Vos construiste mis alas, las colocaste en mi espalda y me enseñaste a volar.
Tus brazos son mi cobija,
El remedio del más angustiante dolor,
Mi paz inefable,
El consuelo que silencia, aliviana y manda lejos el tornado que ruge a mi alrededor.
Vos creaste mi corazón, le añadiste sentimientos y me enseñaste a amar.
De ti aprendí lo que es el amor.
Mi primera mirada hacía tus ojos fue el inicio de un lazo que se estrecha, enreda, pero que jamás se romperá.
Tus manos apoyadas a la mías es el respaldo de un comienzo sin final, de un final sin comienzo, de una unión que se agranda, una unión que se defiende con escudo y espada.
Tus caricias en mi cabeza es el calor que aleja el frio que nos corroe, una carrera de emociones, tu sola presencia es el instrumento mortal que manda lejos la lluvia torrencial.
El latido frenético que resalta en tu pecho es mi suspiro de felicidad,
La felicidad de saber que te tengo.