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By prettyanakin

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By prettyanakin

𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎; 𝙿𝚁𝙾𝙱𝙻𝙴𝙼𝙰𝚂 𝙲𝙾𝙽 𝙻𝙾𝙱𝙾𝚂

Selene Knight había estado en lo cierto al suponer que el río por el que debían cruzar había comenzado a descongelarse debido al final del invierno, pues cuando llegaron al risco de nieve notaron los grandes trozos de hielo desprendiéndose de a poco.

Peter observó a sus hermanas preocupado, si no cruzaban por allí no había otra manera de llegar al campamento de Aslan. -Debemos cruzar ahora mismo. -Sentenció lo obvio.

-¿Los castores no hacen presas? -Preguntó inocentemente Lucy.

-Claro, pero no soy tan veloz querida.

Peter tomó a Lucy y a Selene de las manos protectoramente y tironeó de ellas para comenzar a descender por el risco encorvado, sin embargo, la voz autoritaria de Susan los interrumpió. -Espera, ¿no podemos pensarlo por un minuto?

Selene rodó los ojos, la vida de Edmund podía correr peligro y Susan quería detenerse a pensar. Se soltó bruscamente del brazo de Peter y la enfrentó. -No tenemos un minuto Susan, cada segundo que estamos aquí pensando el río se descongela y nos retrasamos.

-Intento ser realista. -Murmuró molesta, mirando a sus hermanos en busca de apoyo.

-No... -se sumó Peter-, tu querías como siempre ser la niña lista. -Aún más molesto, Peter volvió a tomar a ambas niñas de las manos y comenzaron a descender cuanto más rápido podían, hasta que oyeron los aullidos de los lobos que para su mala suerte no se oían tan lejanos como les gustaría.

Selene tomó la delantera y comenzó a descender agarrándose del muro de hielo, logrando que prontamente los dedos de las manos se le entumecieran debido al frío, pero eso no importaba ahora. Debían apresurarse o pronto sería demasiado tarde.

Al llegar al suelo, para nada firme, Peter le impidió el paso, protegiéndola. El señor Castor la reemplazó en la delantera palmeando suavemente el hielo con su cola, asegurándose de que este podría soportar el peso de cuatro humanos y dos castores.

Por un momento Selene temió que el hielo fuera demasiado frágil y que se tragara al castor, sin embargo, mientras este bromeaba respecto a su peso, nada de eso sucedió. Suspiró aliviada antes de caminar dificultosamente en puntas de pie con el corazón latiéndole tan frenéticamente que parecía que en cualquier momento se le saldría del pecho.

Sentía como el hielo se hundía apenas unos milímetros con cada paso que daban, provocándole pequeños sustos. Había tomado con fuerza la mano de Peter y la de Susan, muy a pesar de lo molesta que estaba con ella. Parecía que en ningún momento podrían llegar a cruzar el río, pues había comenzado a trisarse con más velocidad.

Lucy daba pequeños gritos cuando el hielo parecía hundirse de más y el corazón de Selene se detenía por un microsegundo.

-Si mamá se enterara de esto... -comenzó Susan, con voz preocupada.

Peter molesto se volteó en su lugar- Mamá no está aquí.

-¡Ay no! -Gritó de repente Lucy mirando hacia arriba de la cascada congelada, Selene subió la mirada temerosa encontrándose con los lobos de la Bruja Blanca corriendo hacia el otro lado del río, encerrándolos.

Pedazos pequeños habían comenzado a caer sobre ellos cuando Peter dio la orden de correr más rápido, tomando el riesgo de que el río se los tragara por las fuerzas y el peso de sus pisadas. No sucedió, pero los lobos lograron ponerse frente y detrás de ellos.

El Castor gruñó hacia uno de ellos y el lobo se lanzó hacia él, cazándolo del cuello. Selene furiosa desenfundó una de sus espadas color ámbar y apuntó hacia el lobo con la mano temblorosa, jamás en su vida había empuñado un arma, siquiera se atrevía a tomar los cuchillos de la forma incorrecta.

Era una sensación nueva, de euforia, una que Astoria jamás le hubiese permitido sentir.

El lobo que parecía estar al mando se aproximó hacia ellos, logrando que Peter también pusiera su espada delante, protegiéndolos mientras la rubia protegía sus espaldas. -Bajen eso, podrían lastimar a alguien.

-¡Olvídate de mi -gritó el Castor, luchando por zafarse de los dientes de su oponente-, atraviésalo!

-Váyanse ahora que pueden, y su hermano se va con ustedes. -Exclamó el lobo tranquilamente, acorralándolos entre el río que cada vez tomaba más fuerza y su dientes, dejándolos sin escapatoria.

Susan tomó la mano de Peter e intentó bajar su espada sin éxito. -¡Espera, deberíamos escuchar lo que dice!

-¿Vas a creerle a el lobo que vino en busca de nosotros bajo las órdenes de la bruja? -Gritó Selene asustada.

-¡Mátenlo, mátenlo ya! -Ordenó el Castor luchando por su vida. Selene sentía la grandísima necesidad de correr y atravesar su espada en el lomo del lobo que parecía querer lastimarlo.

Selene empuñó con fuerza su espada a medida que el lobo continuaba acercándose a ellos, sintiendo la mano de Susan intentando bajarla. No cedería, ese lobo y su bruja habían secuestrado a Edmund, lo habían engañado y se lo habían llevado.

-¡Selene, no eres una heroína! -gritó Susan desesperada-, Tú tampoco lo eres Peter, no porque un hombre de traje rojos le halla dado armas son héroes.

-¡Narnia los necesita, deben matarlo ahora!

-¿Qué prefieres hijo de Adán? No voy a esperar para siempre -murmuró el lobo y fijó su vista en lo poco que quedaba de hielo-, y el río tampoco.

Selene observó a Peter buscando alguna señal que le enseñara lo que debían hacer, pero los ojos del rubio estaban fijos en el lobo con confusión y miedo. Sabía que él no era un asesino, él jamás había empuñado una espada hasta hacía unas horas.

Observó hacia arriba siguiendo el consejo de Santa, que las estrellas la guiarían, a pesar de que no había ninguna estrella que pudiera hablarle a esa hora del día. Observó el hielo y el corazón se le aceleró, la cascada estaba a punto de romperse y se los llevaría con ella a quien sabe donde. -¡Peter!

El mayor, y sus hermanas, observaron lo mismo que ella. Los ojos se le abrieron a más no poder de la sorpresa y volvió a mirar al lobo, debatiendo consigo mismo como proceder. El hielo comenzó a trisarse y pequeñas pérdidas de agua comenzaron a caer sobre ellos. -¡Sosténganse de mi!

El mayor de los Pevensie clavó violentamente la espada en el hielo mientras sus hermanas se agarraban de sus brazos. Por su Parte, Selene clavó la suya cerca de ellos y la tomó lo más fuerte que pudo, tomando con su otra mano el abrigo de Susan, para mantenerse cerca sin importar que tan fuerte los arrastrara la corriente.

Todo pasó demasiado rápido como para que pudiera notarlo. La cascada se había roto por completo y el río comenzó a arrastrarlos con fuerza, casi tanta que más de una vez Selene casi se suelta de su propia espada, sin embargo, el brazo de Susan alrededor de su cintura le prohibía caer del pedazo de hielo.

Cuando este se sumergió sintió un frío que se le calaba por los huesos de forma cruel, se sentía a punto de pasar al otro mundo. Cuando pudo notar que estaba sucediendo, habían llegado a la orilla del río totalmente empapados y con una gran hipotermia en potencia. Astoria se molestaría mucho si supiera que se había metido al hielo con su mejor vestido.

Su rostro palideció cuando oyó los gritos desesperados de los Pevensie hacia Lucy, observó horrorizada como Peter sostenía el abrigo empapado de la menor con miedo. Gritó con todas sus fuerzas el nombre de su amiga con desesperación, sollozando cuando al cabo de algunos minutos la castaña seguía sin aparecer.

De repente Susan sonrió hacia detrás de ella, Selene volteó y sintió un alivio recorrer su cuerpo cuando una muy mojada Lucy caminaba hacia ellos abrazándose a sí misma debido al frío. -¿Alguien me tiene mi abrigo?

-No te preocupes cariño, tu hermano no va a dejar que nada te pase. -Afirmó el Castor mientras Peter volvía a abrigar a su hermana.

Selene sonrió mientras levantaba su espada del suelo y volvía a colocarla dentro de la funda con cuidado, aun no sabía manejarla a la perfección y temía lastimarse. Observó con atención a su alrededor, notando que los árboles y el suelo mismo comenzaban a perder el color frío típico del invierno, dando paso a los colores de la primavera. -Santa estaba en lo cierto -Susurró.

La Castor afirmó que ya no iban a necesitar sus abrigos y estaba en lo cierto, pues sorprendentemente un calor abrazador comenzó a pasearse por su cuerpo. Selene se quitó el abrigo gigante y lo dejó en el suelo. Observó su vestido apenada, Astoria la mataría al ver el estado de su vestido, si algún día volvía a casa.

En el camino en dirección al campamento de Aslan Selene notó maravillada la velocidad con que la nueva estación tomaba el poder del bosque, convirtiendo la fría nieve en caminos de tierra y hierba ya crecida. Las ramas blancas de los árboles se convertían en bellas hojas de distintos tamaños y colores.

Pero su parte favorita eran las flores, tan silvestres y perfectas, que se abrían al instante a medida que iban creciendo. Se aferró fuertemente al consejo que alguna vez Theodore le había dado "Las flores son seres vivos, si algún día ves una demasiado bella y sientes el deseo de cortarla, solo imagina que lo mismo te hacen a ti". Desde aquella vez su libro de flores secas había quedado vacío.

Para cuando Selene había notado que el campamento de Aslan estaba frente a sus narices, una clase de trompeta sonó desde un lugar lejano. Los castores mencionaron que estaban advirtiendo su llegada. Estaba demasiado emocionada por haber llegado al famoso campamento, tenía unas grandes ganas de descansar y conocer el lugar.

-Lene -murmuró Lucy tirando de su vestido, señalando con la cabeza los espectros que los pétalos de las flores formaban. Selene sonrió y saludó amablemente hacia ellas antes de seguir su camino.

Las distintas criaturas que vivían allí los observaban con sorpresa a medida que avanzaban por el camino que había en el centro del acampe. Selene bajó la cabeza avergonzada ante tantas miradas sobre ellos, sin embargo, el apretón de manos de Lucy le dio fuerza para volver a levantar la barbilla y sonreír amablemente ante quien la saludaban.

Notó las distintas clases de animales, guepardos, osos, jabalíes. Habían criaturas con formas similares a las del Señor Tumnus, algunos los reconoció de libros de la biblioteca del señor Kirke, como los centauros y los faunos. Muchos dejaban su quehaceres para observarlos con sorpresa, incluso los animales.

-¿Por qué todos nos ven así? -Preguntó disimuladamente Susan, sin dejar de sonreír.

-Tal vez creen que tu cara es fea -bromeó Lucy, haciéndolos reír levemente. Susan rodó los ojos fingiendo molestia.

Selene volteó la mirada al oír una gran manada de pisadas detrás suyo, y así eran, todos los que habían pasado por su lados los seguían con emoción, charlando entre ellos exaltados. Selene sonrió a cada uno de ellos.

Al llegar al frente de todos, justo delante de la carpa más grande y llamativas de todas, un centauro se aproximó hacia ellos lentamente. Peter desenfundó su espada rápidamente y la alzó delante de él. -Hemos venido a ver a Aslan.

Un pequeño ruido se oyó dentro de la carpa, y al instante, todos los presentes se agacharon, o más bien se arrodillaron. Selene tuvo la sensación de que ellos también debían hacerlo. Un glorioso león de pelaje dorado salió dentro de ella, observando al frente con porte magnífico.

Selene lo observó asombrada. Pronto tomó la iniciativa y se arrodilló frente al ente, otorgándole su profundo respeto y lealtad. Notó que los Pevensie y los Castores hicieron lo mismo.

-bienvenido Peter, hijo de Adán -exclamó el león por primera vez con voz profunda-. Bienvenidas Susan, Selene y Lucy, hijas de Eva y bienvenidos castores, les agradezco haberlos guiado a mi pero, ¿y el quinto humano?

A Selene se le borró la sonrisa mientras volvía a ponerse de pie.

-A eso venimos señor -murmuró Peter, parecía incluso avergonzado de su confesión-, ha sido secuestrado por la bruja blanca.

-¿Capturado? -Inquirió Aslan, como si supiera la verdad de los hechos. Selene pensó que tal vez si lo hacia. -¿Cómo es que pasó?

El castor dio un pequeño paso adelante para tomar la palabra. -él...los traicionó.

Selene odió que hubiera usado ese término en cuanto todos comenzaron a murmurar a sus espaldas y el centauro que parecía vigilar la carpa de Aslan afirmó que Edmund los había traicionado a todos. -Basta, Orius. Debe existir una explicación.

Peter bajó la cabeza y Selene le tomó la mano con fuerza, Susan la imitó. -Es mi culpa señor, yo fui duro con él.

-Todos lo fuimos -Murmuró Selene por primera vez.

Aslan asintió comprendiendo.

-Es nuestro hermano... -Susurró Lucy apenada.

-Lo sé pequeña -afirmó Aslan-, pero eso solo empeora su traición. Salvarlo no será sencillo.

Selene bajó la mirada con tristeza, lo único que quería era que Edmund volviera sano y salvo de las garras de la bruja para poder volver a casa. Todo el asunto de la profecía y de Aslan la estaba abrumando. Quería volver a Fintchley lo antes posible, que todo volviera a la normalidad.





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