Color Club: Taffy; Diabolik L...

By CreativeLetters

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El conjunto de vivencias colorean tu corazón hasta alcanzar una gama determinada, el cual, definirá todos tus... More

🐱 Introducción 🐱
🐱 Segundo cielo 🐱

🐱 Primer cielo 🐱

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By CreativeLetters

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Reflejo.

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Detalles

Con retardo, pero finalmente subí mi primer OS aquí. Para sorpresa de muchos o quizá de nadie, no se trata de ninguno de los pedidos que me habían hecho. Sin embargo, es un escrito muy especial para mí.

Muy pocos saben de la verdadera importancia que ha tenido Kou en mi vida. Gracias a mi mejor amiga y su increíble interpretación del personaje, del que se ha adueñado, he ido avanzando poco a poco. Van más de cuatro años que comencé mi historia con él y al día de hoy, creo que pocos personajes han llegado a ayudarme y sanarme tanto como él.

Por eso, por su cumpleaños y también por mí, para ayudarme a dar un paso gigantesco en el proceso de terapia, escribí este One-Shot, que en realidad es la primera parte de un Two-Shot que escribí en honor a mi cielo. Mañana es oficialmente su cumpleaños y espero tener listo para entonces el lemon que finaliza este bonito relato que fue como una caricia a mi alma.

Ojalá que ustedes encuentren un personaje que, como conmigo ha sido Kou, sostenga entre sus brazos su corazón. Espero que aunque sea algo muy personal, aún así disfruten de su lectura.

Te amo mucho, cielo. Feliz cumpleaños.

2, 413 palabras.

La imagen de al final no me pertenece, créditos a su respectivo autor y, sinceramente lo agradezco porque aunque es con Yui, es una bonita representación de lo que escribí.

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Miré hacia el reflejo frente a mí, sin siquiera ser capaz de distinguir la figura que me mostraba el espejo. Sabía que esa era yo, que el reflejo ya no me mentiría nunca más como antes acostumbraba hacer, sin embargo, aun así, me sentía ajena a lo que observaba. Tomé aire al sujetar los bordes de la bata que me cubría y después de dudarlo por unos segundos, la dejé caer a mis pies.

Cuando comencé a vivir con Kou una de las primeras cosas que colocó en mi habitación fue un espejo de metro y medio de altura. Al entrar con las cajas de la mudanza entré en pánico y aunque agradecí el gesto, busqué encontrar una excusa suficiente para convencerlo de devolverlo a la tienda. Pero pese a mi insistencia, él me ignoró y solo se encargó de dejar el espejo en la pared contraria a mi cama, de forma que al recostarme era inevitable observar el reflejo.

Nunca había estado muy acostumbrada a los espejos, no solamente por lo mucho que acentuaban mis inseguridades, sino por el hecho que en casa solo había cuatro y la mayor parte del tiempo rehuía de ellos. Desde que tenía memoria eran mi peor enemigo, casi con el mismo peso que las fotografías. Sin embargo, con mucho trabajo y apoyo de por medio, poco a poco había aprendido a dejar de temerles. Aunque eso no significaba que todos los problemas se encontraban resueltos ya.

Por mera inercia, evitaba mirarme en los espejos u observar mi reflejo sin importar la ocasión. Pocas veces me tomaba realmente el tiempo de observar de forma directo la figura que se mostraba ante mí y por ello, era que ni siquiera conocía por completo quién verdaderamente era. Así que cuando Kou colocó ese espejo frente a mi cama, parecía estar dispuesto a darme un gran empujón para acostumbrarme a esa imagen.

Al principio parecía más bien un grotesco enemigo en las noches llenas de pesadillas y cuando de a poco dejé de sentirme tan intimidada por su presencia, evitaba mirar lo que me mostraba. Pocas veces me tomaba el tiempo de asegurarme que mi atuendo estuviera bien o que mi cabello no estuviera hecho un desastre y cuando lo hacía, trataba que mis vistazos fueran lo más rápido que me era posible.

Pero tarde o temprano tenía que aprender a vivir con el reflejo, me gustase o no la imagen frente a mí. En ocasiones me sentía una cobarde por rehuir de mi única verdad y me esforzaba en justificar mis hechos, sin embargo, era momento de dar el primer paso porque si no lo hacía yo, nadie más lo haría.

Primero mi mirada se enfocó en la cama detrás de mí, los colores y texturas de las sábanas, así como de los muñecos de felpa sobre ella. Poco a poco fui capaz de concentrarme un poco más y logré escudriñar con la mirada la bata que ocultaba un poco mis pies. Con esfuerzo me atreví a recorrer con la mirada el camino que me iba marcando la pálida piel y me encontré con mis tobillos que fueron seguidos por mis piernas que lucían viejas marcas. Subí por mis rodillas y me detuve por largos minutos en mis abundantes muslos que rozaban entre ellos, sintiéndome cohibida al instante.

Mi cuerpo entero se estremeció y creí que caería, sin embargo, después de alejar mi vista del espejo por unos minutos logré controlarme y evitar que las lágrimas bajaran por mi rostro. Me mantuve en pie y volví a mi recorrido, deslizando mi vista por mis muslos y llegando hasta mi pelvis. Aunque sentía mi rostro arder, seguí observando al recorrer mis caderas, vientre y cintura con mis ojos hasta lograr repasar la curvatura de mis pechos con la mirada. Contemplé mis brazos y manos que no dejaban de temblar. Al llegar a mi clavícula me tomé un breve descanso antes de continuar con mi exploración al repasar el largo de mi cabello y detalles que no había observado antes como viejas cicatrices, lunares olvidados o manchas de las que no hablaba.

Cuando por fin me sentí con el valor suficiente, dirigí mi vista hacia mi rostro en un gesto lleno de timidez. En un principio la figura frente a mí me confundió y hasta me pareció una completa extraña. Aquel par de ojos me observaban con una expresión de sorpresa e incredulidad como si los hubieran atrapado en medio de una travesura. Me detuve en cada parte que se presentaba frente a mí y cuando todo comenzó a parecerme más familiar, me atreví a observar con más calma todos los detalles que se mostraban frente a mí. Repasé la textura de mi piel marcada por los granitos que me hacían sentir todavía menos linda y también, contemplé con más cuidado aquellos sitios que Kou aseguraba que le parecían bonitos, tratando de encontrar el motivo detrás de ello.

Me detuve en mis abundantes y sonrosadas mejillas, que siempre eran acosadas por el rubio que me había acogido en sus brazos para brindarme un hogar. Pasé por mis ojos, deteniéndome para enfocar mi vista y tratar de descubrir el color del iris que brillaba con el deseo de seguir viviendo. Hice una pequeña visita a mi largo cabello, que Kou disfrutaba de cepillar o de simplemente acariciar con sus dedos hasta que me quedaba dormida en los días complicados. Por último, me detuve en mis labios, otorgándome una tímida sonrisa que tembló, incapaz de mantenerse.

Desvíe mi vista unos segundos, negando para mí misma, sintiéndome cohibida. Tomé aire en un intento de relajarme, aunque en realidad me sentían una boba. ¿Sonreírle a mi reflejo? Sí, el terapeuta lo había dicho una y otra vez, pero aun así... Eran tan difícil que me hacía perder toda mi valentía. Finalmente logré relajarme y mirar al espejo de nuevo para apreciar mi figura completa.

Aunque al principio hubo muchas cosas que me hicieron sentirme enferma, logré controlarme y poco a poco, descubrir partes de mí con las que genuinamente me sentía cómoda. Inclusive algunas que podía trabajar para quererlas. Al alzar mi vista y fijarla en mi rostro de nuevo, me descubrí sonriendo con timidez, casi con vergüenza. Miré a la chica que temblaba frente a mí y le sonreí de todo corazón.

—La tuviste muy difícil, ¿uh? —musité en voz alta, buscando obtener valor al hablar—. Lo siento. Tenías los suficientes enemigos como para que yo también lo fuera. Pero... No volverá a pasar nunca más, te lo prometo.

Por un momento, me dividí en dos. Era la chica que hablaba, tratando de consolar su corazón y al mismo tiempo, era esa reflejada que plasmaba las inseguridades y miedos que moraban en una parte tan profunda de mí que en muchas ocasiones había llegado a ser olvidada hasta por mí misma. Muchos me habían lastimado antes, llegado a inclusive hacerme odiarme. Era mi mayor enemiga. Si no podía contar ni siquiera conmigo misma, ¿cómo esperaba hacerlo con otros? No sería un proceso fácil, pero a diferencia de años atrás, esta vez no estaba sola y podría salir adelante, debía dé.

—Eres linda... Muy bonita. No tienes que ser igual que otras chicas ni una modelo... Solo... Una chica normal —aseguré, con algo de más fuerza en mi voz—. Ni tampoco debes de matarte de hambre... Solo cuida más de ti y cada día te sentirás mejor y más feliz. Serás la chica que te gustaría ser... Y aunque no lo seas, ya eres bonita, así como eres... Aunque tú no te lo creas... Kou lo hace. Y le gustas a Kou... Y eso que él no es tan fácil de complacer, quizá sus expectativas fueron muy bajas esta vez.

Al decir eso reí con suavidad, sintiendo una sincera confianza y, además, una calidez invadir mi pecho, como si aquello fuera un abrazo que sostenía mi corazón. Quizá así se sentía el amor propio.

Me sonreí una última vez, agachándome para recoger la bata que estaba a mis pies. Busqué distraída el lado correcto para colocármela, satisfecha que después de tantos intentos fallidos, por fin ese experimento había salido bien. Al empezar a ponerme la bata de nuevo, miré hacia al espejo por mero reflejo antes de percatarme de la silueta que se dibujaba en la puerta de mi habitación y que hizo que mi rostro se tiñera de un fuerte tono rojizo.

—¡Kou! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Cuánto tiempo llevas ahí?! ¡Vete!

Escuché la suave risa de mi pareja, mientras yo me limitaba a cerrar con fuerza mis ojos y apurarme a ponerme la bata. La cerré con manos torpes y sin siquiera dudarlo, le di la espalda para así cubrirme el rostro, queriendo que la tierra se abriera y me tragara ahí mismo.

Los pasos firmes de Kou hicieron eco detrás de mío, primero siendo lo único que podía oír además de mi acelerado corazón, pero volviéndose muy suaves cuando pisó la alfombra sobre la que yo misma estaba de pie. Traté de seguir ignorándolo en un intento de que mi vergüenza disminuyera, hasta que me fue imposible seguir haciéndolo al sentir cómo tiraba de mi brazo para jalarme hacia él y envolver mi cintura con uno de sus brazos, mientras que el otro me sostenía en un abrazo delicado, pero del que me fue imposible librarme.

—¡Kou...!

A pesar de mis débiles quejas e intentos de que me soltara, ya que al final de cuentas seguía desnuda debajo de la bata, el rubio no pareció inmutarse con nada. Terminé por darme por vencida al cerrar mis ojos, tomándome un momento para relajarme y dejar de intentar que me soltara. Aunque al principio pensé que solo intentaba molestarme, terminé por preocuparme ya que la única respuesta que recibí de su parte fue un interminable silencio y un abrazo cada vez más fuerte.

—Kou... ¿Está todo bien...?

Me removí entre sus brazos, logrando alzar mi vista, para así toparme con el chico encorvado sobre mí, como si me protegiera entre sus brazos. No lograba entender nada, por lo que conseguí que me soltara un poco para poder alzar una de mis manos y con ello poder tomar su mejilla para girar su rostro hacia mí y que me mirara. Pero mi preocupación solo creció más al notar la humedad en sus mejillas y después, las lágrimas que bajaban de sus bonitos ojos celestes.

—¿Qué pasó? Me estás preocupando, bobo... Además, ¡yo debería ser la que esté llorando! No esperaba verte, fue horriblemente vergonzoso.

Kou logró reír entre lágrimas, logrando calmar mis angustias al menos un poco.

—Por favor, dime algo, cielo... ¿Por qué lloras?

—Estoy muy orgulloso de ti, gatita —susurró voz una voz muy suave, replicando mi gesto al colocar él también una mano en mi mejilla, pero aún sin soltar mi cintura.

—¿Uh? ¿Orgulloso? ¿Por qué? ¿Qué hice...?

—Te escuché.

—¡No se suponía que debías escucharme! —repliqué volviendo a mi vergüenza—. No tocaste, no puedes entrar solo porque sí.

—Ya lo sé. Pero te estaba esperando para ver la película. Llevaba mucho tiempo que habías salido de la ducha y cuando toqué no respondiste, ¡el que se llevó un susto terrible fui yo, gatita inconsciente! No pensaba espiarte, solo quería saber que estabas bien.

—Si me viste frente al espejo pudiste haber cerrado la puerta...

—No sería la primera vez que tienes un accidente con un espejo —me recordó con voz suave, haciéndome desviar la vista un poco avergonzada ya que tenía razón—. Solo quería asegurarme que todo estuviera bien. Además, no duré mucho tiempo viéndote, ya me iba a ir cuando te escuché hablar.

—Eso me lo estaba diciendo a mí misma...

—Lo sé. Y por eso, no pude evitar espiarte.

—Dónde quedó mi privacidad...

—Lo siento —dijo con una sonrisa ladina, que me hizo perdonarlo.

—¿Por qué me quisiste escuchar?

—Porque hace un año que te puse ese espejo... Nunca te vi usarlo, apenas y te veías de reojo. Pero hoy... Al verte mirándote y hablándote así... No pude evitar sentirme muy orgulloso de mi gatita —mencionó enternecido, tirando con cariño de mi mejilla, gesto que me hizo soltar una suave queja que fue seguida de una risita.

—Me costó demasiado decirlo...

—Pero lo lograste y nunca sería tarde para eso. Además, sabía que tarde o temprano lo ibas a conseguir —aseguró con una sonrisa que le rasgó sus ojos—. Porque mi gatita no se da por vencida tan fácil, ¿no? Solo necesitabas tiempo.

Sus palabras me hicieron sentir genuinamente apoyada y querida, por lo que lo abracé en un gesto de poder expresar el cariño y agradecimiento que le tenía. Porque al final de cuentas, él me había ayudado mucho a llegar a ese punto.

—Solo estás mal en un punto —murmuró en mi oído con un tono juguetón, gesto que me hizo sufrir un escalofrío que me hizo aferrarme a él—. Nunca he bajado mis expectativas. Nunca dudes que te amo tal y como eres. A mí me encanta mi gatita y sus bonitas mejillas que puedo morder siempre que quiera.

Al sentir la suave mordida, solté un quejido antes de empujarlo con suavidad, fingiendo molestia. Al final terminé por reír al igual que él y mirarlo con genuino amor. No podía evitar preguntarme porqué el mundo me había dejado tener a un chico como Kou en mi vida, pero sin lugar a dudas lo agradecía y por lo mismo, haría lo que fuera por no perderlo jamás.

—Te amo mucho, Cielo. Gracias por darme un hogar...

—Al final ambos encontramos a dónde volver cuando estamos agotados de todo. No todo el crédito es mío. Déjame ayudarte a darte cuenta que eres preciosa y la chica que me encanta —pidió con voz ronca al haber bajado su mano que sujetaba mi mejilla a mi mentón—. Acepta mi corazón una vez más, Ale...

Al entender perfectamente a lo que se refería sentí mis mejillas enrojecerse. Al final, no era la primera vez que estábamos juntos, pero aun así me sentía cohibida y tímida siempre que se trataba de dar el primer paso.

—Esta vez tengo mucho que agradecer y pagar, ¿no? —comenté a modo de pequeña broma a cómo a veces solía decir él las cosas—. Está bien. Yo también quiero demostrarte lo mucho que te amo, Kou.

En cuanto dije eso su expresión cambió y aunque tenía una dulce sonrisa en su rostro, sabía que nos esperaba una larga velada juntos.

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