aprehensiva mientras lo miraba.

El muchacho antiguo que aparentemente se llamaba Lax recibió de nuevo las palabras de Leo con disgusto pero titubeaba y no llegaba a formular réplicas, como si estuviera de momento entre la confusión y la ofuscación. De alguna manera, se veía aún más joven en ese estado, como un niño al que se le hace preguntas que no puede comprender. Leo no esperó que se recuperara de su conmoción y continuó con su discurso.

—Tengo una idea de las preguntas que le quieres hacer, pero ella es sólo una consecuencia residual en este cruce de fuegos. No sería adecuado que la perjudicaras, aunque entiendo el motivo —explicó Leo con toda la calma del mundo y justo antes de que Lax se decidiera a decir por fin algo, Leo pronunció una frase.

Una sola frase en el idioma sibilante y profundo de la Noche Eterna. Y debió ser algo contundente porque Lax abandonó cualquier intento de objetar y compuso la misma expresión que haría cualquiera que se acaba de dar cuenta que le han disparado en el pecho. Apenas salía yo de mi asombro e incredulidad ante cómo estaba desenvolviéndose aquel encuentro. No dejaba de alternar mi atención de uno a otro y me percaté de pronto que yo había salido de esa ecuación y tal vez, esa había sido la intención de Leo.

Lax adoptó un semblante más cauto pero aún algo reticente, como si de repente fuera consciente de que estaba andando sobre un hielo muy fino y cuando habló, procuró sonar más recatado aunque su recelo aún era palpable.

Pero ya no pude seguir aquella conversación, ambos hablaban en sisem, ignorándome magistralmente. Eran como intercambios sibilinos y misteriosos. La postura de Leo era extrañamente más relajada que la de Lax y ostentaba cierta exigencia, mientras que el otro se mostraba escueto y prudente, como si temiera algo, a pesar de que él era el conector en ese sueño.

Finalmente, ambos parecieron acordar algo y Leo me señaló de soslayo, y no tuve que conocer el idioma para entender lo que estaba pidiendo. Lax me miró como si notara de repente que aún estaba allí.

—Espera... —barboté mientras Lax asentía y me dio un último vistazo—. Es que, tú...

Pero no pude completar mi oración. Cómo podría describirlo. Fue abrupto, la misma contrariedad que se tiene cuando alguien desconecta una computadora sin previo aviso y el monitor simplemente se ennegrece en un santiamén. De repente, el magnífico escenario de la Noche Eterna se esfumó, tan intempestivo como una bofetada y me sumergí en otro ambiente diferente. Las elucubraciones distintas, coloridas y familiares de mis propios sueños.

Cuando abrí los ojos me sentí más descansada que en los últimos días y tardé algunos segundos en reconocer el lugar donde me encontraba. Era aún la sala de Leo pero todo estaba bañado con la naranja luz del atardecer que se filtraba por sus amplias ventanas.

Tardé unos instantes en desemperezarme y restregarme los ojos, entonces de pronto me quedé tiesa al recordar lo que había sucedido.

—¿Leo?

Tropecé con la manta al saltar del sofá para buscarlo. La sala estaba vacía, no tardé en notar su silueta en su acostumbrado sofá del vestíbulo. Aún dormía, parecía pacíficamente envuelto en uno de esos sueños profundos y plácidos. Una de sus manos estaba tendida sobre su regazo, aún con la pulsera blanca.

Me animé a hincarlo con suavidad con mi índice en el hombro y luego en la mejilla para ver si obtenía alguna reacción. De manera extraña, el verlo dormido y vulnerable me recordó que pese a la forma cómo actuaba, él era un muchacho casi de mi edad.

Entonces me asaltó el temor de que algo hubiera salido mal en el encuentro con el antiguo. Lax había roto mi conexión, me había expulsado del sueño a petición de Leo, no sabía qué significaba eso pero estaba segura de que la explicación a ese misterioso desenlace formaba parte de las cosas que Leo nunca me había dicho. Uno más de sus secretos. O tal vez el más importante.

Leo había dicho cosas extrañas allí. Me dio la impresión de que él hubiera preferido que no escuchara nada.

¿Qué sucedió después de que me fui? ¿Cuánto tiempo había sido eso? ¿Qué tendría que hacer si es que le sucedió algo? ¿Qué pasaría si ya no despertaba?

Mi maraña de preocupaciones se disipó cuando Leo exhaló pesadamente, como quien escapa de un sueño largo y enrevesado.

—¡Leo! —exclamé sin pensarlo—. Leo ¿estás bien?

Él arrugó un tanto el ceño mientras abría los ojos, como si le fastidiara escuchar ruidos fuertes y balbuceó algo que no pude comprender.

—¿Qué? —lo apremié pero cuando él repitió lo mismo, comprendí que estaba hablando en el puñetero sisem—. No te entiendo, se te están cruzando los idiomas.

—Dije que estoy perfectamente —respondió esta vez inclinándose con ligereza en su asiento. Había algo extraño en la forma en la que había dicho lo que había dicho y también en su postura. Me di cuenta de eso al instante, pero no pude decir exactamente qué era lo que estaba fuera de lugar.

Entonces él se llevó la palma al mentón y luego palpó su propia boca, como si estuviera comprobando un sabor desagradable en sus papilas. Fruncí mi entrecejo ante la sospecha de que estaba actuando extraño. Y de repente, Leo prorrumpió en una carcajada desconcertante, profunda y escandalosa. Yo lo observé, boquiabierta.

—Ese condenado, ¡muy listo! —murmuró entre risas y siguió carcajeándose.

—Leo... —vacilé en decir—. ¿Estás bien?

—Te dije que estoy perfectamente —reiteró él luego de que terminara con su ataque de risa—. O al menos bastante bien para alguien que ha ingerido fulisiset.

—¿Qué? —barboté—. ¿Qué es...?

—Es una droga —atajó él antes de que terminara de hablar—. Te hace decir la verdad, entre otras cosas. No la recomendaría a nadie que quiera conservar algo de dignidad.

Me quedé anonadada, asimilando lo que estaba diciendo, por alguna razón toda esa información que él estaba soltando tan jovialmente era algo difícil de procesar. Entonces él se desemperezó y realizó unos estiramientos con sus brazos como si estuviera preparándose para hacer alguna actividad deportiva. Yo aún no podía digerir que él estuviera actuando así, tan distinto e impropio de él.

—No es mortal, así que todo estará bien —continuó—. Lo importante es que Lax ya no será un problema.

Lo dijo tan resueltamente que en ese momento me inundó una indignación inusitada. Todo había sucedido rápido, todo había sucedido sin explicaciones. Como siempre. Él ni siquiera se había dignado en decirme que tal vez había alguna otra salida además de esa estúpida incursión en mis sueños. ¿Tan poco confiaba en mí?

—¡Leo! —estallé sin medirme, él me devolvió la atención con cierta vivacidad, como un gato al que le muestran un ovillo. Su reacción me hubiera incomodado de no ser porque estaba empezando a sulfurarme. —Leo, todo esto... ¿Por qué no...? ¿Es que acaso...?

Entonces me detuve para ordenar mis ideas, él seguía mirándome, expectante. Lancé un suspiro largo y finalmente pronuncié:

—¿Eres...? ¿Eres un antiguo?

En circunstancias normales, si le hubiera hecho esa pregunta tal vez él me hubiera contemplado con su usual expresión neutra e impertérrita, como un muro que te reta a que oses derrumbarlo. En circunstancias normales, tal vez ni siquiera se hubiera tomado la molestia de responderme. Pero en ese momento, él no parecía él mismo.

Me observó con un aire críptico y esbozó una sonrisa maliciosa antes de responder:

—¿Acaso no es evidente?

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