Vecinos

Por LeilaMilCastell

2.8K 86 9

Mais

Vecinos

2.8K 86 9
Por LeilaMilCastell

Keila dio una vuelta sobre si misma, sus pies descalzos apenas hacían crujir la cálida madera, tenía una rodilla flexionaba y su piel desnuda resplandecía bajo la luz de las velas, tan solo una camisa blanca de hombre a medio abrochar cubría su cuerpo, meció el licor burdeos de la copa que sostenía elegantemente en la mano izquierda y miró desafiante la aterradora pantalla blanca donde el cursor la desafiaba con su insolente guiño.

Se sentó apoyando las piernas en el brazo de la silla y cruzó las mismas a la altura de los tobillos.

Nada, seguía sin acudirle ni una idea a la mente, ni siquiera para seguir lo que tenía a medias, últimamente era como si consiguiese ver las palabras pero a la que traba de alcanzarlas o reproducir las escenas se le escapasen entre los dedos topando con esa eterna página en blanco.

Empezaba a desesperarse y entrar en pánico, más cuando en cuatro semanas esperaban el primer borrador. Dejo la copa sobre el cristal de la mesa y suspiró frotándose la nuca.

Estaba tensa, y descentrada, su piel hervía y no precisamente por la temperatura ambiental.

Cerró la pantalla de portátil y miró como seguía diluviando fuera, el cristal de la ventana empezaba a empañarse, bebió un poco más y miró el cómodo sofá rinconero con la manta dejada de cualquier manera sobre este. Se levantó cogiendo el mando del televisor y el disco duro y se acomodo cubriéndose con la manta tras seleccionar la película.

Y por todos los cielos que tan sólo lograba pensar en una cosa o mejor dicho en alguien, para ser sincera, debería sacarse esa imagen que había quedado gravada a fuego en ella, pero era imposible, aquel hombre la había dejado temblando de pies a cabeza, cuando lo vio sacarse el casco todavía montado sobre aquella moto pasándose los dedos entre el denso cabello que le llegaba al cuello, ras descubrir ese rostro ya no pudo dejar de mirarlo.

Era el epítome de la sensualidad y la arrogante masculinidad. Exudaba seguridad por cada poro de su piel, recordaba cada rasgo, cada gesto... Su cuerpo, cincelado por el mejor artista griego era un despliegue de músculos perfectos y flexibles, sus brazos fuertes y potentes al igual que sus piernas enfundadas en un desgastado jean raído. La camiseta negra resaltaba su torso y sabía perfectamente el efecto que causaba. Bajo de la Ducati apoyando las botas en el asfalto y miró alrededor con aire distraído andando hacia la entrada del local por la puerta de atrás.

Sus facciones marcadas y ensombrecidas por un leve rastro de bello lo hacían aún más atractivo, sobre todo cuando alzaba los labios en esa sonrisa lenta y pícara, esa boca estaba hecha para pecar, era un paraíso de emociones y sensaciones al igual que esas manos grandes y esas espalda que la hacía pensar en rodearle la cintura con las piernas y clavarle las uñas en los hombros. Pero eso no era todo sino que eso ojos, esos ojos la lanzaban al mismísimo abismo del infierno más ardiente que jamás había conocido, azules, profundos...

Suspiró con la imagen de su recuerdo y se centró en su voz rota, ronca tan sexy y caliente como todo él. Nahuel; era el cantante de la banda que había tocado ese sábado en el Gato Salvaje, el club de uno de los chicos del grupo y debía reconocer que eran buenos, mucho. Su música era vibrante con fuerza y pegadiza, todo el mundo había disfrutado como nunca y tenía claro que Undercovers llegarían lejos, muy lejos.

Nahuel tocaba también la guitarra y ya no le quedó duda de que esos dedos tenían más de un talento, tanto que de no haber sido una vivencia real, diría que todo eso había sido producto de alguna de sus fantasías ya que, tanto él como todo en sí, eran dignos de haber salido de sus letras. Dio otro trago al vino y miró al techo.

Hacia un buen rato que se oía trastear arriba, cajas, pasos, arrastres... parecía que por fin se había vendido el ático y el propietario estaba liado con la instalación colocando sus pertrechos.

¿Quién sería? Se levantó directa a la cocina y abriendo el congelador sacó el helado de chocolate, hundió la cucharilla en el cremoso bote y se la llevo a la boca chupando la misma.

Algo golpeó el suelo arriba y Keila dejo el metal colgando entre sus labios, volvió a observar la pintura blanca que la separaba del nuevo inquilino y sopesó si subir a avisarle sobre el ruido.

No es que le molestase mucho a ella pero estaba segura de que la señora Escobar y el resto de metomentodo del edifico no tardarían en protestar, eran un poco quisquillosos en según que cosas y si no se había largado ya de allí asqueada de sus constantes chafarderios era por que le gustaba el lugar.

Se levantó sin pensárselo dos veces y agarrando las llaves salió del piso subiendo al trote las escaleras, se abotonó un poco la camisa cuando ya llegaba al rellano y se detuvo como paralizada al llegar allí, tras la puerta cerrada del ático salían las notas rasgadas de una guitarra, la melodía desgarraba el aire hasta que se transformó en un suave punteo que fue sustituido por  otras notas ascendentes, vibrantes y llenas de fuego. El pulso se le había acelerado de un modo casi doloroso y pensó que sería incapaz de respirar al notar como su cuerpo se erizaba.

No podía ser... 

Pero reconocía ese modo de arañar las notas a las cuerdas, ese deje musical era demasiado peculiar, sacudió la cabeza diciéndose que aquello era imposible y pico a la puerta, la música cesó.

Aguzó el oído con los músculos tensos y el corazón a la carrera escuchando como quien quiera que estuviese dentro dejaba la guitarra, unos pies descalzos se aproximaron y la puerta se abrió de sopetón pillándola medio inclinada con la oreja pegada a la madera.

Keila sonrió enseguida sabiéndose descubierta y fijo la vista en el nuevo inquilino, cuando su mente dejo de cortocircuitear pudo apreciar que no sabía quién estaba más sorprendido, si él o ella hasta que fue capaz de reaccionar al ver esa sonrisita insolente que iba tomando posesión de ese rostro masculino.

__Esta bienvenida me gusta, este modelito es mejor que el de la noche anterior__ se cruzó de brazos apoyándose en el marco de la puerta sin apartar la vista de ella con el mentón alzado.

__¡¿Qué haces tú aquí?!__ escapó de sus labios sin poder retener a tiempo su lengua.

__Vivo aquí__ desvió la vista hacia el interior de la vivienda, sobre el parquet de caoba aún se repartían diversas cajas apiladas y medio abiertas.

Lo único que había sido colocado había sido el sofá, algunos de los plásticos de embalaje permanecían olvidados en el suelo como los perdedores de una intensa batalla.

Keila hizo una mueca de disgusto por su metedura de pata y se maldijo interiormente al saber que estaba roja como un tomate, sentía dos hogueras ardiendo en sus mejillas todo por que él seguía burlándose de ella al seguir mirándola como el gato mira su dulce preferido.

__No me digas__ soltó sarcástica tratando de recuperar la compostura.

Por Dios que se estaba consumiendo por dentro, Nahuel, de todos los hombres y personas del mundo tenía que haber ido a parar él allí. Y por supuesto, a ella le había dado por ser impetuosa y subir casi desnuda para avisar al incauto vecino.

__¿Quieres pasar? a una cerveza puede invitarte, no hay mucho más.

Nahuel la recorrió lentamente con la vista empezando desde los menudos pies descalzos y fue ascendiendo por ese cuerpo marcado pro deliciosas curvas femeninas y entró dejando la puerta abierta.

Keila se humedeció los labios sin darse cuenta de como la observaba aunque fingiese no hacerlo y entró cerrando tratando de tirar inútilmente de la camisa que no se alargaba. Ese repaso descarado había sido como una caricia sin recato alguno.

__Yo sólo venía a... a...__ perdió el hilo de sus pensamientos en cuanto le alargó la cerveza.

Ya que, automáticamente, sus ojos se centraron en los labios de él cerrándose alrededor de la boquilla, lo observó tragar el amargo líquido y por poco no se le escapa un quedo gemido cuando su cuerpo entero entró en combustión.

¡¿Cómo podía ese hombre tener un efecto tan devastador en ella?!

__Keila ¿cierto?

Pobre de ella asintió como una boba. ¡Joder! Sabía su nombre y que existía, iba a darle un ataque...

Bebió para coger valor y se obligó a recordar el motivo que la había llevado allí.

__Ten cuidado con el ruido, los vecinos son unos toca cojones de los grandes.

__Eso me habían comentado__ hizo una mueca de desagrado__Pero el lugar tenía tres cosas que me gustaban.

__¿Así? ¿Puedo preguntar cuales?

__El piso en sí, grande, espacioso, sencillo con una buena acústica, la zona, es un barrio tranquilo y bien comunicado pero sobretodo__ hizo una pausa antes de continuar__la vecina de abajo.

Keila tuvo la sensación de boquear como un pez al dejar escapar todo el aire y un poco más y se hago con la cerveza, de todos modos rió pensando que eso no era más que una frase estereotipada que usaría con cualquier chica, no podía ser realmente por ella. ¿Cómo iba alguien como él a interesarse lo más mínimo en ella?

__Anda ya, eso se lo dirás a todas, esa frase esta un poco pasada cielo, puedes haberla sacado de cualquier peli cutre en el que el protagonista es el típico guaperas engreído que se tira a todo lo que lleva faldas.

Nahuel silbo haciendo una mueca y chasqueó la lengua para volver a torcer los labios en esa lenta sonrisa segura e irreverente.

__Ouch, eso a dolido pequeña. ¿En ese caso tu eres la chica buena que se hace la dura para proteger su corazón?__ se acercó pasando un brazo a cada lado de ella dejándola acorralada contra el mueble donde estaba apoyada.

__Muchas libertades te tomas para no conocerme.

__Entonces hacer esto ya sería una grosería según tu__ murmuró muy cerca de sus labios al tiempo que la aferraba por la cintura y la sentaba sobre el sufrido mueble encajándose entre sus piernas.

Rozó el labio inferior femenino en una invitación y Keila contuvo el aliento sintiendo como todas sus neuronas se fundían.

__Por cierto, no veo que lleves falda__deslizó su mano izquierda desde la rodilla de Keila hasta su muslo__Aún no me has contestado, Keila. Dime ¿es un atrevimiento?

__De primer grado__ dijo con voz modulada entornando los ojos al tiempo que rozaba también los labios de él con aquel juego delicioso y doloroso.

Era una tortura sentir el tacto de su aliento sobre estos y no terminar de poder saborearlos, era un quiero y no puedo hasta que uno cediese.

__Has subido tú, no yo...

__¿Y eso ya implica que busqué algo que tú mal interpretas?

Los dedos de Nahuel siguieron su recorrido trazando la silueta de Keila que se estremecía bajo ellos.

__Puede que seas tu la que no quiere entender__ observó los ardientes ojos de la joven.

Le dio un segundo y al no obtener respuesta abordó su boca hasta conquistar cada recodo esa húmeda cavidad, exigente, conquistador y salvaje.

Su olor penetraba en el sistema de Keila que enredaba su lengua con la de Nahuel sin importarle nada. Esta vez no quería pensar, simplemente quería disfrutar de aquello y dejarse llevar.

Hundió los dedos en en cabello de él exigiendo y notó como volvía a alzarla amasando su trasero, envolvió su cintura con las piernas y le mordisqueó el cuello cuando liberó sus labios.

Keila de clavó las uñas en los hombros y gimió al notar como palpitaba su centro al ser liberado de a tela. Ni si quiera sabía como él había apartado la molesta prenda empapada pero siseó al acogerlo por completo dentro de su interior.

Jamás en la vida había estado tan sensible ni excitada como entonces, sólo podía sentir y dejarse arrastrar una y otra vez.

Despuntaba el alba cuando sus ojos volvieron a abrirse, estaba tendida en una cama y no era la suya, por un momento se desoriento hasta que sus labios curvados en una traicionera sonrisa la transportaron a la noche anterior, al recuerdo del cuerpo de Nahuel hundiéndose en el suyo, acariciándola...

Volvió la cabeza con los ojos entornados para poder afrontar la vista que le ofrecía la ventana y hundió la cabeza en la almohada reprimiendo un gritito.

Había sucedido, era real por que eran sus manos las que sentía ascendiendo por su espalda activando cada terminación de su ser haciéndola desear otra sesión más. 

Gimió dándose la vuelta y se enfrentó a la mirada azul de Nahuel que ascendía por entre sus piernas besando su vientre.

__Buenos días__ le dijo él.

__Anoche, cuando llegué... estabas tocando, me gustó mucho lo que oí.

__Es algo nuevo que estoy componiendo.

__¿Ah sí?

__Sí, empecé con ella la primera vez que te vi, eso es lo que siento cada vez que te miro.

Keila sonrió enrojeciendo como una niña, sería tan tierno si pudiera creerlo...

__Anda ya, ¿ahora voy a ser tu musa?__ dijo entre traviesa y divertida.

__Me parece que aún sigue sin quedarte claro.

__¿El qué?

__Qué me interesas de verdad. No se por que tenía la impresión de que no eras de las que tenía ideas preconcebidas de clichés ni estereotipos.

__¿Yo, seguro?

__Sí, tú.

__Podrías tener a cualquiera y dices que te has fijado en mi...

__Como no hacerlo__ torturó su labio inferior sin dejar de acariciarle la piel.

¡Oh dios! Aquella iba a ser una historia buenísima.

Nahuel sonrió apartándose un poco al reconocer aquel intenso brillo en los ojos de Keila y la aferró de la cintura antes de que se escapase de la cama.

__¿Dónde te crees que vas? Ya dejarás fluir las ideas luego por que ahora mismo pienso alargar lo de la noche anterior.

Keila ronroneó encantada con la idea y se dejo engullir por las sabanas a las que se aferró cuando el volvía a entrar en ella meciéndose como las imparables olas del mar.

Los vecinos golpearon las paredes, aporrearon la puerta pero a ellos tanto les dio mientras creaban sus propios acordes al son de un nuevo día lleno de posibilidades nuevas pues ¿quién dice que aveces los deseos no se puedan cumplir?...

Todos los derechos reservados

Continuar a ler