¿Qué te interesa de mí?

By baby_carat23

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Después de todo lo ocurrido en Shibuya, Megumi Fushiguro tiene muchas cosas en las que pensar, sucesos doloro... More

Al despertar
Manos entrelazadas
Traidores
charla
Respuesta confusa
Detrás de la puerta
Acuerdo olvidado
Nueva Realidad
Volvamos a casa
Reestablecer el orden
Polémico Anuncio
Decisión correcta
Acepta lo que sientes
Te amo
Final

Maldición humana

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By baby_carat23


Sus dedos surcaban la piel de su cuello, repasando lentamente las circunferencias de marcas de dientes, los rastros de besos feroces en tonos morados verdosos adornando su blanca piel que podía cubrir con el cuello del uniforme.

Y el camino seguía por sus hombros, su pecho, su abdomen y a partir de eso no había más, todavía podía sentir el cosquilleo de los labios contrarios en su cuerpo, en sus manos que tomaba con delicadeza y repartía besos dulces y efímeros.

Pero no llegaba a más.

Solo eran besos fogozos que no cruzaban la raya, como si el tocarlo de una forma más íntima fuera un sacrilegio.

Mirándose ahí en el espejo, solo podía suspirar frustrado, abrochando los botones de su uniforme con una cara larga y amargada.

Tenía la cabeza demasiado atrofiada.

Como todas las noches la puerta de su habitación se abría con un chirrido molesto.

Y él fingía dormir, cubierto con las sábanas hasta la cabeza, con los ojos cerrados escuchando los pasos de la maldición en medio de la oscuridad de la pieza.

- se que estás despierto, deja de fingir.

Los resortes del colchón sonaron cuando el cuerpo del muchacho sobre la cama se giró, topándose con la maldición acunclillada a un lado de su cama, a su altura, mirándole con intensidad llevando una de sus manos a su rostro, tocándolo con cuidado, intentando no dañarlo con sus uñas, enterrando sus dedos en el esponjoso cabello negro que se desparramaba en las almohadas, como preciosos hilos de oscuridad, bellas hebras de noche sin estrellas.

Cuando se sentó en la cama todavía con la mano de Sukuna acariciándolo, las suyas propias se movieron solas, tomaron el rostro del contrario acercándolo al suyo, sosteniendo sus miradas oscurecidas por unos instantes antes de fundirse juntos, con los labios y lengua, con saliva y suspiros ahogados, con deseo y anhelo infinito.

Sukuna le empujó suavemente por los hombros, dejándolo acostado como antes, con él encima, besándolo y dándole mimos en las mejillas y cabello.

Se sentía en el cielo, en medio de blancas nubes esponjosas que hacían cosquillas en las nariz, sumergido en un hechizo de la maldición, completamente loco por estar tan emocionado por esto.

Los besos pasaron a su cuello, con lamidas obsenas en todo el largo de su nueva zona sensible, sus manos se trasladaron a su espalda, enterrando las uñas mientras jadeaba bajito, tratando de no ser oido.

Entonces cuando la mano de sukuna se metío debajo de su camiseta, decidió romper la magia.

- ¿Qué es lo que te interesa de mí realmente?

El hombre con marcas levantó la cabeza del espacio en su cuello, mirándole con una ceja alzada, se veía tan confundido como él.

- ¿ya no te respondí la otra vez?

Ante aquella respuesta su ceño se frunció como siempre hacía, apretando los labios y emanando molestia haciendo que Sukuna detenga toda acción.

- si el besarme y tocarme es para ti una respuesta, pues sinceramente es una mierda - Una pequeña risa escapó de los labios de Sukuna, descolocándolo más. Esa simple acción era tan...

- Quiero que me respondas con palabras que entienda, quiero que seas completamente sincero - exclamó en voz alta, desesperado por una respuesta que logre captar.

Al inicio, con su primer encuentro, Megumi había dado por sentado que el interés de Sukuna se reducía a un deseo puramente sexual. Pensaba que lo único que anhelaba la maldición de él era poseerlo, tener sexo, follarlo hasta hacerlo llorar, un montón de cosas obsenas que creía propias de un ser como él. Pero las visitas a su habitación, las miradas que le dedicaba, cada mimo, cada caricia le habían lanzado un mensaje en la cara que no estaba dispuesto a aceptar.
Quería obligarse a creer que Sukuna como toda maldición solo tenía deseos impuros, indecentes, repugnantes, quería creer que solo lo veía como un objeto para aligerar la tensión y la abstinencia. Pero todo lo que dejaba ver en sus acciones le hicieron cuestionarse más de una vez.

Conocía a Sukuna. Era malvado, cruel, de carácter inexorable, implacable, despiadado, no le importa nada ni nadie. ÉL, un digno rey de las maldiciones jamás en su vida sería delicado con alguien, pero siempre estaba procurando no lastimarle, tratándolo con suma delicadeza, como si se fuera a romper entre sus manos. Él, un ser que no tiene conceptos de moral y decencia, que no tiene principios a los cuales se rige, era impensable que albergara tales sentimientos por un simple hechicero.

Como si... fuera humano.

Y lo odiaba. Odiaba que todo eso haga que no pueda identificar la línea marcada que separa humanos y maldiciones. Odiaba con su vida aquella pequeña llamita en su interior que se encendió aquel día y se iba llenando de sentimientos que no debían ser, porque al verlo de esa manera, tan humano y maldición a la vez, su corazón se apretaba, la llama se aviva con los sentimientos recién descubiertos.

Porque deseaba que Sukuna lo humille, que lo lastime, que le haga llorar y odiarlo profundamente, así podría identificarlo solo como una maldición más, repugnante y sin setimientos, así no se sentiría tan ensimismado por él, ya no se sentiría tan apegado al ser nacido de la inmundicia humana que desprendía un brillo precioso cada que le miraba.

Esperaba una respuesta negativa a lo que estaba pensando. Porque no sabría como contestarle aquello.

- Lo que estes pensando - comentó la maldición poniendo una expresión complicada, con el ceño fruncido, los dientes apretados, como si estuviera diciendo una mentira que le costaba terminar - Yo solo... te deseo para esto.

Megumi sonrió, sin perderse detalle del rostro de Sukuna. Porque ante todo, Megumi no era estúpido. Podía ser muy denso, no se expresaba bien ante los demás, jamás exteriorizaba sus emociones, y no era de demostrar amor a la gente. Y con todo eso, sabía muy bien lo que sentía la maldición solo con prestarle atención.

Y pese a que Sukuna dijo lo que deseaba, no se sentía contento, no estaba para nada satisfecho con su mentira, así como tampoco estaría feliz de que algún día le dijera la verdad. Era todo tan contradictorio, él como sabía que tenía que alejarse de la maldición al descubrir lo que sentía por él, pero ahí estaba empujando al hombre de marcas negras en el cuerpo, rodando en la cama hasta que estuvo encima del cuerpo contrario, montado en su regazo, con las piernas a ambos lados de su cadera, sus manos acariciando los abdominales que se escondían debajo de la camisa, rozando levemente su trasero con la entrepierna de la maldición.

- ¿me quieres solo para esto? - preguntó, levantando la camisa, acercando su rostro al del otro, acariciando con su nariz la mejilla de Sukuna, frotándose contra él con más intensidad, haciéndole gruñir tan cerca suyo, como un animal.
- entonces demuestrámelo, demuestrame que solo me quieres para esto.

Gimió sonoramente cuando una mano le agarró con fuerza del cabello, tirando de él hacia atrás, exponiendo su cuello, dejándolo vulnerable ante el hombre que se incorporo en la cama, con Megumi encima, tan dispuesto y hermoso que le daban ganas de dejar la caballerosidad y el respeto que le estaba guardando, deseoso de cumplir con lo que él hermoso chico le estaba pidiendo.

- No sabes en lo que te estás metiendo.
la mano tironeo más hacia atrás, haciendo a Megumi gritar sobre todo cuando los dientes de Sukuna se clavaron en su cuello con fuerza haciendo que pequeñas gotas de sangre brotaran, pequeñas gotas que fueron degustadas por el rey, ensimismado con el sabor de ese chico tan arrogante que sabía a miel y a algo más.

- No sabes lo que puedo llegar a hacerte.

- Porque mejor no dejas de hablar y me lo muestras.

Una sonrisa surcó el rostro de la maldición antes de tomarlo de las caderas y moverlas hacia abajo, las manos firmes guiándole, sintiendo la magnitud de su lujuria contra su trasero, haciéndolo suspirar, queriendo algo tan sucio pero que pintaba ser tan bueno.

- Su..sukuna, deja de ju..gar - gimió, sintiendo a la excitación matarle, el calor recorrerle el cuerpo, tanto que levantó la cabeza, mirando con súplica al hombre que gozaba con verlo de esa forma por solo unos cuantos roces, desesperado y ansioso.

Desesperado y ansioso de él.

Las manos dejaron su cadera y se trasladaron al final de su camiseta, él le miró a la ojos, como si le estuviera pidiendo permiso para retirarla, a lo cual asintió levantando las manos para que le quitara la prenda de una vez, ya se sentía demasiado sofocado, la ropa le estorbaba demasiado.

Ahora se encontraba acostado sobre su espalda, desnudo, en todo su esplendor ante los ojos que parecían querer comérselo, brillando con tanto deseo cuando sintió toques por todo su cuerpo, las ásperas manos recorriendo cada pedazo de la piel de porcelana, desde su pecho hasta su abdomen, y finalmente a su centro, al punto en que el calor se acumulaba, alzándose con necesidad, goteando, llamando por atención. 

Su boca se encontraba entreabierta dejando escapar sonidos de puro placer ante la mano que lo estaba frotando, de arriba hacia abajo, sin perder coordinación con la que lo estaba preparando con cuidado, los largos dedos en su interior estirándolo lo suficiente para recibirlo, mientras Sukuna  seguía mirando el como se deshacía en gemidos por él, viendo una faceta del calmado y serio Fushiguro Megumi que nadie más conocía.

- Y-ya...e-estoy listo.. -  gimió -  siento que...Ahh..me c-correré pronto... así que p-por favor ya...

- Te dolerá.

- s-solo h-hazlo. Mételo ya...

Y Megumi mandaba y Sukuna obedecía. A veces la maldición no sabía que diablos le había hecho ese chiquillo para tenerlo así, tan loco, tan hipnotizado, se sentía tan hechizado por él, que la mínima acción del chico de preciosas pestañas le descolocaba de sobremanera.
Retiró los dedos con calma, haciendo que Megumi suspire, levantando la cabeza de la almohada para ver como sostenía su miembro acercándolo a su entrada, y el muchacho solo se mordía el labio, expectante ante la nueva sensación que estaba por atacarle cuando comenzó ingresando la punta con cuidado observando la expresión del chico, tratando de descifrar un pequeño atisbo de dolor en su rostro de ángel.

- S-sigue, sigue p-por favor, S-Sukuna.

y cumplió sus deseos, embistiendo con fuerza, ingresándolo todo, chocando su pelvis contra los glúteos del pelinegro, quién gimió fuerte, aferrándose con fuerza a la espalda de la maldición.
Espero unos minutos sin moverse, esperando a que se acostumbrara, porque después de todo, era virgen.Lo notaba en todo, en su olor, en su mirada, en cada parte de él que decía que Fushiguro Megumi no había sido reclamado por nadie, que era solo para él, únicamente para él que tanto le anhelaba.

- m-muévete, es..toy l..listo - gimió, dando un pequeño beso en la mejilla izquierda del hombre - siento que voy a morir si no lo haces.

Las embestidas comenzarón lentas, a un ritmo suave para que el menor se acostumbrara a todo, pero no pudo aguantar, no cuando le tenía de esa forma, y los golpeteos se volvieron erráticos, fuertes, embestidas duras y feroces que no podía evitar contra ese cuerpo delgado y delicioso, que se movía con él, aceptándolo gustoso, gritando y rogando por más, sincero como nunca, tan honesto con lo que deseaba de él. Perfecto y atrayente, haciendo que su corazón se acelere, con cada expresión, con cada vez que ese chico dulce como miel pronunciaba su nombre en medio de tan indecorosa situación.

Estaba demasiado interesado en ese muchacho, tanto que no sabía si se le iba a pasar pronto.

En toda esa noche, no recuerda cuantas veces lo hicieron con exactitud. No las contó realmente, tenía la cabeza perdida en sensaciones que no se puso a contar las veces en las que se corrieron juntos.

Sin embargo, su cuerpo recuerda todo de él, los besos en su espalda, en su cuello, los dedos enterrados en la tierna piel de sus glúteos, las manos apretando sus piernas, abriéndolas  para entrar más profundo en él tocándole intímamente, las manos recorriendo cada parte de él, repartiendo besos por todo su rostro. Podía sentirlo incluso, podía sentir todo lo que le había hecho esa noche.

Y al abrir los ojos estaba solo, sin el calor de nadie, solo en medio de la cama que tenía nuevas sábanas. Dio un suspiro, girando el rostro cuando vió en su mesita de noche una hoja de papel doblada.  La tomó entre sus manos y la desdobló, leyendo el contenido haciendo que una sonrisa adornara su rostro.

Me tengo que ir, descansa mucho, y toma algún analgésico si te duele mucho. Mañana te visitaré de nuevo

- Si realmente quieres que crea que solo me quieres para tener sexo, entonces no me escribas cosas como estas, Sukuna.

Bueno, espero que les guste este intento de hard, lo hice con mucho amor <3

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