The firstborn | Jujutsu Kais...

By daaisxke

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𝐓𝐅𝐁 (Pausada) | ❝ Un demonio en el útero de una mujer ❞ Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
XI
XII
XIII
XIV
XV
𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫 𝔙𝔞𝔩𝔢𝔫𝔱𝔦𝔫
XVI | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIV

X | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶

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By daaisxke

Hace un año.
Las pesadillas son reales

Sus ojos se abrieron lentamente, se fue adaptando a la luz de dicha habitación, luz oscura, grisácea, como si el día estuviera nublado. Los quejidos no tardaron de salir por sus labios, se movió con lentitud hacia su derecha y encontró su teléfono celular sobre la mesa de noche. Agarro este, prendió la pantalla, cerró sus ojos con molestia por la fuerte luz de dicho objeto y luego observo la hora.

El sonido del punteo armónico de una guitarra acústica llegó a sus oídos, todos sus sentidos finalmente se despertaron por completo, y el malestar que la dominaba de pies a cabeza no tardó en hacerse presente de una forma lenta y desagradable.
La puerta de la habitación se encontraba entreabierta, y tenía todas las ganas de continuar durmiendo por un par de horas más, pero el sonido de la guitarra era demasiado satisfactorio como para caer dormida y dejar de escucharlo.

Se sentó en la orilla de la cama con torpeza. Observó el cubrecama plumón blanco, luego miró a su alrededor y la sencillez de dicha habitación le pareció aburrida.
Ya no llevaba los jeans ni el top que recordaba de la noche anterior, solo una simple camisa gigante de color negro que llegaba a la altura de sus rodillas y sus respectivas bragas también negras.
Pasó una mano por su rostro tratando de despejarse un poco más y finalmente se levantó de la cama, tambaleó un poco sintiendo un dolor punzante a lo largo de ambas piernas, tragó en seco sintiendo su boca pastosa.  Ignorando aquello, miró una vez más a su alrededor, confirmando que la habitación era desconocida, simplemente no era capaz de reconocer el lugar, pero tampoco pareció darle demasiada importancia.
El espejo frente a ella le permitió observar cada rincón de su cuerpo. Los chupones por su cuello y abdomen, los dolores temblorosos de sus piernas y su espalda, junto a la resaca de la borrachera de la noche anterior eran un cóctel mañanero realmente desagradable, pero un recuerdo de que lo había pasado de maravilla (o algo así).

Salió de la habitación encontrándose con un balcón interno, aparentemente se encontraba en un departamento dúplex. A su izquierda se encontraba la respectiva escalera para llegar a la primera planta, y desde el balcón interno de dicha habitación podía observar todo el salón de estar hacia abajo.
En el sofá de lo que parecía ser la sala de estar, se encontraba un pelinegro de contextura física firme, esculpida, atlética.  Traía unos simples pantalones de dormir grisáceos y tocaba tranquilamente la guitarra acústica con agilidad. Sus dedos bailaban sobre el mástil, presionando las teclas sin demasiado esfuerzo, con su mirada totalmente fija a través del gran ventanal que cubría desde el suelo hasta el techo doble altura de la segunda planta.

Era una imagen mañanera bastante atractiva, pero lo sería aún más si recordara quien era dicho chico y porque se encontraba en su apartamento. Aún que se hacía una clara idea de lo que podía tratar el asunto en cuestión.

Bajó las escaleras sin pavor, manteniendo un rostro adormilado, como si el hecho de estar en la casa de un desconocido luego de una alocada noche realmente no le importara.
El desconocido se percató de su presencia, continuó su tocata sin problema alguno, pero esta vez su mirada seguía lentamente la figura femenina que bajaba las escaleras. Su mirada profunda, caída, de ojos tan oscuros que no se era capaz de diferenciar el iris de la pupila, una mirada capaz de mirarte hasta el alma (o al menos de aquella forma se sentía). Su rostro era atractivo, tanto como el resto de su cuerpo, facciones marcadas, tez clara, su cabello era oscuro como su mirada y se encontraba bastante alborotado.

— ¿Quieres café? —se limitó a preguntar, y tras bajar las escaleras localizó rápidamente la cocina americana junto a la entrada principal del departamento.

La primera planta era tan simple como el segundo piso. El salón de estar tenía una gran pantalla sobre un mueble grisáceo  apegado a la escalera hacia nuestra izquierda, un gran sofá también grisáceo oscuro apegado a la pared de nuestra derecha, una mesa vidriada de centro sobre una alfombra también oscura. Y en el fondo los gigantescos ventanales.
A nuestras espaldas, hacia la derecha se encontraba la respectiva cocina americana, tres taburetes de barra en dicha barra, y a la izquierda, junto a la cocina, la entrada al departamento.

El lugar de por sí ya se encontraba amueblado totalmente de tonos oscuros, pero por alguna razón el día nublado lo hacía ver aún más deficiente de color.

— Tienes cafetera ¿No? —se adentró en la cocina como si tratase de su hogar. Buscó entre los muebles dos tazas y luego el café de grano molido, supuso que por ello debería tener una cafetera—. Oi ¿Puedes venir y ayudarme? No alcanzó esa mierda —habló soltando a su vez un quejido, mientras estiraba una mano indicando la cafetera en lo más alto del estante.

Tras unos segundos la tocata se detuvo por completo. La castaña sintió sus pasos acercarse a ella con lentitud, sin preocupaciones. La figura masculina se posó tras ella, su mano izquierda se apoyó en el mesón a la altura de la cadera de la muchacha, y su mano derecha se irguió en alto para tomar respectivo aparato de cocina. Lo dejó sobre el mesón, frente a dicha castaña despreocupada, mientras le dedicaba una mirada intensa aun cuando no era directamente a su rostro.
La castaña podía sentir la respiración del alto chico a sus espaldas, ambos se mantuvieron en dicha posición por largos segundos sin mover un solo músculo, en total silencio.
La mirada gatuna de la muchacha se fijó en las grandes manos del chico, su mano izquierda tenía dos cicatrices delgadas, una iba desde la izquierda de su mano hasta poco menos del centro, y otra iba desde la derecha de su mano entre su pulgar y su índice hasta poco menos del centro, ambas no lograban unirse.

Una sonrisa ladina de satisfacción y burla se esbozó con lentitud en el rostro de la castaña, mientras poco a poco recordaba aquel atractivo rostro, aquella respectiva cicatriz en su mano izquierda.

— Pero si trata del mismísimo Nakerama Takeshi, eh —comentó ella, rompiendo el silencio, con un tono de voz medianamente bajo y burlesco. La yema de sus dedos pasaron sobre las cicatrices de la mano del chico, quien finalmente reaccionó sintiendo su cuerpo tensarse ante el tacto—. Quién lo diría —suspiró—. El mateo deportista más solitario del instituto termina con alguien en su apartamento ¿Eso no te traerá problemas? Chico-buenas-calificaciones-kun —la castaña soltó una risilla, y cabe destacar que fue la única a la que le causó gracia.

Tras unos largos segundos de silencio, el chico tras ella volvió a reaccionar ante la situación, retrocedió algunos pasos para luego volver a su posición en el sofá del salón de esta, solo que esta vez se dedicó a observar a través de los grandes ventanales, dejando la guitarra acústica de lado.
La castaña soltó una segunda risilla, de aquellas que solo salen como un simple bufido, y luego abrió la cafetera en sus tres partes. En el calentador agregó el agua, en el portafiltros el café de grano, terminó por cerrar con el colector y prendió el fuego medio alto para esperar a que el café se preparara.

— ¿Siempre eres así de descuidada? —preguntó repentinamente, la castaña alzó su mirada con una sonrisa ladina hacia el frente, pero el muchacho se encontraba dándole la espalda.

Vertió leche en el lechero y también prendió el fuego medio alto. Sacó dos platos de un estante bajo y los dejó sobre la barra para luego proceder a buscar algo para desayunar.

— ¿Esa es tu realidad? Irte de fiesta en fiesta, consumiendo todo tipo de sustancias y yendo a cama de desconocidos que podrían hacerte lo inimaginable... ¿Esa es la vida de Ryōmen Yashiro? ¿Ese es el estereotipo de un estudiante popular? —la muchacha se mantuvo en silencio, aún con aquella sonrisa ladina en su rostro de burla.

Tomó cuatro rebanadas de pan, las colocó en el horno eléctrico y subió la temperatura para que estuviesen listas junto al café, luego rebuscó en la nevera (la cual parecía estar bastante llena) unas hojas de lechuga, un par de tomates, algo de queso y jamón, y para finalizar, salame.

— Bueno, hay distintos tipos de alumnos populares ¿No? —respondió ella, y repentinamente, todos los recuerdos de la alocada noche anterior llegaron abruptamente a ella con un dolor de cabeza horripilante que formó una mueca de dolor en su rostro, sin embargo, lo resistió dignamente pues ella fue quien se lo buscó, y ni hablemos de la forma en la que sus piernas temblaban—. Por ejemplo estás tú, un mateo en cada clase, con un promedio espectacular e increíblemente ágil en los deportes, cada chica va suspirando tras de ti pero ni siquiera te percatas de ello porque te la pasas con un libro de historia en tus manos y audífonos en tus oídos. Tu círculo social se reduce a cero, pero sigues siendo uno de los más populares en el instituto, no te molestas en hacer amistades, y solo alzas la voz cuando estás en la cancha de volleyball —relató, y el muchacho no pudo negar que se sorprendió un tanto por el análisis de la muchacha. Y es que a pesar de que él había notado desde el primer día de clases a la castaña, sus miradas nunca se cruzaron y, por ende, creyó que para ella su existencia simplemente era nula—. ¿Y con qué derecho te quejas de que soy descuidada en la cama? Hombre, anoche fuiste una jodida bestia —si, junto a los recuerdos de la noche anterior, al parecer la sensibilidad de su cuerpo también se había retomado, y estaba haciendo realmente lo posible por mantenerse de pie—. Aunque de todas formas estuviste preocupado de que me sintiera bien, debo darte crédito por ello, es algo que pocos hacen —suspiró pasando una mano por su cabello, entrecerrando sus ojos. Luego alzó la mirada al pelinegro que continuaba en silencio observando el ventanal—. Supongo que no será demasiado terrible que los demás vean los rasguños en tu espalda y entre otras marcas —rio con burla, apagó la leche y el café al mismo tiempo que el pan en el horno eléctrico—. Pero, felicidades, ya no eres virgen —espetó con gracia.

Se apresuró en preparar los sandwich para luego servir el café cortado. Tomó una de las tazas de café junto a uno de los platos de sándwich y se dirigió hacia el chico con lentitud, dejó la taza en la mesa de centro y extendió el plato de comida esperando que esté lo tomara. Continuó en silencio durante unos segundos, luego se giró levemente y su mirada se fijó en el desayuno, alzó su neutra mirada caída a la muchacha que mantenía una sonrisa ladina, como si lo estuviera poniendo a prueba. Acepto el plato y la muchacha volvió a la cocina, el pelinegro la siguió con la mirada hasta que la vio volver y lanzarse sobre el sofá junto a él.

— ¿Cómo es que te lo tomas tan a la ligera? Todo lo que ocurrió en una jodida noche... ¿Cómo puedes tomártelo tan a la ligera? —el pan crujió cuando la muchacha dio una mascada, sin embargo, el chico no se atrevió a tocar su desayuno, solo permaneció en silencio con la mirada perdida.

— Oi... ¿No te has... enamorado o alguna mierda así, verdad? —y es que para Yashiro, lo peor, desde luego aunque suene ridículo, era el amor, enamorarse era una tortura, por lo cual solo gozaba del deseo corporal.

— ¿De ti? —finalmente se dignó a verla, su ceño fruncido y un mohín en su rostro era más que suficiente para hacer carcajear a la castaña, pero permaneció en silencio y resistiendo—. ¿Por qué haría tal abominación? —la muchacha se limitó a chasquear su lengua con gracia girando enfrente para subir sus pies a la mesa de centro—. Me refiero a todo lo ocurrió antes de desquitarme contigo.

— ¿Desquitarte conmigo?

— Estaba... Estaba algo aturdido por la situación, y me desquité contigo —la castaña esbozó un mohín de confusión, dio un sorbo a su café para volver a extenderle el plato al chico, quien volvió a recibirlo y esta vez le dio un bocado.

— ¿Follándome? ¿Te desquitaste conmigo follándome? Tch... No me molestaría que volviera a ocurrir —carcajeó, pero desde luego que era a la única sádica que le causaba gracia. El silencio volvió a invadir por un tiempo, luego, gotas de lluvia comenzaron a chocar contra los ventanales, y tras no demasiado tiempo el silencio fue interrumpido por la medianamente fuerte lluvia.

— ¿Qué es lo que recuerdas de anoche? —preguntó, aún con la mirada perdida mientras daba un bocado a su sándwich.

La castaña suspiró, tragó un poco de café, dejó todo de lado y se reclinó hacia atrás hasta apoyar su espalda en el respaldo del sofá y su cabeza en la orilla del respaldo, su mirada se fijó en el final del techo doble altura para luego suspirar sonoramente. Y es que si, la noche anterior había sido una locura.

— Bueno... Estábamos en el bar del tío de Hirata-sempai, en realidad me sorprendí un poco al verte, nunca asistías a las fiestas que te invitaban los demás populares así que quede algo aturdida con tu presencia. Tampoco me imagine que fueras a tolerar tan bien el alcohol, supongo que tienes una identidad oculta o una mierda así —volvió a reír—. El asunto es que... Recuerdo haber bailado con algunos chicos, bebí lo más posible porque sabía que si llegaban a descubrir que la mayoría de la fiesta era menor de edad todo se iría al carajo, así que... Uhm... Beber, bailar, besar, comer... ¡Ah! Llegó esa jodida mierda... ¿Cómo es que le dicen? —el pelinegro giró con pavor hacia la muchacha, aun así mantenía su rostro con su ceño fruncido en seriedad, hacia lo posible por no demostrar la forma en la que se sentía, pero si lo de la noche anterior realmente ocurrió, entonces podía confirmar que no estaba demente, o al menos no era el único demente—. Según estos idiotas, le dicen Maldiciones de primera categoría o grado especial, ni idea, ya le preguntaré al viejo... —le restó importancia, cerrando sus ojos y soltando un suspiro—. ¿Cómo es que estás tan consternado? De todas formas lo viste, no debe ser el primero que ves ¿No es así?

— ¿Por qué puedo... verlos? —preguntó—. Ocurre desde hace un tiempo... Ver esas cosas y a personas... Muertas —el silencio invadió durante unos segundos y la castaña respondió.

— No lo sé, escasas son en realidad las personas que pueden ver maldiciones y entre otras cosas... —suspiro sonoramente.

— Tú... ¿Cómo es que mataste a esa cosa con tanta simpleza? —la mirada insistente del chico le estaba haciendo un agujero en la cara, como no tenía sus ojos abiertos simplemente podía sentirlo, además de que, por mucho que ese grandulón atractivo lo tratase de ocultar, estaba asustado por todo lo ocurrido en dicho bar hace algunas horas. Y Yashiro realmente no quería lidiar con todo este asunto porque la jaqueca la estaba matando—. ¿Por qué a mí?

— ¿Puedes ser un poco más directo? Realmente tus preguntas me están agotando —espetó soltando un gruñido, llevando una mano a su rostro cubriendo sus ojos y haciendo de su oscuridad aún más profunda. Nuevamente la voz del chico pareció desaparecer por unos cuantos minutos.

— De entre todas esas personas ¿Por qué decidiste protegerme a mí?

— Te tenía en frente —se limitó a contestar, pues en realidad ni siquiera ella tenía la total certeza del porqué.

— Yo... Realmente vi la forma en la que fuiste daña... la sangre que manchaba tu ropa, que provocaba un charco en el piso... Podía sentir la calidez de tu sangre empapando mis manos cuando estúpidamente intentaba detener la hemorragia —estaba comenzando a sentirse inseguro, y la castaña podía sentirlo, escucharlo en sus palabras temblorosas—. Y luego de ese mar de sangre... la herida simplemente desapareció.

Yashiro suspiro. Suspiro pesadamente sintiendo su cabeza dar vueltas, escuchando la voz temblorosa del chico e imaginado su mirada perdida llena de pavor por los recuerdos de la noche anterior. Pues desde luego que si alguien se lanza a salvarte recibiendo una herida de gravedad letal, para que luego su cuerpo volviera a la normalidad en un abrir y cerrar de ojos; no era algo común. Y le costaba procesarlo, aquel azabache aún creía que todo había sido una simple pesadilla.

— ¿Qué eres exactamente?

Y dichas palabras provocaron su despertar. Abrió sus ojos con lentitud y su mirada volvió a fijarse en el techo doble altura, el sonido de la lluvia inundaba sus oídos mientras su respiración relajada se escuchaba levemente. ¿Qué soy? Se preguntó a sí mismo, y por alguna razón, la imagen de una castaña de diez años que corría por el campo de trigo con un arco en su mano y un saco de flechas colgando de su espalda se hizo presente en su memoria con algo de desagrado.

Poco a poco cada escena de la noche anterior pasaba por su cabeza, y sintió sus manos húmedas imaginándolas bañadas en sangre cálida mientras un nudo desagradable se le formaba en el estómago. El dolor punzante que se asomaba en el costado izquierdo de su cuerpo era el claro recuerdo del corte letal causado por dicha entidad sobrenatural.

Ese chico no sabía nada, no tenía ni la menor idea de que eran todas aquellas cosas monstruosas que veía de vez en cuando, pero tampoco se preocupó demasiado en averiguar de qué trataba. Y es que el pavor de llegar a ser tratado como demente era algo que lo atormentaba constantemente. Y si él no sabía nada, y ella podía solo tal vez confiar en él, tal vez podría enseñarle, explicarle, expandir su mente, y tener un aliado.

— Si te explico la realidad de este mundo ¿Tu cabecita de nerd deportivo será capaz de comprenderlo?

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