La guerrera durmiente: la mal...

Da LeireCortes_

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✨ Retelling de La Bella Durmiente, donde Aurora se salva a sí misma y es lesbiana ✨ Aurora vive enc... Altro

Información importante
Dedicatoria
❁ Capítulo 1 ❁
↠ Capítulo 2 ↞
❁ Capítulo 3 ❁
❁ Capítulo 4 ❁
❁ Capítulo 5 ❁
↠ Capítulo 6 ↞
❁ Capítulo 7 ❁
↠ Capítulo 8 ↞
❁ Capítulo 9 ❁
↠ Capítulo 10 ↞
↠ Capítulo 11 ↞
❁ Capítulo 12 ❁
↠ Capítulo 13 ↞
❁ Capítulo 14 ❁
↠ Capítulo 15 ↞
↠ Capítulo 16 ↞
☰ Capítulo 17 ☰
❁ Capítulo 18 ❁
↠ Capítulo 19 ↞
❁ Capítulo 20 ❁
❁ Capítulo 21 ❁
↠ Capítulo 22 ↞
↠ Capítulo 23 ↞
❁ Capítulo 24 ❁
↠ Capítulo 25 ↞
❁ Capítulo 26 ❁
❁ Capítulo 27 ❁
↠ Capítulo 28 ↞
❁ Capítulo 29 ❁
↠ Capítulo 30 ↞
❁ Capítulo 31 ❁
↠ Capítulo 32 ↞
❁ Capítulo 33 ❁
❁ Capítulo 34 ❁
↠ Capítulo 35 ↞
❁ Capítulo 36 ❁
↠ Capítulo 37 ↞
❁ Capítulo 38 ❁
❁ Capítulo 39 ❁
❁ Capítulo 40 ❁ (nuevo)
↠ Capítulo 41 ↞ (nuevo)
❁ Capítulo 42 ❁ (nuevo)
↠ Capítulo 43 ↞ (nuevo)
❁ Capítulo 44 ❁ (nuevo)
↠ Capítulo 45 ↞ (nuevo)
❁ Capítulo 46 ❁ (nuevo)
☰ Capítulo 47 ☰ (nuevo)
↠ Capítulo 49 ↞ (nuevo)
❁ Capítulo 50 ❁ (nuevo)
↠ Capítulo 51 ↞ (nuevo)
❁ Capítulo 52 ❁ (nuevo)
↠ Capítulo 53 ↞ (nuevo)
❁ Capítulo 54 ❁ (nuevo)
❁ Capítulo 55 ❁ (nuevo)
↠ Capítulo 56 ↞ (nuevo)
❁ Capítulo 57 ❁ (nuevo)
❁ Capítulo 58 ❁ (nuevo)
↠ Capítulo 59 ↞ (nuevo)
❁ Capítulo 60 ❁ (nuevo)
↠ Capítulo 61 ↞ (nuevo)
❁ Capítulo 62 ❁ (nuevo)
Fin del primer libro
Secuela: La Heredera Durmiente

❁ Capítulo 48 ❁ (nuevo)

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Da LeireCortes_

En cuanto los Líderes habían comenzado a discutir, corrieron a Aurora, que decidió ir a ver cómo estaba Nairi. Un médico estaba a un lado de ella, vendando su brazo; todo su torso estaba cubierto en vendas, simulando ropa. Todavía tenía varias heridas al aire, así que se ofreció para vendar ella también.

Limpió las heridas restantes y las vendó. Le dolía verla tan vulnerable y demacrada. Acarició su cabello y el corazón se le encogió. Pensó que cuando la viera todo estaría bien pero, aunque lo mejoraba, su mente pensaba una y otra vez en que era responsable de dos muertes. Verla tan herida no era consuelo.

Todo había salido mal.

—¿Estará bien pronto?

El médico se encogió de hombros.

—Parece que logramos limpiar las heridas a tiempo; si no se infecta, creo que podrá estar bien. La mayoría de las heridas deberían comenzar a cerrar en una semana, quizá poco más.

Aurora asintió y le agradeció. Se quedó las siguientes horas acariciando su cabello y tomándola de la mano, cantándole. Llorando. Sentía que el mundo se le estaba desmoronando.

Se quedó dormida a un lado de ella, en el suelo, hasta que Halli la levantó por la mañana.

—Los Líderes te están buscando —dijo una vez Aurora había despertado.

—Pero Nairi...

—Ve. Yo la cuidaré.

Se abrazaron y Aurora salió de la Médica rumbo al Centro con un gran peso en el pecho y un nudo en la garganta. Tocó a la puerta de la cabaña, entreabierta, y oyó cómo le gritaban que pasara.

Todos los Líderes vivos, a excepción de Lanaia, permanecían sentados en sus respectivos lugares. El lugar de Yamin estaba cubierto con una tela blanca.

Notó cómo todos tenían una raya de pintura negra en el pómulo derecho. Supuso que sería del luto.

—Aurora —llamó Caelina. Se levantó de su lugar y se plantó frente a Aurora, que se mantenía con las manos en la espalda y la mirada al frente. Temblaba—. Hemos decidido que, desde ahora, no eres comandante de La Resistencia, y serás enviada a Durga en cuanto se haya decidido el nuevo Líder.

Aurora tragó saliva y asintió.

—Entendido, Líder Caelina —murmuró con la mayor firmeza de la que fue capaz, pero su corazón se rompía en miles de fragmentos.

La estaban alejando de Nairi. Entendía el porqué; después de todo, ella era un peligro para el campamento, ahí tan cerca, sin seguir las reglas. Se había equivocado, y ahora tendría que pagar por las consecuencias de sus actos. Aunque le doliera.

—Puedes retirarte.

Se despidió con un asentimiento y salió del Centro sintiendo las lágrimas en sus mejillas. Cuando llegó a la Médica, Halli doblaba telas y las guardaba en un cajón. La observó y le regaló una sonrisa de medio lado.

—¿Estás bien?

Aurora negó.

—Es todo mi culpa.

Halli la abrazó y acarició su espalda.

—Shhh, está bien —susurró a su oído mientras ella lloraba en sus brazos—. Tranquila. Está bien.

Pero no lo estaba. Aurora no era estúpida, entendía bien que dos muertes no eran una nimiedad; ahora, ¿una de ellas siendo el jodido Líder de La Resistencia? Esta vez lo había hecho mal. Muy mal, todo mal.

Se odiaba.

—Quizá te hará mejor ir a presentar tus respetos —dijo Halli cuando se separaron. Limpió las lágrimas de las mejillas de Aurora—. Yo no he ido, pensé que podríamos ir juntos.

—¿A dónde?

—A donde los están velando. La gente más cercana a los difuntos se quedan ahí veinticuatro horas, sacrificando su sueño en ofrenda a los que ya no están. Nosotros iremos a presentar nuestros respetos, como todos, ¿te parece?

Aurora asintió.

—Bien, entonces. Ve, dúchate, ponte ropa limpia, come algo. Te espero aquí en dos horas.

—De acuerdo.

La ducha, la comida, el ambiente otoñal lleno de un agradable aire... Nada la hizo sentirse mejor. Era una mierda de persona, había pensado en ella y sólo en ella, en lo que ella quería, no en lo que era mejor para los demás. Había dejado a toda La Resistencia sin líder, y había hecho que mataran a un soldado inocente.

Ahora tendría que cargar con ello el resto de su vida.

Halli la recibió dos horas después y la saludó con una sonrisa de labios cerrados.

—¿Ningún cambio? —preguntó Aurora señalando a Nairi. Halli negó.

—Me temo que no. —Tomó un pequeño bote de metal de su bolsillo, hundió sus dedos en él y los pasó en una línea sobre el pómulo derecho de Aurora y luego sobre el propio—. Vamos.

Enganchados por el brazo, ambos caminaron hasta una nueva carpa negra que el día anterior no estaba, justo a un lado del Cuarto de Armas. Era mucho más alta que las demás, y resaltaba mucho, sobre todo tan cerca de otras carpas habitacionales, blancas y pequeñas.

Entraron. Había dos mesas y dos sillas: en la primera mesa, Yamin yacía vestido de blanco. A su lado, en la silla, Lanaia permanecía con la vista gacha y su cabello castaño agarrado en un chongo por encima de su cabeza. Cuando alzó la mirada, Aurora notó lo ojerosa que estaba. Se notaba que llevaba ya un largo tiempo sin dormir.

A su lado, Atli permanecía con la mirada fija en la mesa a un lado de él, donde sólo se encontraba una sábana que cubría comida y el nombre de Tatius tallado en madera en la orilla de la mesa.

Aurora tragó saliva. Ni siquiera habían podido tener un cuerpo al que velar. Y todo era su culpa.

Caminaron primero con Yamin y Halli se arrodilló al lado de la mesa. Aurora lo imitó. Se quedaron ahí un par de minutos hasta que Halli se paró y se volvió a arrodillar frente a Lanaia. Aurora volvió a hacer lo mismo, y tomó la mano izquierda de su amiga cuando Halli tomó la derecha.

Le sorprendió que Lanaia no la hubiera corrido.

—Lamentamos tu pérdida —dijo Halli. Lanaia asintió.

—Que Crigerl le otorgue vida eterna y lo tenga en su gloria —murmuró Lanaia.

—Que sea según sus deseos —respondió Halli y Aurora lo repitió.

Quería disculparse con Lanaia, explicarse, ¡algo! Mostrarle lo arrepentida que estaba, pero el gesto de Halli y la solemnidad del rito mantuvieron sus labios sellados. El mismo ritual se repitió con el altar a Tatius y con Atli, que mostraba las mismas ojeras que Lanaia.

Atli, sin embargo, no era religioso, así que respondió diferente.

—Que descance en paz.

—Que descance en paz —repitieron Aurora y Halli al mismo tiempo.

Salieron de ahí minutos después y Aurora se sentía incluso más perdida y triste que antes. Sentía una deuda con ambos, y se lamentó cuando se dio cuenta de que era una deuda que jamás podría pagar.

❁ ❁ ❁

Nairi aún no había despertado cuando las veinticuatro horas de velo terminaron. El médico le dijo que era normal, pues le había dado un sedante y dormiría por un poco más, pero Aurora se lamentó de que, cuando despertara, todo el rito funerario ya habría terminado.

En el campo de entrenamiento, la mesa donde estaba el cuerpo de Yamin y la que tenía comida en honor a Tatius descansaban en medio de todos. Había antorchas rodeando sus mesas y todos los habitantes del campamento formaban un círculo alrededor del fuego. Se tomaron de las manos y Lanaia comenzó a rezar:

—Crius, señor nuestro, dale a tu fiel siervo una vida próspera en el más allá. Ligeia, diosa nuestra, otórgale a tu fiel servidor un descanso lejos de la turbulencia del mundo terrenal —dijo con voz trémula—. Jarl, dios nuestro, otórgale la felicidad que brinda servirte durante nuestra vida mundana. Por favor, Crigerl, dios supremo —rezó, en voz más alta esta vez, denotando la rama del crigerlismo que seguía—, permítele el descanso y nuestra propia paz interior. Que tu siervo, Yamin de Andraste, encuentre la felicidad que no tuvo en tierra, y permítenos un feliz reencuentro cuando nuestro momento llegue. Que sea según tus deseos.

—Que sea según tus deseos —respondieron todos al unísono.

Luego Atli habló:

—Ni Tatius ni yo creíamos en nada, así que no tengo ningún rezo para hacer. Sólo le ruego al mundo, al universo y a su propia alma, que Tatius descanse en paz.

—Que descanse en paz —dijeron todos al unísono.

Un grupo de soldados comenzaron a retirar las antorchas y a cargar las mesas hasta dentro del bosque. Lanaia y Atli cargaban una antorcha cada uno mientras caminaban ceremoniosamente hacia la zona del entierro.

Estaba oscuro y hacía frío. Las veinticuatro horas habían empezado y terminado a la media noche, así que el entierro sería en la oscuridad.

Rodeando el lugar del entierro, los soldados que llevaban las antorchas comenzaron a clavarlas en la tierra alrededor del gentío, iluminando el bosque lo más que se podía.

Se cavaron dos hoyos en la tierra, se envolvió el cuerpo de Yamin en una sábana blanca y se enterró en uno de ellos; en el otro, todo el altar de Tatius se dejó caer y pronto ambos hoyos habían desaparecido. Lanaia tomó unas pocas semillas de un saco que Atem sostenía y las esparció en una sección de donde estaba enterrado Yamin. Luego Atli hizo lo mismo en la sección donde estaba enterrado el altar a Tatius. Algunos de los presentes hicieron lo mismo, dejando caer un poco de semillas sobre las tumbas. Aurora dejó un par de semillas en ambas tumbas y volvió a su lugar. Un par de soldados tomaron un poco más de tierra y cubrieron las semillas.

Atem acercó un gran barril de agua y tanto Lanaia como Atli llenaron un vaso y lo vaciaron sobre las tumbas. Los que no habían puesto semillas ni tierra se acercaron, llenaron un vaso y regaron las semillas plantadas.

Al terminar, Lanaia suspiró y comenzó a hablar.

—Hermanos y hermanas, cinco minutos de silencio por la pérdida de Yamin de Andraste y Tatius de Gerd.

En el silencio de la noche, Aurora estuvo muy consciente de los sonidos de la naturaleza, de los sollozos de la gente, de la mano de una niña a su lado que tomó la suya.

Al menos deseaba que las almas de Yamin y Tatius descansaran de verdad en un lugar así, tan calmado y pacífico.

—Hora de algunas palabras —anunció Lanaia—. Yo comenzaré. —Aurora odiaba oír la voz de su amiga tan vacía y rota, cuando normalmente estaba tan llena de vida—. Yamin era un ser maravilloso, un verdadero agente de Crigerl. Él me dio un segundo hogar, una segunda familia, y jamás lo olvidaré. Era un hermano para mí —sollozó—, y ahora sólo espero que en su siguiente vida pueda ser al menos la mitad de feliz de lo que me hizo a mí, porque eso es todo lo que necesita.

Parecía querer seguir hablando, pero su voz se terminó de quebrar y Atem la abrazó con fuerza.

La gente habló por horas acerca de Yamin y Tatius, más del primero que del segundo. Sobre el buen líder que había sido, sobre cómo les había salvado la vida a tanta gente, sobre cómo era la esperanza de la gente, de un pueblo que tanto había sufrido.

Cada palabra incrementaba la culpa dentro del pecho de Aurora. Y cuando comenzaron a cantar, todos tomados de la mano, Aurora no pudo contener las lágrimas. Todo era demasiado.

Cuando volvieron al campamento, ya eran pasadas las tres de la madrugada. Los Líderes convocaron a todos habitantes a reunirse en la zona de la cafetería. Domitia se paró en una de las mesas y gritó:

—¡Atención, atención! —Los murmullos desaparecieron—. Sé que es tarde y que todos se quieren ir a dormir. La pérdida de nuestros hermanos, Yamin y Tatius, nos dolerá por mucho tiempo, y la pérdida de nuestro líder será un gran desajuste y reajuste de las cosas aquí. Es por eso que, dentro de una semana, se celebrarán las elecciones del siguiente líder. Toda esta semana es su deber, como miembros de La Resistencia, hablar entre ustedes y elegir a sus candidatos. En la asamblea de la siguiente semana los presentarán y entre todos nosotros votaremos. —Los murmullos volvieron. Aurora ni siquiera quiso saber qué decían—. Elijan sabiamente, porque tiene que ser alguien en quien confíen, que admiren, que los inspire. Como nuestro Yamin. —Pausa—. ¡Mientras tanto! —gritó en un intento de acallar el bullicio—. Los Líderes hemos elegido a la Líder Caelina, del sector militar, para ser la Líder Interina. ¿Caelina?

Caelina se subió sobre la mesa, a un lado de Domitia, y asintió:

—Cualquier cosa que necesiten saber o decirme, me pueden encontrar en mi tienda, la L-2. Buenas noches.

La multitud comenzó a dispersarse y Aurora volvió a la Médica a un lado de Nairi.

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