𝐓𝐇𝐄 π’π‡πˆππˆππ† ─ tom r...

By vcidpotter

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β€’ . ˚ * ━━ 𝐓𝐇𝐄 π’π‡πˆππˆππ† ❝Ella era la luz en su oscuridad, aunque a veces no brillaba lo suficiente.❞... More

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π—˜π—£π—œπ—šπ—₯𝗔𝗣𝗛
01┃new beginning
02┃first and last challenge
03┃blocked mind
04┃we will play
05┃flawless
06┃the misterious date
07┃leadership means power
08┃the truth
09┃the dark mark
10┃the shining
12┃what you really want
13┃light and darkness
14┃helena's story
15┃the end of youth
16┃safe place
17┃straight to hell
18┃how to save a life
19┃only ones who know
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π—™π—œπ—‘π—”π—Ÿ π—‘π—’π—§π—˜

11┃promises

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By vcidpotter

CAPÍTULO ONCE
PROMESAS

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

DURANTE VARIOS DÍAS, Diana no hizo más que pensar en aquel maravilloso beso que había compartido con Tom. Todos los sentimientos que invadieron su propio cuerpo en aquellos momentos, la manera en la que él le correspondió y lo mucho que disfrutó... parecía tan perfecto. No veía nada de malo en ello, ni un solo inconveniente, pero al parecer Tom no pensaba lo mismo. Después de su apasionado beso, no lo volvieron a mencionar en bastante tiempo.

No fue hasta que días más tarde, tras haber reunido el valor suficiente, a Diana se le ocurrió mencionarlo. Se encontraban los dos juntos en la biblioteca, cada uno leyendo un libro diferente en un silencio tranquilo. Cabe decir que en cuanto habló, la calma se esfumó al instante.

—Oye —susurró Diana, recibiendo solo un murmullo de parte del chico, que ni siquiera despegó la mirada de su libro—. Sobre el otro día, cuando nos besamos...

—Ah, sí —asintió Tom, como si lo acabara de recordar de repente. La miró por un par de segundos, inexpresivo—. No fue nada realmente importante.

Diana sintió sus palabras como si una espada le hubiese atravesado el estómago. Su pequeña y tímida sonrisa se desvaneció a la vez que, como de costumbre, miles de pensamientos viajaban por su mente. Casi pudo escuchar su propio corazón romperse en pequeños pedazos imposibles de recomponer.

—Sí —dijo ella tras una breve y dolorosa pausa. Cerró sus ojos con fuerza y se maldijo internamente por ser tan estúpida—. Sí, es verdad. Eso era... justo lo que iba a decir.

Normalmente, a Diana se le daba muy bien mantener una fachada para ocultar todos sus pensamientos y sentimientos. Pero sus gestos nerviosos llamaron la atención de Tom e hicieron que se percatara de lo tonto que se había comportado al responder de aquella manera.

—No pretendía... —dijo Tom de repente, apartando su mirada de su diario al fin. Miró a la chica a los ojos con una intensidad que la hizo sentirse descubierta.

Siempre que sus miradas conectaban, Diana sentía lo mismo; como si no pudiera esconderle nada, pero él le estuviera ocultando todo.

—No pasa nada —aseguró ella con lentitud, apreciando su rostro todo lo posible para después conservar una imagen perfecta de él en su memoria—. Es verdad, no fue nada importante. Fue un impulso.

Tom presintió que algo se estaba comenzando a escapar de las manos. Lo más preciado que poseía se estaba comenzando a alejar como si fuera delicada arena escapándose entre sus dedos.

—Quiero decir, el beso estuvo bien —se apresuró a decir Tom para remendar la situación. No quería que Diana se enfadara con él ni que estuviera triste por su culpa. Aquello solo conseguiría alejarla de sus futuros planes—. Pero no me veo capaz de...

Querer a alguien y ser querido, pensó él para sus adentros. Sin embargo, no lo dijo y la chica pensó que se refería a estar en una relación seria.

—Tom, no te preocupes —repitió Diana con una pequeña sonrisa, intentando olvidar el ligero dolor que sentía en esos momentos—. Sólo fue un tonto beso, no es como si hubiéramos hecho algo muy serio. Pregunté porque tenía curiosidad, ya está.

Tom asintió poco convencido mientras Diana cerraba el libro de Nietzsche que estaba leyendo y se levanta de su asiento, dispuesta a irse.

Le dio una última mirada al chico, sintiéndose profundamente dolida por su anterior confesión. Iba a disponerse a irse cuando un llamativo dibujo en el libro de Tom le llamó la atención. Se inclinó para verlo mejor y en seguida sus ojos, identificaron una diadema de plata con grandes medallones azules. Su color era tan azul como su corbata.

—«La Diadema perdida de Ravenclaw» —leyó Diana en voz alta, frunciendo el ceño con confusión—. ¿Por qué lees sobre esto, Tom?

—No es nada, no te preocupes —respondió él, justo como había dicho ella momentos atrás. Cerró el libro con fuerza, dejando únicamente una vacía contraportada a la vista.

—Pero eso parecía importante...

—He dicho que no es nada —sentenció Tom con seriedad, levantándose de su asiento para quedar frente a frente con Diana, sus rostros a tan sólo unos centímetros de distancia.

Por el rabillo del ojo y procurando que él no se diera cuenta, ella echó un vistazo a al diario que antes había estado utilizando. Un par de segundos fueron suficientes para retener toda la información necesaria.

—Ya veo que no me necesitas —comentó Diana con un resentimiento que llegó hasta su mirada. Se refería a sus planes. Por lo visto, él estaba actuando solo y no parecía necesitar ningún tipo de ayuda.

—¿Debo recordarte quién está al mando en este plan? —repuso Tom y se calló al instante en cuanto vio el enfado en las facciones de Diana. Sabía que había metido la pata, lo que menos quería en esos momentos era tener a su aliada más valiosa en su contra.

—No hace falta, Riddle —dijo la chica con firmeza, utilizando su apellido como lo hacía el resto de sus compañeros Slytherin: con sumisión, pero la suya era más bien fingida.

Compartieron una breve pero intensa mirada durante varios segundos, retando al otro a responder. Entonces, Diana se hartó y cogió su mochila para salir de la biblioteca.

Mientras caminaba por los pasillos llenos de estudiantes, logró visualizar en su asombrosa mente lo poco que había visto del diario de Tom. Tenía una magestuosa memoria fotográfica y le agradecía internamente a Rowena Ravenclaw por sus maravillosos genes. Entre tantas palabras extrañas, que claramente estaban escritas en una lengua desconocida que no era latín, pudo fijarse en una en concreto. Estaba escrita en letras mayúsculas y subrayada varias veces. Lo podía ver a la perfección.

Con una gran sonrisa de confianza sobre sus labios, se anotó mentalmente buscar más tarde en la biblioteca el significado de «horrocrux».

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Durante prácticamente toda la tarde de ese día, Diana se dedicó a buscar información sobre los horrocruxes. Lamentablemente, no había ni un solo libro en la biblioteca que hablara de ellos. Ni siquiera eran mencionados.

Sus esperanzas de encontrar respuestas se habían desvanecido. Además, tampoco estaba tan concentrada como le hubiera gustado. Por su mente rondaban pensamientos sobre Tom y su anterior beso continuamente. Le dolía pensar que para él no significó nada porque para ella lo fue todo. Diana intentó por todos los medios centrarse en su objetivo principal: descubrir sus secretos. Aunque no consiguió ningún tipo de información hasta que se le ocurrió preguntarle a la persona más cercana a Tom Riddle.

Benjamin Nott se encontraba charlando animadamente con Rebekah Lestrange en los terrenos de Hogwarts. En cuanto Diana los vio desde lejos, notó que estaban contentos, se veían felices. Ambos reían por cualquier cosa que acabaran de comentar, pero sus risas frenaron al ver a Diana acercándose a ellos.

—Lamento interrumpir —dijo la joven Ravenclaw con sinceridad y una mirada preocupada—. ¿Podría hablar contigo un momento, Benjamin?

El chico asintió confundido y Diana le dedicó a Rebekah una mirada indiscreta, intentando que entendiera a lo que se refería.

—Oh, sí, os doy privacidad. De todos modos, tengo clase de Herbología dentro de poco —dijo Rebekah con tranquilidad. Su alegría había sido sustituida por su habitual semblante serio y tristón.

La muchacha se alejó de ellos sin despedirse, caminando hacia el castillo en vez de hacia los invernaderos, lo que resultó un tanto extraño. Diana meneó la cabeza, olvidándose de ella y dirigiéndose a Benjamin completamente.

—¿Sucede algo? —preguntó él.

—¿Sabes algo sobre los horrocruxes?

Sus músculos se tensaron debajo de su camisa y, aunque fuera un chico muy delgado y aparentemente poco atlético, se le veía un tanto amenazante con el ceño fruncido y los puños cerrados.

—No sé de qué me hablas —dijo como respuesta antes de hacer el ademán de seguir a Rebekah por donde se había ido, pero Diana lo agarró del brazo rápidamente.

—Ben, por favor —pidió en un amable susurro—. Tom me ignora y no quiere mi ayuda en nada. Yo sólo intento ayudarlo, pero no puedo si no sé qué intenta.

Tras unos segundos de vacilación, Benjamin se giró hacia ella de nuevo y suspiró antes de comenzar a hablar.

—¿De dónde has sacado lo de los horrocruxes?

—De su diario —respondió con decisión—. Lo tenía abierto por una página con frases escritas en otro idioma, sólo pude identificar esa palabra.

—Ese idioma es pársel, el lenguaje de las serpientes —explicó Benjamin. Aquello tenía sentido; Salazar Slytherin hablaba pársel y Tom, como su pariente lejano, había heredado sus dotes—. No te voy a decir más sobre eso, es cosa suya decírtelo, pero sobre los horrocruxes... —hizo una pausa mirando a todos lados para comprobar que nadie los estuviera mirando.

—¿Qué pasa con ellos?

—Si te lo cuento, probablemente dejes de ver a Tom de la misma manera.

—Por favor, Ben. Dímelo —insistió ella.

Benjamin suspiró y volvió a comprobar que nadie estuviera cerca de ellos.

—Son una forma de hacerle inmortal —dijo por fin, dejando a Diana petrificada—. Tom quiere ser invencible, imparable. Para ello, divide su alma en varios objetos llamados horrocruxes. De este modo, si él muere, sólo quedaría sin vida su cuerpo mientras que su alma permanecería en esos objetos.

Su confesión entró en el cerebro de Diana de la misma manera que una flecha podía atravesarle la piel a cualquiera. Cada una de sus palabras la dejaron aturdida, pensando en qué demonios tenía Tom planeado. Tuvo un millón de ideas en ese momento, pero sólo se le ocurrió una coherente.

—Tienes que ayudarme a impedírselo —dijo con preocupación.

—No puedo impedirlo, ya es demasiado tarde —Benjamin negó con la cabeza, cortante.

—Entonces, tengo que hablar con él —dijo Diana antes de comenzar a caminar hacia el castillo.

—¡No le digas que te lo he dicho! —pidió Benjamin con desesperación. Ella asintió, tomando nota, y continuó su camino.

Todo se le estaba yendo de las manos.

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

El castillo era demasiado grande para su gusto. Todas sus puertas, escaleras y pasillos lograron hacer que se perdiera y que, por desgracia, no encontrara a Tom por ninguna parte. En su lugar, Diana vio a Katie con el resto de sus amigos caminando cerca de ella. Se apresuró a tratar de esconderse, pero la reconocieron al instante.

—Diana —dijo Katie con sorpresa. Rápidamente mostró una sonrisa—. Es bueno verte.

La pelinegra se limitó a enconjerse de hombros, mirando a cualquier lugar que no fuera el rostro de su antigua amiga. Notó que Bill estaba a su lado, observándola en silencio.

—Mira, lamento mucho todo lo que sucedió. No debí haber cuestionado tus decisiones ni tus nuevas amistades —dijo Katie con honestidad—. Ojalá algún día puedas perdonarme y volvamos a estar bien.

—Te perdono —dijo Diana para sorpresa de todos. Se atrevió a mirarla a la cara, recordando en su mente aquellas conversaciones que tuvo con Tom y su pandilla en las que hablaban de los hijos de muggles. No eran malas personas, pero sabía que prefería no estar cerca de ellos—. Pero no quiero ser tu amiga. No quiero estar con vosotros. Lo siento.

Giró sobre sus talones, intentando escaparse de esa situación lo antes posible, pero Katie habló de nuevo.

—Esto es por Riddle, ¿verdad? Te ha metido esas ideas en la cabeza.

—Pensaba que te arrepentías de cuestionar mis nuevas amistades —replicó Diana con dureza.

—Y así es —asintió Katie—. Pero veo que esto ha llegado demasiado lejos. Te están perjudicando, Diana. ¡Te han cambiado!

—¡No me interesa tu opinión! —exclamó de pronto Diana. Su elevado tono de voz llamó la atención de varios estudiantes que se encontraban en el pasillo—. Sé que no soy importante para vosotros, ya lo tengo asumido. Habéis estado muy bien sin mí desde que me alejé de vosotros.

—Chicas... —murmuró Bill con preocupación al ver que comenzaban a alterarse.

—¡No digas tonterías! ¡Claro que eres importante! —continuó Katie desesperada—. Eres mi... amiga y me preocupo por ti. Pero ya veo que a ti no te importa.

—Corrección; era tu amiga —dijo Diana con tristeza plasmada en su mirada antes de dar media vuelta y continuar buscando a Tom por el castillo.

Ahora sólo debía olvidarse de aquellos que se hacían llamar amigos. Tenía que centrarse y entregarse completamente al nuevo grupo de amistades reales que acababa de conseguir. Tom, Benjamin, Lestrange, Malfoy... incluso Penélope Parkinson. todos ellos estaban de su lado y la iban a apoyar. Sólo debía confiar.

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Las miradas de todos los presentes en la Sala Común de Slytherin siguieron a Diana desde que atravesó la enorme y vieja puerta de madera. Los miembros de la casa de las serpientes tenían miradas mortíferas, fulminantes, mientras miraban con cierta confusión y desprecio la corbata de color azul que colgaba irregularmente de su cuello. No obstante, no se acercaron ni se dignaron a decirle nada. Ella aprovechó esa oportunidad para ir a las escaleras de los dormitorios masculinos.

Sus pisadas eran fuertes y enfadadas. Había desaparecido su estado de shock al haber descubierto el significado de los horrocruxes y había sido reemplazado por puro enojo que provocaba que su corazón palpitara más rápidamente. No le gustaban los secretos, no se podía creer que Tom le hubiera ocultado uno tan grande. Sobretodo después de hacerle todo tipo de promesas sobre que ella estaría a su mismo nivel, no como el resto de su círculo de compañeros más cercanos.

Diana encontró una puerta cerrada al final del pasillo en la que ponía «Tom Riddle, Abraxas Malfoy, Benjamin Nott y Orion Black». La identificó al instante como su destino y se encaminó hacia allí. Pero una persona de gran altura se interpuso en su camino. Al alzar la mirada, Diana vio a un chico con el cabello de un color rubio-castaño. Tenía una ceja alzada y desbordaba aires de superioridad, probablemente debido a la insignia de prefecto que se encontraba puesta en su túnica.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó él, cruzándose de brazos.

—Busco a...

—Me da igual —interrumpió con irritación—. Eres Ravenclaw, este no es tu sitio. Además, estás en los dormitorios masculinos siendo una chica...

—Creo que es suficiente, Rosier  —dijo una grave voz a sus espaldas. El chico rubio ni siquiera se giró para ver quién era, solamente se apartó un poco—. Está conmigo y yo soy Premio Anual, ¿recuerdas?

—Sí —asintió el llamado Rosier con vergüenza. No dijo nada más, simplemente le dirigió una cruel mirada a Diana con los dientes apretados y se fue de allí tan rápido como llegó.

En cuanto se quedaron solos, Diana recordó al instante el motivo de su visita. Alzó la mirada hacia Tom, que la observaba con intensidad bajo la poca luz que había en el pasillo. Entonces, pasó a su lado dándole un codazo brusco y entró en su habitación sin siquiera pedir permiso. Estaba demasiado consternada para ser tan educada como siempre.

Tom puso los ojos en blanco cuando recibió su suave golpe en el brazo. Soltó un fuerte suspiro para controlarse al completo antes de seguirla dentro de la habitación.

La habitación de los cuatro chicos de Slytherin era básicamente igual que la suya en la torre de Ravenclaw. La diferencia era que estaba sumamente ordenada; no había ni un solo libro en el suelo, tampoco ropa tirada por cualquier lugar y muchos menos cartas repartidas por las mesitas de noche. Diana se sorprendió, pensando que sería prácticamente imposible encontrar una mota de polvo.

—Antes de que digas nada —dijo la chica después de que Tom cerrara la puerta—, no quiero escuchar tus disculpas si es que acaso ibas a pedir perdón. Y esto no tiene nada que ver con lo grosero que fuiste en la biblioteca. Esto... ¡esto es demasiado!

—Tendrás que ser más específica —murmuró Tom con voz ronca, observando de la forma más serena posible cómo Diana perdía los nervios.

—Horrocruxes —dijo ella finalmente, provocando que él cambiara la expresión de su rostro a una de ligera sorpresa—. Sé lo que son y me parece increíble que quieras... ser inmortal. No lo necesitas.

Tom se acercó a ella rápidamente, acorralándola hasta que su espalda chocó con la pared detrás de ella. Se miraron directamente a los ojos mientras él intentaba por todos los medios entrar en su mente mediante Legeremancia, pero ella le impidió acceder a sus pensamientos.

—Tú no sabes nada.

—Sí que lo sé —replicó ella con firmeza, sintiéndose un poco mareada por lo cerca que se encontraban—. Sé que no necesitas ser inmortal o ser invencible. Es suficiente con que seas tú.

Tom se separó un poco y soltó una risa sarcástica.

—¿Y quién soy, eh? —preguntó con falsa diversión—. ¿Un sucio hijo de muggles con planes que nunca podrá cumplir? Es eso lo que piensas, ¿verdad? —siseó con enfado—. No me mientas.

—Sabes que no es verdad —respondió Diana, todavía quieta en su sitio mientras él paseaba a su alrededor de un lado a otro—. ¿Ya los has hecho? —Tom asintió sin prestarle mucha atención—. ¿Cuántos?

—Dos —confesó—. Planeo siete.

Quería dividir su alma en siete malditos horrocruxes. Para Diana sonaba como una auténtica locura.

—¡No puedes seguir con esto! ¿Es que no lo entiendes? Divide tu alma cada vez más. Si sigues, perderás tu alma al completo.

—Oye, Diana, quiero dejarte clara una cosa —dijo rápidamente, caminando hacia la chica hasta quedar a escasos centímetros de su rostro. Ella tragó saliva, sintiéndose nerviosa y, ciertamente, temerosa—. Que nos hayamos besado no significa que puedas decirme qué debo y qué no debo hacer, ¿entiendes?

—Yo sólo intento hacerte entrar en razón... —continuó insistiendo.

—Y yo quiero que tú lo entiendas —continuó Tom. Entrecerró sus ojos y la miró inexpresivo—. Esto me hará imparable. El Mundo Mágico necesita un líder como yo, que sea capaz de mantener todo como debe estar. Siendo inmortal, conseguiría eso, además de respeto y liderazgo.

Diana se quedó callada mientras hablaba, observando lo entusiasmado que se veía con todos sus planes. En parte tenía razón, siendo inmortal podría poner la comunidad mágica en orden durante todo el tiempo que deseara. Pero algo dentro de ella le decía que seguía siendo algo malo.

—Seremos importantes, te lo prometí y no incumpliré mi promesa —dijo con voz más suave, acercándose a ella hasta que pudieron sentir sus alientos entremezclados. Alzó una mano para acariciarle una mejilla, a lo que ella se estremeció ante su tacto—. No tengas miedo, no tienes de qué preocuparte.

La conversación se había calmado, pero Diana aún sentía la necesidad de recordarle las consecuencias de los horrocruxes. Sin embargo, las palabras no salieron de sus labios debido a las caricias que comenzaban a proporcionarle las frías manos de Tom en la piel oculta bajo su camisa.

Casi sin darse cuenta, Diana posó sus propias manos en los hombros del chico, apretando sus manos con intención de apartarlo pero a la vez sin querer hacerlo.

—Seremos imparables —siguió Tom. Se miraron a los ojos durante un par de segundos antes de que él comenzara a darle besos en el cuello que la hicieron estremecerse—. Podremos hacer lo que queramos y nadie nos detendrá —continuó dándole besos sumamente delicados hasta su clavícula, como si fuera algo muy preciado que debía tratarse con suavidad—. Sólo debes quedarte a mi lado y entender que mis decisiones son las correctas.

Esa última frase la dejó de piedra. Le estaba pidiendo que lo apoyora sin darle la contraria en ningún momento. Le encantaba la idea de estar juntos, pero ella nunca podría prevenirlo de los errores que cometía. No le gustó mucho, pero en ese momento no se podía concentrar al máximo debido a la intimidad que estaban compartiendo.

—Pero, Tom...

Él la besó de repente, y lo primero que pensó fue que sólo lo hacía para callarla y que no hiciera más preguntas. Después, asumió ese hecho y no le molestó más. Diana ya tenía claro que él no la quería, pero aún así disfrutaba de que la besara como si lo hiciera. Resultaba doloroso ver el respeto a sí misma que había perdido.

Inconscientemente y apenas sin separar sus labios del intenso beso que compartían, se acercaron a la cama más cercana. Y esa noche, mientras intentaba olvidarse de todas sus preocupaciones, Diana se embriagó de aquel falso sentimiento de ser querida que no había sentido en mucho tiempo.

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Diana y Tom son mis tóxicos favoritos xd.

tengo pocos lectores comparados con mis otros fanfics pero i don't care porque me encanta escribir esta historia y no pararé hasta terminarla 😼

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