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Jeon JungKook
Caminé junto a esta pesada por un buen rato mientras soportaba sus gritos y demandas para que le devuelva las bolsas. Yo hacía oídos sordos a todo lo que ella decía, caminaba con la vista al frente y soportando los leves golpes que la fastidiosa le otorgaba a mi brazo.
Kim es peor que esos típicos niños de los supermercados que patalean y lloriquean por todo. Mucho peor. En este caso ella no sólo patalea y lloriquea, también muerde.
—¿¡Puedes dejar de morder mi brazo!? —grité ya harto para que ella lo liberase de entre sus dientes.
Es sorprendente la fuerza que tiene en su mandíbula. Sí, me costó liberarme de ella.
—¿¡Quieres dejar de entrometerte en mi vida!? —devolvió el grito aún más fuerte en mi oído. Era tan molesta atrayendo la atención de todos en la calle— Dame las malditas bolsas.
—¿Cómo piensas llevar esto cuando llevas una mochila y una guitarra? —tenía el afán de responderme, pero aparentemente no encontró una buena respuesta, pues yo tenía razón.
Hizo silencio y continuó caminando a mi lado del mismo modo, obviamente no diría nada más al saber que quien se equivocaba era ella, y en vez de reconocer prefiere callarse.
Creo que comienzo a entender cómo funciona su mente.
—¿Para qué la guitarra?
Me llamaba bastante la atención que haya comenzado a llevar ese instrumento al instituto. No le imagino para nada a Kim tocando una guitarra ni cualquier otro instrumento. Es una bruta, no creo que tenga la capacidad, paciencia y concentración que se requiere ni para una mísera nota.
Un pequeño flash se hizo presente en mi mente al recordar la vez que Kim tocaba pieza por pieza del piano la vez que fuimos castigados. No parecía tener conocimiento, más bien parecía jugar como mocosa toqueteando todo. ¿Será tan mediocre para tocar una guitarra también?
—Para golpear niños, Jeon. Es mi arama secreta para robar gasolineras y jugar ping pong. —habló sarcástica, recibiendo así de mi parte un gesto de molestia— Para tocar, Jeon. ¿Para qué más tendría una?
—¿Pero por qué la llevas al instituto?
—Por el estúpido club de música, las guitarras de ahí no me gustan. —dijo asqueada— Quien sabe en qué manos estuvieron.
—¿Tú? ¿Club de música? —solté una buena carcajada. No me lo veía venir de Kim.
—¡Oye! No tenía otra opción.
—Niña, ¿sí sabes que los clubes no son obligatorios? —Kim dejó abrir sus ojos de una forma exagerada y presto a ello su cara se deformó lentamente en una mala mueca.
—Fui... Timada... —observó impactada su única mano libre y esta misma la llevó a su cabeza para jalar su cabello— Me inscribí a un estúpido club... sin necesidad.
—Así es, eres una estúpida. —Kim ahogó un grito de desesperación— ¿Por qué no solo sales de él, ilusa?
Esta me miró molesta e inmediatamente sonrió.
—No lo haré. Es una excusa perfecta para estar con Park. —sonó como toda una niñita enamorada mientras colocaba una de sus manos en su mejilla.
Miento si digo que no me molestó la mera mención de ese estúpido apellido. Siquiera pensar en la estúpida cara de Park me dan ganas de vomitar.
¿Acaso Kim está enganchada con él? ¿Siente lo mismo que ese tarado? ¿Le gusta?
No. No me lo creo.
—Pff, que estupidez. —me limité a decir sin ocultar ni una pizca de desagrado— ¿De qué te ríes? —pregunté al darme cuenta la ligera risa que desprendían sus labios.
—Nada. —cantó con un toque de burla.
...
—Oh, JungKook, que alegría. ¿Qué te trae por aquí? —la señora Kim me recibía con una sonrisa al ser lo primero que vió en la entrada.
—Buenas noches, señora Kim. —me incliné— Sólo ayudé a su hija con las compras.
Kim refunfuñó de fondo.
—Es inútil, eso lo sé. —un grito de indignación de ella no se hizo esperar, pero fue totalmente ignorado por su madre— Gracias por tu ayuda, Jeon. ¿Te quedas a cenar?
¿Quería quedarme a cenar? Por supuesto que sí, pero tampoco quería causarle problemas ni molestias a los padres de Kim. Sólo sería un estorbo.
—Gracias, pero no creo que...
—No seas tímido, chico. —dijo haciéndose a un lado— Adelante.
—¿No puede cenar afuera? —Kim interrumpió el momento, pero fue callada de inmediato por un jalón de pelo por parte de su mayor.
—¡Entra de una vez y ve a guardar todo!
— ¡Pero...! ¡Ay, ay! —no le quedó de otra que hacer caso a la orden de su madre.
—Tú también entra, JungKook.
Cedí a su petición guardando la felicidad interna que me hacía sentir este lugar tan cálido y acogedor.
Kim Cleo June
—Estoy guardando, estoy guardando. —dije dejando mi celular sobre la mesa y comenzando a hacer la tarea que Cassidy me ordenó justo cuando ella entró.
—Apresurate con eso, mocosa. Me ayudaras con la cena. —habló mientras rebuscaba las cosas para la comida.
—Ay no. ¿Por qué, Cassidy? Nunca me pides eso.
—Deja de quejarte y ayuda en la comida para tu novio.
—¡Cassidy! ¡No es mi novio! —grité alterada y colorada.
—El otro día andabas lloriqueando por él, June.
—¡Eso no...! ¡Uhg! Olvídalo. —comencé ahora a guardar las cosas, pero molesta.
Ya no sé como hacerle entender a esta mujer que entre ese idiota y yo no hay nada, ni siquiera el oxígeno se atreve a pasar entre nosotros.
JungKook y yo somos agua y aceite. Azúcar y Sal. Pimienta y canela. Carne de vaca y carne de pollo.
—Lo que digas, CJ. —ignoró mis palabras— No fastidies y deja que tu padre hable un rato con él.
—Genial, ¿lo amenazará? —recibí un golpe de su parte— ¡Ay! ¿Qué?
Jeon JungKook
—Que bueno es tenerte aquí, JungKook. —saludó el padre de Kim.
—Lo mismo digo, señor Kim.
—Deja las formalidades, hijo. Puedes decirme Heon. ¿Te ha ido bien hoy en clase?
No sabía que se sentía tan bien que te pregunten eso luego de un día de clases.
—Sí, he estado bastante centrado en ellas.
El señor Heon sonrió y felicitó mi desempeño, algo que no creí llegase a afectarme tanto. La calidez de estas personas era simplemente... increíble. Me gustaba esta sensación y quería sentirla todos los días de mi vida.
Él me había invitado a acompañarlo a cierta habitación, caminé pisando sus talones hasta llegar frente a una puerta cerrada que tras colocar una llave en la cerradura se abrió. Ahí dentro había un cuarto con decoración rústica y en el centro de esta una gran mesa de billar.
—Esta solía ser la habitación favorita de mi padre. —habló adentrándose al lugar— Adelante, pasa.
Entré detrás de él y me acerqué a esa mesa con las quince bolas numeradas y ordenadas en un triángulo.
—¿Le gusta el billar, señor Heon? —pregunté.
—Me encanta. Desde muy pequeño solía jugar con mi padre, él era realmente un genio en este juego. Nunca le he podido ganar una sola vez. ¿Tú juegas, Jeon?
—Sé lo básico, pero no me considero un experto. Juego de vez en cuando con mis amigos. —sonreí— ¿Usted qué tan bueno es?
—¿Me estás retando?
El señor Heon sacó dos tacos de madera y arrojó uno a mí, el cual atrapé sin problema.
—¿A cuál juegas, hijo?
—Bola ocho. —elegí la única modalidad de juego que conocía. Él sonrió en respuesta.
—¿Sabes? Siempre quise un hijo con quien jugar esto. Antes de saber siquiera que Cleo sería una niña, deseé con todas mis fuerzas que fuese un niño, aunque tampoco me arrepiento de la bella princesa que tengo ahora. —rió pareciendo tener en su mente a Kim.
«Princesa», que apodo tan extraño para ella.
—¿Por qué nunca le enseñó a jugar?
—Lo intenté, pero no funcionó. Le da miedo la bola ocho porque piensa que es malvada. —reí ante un miedo tan ridículo por parte de Kim. Ya tengo algo con qué molestarla— Siempre quise un hijo con el que jugar deportes, enseñarle muchas cosas y transmitirle los valores importantes de la vida. Los mismos que me transmitió mi padre.
—Me imagino que con ella eso no fue posible. —dije mientras lo veía posicionarse frente a las quince bolas.
—Es testaruda. Sacó la cabeza dura de su madre. —golpeó con fuerza la blanca, ocasionando una dispersión entre todas ellas pero sin embocar ninguna— Pero es parte de su encanto.
Vaya encanto.
—Digamelo a mí. —dije con gracia recordando todas las veces que Kim me complicó la existencia y las que deben por haber— Yo... nunca he tenido una figura paterna de la que haya podido aprender. Ni siquiera sé jugar fútbol.
Me pocisione en un extremo de la mesa para golpear una de las rayadas, pero sin el resultado esperado, pues no conseguí hacerla entrar en el hueco.
Pensándolo bien, creo que lo más cercano a una figura paterna son SeokJin y NamJoon. Jin me regaña como si fuera un mocoso. Y NamJoon, en el momento que lo conocí, me defendía de todo. Aunque ya no es necesario porque sabe que puedo hacerlo yo solo.
—¿Y tu padre?
—Nos abandonó. Pasaron muchas cosas, él no trataba bien a mamá y al final optó por dejarnos. —retrocedí dándole espacio.
Por primera vez me sinceraba ante alguien y dejaba conocer parte de los sentimientos que más me afectan. Mi familia es algo de lo que no me gusta hacer conversación. Pero me gusta sentir esta confianza con el señor Kim.
—Lamento oír eso, hijo. Algunas personas simplemente no están capacitadas para algunas cosas y sólo toman malas decisiones. —se acercó a mí y palmeó mi espalda. Un gesto tan pequeño pero tan reconfortante para mí— Lamentablemente, pocos son verdaderos hombres. Pero me alegro de que a pesar de todo, no hayas tomado un mal camino.
—Tampoco tomé el mejor camino. Siempre estoy metido en algún tipo de problema o pelea, hago sufrir a otras personas. Soy malo para los demás.
El sonido de una de las tantas bolas siendo golpeada y embocada en uno de lo huecos atrajo mi vista que se encontraba perdida en el suelo.
—Es difícil manejar el dolor y eso nos hace cometer errores, algunos peores que otros. —otra esfera rodó a uno de los agujeros— Y creeme que sé de lo que te hablo. Lidio y convivo con dos personas así. —dijo con gracia.
Pensé en aquél par de mujeres que ahora mismo debían estar cocinando.
»Aunque creas estar en un mal camino, recuerda que podrías estar en uno peor. Ahora mismo podrías estar por las calles robando y matando, o drogado en algún callejón. —hizo otra de sus jugadas con éxito— No matas, ni te drogas, ¿verdad? —me miró dudoso, esperando la respuesta querida de mi parte.
—No, señor Kim. Puede estar tranquilo. —reí divertido por esa idea.
En parte tenía razón. Después de todo lo que ha pasado, ¿Qué probabilidades habían de que yo continuara estudiando?
—Que bueno. No me gustaría que mi hija salga y sea novia de un loco.
Otra vez ese calor.
—Ella y yo no...
—La última vez que un chico dijo eso resultó que andaban juntos desde hace hace más de un mes. —apreté mis labios nervioso de sólo imaginarme en una situación así con Kim.
Por otro lado, mi mente se concentraba en lo que había dicho. ¿Qué chico? Park me parece ilógico. Me imagino que será alguien mucho antes de conocerla.
—Sea lo que sea que pase entre tú y mi hija, solo te pediré una cosa. —otro golpe a uno de esos tanto materiales de acrílico resonó con fuerza en toda la habitación— No la lastimes, ella ya sufrió lo suficiente. —levantó su cuerpo para mirarme fija y seriamente.
Admito sentirme intimidado por esa mirada.
»Al igual que tú, ella no tomó un buen camino. También tomo malas decisiones y malas acciones, y en gran parte me responsabilizo por ello.
Eso último había atraído mi atención, siendome raro aquello. Kim es esa mocosa que el primer día de clases me regañó por no tener modales, ¿Y ahora me están diciendo que ella era igual?
—No supe guiarla, ni cuidarla lo suficiente, y para cuando me di cuenta creí que sería demasiado tarde. Pero alguien pudo ayudarla cuando yo no. —miraba y escuchaba con atención cada uno de su movimientos y palabras— A veces solo basta una persona para darnos cuenta de qué somos, lo que no queremos y lo que queremos ser. Por eso, no alejes a las personas que les importas.
—Dudo importarle demasiado a alguien.
Máximo serían los chicos, pero ¿Realmente les importaría tanto?
—Cuando sea el momento indicado, verás quienes valen la pena. —finalizó golpeando la última bola ocho y embocandola en un golpe perfecto— ¿Y bien?
Mis hombros rectos cayeron con paesar al ver como me había ganado en tan solo un turno. Cuando dijo que era bueno no me imaginé que tanto.
—Sorprendente, señor Kim. —dije verdaderamente sorprendido. Dejé a un lado el taco apoyado contra la mesa al ya no tener nada más que hacer con él.
—Y eso que te di ventaja al principio. —un llamado desde el pasillo nos anunciaba el acabado de la cena— ¿Vamos?
Asentí.
Por primera vez en la vida, experimento lo más parecido a una charla padre e hijo.
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