INSTRUCTOR | Timothée Chalame...

By bluestraverries

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Briana es enviada a un colegio privado por su tutor, un completo desconocido para ella. Ethan Russo es el nue... More

P r ó l o g o
P e r s o n a j e s
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By bluestraverries

Hola!! Muchas gracias por apoyar y comentar en la historia, ojalá poder seguir disfrutando de leeros así!! Muchísimas gracias por el apoyo y la espera!! Mucho amor je

Capítulo 19

Me hubiese muerto de vergüenza si hubiese tenido que compartir mesa para la cena con Russo, pero él solo me avisó de la cena y se quedó en el salón. Cuando llegué a la cocina descubrí que él ya había cenado.

Me alimenté en completo silencio, sin ningún tipo de distracción pues no sabia donde estaba el mando que prendía la televisión de la cocina y tampoco se lo pediría. Echaba mucho de menos mi teléfono móvil, pero sin embargo mi mente se ocupó rápidamente en otros temas como qué le diría a Nico, el beso con Russo y en cómo le había escuchado gimiendo mi nombre...y en cómo me prohibí a mí misma hacer eso.

Cuando ya he limpiado todo lo ensuciado salgo de ahí, quedando con una visión panorámica del salón, con Russo dándome la espalda en uno de los sofás mientras visualiza algo en la televisión. Me llevo una uña a la boca y comienzo a morderla con nerviosismo, no sabiendo si acercarme o no.

Opto por avanzar, quedando justo tras el sofá. Carraspeo ligeramente, pero no voltea, ni si quiera cuando repito la acción. Trago saliva y avanzo, tocando su hombro con uno de mis dedos, retrocediendo de inmediato.

― ¿Qué quieres? ― queda sentado sobre el cuero, prestando completa atención a mi persona.

― ¿Me podrías devolver mi móvil? Por favor.

Una ligera sonrisa nace de su comisura izquierda antes de negar. ― No. ― ojea su muñeca, entrecerrando los ojos. ― Es tarde, hora de una ducha y de ir a la cama. ― vuelve a observarme y esta vez mi cara demuestra mi creciente enfado.

― Devuélveme mi teléfono, te lo pido por favor. ― repito. La sonrisa en su cara tiembla levemente.

― He dicho que no. ― se pone en pie, quedando separados por el sofá. ― No tendrás tu teléfono, ni tu portátil, de hecho mañana volverás aquí después de clases. No vas a verme cara de tonto, Briana.

― Veo la cara de tonto pues es la que tienes. ― me cruzo de brazos, toda valiente, hasta que rodea el sofá. ― Devuélveme mi teléfono y estaremos en paz.

― ¿Quién coño te crees que eres? ¿Piensas que tienes alguna opción a exigirme a mi algo?

― ¿Piensas que tienes derecho sobre mi? Eres un loco que ha estado a punto de follarme para después mandarme a la ducha y a la cama como un maldito padre. ― hablo rápido, sin respirar. ― Eso es de enfermos.

Guarda silencio mientras me observa, uniendo el ceño por unos instantes, hinchando su pecho y dejando fluir el aire después. Inclina un poco la cabeza y sonríe de nuevo, negando mientras que su lengua repasa la hilera de dientes blancos que me mostraba.

― No te he visto muy disconforme antes, o quizá mi locura no me ha dejado ver con claridad como te mojabas con un simple beso y dos mordiscos en el cuello. ― la saliva se me atora en la garganta ante sus palabras. ― ¿Eso mismo haces con Muller? ¿También gimes como una cualquiera y te enredas en sus caderas? ― da unos pasos en mi dirección. ― Ah, no, eso lo haces conmigo...con tu tutor, ese que tan enfermo está...pero con el que ya le has puesto los cuernos a tu novio, y porque yo decidí frenarlo todo...vaya.

Mis manos tiemblan y no soy capaz de retroceder, así como tampoco dejo de mirar sus ojos. Lo está disfrutando, le he dado en bandeja un puñado de dagas que me esta clavando sin piedad.

― Nunca denuncies un crimen yendo manchada de sangre, Briana, consejo de tutor.

Me alejo cuando se acerca más. Aprieto los labios con fuerza y aparto la mirada, haciendo un puño con mi mano derecha, como si eso pudiese ahogar mi deseo de golpearle.

Entonces mi mano vuela hacia su rostro sin yo poder controlarlo, aunque su mano es lo suficientemente rápida y ágil como para frenar mi futuro acto.

― Si me golpeas, te lo devolveré. ― advierte, bajando mi muñeca mientras la sujetaba con su mano. ― Y no creo que quieras eso. ― arranco mi mano de la suya con rabia.

― ¡Te odio! ¡Te detesto! ¡Este es el peor castigo que la vida podía darme! ― no dejo de gritar ni un segundo, pero no le importa. ― ¡Preferiría estar entre cartones antes que aquí contigo!

― No estoy dispuesto a convertirme en santa claus esta noche, por lo que no puedo hacer realidad ese deseo. ― chasquea la lengua con parsimonia. ― Ahora dúchate y acuéstate a dormir, mañana tienes clase.

― Que te jodan.

Lo siguiente que hace es tomar mis dos muñecas, arrastrándome a la fuerza. Le grito y trato de frenarme, pero es imposible. Todas mis ideas de que era un debilucho por ser tan delgado se ven opacadas ante mis intentos de liberarme de él, quien logra arrastrarme por las escaleras y el pasillo que lleva a mi habitación, hacia cuyo interior me empuja.

Golpeo con mis palmas sus manos con la intención de alejarle, pero al final consigue hacerme chocar contra la pared, haciéndome pequeña ante su altura y figura. Con una de sus manos sostiene mi cara por las mejillas, apretando y causándome cierta molestia.

― Si no te duchas, allá tú. Mañana tienes clase y una imagen que dar. ― de nuevo, acaricia mi labio inferior con uno de sus dedos. ― Ahora voy a encerrarte aquí, buenas noches cariño.

Se aleja de mi sin ningún tacto, cruzando la puerta, de cuya nueva cerradura no me habia percatado. Corro hasta ella cuando escucho algo girar, tratando de abrirla sin sentido.
Grito y pido que la abra, pero no surte efecto, por lo que ceso pronto en mis intentos en por sacar más a Russo de sus casillas si cabía posibilidad.

(...)

El uniforme que él había ordenado tener en esta casa ya estaba sobre mi cuerpo, perfectamente acomodado junto a la mochila en mis espaldas.
Dejo correr el tiempo hasta que quedan aproximadamente siete minutos para salir de casa, dejando mi habitación para dirigirme al piso inferior.

— Tienes el desayuno en la bolsa de papel, lo tomarás en el coche. — aparece en mi campo de visión, señalando la cocina. — Apúrate que vamos tarde.

— Hay tiempo aún...

— Tengo que ir a un lugar, ahora apúrate, mierda. — continúa su camino hacia uno de los pasillos inferiores con bastante nerviosismo, por lo que no interfiero.

Mi plan de no desayunar se ve opacado por un reciente apetito, por lo que me hago con la bolsa que el dijo y comienzo a comerme la dona que había dentro.
La acabo para cuando me grita, levando únicamente conmigo un brick de zumo. No digo una sola palabra mientras que estamos en el ascensor ni tampoco cuando ya estamos subidos en su coche, viajando yo en la parte trasera pues de copiloto llevaba un maletín extraño.

Bebo el zumo en silencio y admiro el trafico a mi alrededor, fingiendo prestar atención al exterior cuando él atiende una llamada en manos libres. Entrecierro los ojos no entendiendo de lo que habla hasta que no menciona un nombre de un tal Christian, momento en el que le miro.

Él corta la llamada y me observa a través del espejo retrovisor. Aparto la mirada y sigo bebiendo, obviando su bufido.

— Eres una cotilla.

— Ya sabía yo que eras narco... — murmuro, causándole gracia. De mientras, yo internamente solo podía pensar en que no se le ocurriese venderme ni nada de eso. — El Estado sabe que eres mi tutor, ¿verdad? O sea, si desaparezco me buscarían y serias el primer sospechoso ¿a qué sí?

— No me lo puedo creer...

El coche comienza a irse del carril principal, esquivando coches hasta quedar aparcado de mala manera en la acera derecha. Suspira y toma el maletín, bajando del coche pero sin apagarlo, dejándolo con los intermitentes de avería encendidos.

Sigo su camino hasta quedar en sobre la acerca que daba a mi ventanilla, con un gran edificio al fondo. T.C Inc. Frunzo el ceño y acabo el zumo, probando a abrir la puerta, la cual no cede. El desgraciado me había encerrado aquí.

Un hombre de piel oscura y un traje elegantemente caro sale del edificio, caminado hacia Russo con una resplandeciente sonrisa en su rostro. Amos unen sus manos y luego sus cuerpos a modo de saludo, como si fuesen los mejores amigos. Me sorprende muchísimo ver a Russo sonriendo abiertamente y sin malicia, carcajeándose por algo que le ha dicho el desconocido, comenzando a hablar él con varios gestos manuales y golpes en el hombro. Finalmente le tiende el maletín al hombre, uniendo de nuevo sus manos y cuerpos a modo de despedida.

El momento en el que me miran es el que yo aprovecho para esquivar sus miradas. Enfoco la mía en el cuero de los asientos como quien no quiere la cosa, al menos hasta que Russo vuelve al coche, apagando el incesante sonido de los intermitentes de avería, arrancando y volviendo a los carriles transitados sin decir ni una sola palabra.

Quiero mantenerme en silencio, de verdad que lucho por hacerlo, pero me puede la necesidad de preguntar. — ¿Qué negocios sucios tramas? — trato de ceder el cinturón para acercarme a él todo lo que puedo, aunque vuelvo a mi sitio cuando me da una mirada perturbadora.

— No es de tu incumbencia.

— De hecho sí. — alza las cejas con fingida curiosidad. — Tu me mantienes, aunque yo no quiera, entonces yo vivo de tu dinero. Si ese dinero es ilegal yo estaré consumiendo lo que paga una ilegalidad y seria culpable moralmente. — la comisura derecha tienta para estirarse. — No me haría ningún tipo de gracia que mi desayuno esté financiado con la venta de pulmones ajenos.

Niega justo cuando estamos llegando a la entrada del colegio, cruzando las grandes puertas que los guardias abrían para ceder el paso a los vehículos. Encuentra en silencio un buen aparcamiento, estacionando y deshaciéndose del cinturón, volteándose a mirarme cuando yo no me muevo.

— ¿Bajas? — niego. — Vale, baja. — vuelvo anegar. — No he preguntado.

— Dime qué negocio es ese.

— No te importa, ahora baja del coche.

— No. — alza ambas cejas y yo lo hago solo con una. — Oh, ¿me montarás un escandalo aquí? ¿Dónde pueden verte todos? No lo creo. — sonrío y él relaja el rostro. — Eso creí, pero sabes que atiendo a razones. Si me dices la verdad bajaré del coche y no sabrás de mí en todo el día.

— Eso que te lo crees tú, no sabes lo que te espera. — abro los ojos ante sus palabras, pero él solo sonríe. — Estaba arreglando unos asuntos de mi trabajo, que nada tiene que ver con traficar órganos ni personas ni drogas, ahora sal antes de que arranque y se me ocurra volver a ca...

Bajo del coche y cierro, echando a correr hacia el edificio. El elegante y formal Russo no correría tras de mí, por lo que tras saludar al portero principal accedo al lugar, subiendo las escaleras principales en busca de mis amigas, no pudiendo esperar para contarles lo ocurrido el día de ayer.

Necesitaba opiniones externas a mi acerca de la situación, ayuda para afrontar lo que le he "hecho" a Nico y alguien que me diga si estoy enferma o no por desear a Russo de esta manera.

Todo mi plan se desmorona cuando las encuentro discutiendo. Decido mediar hasta que se crea la paz entre ellas, justo para cuando el timbre suena, por lo que debemos de correr para poder llegar a clase a tiempo. La profesora nos deja entrar a cambio de que una de nosotras exponga el tema de la semana pasada, y como fue ella quien eligió, Sanem tuvo que exponer y ganarse un uno por no recordar ni del tema del que se trataba.

Al acabar tanto ellas como Nico me bombardean a preguntas sobre por qué no he respondido a ningún mensaje, cosa que respondo culpando a Russo. Nico se molesta ligeramente por eso y me pide que nos alejemos, poniendo mis nervios a flor de piel, sobretodo porque no sabía qué hacer.

¿Debía explicarlo y delatarme? ¿Debía callarme y seguir mirándole a los ojos como si no pasase nada? ¿De verdad le había puesto los cuernos?

— ¿Segura que estas bien? — pregunta sosteniendo mi mano una vez hemos llegado a un pasillo no muy colapsado.

— Sí, sí, sí, seguro. — trato de parecer segura de mis palabras. — Siento no haberte contestado...

— Este tío me tiene harto, ¿qué se cree, tu padre? Quitar el móvil ya no es un castigo, ¿en qué siglo vive? Te juro que le detesto...

— Te entiendo, de verdad, pero no quiero hablar de él.

— Cierto, quería invitarte a una cita.

Abro los ojos y dejo de respirar momentáneamente. Estaba impactada por dos cosas: una porque él estuviese tomando esta iniciativa; y otra porque era lo que yo quería y sin embargo no siento absolutamente nada.

— Sería a mi casa, mis padres quieren conocerte. Te han invitado formalmente a cenar y así ya sería una forma de formalizarlo todo. — me da la sensación de que me he quedado sin aire en el cuerpo mientras que él sonríe abiertamente. — Así conoces a mis padres como yo conozco al imbecil de Russo.

— Yo... no se qué decir...

— Dime que si y estaré feliz. — besa mis labios de forma fugaz, a lo que yo asiento. — Genial, será el viernes, debemos pedir permiso.

Mierda, tenía que pedirle permiso a Russo.

¿Y si decidía decirle él a Nico lo que ha pasado? No, imposible, sería meterse así mismo en una trampa, ¿verdad? Porque es ilegal.
El tiene 24 y yo 17, además de que es mi tutor. Todo es absolutamente ilegal.

Y me encantaba que fuese así.

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