The firstborn | Jujutsu Kais...

Av daaisxke

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𝐓𝐅𝐁 (Pausada) | ❝ Un demonio en el útero de una mujer ❞ Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... Mer

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XI
XIII
XIV
XV
𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫 𝔙𝔞𝔩𝔢𝔫𝔱𝔦𝔫
XVI | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIV

XII

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Av daaisxke

— ¡Bien! Repasemos antes de mandarlos a la misión, tengo veinte minutos para hablar con ustedes, tengo cosas que hacer en Singapur ¿Saben?

Hablo el peli-blanco con la sonrisa leve de siempre, y aquel monótono ánimo inentendible mientras se sentaba en el sofá cruzando una pierna sobre la otra, y apoyando uno de sus brazos en el respaldo del mueble.
El pelinegro suspiró sentándose frente a él, la castaña sacudió su corto cabello lanzándose al mueble y cruzándose también de piernas.

— Ijichi será quien nos acompañe a lo largo de la misión, haremos lo posible por interrogar a los cuatro alumnos que estuvieron en el incidente, pero si no, entonces continuaremos el día siguiente —el pelinegro entrelazo sus manos y apoyó sus antebrazos en sus rodillas, inclinándose hacia adelante—. Luego, cuando el funeral de los estudiantes llegue, haremos lo posible por interrogar a los invitados luego del evento... En cuanto a nuestra identidad, hablaremos como investigadores privados del caso, aunque creo poco probable que pregunten demasiado sobre nosotros... Después de todo solo han pasado dos días desde el incidente y la depresión de la pérdida seguirá presente a flor de piel.

El mayor asentía ante sus palabras satisfecho. La castaña solo soltaba un leve suspiro y cerraba sus ojos por unos segundos.

— Al llegar informaremos a Itadori sobre el caso, también es nuestro compañero, y él realmente quería participar... Así que no lo dejaremos de lado —fue Nobara, soltando un suspiro y frunciendo su ceño para desviar su mirada algo avergonzada de sus palabras.

Gojō solo soltó una leve risilla.

— Si hay algo que no puedan controlar, haré lo posible por tomarme unos minutos, volver y ayudarlos, pero no prometo demasiado —comentó, levantándose con sus palabras y guardando sus manos en los bolsillos de sus pantalones—. Les deseo suerte.

La castaña esbozó un mohín, cruzada de brazos y sentada de piernas abiertas, o más que sentada en realidad parecía echada en su sofá. La pequeña frente a ella se encontraba sentada de piernas juntas, sus pies ni siquiera llegaban a tocar el suelo, su cabello largo y oscuro como la noche estaba tomado en dos trenzas desde la raíz de su cabellera, empezaban justo en el centro de su frente y se separaban poco a poco hacia atrás.

Maldita suertuda. Pensó, tras escuchar que el mismísimo Takeshi había hecho dichas tensas a la pequeña. Sí, estaba celosa de una niña de seis años.

— ¿Qué haremos hoy? —preguntó, su voz delicada, serena, infantil pero no chillona. Su imagen pura cegaba a la castaña que alguna vez también fue así, pero los recuerdos de aquella imagen eran realmente lejanos.

— Takeshi terminará su entrenamiento a las cuatro, luego tiene trabajo así que... Te quedarás a dormir hasta el domingo —parecía que todo el progreso de aceptación hacia la pelinegra había retrocedido apenas la vio nuevamente.

De alguna forma se le era incómodo estar con dicha criatura, le costaba acostumbrarse a tenerla al lado, a que la miraran con aquellos ojos brillosos cada vez que agarraba un cuchillo para cortar verduras con agilidad, o los halagos de la pequeña por su físico de curvas notorias cuando se cambiaba de ropa.

— ¿Qué haremos hasta entonces? —preguntó nuevamente tras escuchar las palabras de la mayor, quien entrecerró sus ojos soltando un suspiro—. ¿Está de mal humor?

— No me trates tan formal, es incómodo —espetó, sacudiendo su cabello a la vez que soltaba un suspiro—. Hay un pequeño festival del baile de dragones Chinos en una avenida de tiendas que queda a unos veinte minutos de aquí, iremos a verlo.

— Nunca he visto uno —comentó la pequeña, y por primera vez Yashiro ve algo de emoción en sus expresiones, mientras sus piernas se movían con felicidad—. ¿Irá Takeshi-kun?

— No, dije que estará trabajando —respondió con algo de obviedad—. ¿Por qué no vemos qué ropa ponerte? No creí que ir con ese vestido sea muy cómodo —comentó, observando el vestido de tirantes color amarillo pastel con múltiples margaritas pequeñas.

— Pero solo traje otro vestido... —ladeó su cabeza observando su prenda de vestir, pasando la yema de sus dedos por la orilla ondulada de la prenda—. Es igual solo que morado —un mohín se asomó en el rostro de la castaña, pues realmente solía ocupar prendas oscuras.

— Entonces iremos de compras, Takeshi-mini.

— ¿Ir de compras? Yashiro, realmente estoy ocupado para que me vengas con idioteces en este momento —fue el azabache, llevando una mano al puente de su nariz y masajeando este.

Pero solo tiene un vestido y...

— ¡Yashiro! —alzó en un susurro exaltado, mirando a su alrededor y soltando un profundo suspiro—. Ella no necesita ropa, solo es un capricho tuyo de no querer verla con ese vestido ¿Lo comprendes ahora?

Los dos estudiantes, junto al hombre traje negro, se estacionaron en la calle frente al gimnasio que tenía un estilo bastante urbano. Los grafittis que decoraban la entrada eran coloridos y combinaban bastante bien entre sí. Había una pareja vestida con prendas deportivas, hablando animadamente a las afueras del local, ambos cargaban con un bolso, seguramente con ropa de cambio.

— ¿Este es el lugar? —preguntó Nobara, mirando a su alrededor de mal humor, pero tratando de mantenerse relajada, neutra.

— Aparentemente suele entrenar seguido los fines de semana... Es socio del gimnasio desde hace un año, y por la investigación a fondo que realicé; según sus compañeros es alguien fácil de tratar.

— Entremos entonces —fue el pelinegro, soltando un suspiro mientras sacudía levemente su cabello.

— Gojō dijo que al ser un simple interrogatorio podrían hacerlo por su cuenta... los está poniendo a prueba, así que debo quedarme en el auto —comentó Ijichi, con una voz tímida indicando el carro a sus espaldas. La mirada de ambos estudiantes se fijó en él, y tragó en seco al verlos alzar una ceja incrédulos—. Si algo ocurre estaré afuera con el carro prendido.

Nobara y Fushiguro volvieron a soltar un suspiro, se miraron entre sí para luego volver la mirada al local, pues por alguna razón se esperaban aquello de su joven profesor.
Una vez preparados, caminaron un par de metros, cruzaron la calle y llegaron a la siguiente vereda. Tras darles una corta explicación a la encargada que los recibió, lograron ingresar al gimnasio en busca de dicho estudiante sin problema alguno.

Miraron a su alrededor. La música estilo Hip-Hop de los ochenta estadounidenses resonaba por el lugar. En el centro del lugar había un ring de boxeo bastante espacioso, en él; dos personas luchando, unos cascos acolchados protegían sus cabezas, y sus manos simplemente vendadas por la cintura de boxeo.
Alrededor, máquinas de ejercicio, sacos de boxeo y múltiple apersonado entrenando arduamente. Algunas golpeaban y hacían movimientos al ritmo de la canción, otras contaban sin vergüenza y sus entrenadores le seguían la letra.
No había mal aroma, pero por alguna razón, ver a tantas personas completamente sudadas mientras entrenaban se les hacía algo incómodo.

— ¿No te dije ya, que se altera con el azúcar? Y no le des nada que tenga nueces, es alérgica a las nueces... No, no vas a ir a comprarle ropa, no la encapriches con cosas innecesarias ¿Cuántas veces tengo que repetirlo? Yashiro.

Por alguna razón, aquel nombre que salió de los labios lejanos con una voz un tanto grabé, llegó a los oídos del pelinegro y retumbó en su cabeza, retumbó de una manera desagradable pero llamativa. Giró rápidamente su cabeza hacia su izquierda, sin siquiera pensar en disimular un poco, y buscando con la mirada, terminó por encontrarse con el alto chico de contextura física atlética.

— Es él —le habló a Nobara, quien se giró torpemente hacia su dirección, y el muchacho finalizó la llamada para dejar su teléfono celular en su bolso cercano.

Ambos estudiantes se dirigieron a paso seguro hacia él, había una extraña sensación, un hormigueo que recorría la espina dorsal de Fushiguro por cada paso que daba. Sentía que de alguna manera, aquel chico se le hacía familiar, o al menos el aura que desprendía.

— ¿Nakerama Takeshi? —se adelantó la castaña, obteniendo la total atención del nombrado que se había colocado en posición de defensa a una corta distancia del saco de boxeo.

El nombrado alzó la mirada, irguió su cuerpo tras unos segundos, y lograron obtener una mejor visión completa. Su altura sobrepasaba a Fushiguro, su cuerpo atlético estaba tan sudado como el de los demás presentes en el lugar. La simple camisa negra sin mangas que traía se ceñía a su cuerpo por el sudor, dejando ver su marcado abdomen. Su boca entreabierta, su respiración un tanto agitada; facciones atractivas y marcadas. Su ceño fruncido, su mirada oscura, penetrante, profunda y temeraria. Ambas manos con vendajes de boxeo, apoyadas a los costados de su cadera.

Sí, era probablemente el primer chico de toda la vida que Nobara pudo haber encontrado atractivo, y corre lo mismo para Fushiguro. Pero estaban trabajando, y no se dejarían llevar por la imagen frente a ellos.

— ¿Puedo ayudarlos en algo? —y como si no fuera suficiente, su voz te hacía estremecerte.

— Ah... —musitó la castaña, sacudiendo levemente su cabeza para despejar sus pensamientos, mientras el azabache frente a ella alzaba una ceja confuso—. S-Somos investigadores privados contratados por la familia de... De sus difuntos compañeros, de la preparatoria International Kumamoto.

— Si no le molesta, queríamos hacerle un par de preguntas —continuó Fushiguro, proporcionando una leve patada al pie de la castaña para que esta se despejará.

— ¿No le dije ya todo a los oficiales de policía? El testimonio de mis tres compañeras y el mío fue tomado por los oficiales en la preparatoria, no tengo mucho más que decir además de lo que aparece en el testimonio oficial —aclaró, dedicándole una fija mirada al pelinegro de rostro neutro. Una mirada que, por alguna extraña razón, le pareció una declaración de guerra.

— En realidad, cualquier detalle nos sirve, hasta el más mínimo... si tiene algo en mente que olvidó mencionar a los oficiales, ahora es el momento de soltarlo —sí, definitivamente estaban en una guerra de miradas.

Takeshi con su ceño levemente fruncido, con sus almendrados ojos de iris negro como su propia pupila. Le dedicaba una mirada que parecía explicar tantas cosas al punto de querer tomar apuntes, pero Megumi no era capaz de reconocer  aquello, así que no le quedó de otra que devolverse la mirada con la misma rudeza.

— Alguien entró a medio día a nuestra preparatoria, atrajo a cuatro de los estudiantes hacia el gimnasio escolar y los descuartizó sin piedad dejando aquel horrible escenario repleto de sangre, mal olor, y el desagradable peso sobre los hombros de cada persona que vio la situación... —relató, su tono de voz les causó escalofríos, por alguna extraña razón era como si se encontrasen frente a alguien digno de ser temido, o al menos aquello intentaba aparentar—. ¿No creen que es un poco extraño? Digo... Suena como una película sobrenatural, no conozco a ningún asesino que entre a medio día a una escuela solo para descuartizar a cuatro alumnos y luego largarse a quien sabe dónde.

¿Está... molesto? Fue el pensamiento de la castaña, observando la forma en la que la mandíbula del chico se tensaba, y la rudeza de su mirada era aún más intensa.
Un destello desagradable llegó a sus ojos, y la imagen de un majestuoso pero rabioso lobo de pelaje tan negro como la noche y de unos furiosos iris rubí se plasmó en su mente volviendo a ver al chico frente a ella.

— ¿Qu-? —musitó, sus palabras se cortaron mientras sus ojos se abrían un poco más de lo usual, permaneció unos pasos tras Fushiguro, manteniendo su situación desapercibida para los dos muchachos, llevando confusa una mano a su frente sintiendo una desagradable jaqueca.

— ¿Cómo planean encontrar al asesino sin tener el más mínimo rastro de él? —bueno, en realidad si tenían un rastro maldito, y como si no fuera poco también tenían el cuerpo de dicha maldición, pero no podían decírselo así como así a aquel azabache (incluso cuando él ya tenía más que claro el asunto).

— Por eso es que nosotros estamos pidiendo nuevamente su testimonio, si nos describe la situación tal y como ocurrió, aunque no lo crea, nos servirá.

Takeshi quería reír. Quería reír en las caras de dichos estudiantes, aquel uniforme negro, aquellos botones marrones con detalles negros como un remolino que se unía en el centro. ¿Cuántos años tenían? ¿Eran de su edad? No, tal vez él era mayor que ellos. Como sea, el asunto aquí es que, aquel uniforme era justamente el que Yashiro mencionó al decir: "...Mantente alejado de ellos"
Quería reír porque estaba al tanto de la situación, quería reír por lo bien que parecían disimular su perfil de detectives privados, quería reír porque por alguna razón, la presencia de aquellos dos le desagradó bastante.
Pero había algo que lo carcomía de incomodidad, y era: ¿Qué es lo que están buscando? Según la predicción de Yashiro, aquellos hechiceros se encontraban en la preparatoria justo cuando ellos habían sido atacados, así que no debieron tardar demasiado en encontrar el cuerpo de la maldición una vez que Yashiro y el azabache se fueran a casa. Entonces ¿Qué es lo que están buscando si tenían allí el cuerpo del asesino? Fue entregado en bandeja de oro. ¿Qué es lo que querían?

— Usted... —y finalmente, Megumi estaba dispuesto a soltar la pregunta que lo tenía ahogado—. ¿Tiene alguna relación con Ryōmen Yashiro?

Fortsett å les

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