Color Club: Dandelion | Ash L...

Par Tsundere_Kitty

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El conjunto de vivencias colorean tu corazón hasta alcanzar una gama determinada, el cual, definirá todos tus... Plus

Introducción.
As i lay in roses.
Written in blood.
Happy birthday, onii-chan.

Hey! I'm your fanboy.

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Par Tsundere_Kitty

✩ Pedido realizado para: LennaKurisu

✩ Género: Fluff /Romance/ Drama.  

✩ Ship: AshEiji. 

✩ Advertencias: Contiene sentido de humor estúpido. 

✩ Notas del autor: Lenna, mi vida, siento que escribí cualquier otra cosa a lo que me pediste, me consumió demasiado fuerte la idea de un Eiji idol y se salió de mis manos, me alargue muchísimo en los coqueteos porque me encanta la torpeza en esa fase y fue inconsciente, pero traté de hacer lo mejor que pude con tu maravillosa premisa, espero que sea de tu agrado, lamento de antemano la idiotez y tantos brillos. Tú ya me conoces.

¡Muchas gracias por leer! 

No existió melodía más devastadora que el silencio entre sus labios y su corazón.

Cabello de fulgor dorado, piel tallada en porcelana, ojos vanagloriados por el jade, facciones angelicales. El deleite americano en Tokio, el rompecorazones de la facultad de literatura, el chico que logró aplastar con su desmesurado ingenio a los académicos más importantes del país.

¿Quién era él?

—¡Eiji, te amo!

Un fanboy.

—¡Él me miró! ¡¿Shorter, lo viste?! —Las entrañas del aludido fueron aplastadas contra el barandal de metal cuando la multitud se puso a cantar, el aroma lo tenía mareado y sus piernas parecían a punto de quebrarse por el cansancio. Él odiaba los conciertos—. ¡Él me miró!

—¡¿Qué no tienes vergüenza?! —Él trató de respirar, sin embargo, fue imposible en aquella claustrofóbica galería, alguien le golpeó la nariz antes de que comenzaran a agitar varitas luminosas en el aire—. ¿Por qué te acompaño a estas cosas, Ash? —El nombrado bufó.

—Yo te acompañé a raparte a la peluquería y no dije nada. —Las mejillas le habrían ardido por la vergüenza sino estuviese tan sofocado debajo de la multitud, los gritos le quebraron los tímpanos cuando se pusieron a cantar el coro.

—¡Hombre! ¿Por qué te gusta tanto? —El suspiro del rubio le heló la sangre, un escalofrío le erizó la columna vertebral—. Ni siquiera canta bien. —Ver al infame Ash Lynx con una bandana contra la frente, un ridículo estampado de nori nori y un cartel gigantesco proclamando su amor eterno fue asqueroso.

—¿Qué fue lo que dijiste? —Él tragó duro—. Él es el idol más talentoso de todo Japón. —Queriendo reafirmar su punto él agitó el letrero, la estridencia de la gradilla lo incitó a acercarse—. Además él es absolutamente adorable. —El moreno se tuvo que quitar los anteojos para mirar a la estrella.

—Ni siquiera lo podemos ver desde acá. —Aunque Ash había gastado hasta su último yen para comprar aquellos boletos de lujo, ellos apenas podían distinguir una mancha en la gigantesca pantalla led—. Este concierto está sobrevendido. —Los lentes cayeron por el balcón cuando alguien lo empujó, el puchero fue inminente.

—Claro que no, ahí está. —Por mucho que él apuntase, Shorter no pudo distinguir a las pequeñas hormigas que bailaban en el escenario—. ¡¿Lo viste?! ¡Él me miró! —La mueca de desagrado fue grosera y bruta.

—¿Entonces te lo quieres coger? —El rubio se atoró con sus propios gritos ante tan descarada interrogante, el calor le quemó desde la nariz hacia las orejas.

—No es eso. —El cansancio en sus brazos arrastró al cartel hacia las graderías inferiores—. Yo lo admiro, creo que su música es genial. —La incredulidad en el rostro de su mejor amigo le pareció molesta.

—Claro. —Él alzó una ceja. Ash odiaba estar teniendo esta conversación en medio de tan despampanante presentación, si lo seguía distrayendo él se perdería el cambio de vestuario—. ¿De la manera más heterosexual posible?

—Exacto. —Él asintió, con seriedad.

—¡Ash, está mirando para acá! —Como si fuese un gato en alerta él volteó su rostro hacia el escenario, frenético.

—¡Eiji! ¡Eiji, te amo! —La carcajada de Shorter Wong le hizo añicos el orgullo.

—Súper heterosexual. —Él se tuvo que apretar el vientre para contener el estruendo de su risa, lágrimas bordearon desde sus mejillas hacia su mentón—. Si las chicas de la facultad supieran esto perderías tu reputación. —La humillación le ardió en las venas.

—¡Que no es eso! —Él bufó, tratando de concentrarse en el concierto.

No era su culpa que Eiji Okumura fuese el hombre más lindo sobre la faz de la tierra, no tenía nada de malo contemplar semejante belleza y encandilarse por el talento.

¿Verdad?

Mudarse a Tokio fue una odisea, aunque la oferta laboral que le hicieron a Griffin fue un buque de estrellas él no estaba listo para el shock cultural. Por muy inteligente que fuese Aslan aún le costaba adaptarse a las costumbres tan rígidas que Japón ofrecía y a lo minucioso del idioma, porque para él era una ridiculez que una palabra se pudiese escribir de tres diferentes maneras con trazos tan similares. Ahogarse fue inevitable dentro de ese apartamento, él había quedado en una excelente universidad, no obstante, no se lograba acostumbrar. Refugiarse en sus escritos y plantar un campo de espinas a su alrededor lo hizo profesarse a salvo.

¿Cuándo se enamoró de su música?

Él lo vio por casualidad en la televisión mientras Griffin preparaba la cena. Lo que él sintió cuando Eiji Okumura subió al escenario fue indescriptible, el estómago le revoloteó con chispas, el corazón le palpitó con ferocidad, la garganta se le cerró, las manos se le crisparon contra las rodillas. La imagen fue sublime. ¿Cuántas horas lo estuvo viendo? ¿Dos? ¿Tal vez tres? Él no lo supo ni tampoco le importó, porque su expresión fue maravillosa, eso lo atrapó. Aslan Jade Callenreese no sabía que los humanos podían volar hasta que lo contempló cantar. En ese momento supo que admiraría con una devoción inquebrantable al «Fly boy»

Y lo que comenzó como un inocente fanatismo se le salió de las manos. Su habitación se hallaba plagada con los posters del idol, sus ahorros se esfumaban en boletos de concierto, su celular se encontraba repleto de sus canciones, él era la musa de sus escritos, la inspiración para sus latidos, su delirio pecaminoso. Pero Shorter tenía razón, no podía dejar que ese chico le costase su reputación, necesitaba imponer respeto.

—¿Aslan, a dónde vas? —Y esconderse en la biblioteca de la facultad era su mejor opción.

—No me puedo concentrar. —Griffin suspiró, despegando su atención del ordenador.

—¿No puedes escribir? —El más joven asintió—. Bien, pero no llegues tarde, hoy prepararé algo delicioso para cenar. —Él sabía que a su pequeño hermano le estaba costando el cambio cultural, darle la libertad para enamorarse de Tokio era su estrategia secreta.

—Claro. —Su atención fue absorbida por el monitor—. ¿Ese es tu nuevo poema?

—Si, lo tengo que presentar para la editorial. ¿Qué piensas? —Aslan le regaló una mueca astuta antes de acomodarse la mochila sobre el hombro.

—Es tan cursi que parece escrito por una adolescente enamorada. —El ceño se le tensó—. No te esfuerces en componer romance sino sabes nada sobre ello. —Sus dedos se crisparon contra las teclas, que él tuviese una lengua tan afilada era un problema.

—Lo dice el experto en el amor. —Sin embargo, él amaba lo insolente de esa personalidad.

—¿No has visto a mi club de fans? —Él le regaló un guiño orgulloso antes de salir del apartamento.

La biblioteca de la facultad era su refugio, la inmensidad de la construcción era una oda para la gloria, una infinidad de manuscritos suspendía en hileras hacia el cielo, la sinestesia entre los matices de las portadas y la fragancia del papel le resultó exquisita, él adoraba sumergirse entre las letras para que estas se le tatuasen en el alma, era adictivo. Él subió hacia el último piso antes de acomodarse en su rincón, como estaban de vacaciones habían pocos estudiantes alrededor. Le encanta esa paz. Él se puso sus audífonos, buscó la playlist dedicada exclusivamente al japonés y empezó a escribir.

La inspiración lo amparó durante toda la noche.

Él se mantuvo abstracto de la realidad hasta que la palma se le acalambró contra el lápiz y los auriculares le dejaron marcas en las orejas. Él se estiró, la noche ya se había colado por las ventanas de la biblioteca y su celular se encontraba atiborrado con llamadas perdidas. Él guardó sus cosas, dispuesto a salir hasta que escuchó un llanto. La ansiedad lo congeló, él aún no entendía bien las normas de convivencia social en Japón, meterse con un extraño sería un lío, lo mejor sería salir con sutileza y regresar a casa.

—Maldición.

Él se mordió el labio, siguiendo el quejido por los pasillos.

—¿Hola? —El aliento se le agolpó en la tráquea tras vislumbrar a un tembloroso ovillo al final del pasaje—. ¿Estás bien? —El mundo de Ash Lynx cambió para siempre cuando ese chico alzó el mentón.

Ojos grandes y rasgados, oscuros como una noche carente de estrellas pero más transparentes que la infinidad del océano, cabello esponjado, piel pálida aunque coloreada por la pena, nariz pequeña y una expresión tan bonita que le derritió el corazón. Él se tuvo que agarrar el pecho para controlar la estridencia de sus latidos, no fue hasta el décimo parpadeo que él comprendió que ese rostro tan angelical le pertenecía a Eiji Okumura. Su musa, su admiración y su inspiración estaba justo al frente de él.

Fue amor a primera vista.

—Yo... —Pero él debía mantener la calma, esta era su oportunidad, él debía mostrarse cool, después de todo él era el lince de Nueva York—. No quería entrometerme pero te escuché y como soy un caballero vine a ver que estuvieses bien. —Sus piernas se tropezaron entre ellas para que él chocase contra el estante y los libros le cayesen en la cabeza.

—¿Estás bien? —Él se acarició la frente, el golpe lo había tirado al suelo—. Fueron muchas enciclopedias.

—Estoy bien. —Él contuvo el aliento, pasmado, aún en la oscuridad él se vio atrapado por el resplandor en esas pupilas, sus palmas se aferraron a la alfombra como anclaje contra el ensueño.

—Lo siento, no sabía que habían más personas en esta sección. —Eiji Okumura era mucho más hermoso de cerca—. ¿Estabas estudiando? —Sus manos juguetearon sobre su estómago, sus hombros se relajaron contra el librero, el polvo se convirtió en una bruma cristalina cuando se apoyó a su lado.

—Estaba escribiendo, pero no te preocupes, no era la gran cosa. —El japonés atrajo sus rodillas hacia su vientre, como si la acción lo pudiese proteger de la realidad—. No quiero escucharme como un entrometido o algo así, pero... —El silencio lo hizo vacilar—. ¿Estás bien?

—No. —La perplejidad que Eiji esbozó fue tan sincera que le arrebató los latidos—. Creo que no lo estoy. —Él tragó, armándose de valor antes de seguir indagando.

—¿Puedo saber qué te puso así? —La pregunta escapó empañada por un tartamudeo, él se frotó el ceño, odiaba que su galantería se viese aplacada por los nervios, sin embargo, era inevitable.

Él realmente le gustaba.

—Supongo que lo es todo. —Sus sentimientos eran un frasco de mariposas encerradas, él podía sentir los aleteos arremetiendo contra el cristal mientras los colores se asfixiaban—. Siento que nada de lo que hago es suficiente.

—¿Suficiente? —Él asintió, temiendo que ese cosquilleo pereciera.

—Yo soy algo así como un idol. —El americano fingió demencia con un tosco movimiento de hombros—. El Fly boy.

—Sí, creo que alguna vez escuché hablar de ti. —Porque él no podía decirle que estaba absolutamente enamorado de la magia que hacía sobre el escenario, claro, de la manera más heterosexual posible—. No debes ser muy famoso.

—Probablemente no lo soy. —Sus yemas se deslizaron sobre las portadas de los libros, la aspereza de las letras le resultó graciosa. Él se dio coraje al estar tan rebalsado—. ¿Sabes? Amo hacer música, componer y cantar lo son todo para mí, es una pasión un poco tonta pero realmente la disfruto. —La melancolía matizada en su sonrisa le arrebató el aliento.

—¿Te gusta estar sobre el escenario? —Él asintió.

—Poder compartir lo que adoro con el mundo no tiene precio. —Sus palabras fueron bajitas, casi con temor a ser pronunciadas—. Pero últimamente no parezco gustarle a nadie.

—¿Qué? ¡Eso es mentira! —La sangre le hirvió, la cabeza le punzó, sus palmas se convirtieron en puños. ¿Quién diablos era tan estúpido como para no reconocer la perfección del Fly boy? Él quiso ir a estamparle un puñetazo a cada uno de esos imbéciles

—Las redes sociales son crueles.

—¿Y qué? —Pero se contuvo—. Si tú estás satisfecho con tu música eso es todo lo que importa. —Más crucial que su fanatismo era hacerle saber que él hacía lo suficiente.

—Ojala la disquera pensara de la misma manera. —Porque maldición, lo era—. Pero gracias. —La sonrisa de Eiji debió ser la imagen más preciosa jamás plasmada, él cerró los ojos, conteniendo la calma mientras el pecho se le llenaba de fuegos artificiales.

—¿Entonces estabas aquí para esconderte? —El moreno se encogió de hombros, sus zapatillas se deslizaron entre los libros y la alfombra, el eco le erizó la piel.

—Algo así.

—¿Quieres algo de compañía? —Griffin lo mataría por llegar tan tarde, no obstante, esta era una emergencia, el amor de su vida lo necesitaba.

—¿Puedo leer lo que estabas escribiendo? —La vergüenza le martilló la cordura, él asintió con parsimonia, era delirante que su musa evaluase las mismas letras que había inspirado—. Ahora que lo pienso no sé cómo te llamas. —Él sonrió, sabiendo que era su momento para lucir genial.

—Ash. —Él desprendió coquetería—. Ash Lynx. —Su voz escapó baja y sensual, él sabía el efecto que su acento tenía entre los japoneses, ese descarado sonrojo fue su confirmación. Tan intoxicante.

—¿Ash? —La pequeña «u» que pronunció se le deslizó como terciopelo bajo el corazón.

—Eres lindo. —Él parpadeó, sintiendo cómo los colores se le extendían por la cara—. La noche, me refiero. —Él se sacudió el pantalón antes de ofrecerle una palma, electricidad danzó cuando el moreno la recibió.

—Tú también eres lindo. —Él sonrió—. La noche, me refiero.

Encontrarse en la biblioteca de la universidad se volvió su costumbre inquebrantable, el japonés disfrutaba verlo escribir mientras que el americano se derretía de amor tras escucharlo componer, él ponía una expresión sumamente adorable cuando se frustraba. Los latidos en su corazón se habían convertido en un problema, porque cada instante que pasaba las mariposas aleteaban con más fuerza dentro de su corazón clamando por una salida, pero él no podía, se había vuelto un apoyo incondicional para el idol, él no traicionaría esa confianza por mucho que lo estuviese matando la atracción que ellos sentían. Pero estaba bien, esa tensión sexual era normal entre amigos, ¿verdad?

—¡Dijiste que estaba cerca! —Esa tarde ellos corrieron hacia su apartamento para refugiarse de la llovizna.

—Esta cerca, no es mi culpa que los ancianos corran tan lento. —El puchero que esbozó lo llenó de satisfacción, le encantaba provocarlo, él le alcanzó una toalla para que se pudiese secar—. ¿Necesitas un andador para moverte más rápido, onii-chan? —La mueca se tornó aún más rígida bajo tan grosera carcajada. Humillar a Eiji Okumura era su placer culpable.

—Eres malo.

—Tus amigos en el asilo estarán impresionados por tu hazaña. —Él apretó los párpados antes de sacarle la lengua. Ash se comportaba como si tuviesen décadas de diferencia cuando solo eran dos años.

—¿Aslan? —Griffin se asomó hacia el comedor, encontrar a su pequeño hermano empapado de pies a cabeza lo hizo suspirar, él acababa de trapear el piso—. ¿Al menos te limpiaste las zapatillas?

—Si lo hicimos. —Fue en ese momento que él se percató de una segunda silueta en su apartamento. La conmoción se le atoró en la garganta.

—¡Tú! —La sorpresa chispeó en sus ojos—. ¡Eres el chico en los posters de Aslan! —El nombrado enrojeció con violencia, humo estuvo a punto de escaparle por las orejas—. Mi hermano no te engañó para venir, ¿verdad? ¿Quieres que llame a alguien? —Las venas le arremetieron contra la frente.

—Somos amigos, está bien. —Él no sabía si era más humillante la petulante mueca de satisfacción que el idol estaba esbozando o que Griffin lo creyese un secuestrador en potencia.

—¿De verdad?

—De verdad. —El castaño apoyó su mano contra su pecho, aliviado.

—Aslan no deja de hablar sobre ti y lo mucho que te ama, realmente le gustas, por eso lo pensé. —Las señas histéricas del aludido lo detuvieron—. Le gusta tu música, no lo lindo que piensa que eres. —Él se golpeó la cara, deseando que algún evento cósmico fortuito lo salvara.

—¿Es así? —Por la descarada expresión que Eiji le regaló supo que no pasaría.

—¿Por qué no van al cuarto de Aslan? Yo les prepararé algo para comer.

Las carcajadas fueron inminentes cuando estuvieron a solas, el moreno tuvo que apretarse el vientre con fuerza mientras las lágrimas escurrían para poder respirar, ver al infame lince de Nueva York sonrojado hasta las orejas mientras temblaba por culpa de la vergüenza fue el placer más grande que pudo pedir. Él se la pasaba molestándolo y adoraba podérselo devolver. Una vez consumado el ritual de humillación él se dejó caer sobre la cama antes de repasar el cuarto, aunque no habían posters aún se veían las marcas de cinta adhesiva en la pared. Tan lindo.

—¿No dijiste que era un idol poco conocido? —Su puchero fue una caricia de sol, él lucía adorable cuando se comportaba como un niño berrinchudo en lugar de un sabelotodo.

—¿Me vas a molestar por siempre con esto? —Su espalda se deslizó contra la frazada, sus manos se acomodaron sobre su vientre.

—Sí. —Sus piernas se bambolearon hacia la alfombra, poder estar así, en esa pequeña burbuja de irrealidad era adictivo—. Tu hermano es una persona agradable. —El rubio bufó, imitando su postura.

—Estoy seguro de que lo hizo a propósito. —A Griffin le encantaba molestarlo por su admiración hacia el idol, supuso que era una especie de karma por configurar la radio para pasase exclusivamente a Eiji Okumura en lugar de Freddy Quinn.

—Tienes suerte de vivir con él, toda mi familia está en Izumo. —Su atención se enfocó en el techo—. No los veo seguido. —Una pequeña lámpara de neón había creado sombras curiosas contra el marfil, la sinestesia dorada le resultó preciosa.

—¿Te sientes solo? —Ash volteó su rostro, con timidez.

—Un poco. —Él se acarició la frente, un quejido escapó entre dientes por culpa de la fatiga, últimamente no estaba durmiendo bien, su contrato era exigente—. Pero tengo a Yue a mi lado así que no es tan terrible. —Sus cejas se arquearon.

—Él es tu compañero de cuarto, ¿no? —La almohada chirrió cuando asintió—. Se escucha como todo un personaje. —Y lo era, aunque Yut-Lung Lee solo era un aprendiz en la compañía su reputación de diva infundía terror hasta en el productor más fiero.

—También te tengo a ti. —El rubor en sus mejillas fue encantador, sus manos se rozaron con timidez contra la colcha, sus respiraciones se fundieron en una bruma de electricidad.

—Es verdad. —La sonrisa de Ash Lynx fue tan atractiva que le resultó surreal—. Me tienes a mí. —Él no lo admitiría en voz alta, sin embargo, cuando lo conoció creyó que era un ángel.

—Ash... —Él era una belleza sublime, el dorado de sus cabellos le resultaba cegador, la galantería en sus facciones era una burla para la palabra «perfección», su sonrisa era arrebatadora—. Estaba pensando algo. —Pero lo que más le fascinaba de ese hombre eran sus ojos.

—¿En qué estabas pensando? —Ese verde parecía hacerse más bonito cada vez que lo miraba.

—La disquera quería grabar algunas escenas para el siguiente video musical en la bahía de Tokio. —Los nervios le florecieron en la garganta cuando él se volteó—. Pero aún no encuentran a un modelo para que sea mi compañero. —Estaban demasiado cerca, él pudo percibir cada latido fundido con el rechinar del colchón, sus piernas se rozaron con torpeza.

—¿Me estás pidiendo que sea tu pareja, onii-chan? —La respiración le quemó el alma cuando lo tuvo encima, el perfume de Aslan era seductor, la fragancia era floral pero masculina, le sentaba a la perfección.

—Solo para algunas escenas del video. —Lo único que pudo saborear en ese centímetro de distancia fueron las ansias de su corazón—. ¿Estás interesado? —El más joven extendió su palma hacia la nuca del japonés, el tacto fue una inyección de endorfinas directo a su espina dorsal.

—Solo si me lo pides de una manera más romántica. —Eiji contuvo un suspiro bajo la dulzura del toque, él se deshizo en la infinidad de esos jades. Él se acercó, despacio, sus narices se rozaron, sus piernas se enredaron en la intimidad del colchón.

—Siempre se lo puedo pedir a tu hermano, él también es bastante guapo. —Su bufido lo hizo reír, porque sí, le encantaba esa actitud de gato caprichoso. La verdad adoraba todo de él. ¿Cómo no hacerlo? Aslan Jade Callenreese era embriagador.

—Si quieres que tu empresa quiebre por contratar actores feos, adelante. —Sus toques lo matizaron como si fuese un lienzo, suave y delicado, las cosquillas le aletearon en el estómago amenazando con romper su frasco—. Ahora que lo mencionas no sé si tienes novia, onii-chan.

—Oh... —Él se encogió antes de morderse el labio, el gesto fue delicioso—. Soy gay pero no puedo decirlo en voz alta por mi contrato. —Ash le agradeció a los miles de dioses japoneses en silencio antes de inclinarse aún más—. ¿Te incómoda?

—No. —La tensión lo asfixió, él se ahogó en el resplandor de esas obsidiana, su cuerpo se fundió con tan desmesurada calidez—. ¿Novio, entonces? —El cuello se le erizó cuando se lo susurró al oído, de repente él era demasiado consciente de cómo la voz del americano se le derretía en pétalos de flor.

—Tampoco. —Ahora era él quien estaba delineando el rostro de Aslan, él lo tocó, anhelando plasmar la canción más hermosa entre esos pómulos afilados y el dorado de sus pestañas—. ¿Tú? —Sus yemas se detuvieron sobre sus labios, él se inclinó.

—Tampoco. —El palpitar le retumbó en las orejas—. Pero creo que me gusta alguien. —Aunque la habitación estaba oscura—. Y creo que le gusto también. —Sus ojos fueron las estrellas más brillantes, Eiji enredó sus brazos alrededor del cuello de Ash, él dejó escapar un ronroneo por el tacto.

—Entonces deberías besarlo y averiguarlo.

—¡Chicos la pizza está lista! —El rostro de Griffin enrojeció al instante cuando entró al cuarto, él se cubrió los párpados con fuerza, apenado—. ¡Lo siento! —Vaya manera de enterarse de la sexualidad de su hermano.

—¡¿Por qué no tocaste antes de entrar?! —El japonés deseó morir por culpa de la vergüenza, él se refugió bajo la colcha mientras Ash se negaba a quitarse de encima.

—¿Qué fue lo que te enseñé? No hasta la tercera cita. —Como si fuese un lince al ataque él tomó una almohada antes de arrojarla contra la puerta.

—¡Griffin!

—La pizza se va a enfriar. —Él suspiró, aunque sospechaba del enamoramiento que su hermanito tenía por el idol jamás esperó que lo pudiese hacer realidad—. Apresúrense, luego de cenar podemos ver tus álbumes de niño. —Se alegraba por él. Mientras fuese una persona buena no le importaba el género de la relación—. ¡Debo contarle la historia de las calabazas!

—¿Calabazas? —Una matita azabache se asomó por la colcha.

—No lo quieres saber. —Oh, pero sí quería.

Y no dejó de burlarse de él por esa adorable historia.

Ser un modelo para un video musical resultó ser mucho más agotador de lo que él se imaginó, la paga era una miseria, los tratos eran precarios, los rumores le escurrían por la piel como veneno. Él odiaba el ambiente que la disquera ofrecía. Además, los productores eran realmente desagradables con el staff, él estiró sus piernas, su espalda se ahogó en el sillón del hotel, ayer estuvo a punto de quebrarle los dientes al director por hacer llorar al azabache. ¿Mediocre? ¿Simplón? ¿Sin talento? ¿En qué diablos estaban pensando esos idiotas? Sus yemas masajearon su sien en busca de paciencia. Si Eiji Okumura pudiese ser solo un verbo definitivamente sería «volar» porque él extendía las alas de su talento antes alzarse hacia la infinidad. Alto. Más alto que nadie. Tal vez Shorter tenía razón y era momento de aceptar que no había nada heterosexual en la violencia de sus latidos.

—¿Ash? —La mandíbula se le cayó—. ¿Puedo quedarme aquí esta noche? —El japonés lucía ridículamente adorable con ese horrendo pijama de nori nori, su cabello era una maraña esponjada, aquella expresión soñolienta solo lo encandiló. Mierda, era gay.

—¿Tu cuarto es incómodo? —Para poder grabar a primera hora en la bahía de Tokio llevaban días hospedándose en un hotel.

—Demasiado grande y solo. —La puerta se cerró con suavidad, aunque el cuarto de Ash era diez veces más pequeño que el suyo, este le gustaba mucho más, o tal vez lo que le encantaba era el americano atractivo en el sillón.

—Luces agotado. —Sus pies se arrastraron con pesadumbre por las alfombras, su cuerpo se desmoronó frente al más joven.

—Lo estoy. —Él dejó que su cabeza reposase sobre las piernas de Ash—. El director es exigente. —El rostro le ardió con ferocidad ante lo íntimo del roce, aun paralizado por la ansiedad él le acarició el cabello, el tacto le cosquilleó bajo las yemas, el aroma de Eiji le llenó los pulmones, siempre olía tan delicioso.

—¿Quieres que te mime?

—Sí quiero. —Él se restregó como si fuese un conejito complacido contra sus rodillas. El universo explotó solo para crearse otra vez y grabar este instante.

—Vaya, si descubren que te metiste en mi cuarto comenzarán a correr rumores. —La risilla del idol se sintió demasiado caliente contra su piel, el pecho le ardió.

—¿No lo sabes? —Sus brazos crearon un refugio para su mentón encima de las piernas de Aslan—. Ya existen varios fanfics de nosotros dos. —La idea no le desagradó, quizás debería echarles un vistazo más tarde, una mueca pícara coloreó sus facciones.

—¿Has leído alguno? —El rubor en sus mejillas fue tan intenso como alentador—. ¡Lo has hecho! —El más bajo chasqueó la lengua—. ¿De qué son, onii-chan? ¿Le hacen justicia a mi belleza?

—La mayoría te pone como pandillero. —Él se apartó, temiendo que pudiese escuchar la violencia de su respiración—. Siempre te hacen lucir genial. —La torpeza fue vergonzosa—. Eres genial... —De repente se olvidaron de cómo pensar.

—Tú también eres genial. —La suavidad con la que le acunó el mentón fue sofocante—. Eiji... —El nombrado apretó con fuerza los párpados, sintiendo cómo su propio frasco de mariposas se craquelaba.

—¿Te molesta la idea de ser visto de esa manera conmigo? —Los aleteos se tornaron insoportables entre las grietas de su corazón—. Ya sabes, románticamente. —La caricia entre sus narices fue tímida pero eléctrica, él pudo vislumbrar la clase de expresión que estaba esbozando en la infinidad de esos jades.

—No. —Así supo que Ash Lynx siempre lo había sabido—. Me encanta esa idea. —Porque era imposible disimular lo mucho que le encantaba, era como si todo el amor del mundo estuviese pendiendo dentro de sus ojos y se hubiese concentrado solamente para él.

—Que gracioso. —Sus músculos se sintieron débiles—. A mí tampoco me molesta. —Cada parte que él tocó se convirtió en fuego.

—No sé si me estoy haciendo una idea equivocada contigo, pero... —La galantería con la que lo contempló—. Si no quieres esto deberías detenerme ahora. —Lo dejó vacío—. Porque no creo poder parar. —Las emociones volaron en brisas de colores cuando la tapa de su frasco se abrió.

—Me gustas.

Él se arrojó a sus brazos para besarlo.

El resto de la noche se dedicaron a repartirse caricias, mimos y a reír nerviosos mientras sus sentimientos se sintonizaban.

La bahía de Tokio era una fantasía surrealista. Aunque el lugar estaba construido de manera artificial, la playa era un digno oasis paradisiaco para sus visitantes, un océano de cristal se extendía desde los imponentes rascacielos hasta los parques de ensueño, la arena era más resplandeciente que las estrellas, el amanecer había creado un contraste despampanante con los paneles de la producción, ellos se dieron la mano con torpeza antes de ensayar los pasos y bromear en el agua. Él sonrió, seguramente Ash Lynx era el único ser humano lo suficientemente atractivo como para verse aún más galante mientras las gotas suspendían entre el dorado de sus cabellos hacia su piel de marfil. Como si fuesen un imán él se unió a sus jugueteos. Las tomas fueron tan genuinas como maravillosas, esa mañana ellos formalizaron su relación.

Pero esa burbuja de felicidad pereció antes de poder fulgurar.

Los fanáticos del idol se tomaron mal los rumores acerca de su relación, eso lo llevó a encerrarse en la paranoia, él estaba acostumbrado a ahogarse bajo el veneno de los comentarios, sin embargo, su novio no. Y aunque sabía que el americano haría cualquier cosa con tal de verlo feliz, era doloroso saber que le ocultaba lo mucho que esto le afectaba. Verse a escondidas ya no era divertido. Su disquera no solo lo hizo sentirse como una aberración sino que también lo sobrecargaron con trabajo. Como si amar mereciese un castigo, como si esas sonrisas repletas de ternura estuviesen manchadas y las dulces letras que alguna vez anheló pronunciar hoy se apagaran. Él sentía que se hundía, por mucho que extendiese la palma no lograba alcanzar la superficie y ahora las mariposas que alguna vez huyeron de su frasco estaban agonizando.

—Deberías hablar con él. —Las palabras de Yut-Lung Lee se escucharon lejanas, casi irreales—. Si lo sigues evitando él no comprenderá lo que ha hecho mal. —Él se presionó el ceño, hundiéndose en la montaña de partituras que le habían exigido practicar.

—Ese es el problema, Yue. —El aludido alzó una ceja, confundido—. Él no ha hecho nada malo. —El suspiro fue nostálgico—. Esto es un desastre. —Él no se lo diría, sin embargo, su mejor amigo lo tenía realmente preocupado.

—Eiji... —Él negó.

—La última vez que fui a su casa Griffin me recibió con una cara tan cansada. —Las partituras cayeron cuando se movió—. Al principio no entendí el motivo, pero luego lo escuché hablar con Ash. —El cansancio convirtió a sus párpados en plomo—. Les están mandando amenazas.

—Eiji. —Él se sentó a su lado—. Sabes que estas cosas pasan en la industria, ¿recuerdas cuando nos confundieron a nosotros como una pareja? —El nombrado sonrió, apenas Yut-Lung Lee recibió una carta con insultos él armó un escándalo gigantesco en Instagram.

—Tú no le tienes miedo a nada, ¿no es así? —Él enredó sus dedos en el cabello del japonés, con suavidad.

—No lo tengo. —Y era verdad—. ¿Quieres ver una película? —Pero Ash no era igual que Yue.

—No puedo, tengo que terminar esto para mañana. —Y él se estaba apagando.

Su relación parecía ir de mal en peor, no haberse encontrado con el rubio durante meses por temor a ser vistos lo había dejado varado en el mar de la desolación. Pero no era solo eso, sino su misma carrera. De repente cantar ya no era divertido. Porque él era miserable pero nadie parecía darse cuenta. ¿Cómo lo notarían? Su sonrisa era una caricia de sol, su resiliencia una inspiración, su fulgor en el escenario era admirable, sin embargo, le dolía que nadie viese lo rotas que estaban sus alas. Cada noche él derramaba un océano silencioso contra la almohada mientras miraba su celular, deseando juntar el coraje suficiente para presionar una tecla y buscar consuelo en su voz, sin embargo, no lo lograba y el gélido en sus mensajes lo había comenzado a quemar. Pero era su culpa, él fue quien lo apartó.

—¿Entonces, qué piensas? —Sus días se habían vuelto un ciclo tortuoso de estrés y pena—. ¿Eiji? —Su propio nombre le produjo asco.

—Perdón, no estaba escuchando. —Él no era más que un frágil velero de papel en una despiadada tormenta—. Lo siento. —Al azabache le tomó un largo tiempo darse cuenta de que estaba con su novio en la biblioteca, cuando sus manos se entrelazaron él sintió frío.

—No te ves bien. —Porque ya no le quedaba calidez suficiente en su propio cuerpo para resguardarse—. ¿Los entrenamientos son muy duros? —La boca le tembló.

—Un poco. —Aunque Ash era una persona perspicaz y astuta sabía que había una línea que no debía cruzar—. Pero nada que no pueda manejar. —Su girasol se le estaba marchitando entre las manos y él no podía hacer más que mirar.

—Escuché que te iras de gira de nuevo. —El moreno asintió, ido—. ¿Cuándo me ibas a decir? —Él se presionó el ceño, las piernas le tambalearon, los ojos se le nublaron. Mierda, se iba a desmayar. Pero la dieta que le impusieron era famélica.

—Perdón... —Él estaba demasiado mareado—. No te estaba escuchando. ¿Qué me dijiste? —La preocupación con la que esos jades lo contemplaron lo hundió un poco más. No se la merecía, había sido un novio terrible, lo estaba tratando como un secreto de clóset y él lo odiaba.

—Hablo enserio, te ves fatal. —Esa sinceridad fue mortífera—. Sino estás feliz en la disquera deberías decirles. —Él carcajeó, despechado. ¿Era en serio? ¿Cómo no se le había ocurrido esa fabulosa solución?

—Claro, para ti debe ser muy fácil decirlo. —La desolación lo abrumó, la ansiedad en su palpitar le cortó las cuerdas vocales—. He pasado toda una vida construyendo esta carrera, tratando de ser suficiente para los demás. —Lo único que él tenía era su talento, sin eso...

—Eiji... —La ira le quemó la mandíbula.

—No todos podemos darnos el lujo de empezar de cero. —Las dietas extremas, el acoso, los mensajes de odio, el desdén, el menosprecio, fue demasiado—. Pero un resentido como tú no lo podría entender. —Él se dio cuenta cuando fue muy tarde.

—¿Un resentido como yo? —Él lució herido cuando musitó aquello—. ¿Lo dices por qué nadie quiere publicarme? —Su último rayo de amanecer perdió color tras pronunciar eso.

—Perdón.

—Sí... —Él ni siquiera se atrevió a mirarlo—. Yo también. —Solo lo escuchó romperse.

No quería hacerle daño, sin embargo, sabía que era una pareja negligente.

¿Lo amaba? Sí, con una locura que solo se podía explicar a través de una conexión de almas gemelas, la vida adquiría un matiz mucho más vivo dentro de la magnificencia de esos jades, él adoraba cada cosa del americano, desde sus berrinches más ridículos hasta sus grietas más vulnerables. Pero él lo hirió. Porque lloraba aunque no tenía lágrimas y se apagaba mientras los reflectores lo enfocaban. Él odiaba cantar, era enfermizo.

Él se había perdido.

¿Dónde estaba?

—Hola. —Así que acá se encontraba una última vez.

—Hola. —Listo para dejarlo ir.

—Yo... —Él se acarició la nuca, dándose coraje para alzar el mentón, aunque creyó que encontrarse en un parque sería el ambiente más tranquilo, la belleza del paisaje lo estaba matando por dentro.

—Hace mucho no sé de ti, Ash. —Porque él se veía ridículamente guapo bajo las flores de cerezo, era como si estuviesen danzando a su alrededor para señalarle lo que estaba perdiendo.

—Sí. —Sus manos se deslizaron por los bordes de la banca—. La universidad va mejor a estas alturas. —Ninguno lo dijo en voz alta, no obstante, el acoso que recibió por los rumores fue garrafal—. Tú también te ves mejor. —Él apreció la mentira.

—Gracias. —Aquella conversación le pareció una sátira.

—No, gracias a ti por preguntar. —Porque en lugar de amantes ellos parecían extraños—. Escuché que sacarás otro disco. —Él no debía mirarlo, Ash Lynx leería en sus ojos con una transparencia desmesurada lo mucho que lo amaba si lo hacía.

—Así es. —Pero lo miró.

—Ya veo. —Y eso lo rompió—. Vienes a terminar conmigo, ¿no es así? —Porque amarlo cuando eran de mundos tan diferentes fue cruel, él sabía que había sido una pesadilla tanto para Griffin como para Ash el acoso de sus fanáticos.

—Sí. —Él sabía que no podía darse el lujo de ser egoísta cuando su carrera estaba pendiendo de un hilo y su corazón parecía a una palabra de desbordarse—. Perdón. —Pero hacerlo fue tan hiriente que él no pudo evitar llorar.

—Eiji... —Él se levantó de la banca, agobiado.

—Lo siento, estoy un poco emocional, pero ya debería irme. —Sin embargo, él lo acunó como si se tratase de una pieza de porcelana, los toques fueron frágiles y reconfortantes, él apretó los ojos, hundiéndose contra el pecho de Aslan mientras el llanto no parecía tener final.

—Calma. —Sus tactos le dejaron cicatrices—. Ya estás bien. —Él se aferró con una desesperación infantil. No era justo que él tuviese que renunciar a su único retazo de sol porque una compañía se lo imponía.

—No quería que esto se acabara así. —Contemplar a su adoración con los ojitos rojos por la pena, con el cuerpo tembloroso bajo el terror y una expresión que solo se podía describir como devastadora—. Yo no sé qué hacer. —Lo superó—. Yo no... —Por mucho que quisiese respetar sus decisiones él no podía permitir semejante destrucción.

—¿Me amas? —El japonés asintió, bajito—. ¿Amas la música? —Él lo miró a los ojos, en busca de una confirmación.

—No lo sé. —Si estaba tan perdido. ¿Alguien podría encontrarlo?—. Ya no sé. —Él lo sostuvo de las mejillas, con dulzura. Ash Lynx lo contempló como si fuese la persona más importante en el universo, amor incondicional chispeó en sus pupilas y suspendió en lo efímero de una sonrisa.

—Yo creo que lo sabes. —Fue en ese entonces cuando él lo comprendió.

—Creo que tienes razón. —Porque esos ojos verdes eran su universo entero él lo estaba vislumbrando de la misma manera.

Eiji Okumura renunció a su carrera cuando estaba en la cima de la gloria.

Aunque el idol fue criticado duramente por el mundo del espectáculo, él abrió su jaula dorada y aprendió a volar con las alas quebradas. A pesar de la traición que sintieron sus fanáticos, sus canciones se hicieron conocidas por su ternura, lo sórdido y lo dulce, la luz y la oscuridad, él aprendió a plasmarlos ambos en delicadas tonadas. Gracias a su talentoso compositor, Ash Lynx, él pudo volverse a enamorar de la música sin tener que renunciar a quien se había convertido en su musa.

No existió melodía más mortífera que volverse a encontrar en el silencio de su voz.

Como su servidora ahora se encuentra a cargo del Color Club de Banana Fish y debe dar un ejemplo decente, desde febrero comenzaré a subir los pedidos de manera semanal o cada dos semanas. Lamento si mi siempre poco encantador sentido del humor empañó este OS, pero se hacen con mucho amor y dedicación.

¡Mil gracias por leer!

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