En las pequeñas cosas

By sacodehuesos79

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Lo que pasa en Las Vegas...rara vez se queda en Las Vegas. More

2. Un vestido de verano, un Elvis borracho y una visita en el desayuno
3. Un campo de minas, un perro sucio y la matanza de San Valentín.
4. Depresión subyacente, guacamole y cerveza fría.
5. Zapatos rojos brillantes, ¿Beso, verdad o condición? e Innisfree.
6. El demonio dormido, tregua y Gatos, gatos, gatos por todas partes
7. Rayos, un Claro de Luna y Truenos
8. El caballero del lago, Extraños en la noche y Papeles mojados
9. Cinco años, Naipes y Burbujas
10. Confesión, Pollo frito en góndola y Penitencia.
11. Pobres gatitos sin nombre, Sotto le stelle y Charcos de barro
12. Malas ideas, Malos besos y Malos recuerdos.
13. Respirar, Verdades incómodas y Botas para la lluvia
14. Bandera blanca, Fronteras y A las Trincheras
15. I did, I do, I will
16. Graffton Street, El piso 33 y Dublin
17. Epifanía, Bajo la lluvia y Bailes en el parque.
18. Un autobus de dos pisos, Respirarte y Temple Bar
19.Relojes de arena, Salas de espera y los Adioses.
20. Camareras deslenguadas y Regalos de Cumpleaños.
21. Camino a Itaca y Singing in the rain
22. Una Verdad desnuda y Un Buen día.

1. Paris, un tobillo dislocado y un lío de cojones.

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By sacodehuesos79

PARIS (Le Jules Verne, Enero 2027)

Paris es siempre una buena idea. 

Aitana ha estado en París otras veces claro. Con su familia y con amigos y por trabajo un par de veces. 

Pero siempre había soñado con que alguien la sorprendiera con un par de billetes en la bandeja del desayuno para una escapada romántica a Paris. 

Por supuesto tratándose de Jon que es el hombre más práctico del mundo, la cosa fue más bien una tarjeta de embarque electrónica, al whatsapp, en un descanso entre operación y operación. 

Aunque la intención es lo que cuenta. 

Han volado en clase turista, pero con espacio extra para las piernas. Cómodo pero no extravagante. 

Se alojan en un precioso hotel junto a los jardines de Luxemburgo. Céntrico,  pero no demasiado turístico. 

A decir verdad, la única concesión a la excentricidad en los planes de Jon es esta reserva para cenar en Le Jules Verne, el restaurante de la segunda planta de la Torre Eiffel. 

Conociéndole, se habría esperado un pequeño bistró en Montmartre o quizás algo un poco más opulento cerca del Louvre. 

Así que tiene que reconocer que esta parte de la sorpresa la ha dejado verdaderamente sin aliento. 

Tiene Paris a sus pies, un plato que no sabe pronunciar, pero que tiene pinta de ser delicioso humeando en la mesa y un hombre extraordinario sentado delante de ella. 

Todo es absolutamente maravilloso.

Casi. 

A Aitana no se le ha escapado que desde que salieron del hotel de camino a la cena, Jon está nervioso. Despistado. 

Contesta con monosílabos y desde que se han sentado a la mesa no ha dejado de tamborilear una y otra vez en con los dedos en el mantel. 

Sin ritmo alguno. Porque Jon es el hombre más arrítmico del mundo. 

También es una de las personas más tranquilas que conoce, así que no puede apartar la vista de sus manos moviendose nerviosas sobre el tejido. 

Jon tiene unas manos realmente extraordinarias. Elegantes. Dedos largos y uñas siempre cuidadas, pero no por vanidad, sino porque así lo exige su trabajo. 

Después de años moviéndose entre músicos, actores y demás titiriteros, a sus ventiocho años Aitana ha descubierto que Jon, el doctor Jon Albizúa es, exactamente, lo que necesita. 

Tranquilo. Sensato y solo un poco, una pizca, ligeramente, aburrido. 

Pero incluso está dispuesta a pasar ese detalle por alto por la estabilidad que aporta a su vida. 

Son diferentes. Le gusta pensar que si Jon le aporta raíces, ella es el punto de caos nesesario para no caer en la monotonía. 

Aún así, en los más de  tres años que llevan juntos le ha visto nervioso en contadas ocasiones. 

Es una notable cualidad para un hombre que se gana la vida abriendo en canal a la gente para operarla a vida o muerte. 

Es por eso que no puede evitar preguntarse qué puede ser tan grave para ocasionar lo de los dedos y, sobre todo, la sonrisa torcida que parece congelada en su rostro y que se hace tan extraña. 

Supone que no debe tratarse de nada malo. 

Están en Paris y Paris es siempre una buena idea. 

Además, nade invita a su novia a cenar para romper con ella. 

Casi nadie en realidad. 

UN TOBILLO DISLOCADO (MADRID, 15 de enero de  2023)

- Sonríe que nos están mirando.

Aitana obedece de forma automática y  estira la sonrisa hasta que siente como sus mejillas empiezan a doler por el esfuerzo. 

No es muy diferente a cualquier otro tipo de movimiento. Cuando se ejercita un músculo después de mucho tiempo sin usarlo, duele y protesta y causa agujetas. 

Podría decirse que en los últimos meses no ha tenido demasiado motivos para sonreír. 

Pero a estas alturas de la película piensa en esas veladas como un trabajo. Así que ignora el dolor de sus carillos y el picor en la comisura de sus ojos y mira hacia los fotógrafos, que también están haciendo aquello por lo que les pagan y que, probablemente, preferirían estar haciendo otra cosa. 

Manuel pone una mano en su cintura, sus dedos presionando el hueso de su cadera y solo porque lleva años entrenando para no reaccionar, Aitana no se aparta. 

Las cosas han ido de mal en peor desde que volvió de Las Vegas. 

Lo que ya era una situación complicada, ha ido añadienco capas y capas de resentimiento y rabia que les envenena a ambos. Saben que es insostenible. 

Se trata solamente de una cuestión de tiempo que uno de los dos dé el primer paso para mandarlo todo a la mierda. 

Aunque sería mucho más sencillo, claro, si no hubiese una hipoteca de por medio. 

Una jodida hipoteca por una absurda cantidad que ninguna persona de veintidos años debería tener a su alcance. 

Se gira hacia uno de los fotógrafos que siempre la sacan mejor procurando ofrecerle su mejor perfil y cuando pierde un poco de pie, se da cuenta de que un charco en el suelo se ha congelado haciéndola patinar. 

Unos tacones de aguja no son la elección más sensata para una de las peores heladas que Madrid ha visto en los últimos años pero le hacen unas piernas de infarto. Y la marca que los diseña paga. Eso también. 

Para recuperar el equilibrio se agarra a la manga de la chaqueta de Manuel, que la mira extrañado porque inicie un contacto.  

- Escucha- le sorprende todavía como puede hablar a través de su sonrisa, aunque supone que es un producto de haberse criado bajo los focos desde niño. 

Parece un maldito ventrílocuo. Lo que supone que a ella la convierte en la muñeca. 

Se le escapa una risita nerviosa pensando en que ese, precisamente, es uno de los muchos apodos que le han asignado que más le molesta, y aquí está ella, haciendo autocrítica. 

Manuel la mira extrañado, preguntándose , quizás, si ha bebido demasiado en la cena y se acerca un poco a él para asegurarse de que lo que le diga quede solo entre ellos. 

Sube la mano a la mejilla para ocultar sus labios y evitar asi que cotillas con demasiado tiempo libre puedan averiguar lo que dice. 

Visto desde fuera parece un delicioso gesto de complicidad.  

Desde dentro ambos saben que es pura supervivencia.

- Hemos estado pensando que lo mejor es que lo dejemos- Manuel sigue sonriendo y hablándo a través de los dientes. 

Aitana abre los ojos sorprendida. No está segura de qué es lo que la descoloca más. El uso del plurarl, que debería incluirla a ella pero es evidente que no lo hace, o quizás el hecho de que haya escogido precisamente ese lugar para decírselo. 

En público. En medio de una nube de paparazzi. 

Donde, se da cuenta poco a poco, no puede hacer una escena. 

Es evidente que no es una idea que se le acabe de ocurrir. No es que haya tenido una revelación probando el insípido seitan en el pretencioso restaurante vegano que acaban de inaugurar. 

Lo habían pensado. 

Es tal la sorpresa que vuelve a resbalar en el charco helado. Solo que esta vez evita tocarle a toda costa. 

No hay nada a lo que aferrarse. 

¿Y no resulta deliciosa la metáfora?

Aitana sabe que va a acabar en el suelo durante cinco agónicos segundos antes de caerse. 

Lo que no imagina es que los tacones de aguja cederán en ese preciso instante obligando a su tobillo a doblarse en una estraña postura. 

No podría decir qué es peor. Si el dolor palpitante que empieza a subir desde la punta de sus dedos hasta su rodilla o el ruido de las cámaras asegurándose una portada en las revistas de la semana siguiente. 

Manuel actua como se espera de él, por supuesto. Regaña suavemente a los fotógrafos, llama a un taxi e incluso la acompaña hasta el hospital. 

El medico que la atiende en el triaje no puede ser mucho mayor que ella. Aitana le observa mientras corta con sumo cuidado los restos de su media alrededor del tobillo hinchado y no hace un solo gesto al ayudarle a desprenderse del otro zapato de tacón. 

Probablemente piense que es el ser humano más idiota del planeta para salir de casa con tacones en medio de una helada, pero ni siquiera levanta una ceja.

Espera que no haya demasiados fotografos en la salida de urgencias para verla salir cojeando y descalza. 

De pronto, la idea de una humillación publica más le resulta tan insoportable, que empieza a llorar sin poder evitarlo. 

No es un llanto elegante. No son lágrimas discretas. Son gemidos escandalosos que nacen en su pecho y hacen que tiemble todo su cuerpo. Su nariz se pondrá roja y parecerá un mapache porque la gran mentira de la civilización occidental es el maquillaje waterproof. 

- Oiga- Aitana es vagamente consciente de que el doctor intenta calmarla.

Tiene una voz bonita. Firme. 

- Oye, Aitana. 

Aún tiene que luchar a través de un par de hipidos más antes de conseguir detener el llanto, pero su voz consigue tranquilizarla. 

No tiene idea de si la ha llamado por su nombre porque sabe quien es o porque lo ha visto en su expediente. 

No la toca en ningún momento, no sería apropiado, pero sigue hablando en el mismo tono monocorde, explicándole los cuidados necesarios para su más que probable esguince y poco se va calmando. 

- Voy a pedir una radiografía- dice por fin.

Solo entonces ella levanta la cabeza y le mira por primera vez. 

No es exactamente guapo, su nariz es demasiado larga y su mandíbula demasiado ancha, tiene unas ojeras kilométricas como todos los médicos jóvenes que se pasan demasiado tiempo haciendo guardias. Pero tiene una sonrisa realmente agradable.

Y desde luego que no parece el tipo de persona que rompería con su novia en medio de una nube de fotografos. 

Y, en ese preciso momento, a Aitana le parece una cualidad imprescindible. 

UN LÍO DE COJONES (Paris, Le Jules Verne, Enero 2027)

- Oye Jon.

A Aitana no le gusta verle así. No parece su Jon. 

No le vio alterarse siquiera el día que le comunicaron que había obtenido la plaza de adjunto en el hospital de Barcelona. 

Tal y como deseaban desde que Aitana había vuelto a instalarse allí. 

Durante el último año han vivido a medio camino entre las dos ciudades. 

Ella le acaricia la mano por encima del mantel y Jon parece reaccionar por fin y sonríe algo más relajado. 

- Oye Aitana. 

Lo repiten a veces, como una especie de clave entre ellos, un recuerdo de la noche que se conocieron en aquel box de urgencias.  

Ella le devuelve la sonrisa y vuelven a ser ellos. Los de siempre. 

Hablan del piso que vieron la semana pasara para mudarse juntos por fin, durante el primer plato y Jon le cuenta un caso curioso que trató la semana pasada mientras esperan que les sirvan el segundo. 

Cuando llega el postre, sin embargo, vuelve a tamborilear sobre el mantel y Aitana ya no es capaz de aguantarse más.

- ¿Hay algún problema?

Jon parece un cervatillo deslumbrado por los faros o una metáfora igualmente inapropiada para un hombre de metro ochenta de estatura . 

- ¿Problema?- niega vigorosamente con la cabeza- No, yo diría que no, es decir, espero que no. 

Ella vuelve a acariciarle la mano y observa mientras Jon inspira con fuerza y empieza a hablar. 

Habla del tiempo que llevan juntos y de lo felices que son. Habla de lo que tienen en común y de lo que han aprendido a amar el uno del otro. Habla de los problemas que han superado, unos cuantos y de los planes que tienen para su futuro. 

En mitad de su discurso, unas palabras preciosas tiene que reconocer, Aitana resiste el impulso de cubrirse el rostro con las manos porque es más que evidente hacia donde va dirigida la conversación. 

Incluso antes de que Jon se lleve la mano a la chaqueta y saque una pequeña caja de terciopelo azul cobalto de ella, sabe lo que le va a preguntar. 

Y el cerebro de Aitana empieza a funcionar a toda prisa para evitarlo. Escucha la siguiente parte de la conversación y siente que cada una de las palabras que sale de la boca de Jon son el vagón de un tren que pasa a toda velocidad y al que no puede subirse. 

Espera que Jon confunda con sorpresa, el horror que siente al ver el delicado anillo que hay dentro de la caja. 

Es un anillo realmente precioso. Exactamente el que ella habría escogido si alguna vez hubiera soñado con esa situación. 

Que no lo ha hecho. 

En realidad siempre ha pensado que no tendría que enfrentarse a esta situación, porque Jon solía decir que el matrimonio era una institución arcaica y poco democrática. 

- A ver, no me odies- Jon sigue hablando y Aitana intenta entender lo que dice- Ya sé que siempre hemos dicho que lo del matrimonio no es para nosotros, pero mi abuela Eulalia dice que es lo que más ilusión podría hacerle en el mundo y sabes lo que ella significa para mi 

Aitana siente que el corazón le da un vuelco. Si solo fuera un impulso romántico está bastante segura de que podría convencer a Jon de que  el matrimonio no es lo mejor para ellos. Pero si ese hombre sensato y traquilo tiene alguna debilidad, es sin duda, esa vieja bruja. 

Y si Aitana tiene alguna debilidad, al menos hoy en día, son esos ojos grises que la miran suplicantes y a los que confiaría su vida. 

Su vida y su futuro. 

Pero hay un detalle de su pasado que no le ha confiado. 

Una tontería en realidad. Un molesto detalle que nunca le ha comentado a nadie. 

Como que ya está casada. 

Pero Jon le ha devuelto la confianza en si misma sin pedir nada a cambio. 

De modo que Aitana sabe que solo hay una cosa que pueda hacer. 

Así que sonríe y asiente extiende la mano y deja que Jon le ponga el anillo. 

Y es plenamente consciente de que está metida en un lío de cojones. 





















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