Maldición Willburn © ✔️ (M #1)

By ZelaBrambille

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En las calles se cuenta una leyenda: Rowdy Willburn no sabe querer porque ya no tiene corazón, es una maldici... More

Maldición Willburn
Prefacio
🎲 TOMO I | La caída 🎲
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06 (pt 1)
Capítulo 06 (pt2)
Capítulo 07
Capítulo 08 (pt1)
Capítulo 08 (pt2)
Capítulo 09
Capítulo 10 (pt1)
Capítulo 10 (pt2)
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14 (pt1)
Capítulo 14 (pt2)
Capítulo 15
Capítulo 16
Extra | Regina y Tyler
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Extra | Rowdy y Giselle
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
🎲 TOMO II | El ascenso 🎲
Capítulo 29
Capítulo 30
Extra | Kealsey y Omar
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 47
Capítulo 48 (pt1)
Capítulo 48 (pt2)
Capítulo 49 (pt1)
Capítulo 49 (pt2)
Capítulo 50 final
Epílogo I
Epílogo II
| P L A Y L I S T |

Capítulo 46

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By ZelaBrambille


Ayer casi no pude dormir por pensar en lo que podría pasar hoy, sé que también estuvo despierto porque estuve a su lado. La tristeza sigue ahí, la siento cada vez que se me viene a la mente el Row que conocí hace unas horas, tan vulnerable. Quería ser su apoyo, pero lo único que hice fue dejar que me abrazara toda la noche, limpiar algunas de sus lágrimas traicioneras y repartir besos en su frente. ¿Si eso no es suficiente?

El silencio que nos rodea mientras vamos al hospital es tenso, me pone de los nervios. Por el espejo retrovisor alcanzo a ver a Haward, el chofer del señor Willburn, manejando el auto del padre de Row, vienen detrás de nosotros, siguiéndonos.

Al llegar es más de lo mismo, no dice nada, sus labios son una línea dura. Antes de entrar nos reunimos con sus padres, ellos intentan llenar los vacíos, los silencios incómodos y dolorosos con preguntas y comentarios, le lanzan miradas repletas de preocupación a un Row distraído, perdido en sus pensamientos, los cuales lo torturan pues a veces su frente se arruga mostrando preocupación.

Su cuerpo se tensa tan pronto entramos, la expresión de su rostro sigue siendo la misma, casi como si fuera una de las estatuas de su padre, pero los músculos de su mandíbula se aprietan.

Me muevo de forma automática, siguiéndolo y sintiéndome completamente impotente, pues no sé qué hacer para que se sienta mejor, para aligerar la carga que seguro tiene en los hombros.

Caminan por el hospital como si lo conocieran, seguro lo hacen, saber que otras veces han venido me hace respirar profundo para calmarme. Solo son estudios, confío en que nada malo sucederá, no puede sucederle nada justo cuando todo comienza a ir tan bien, ¿verdad?

Tener que hacer esto, venir por la existencia del riesgo a estar enfermo es como caminar en una cuerda floja, si pierdes el equilibrio caerás. Jamás había sentido esta clase de impotencia. En cualquier momento el cáncer puede regresar, eso me está matando, me deja sin aire, así que tengo que abrir la boca para poder respirar.

No... no le puede pasar nada, a él no, por favor, que no le pase nada.

Ya ha sufrido demasiado.

Y luego está esa idea que no ha dejado de rondarme, ¿qué pasará conmigo si algo malo llega a pasarle? ¿En qué pozo negro entraré? ¿Cómo voy a superarlo? Sé que estúpido y no debo adelantarme, pero estoy aterrorizada. Temo por los dos.

Pasamos por pasillos, elevadores, para mí es como ir en cámara lenta. No sé hacia dónde vamos, pero con cada paso el nudo en mi garganta crece, me aterra que me deje sin aire y me haga perder el control.

Los cuatro tenemos que esperar en la recepción. Row se aleja un momento para llenar unos papeles, aprovecho y me pongo de pie, me alejo para tener privacidad y poder hablar por teléfono. Llamo a papá.

Sé que mi padre viene en ocasiones a este hospital, cuando lo llaman para casos especiales, a pesar de que su especialidad es el área infantil.

—Cariño...

No lo dejo terminar.

—Estoy preocupada y tengo ganas de gritar, no sé cómo lidiar con el hecho de que Row está a punto de hacerse análisis para revisar que el cáncer no haya vuelto. ¿Qué hago, papá? Él parece tan preocupado y triste que no sé cómo ayudar, soy torpe, solo pienso en todo lo que hago mal. Cuando necesitaba consuelo me dio chocolate caliente, siempre sabe qué hacer o decir para hacerme sentir mejor. Y yo estoy aquí como una estatua, temblando, porque me aterra que le pase algo, porque no soporto verlo tan asustado. —Respiro hondo para recuperar el aliento, pues me he quedado sin aire por mi discurso tan precipitado—. Tú sabes de estas cosas, ¿qué tengo que hacer?

Hay un minuto de silencio, tengo que comprobar que siga en la llamada. Afortunadamente no tengo que repetir mis preguntas.

—Sé de esas cosas y cómo hacer contención, pero él no necesita un doctor ni un terapeuta, hija, te necesita a ti. Cuando te dio chocolate caliente, ¿qué fue lo que te hizo sentir mejor?

Me quedo callada recordando el momento, los dos en la cama, él tranquilizándome con su presencia. Mi vista se levanta para buscarlo, sigue ahí, llenando los documentos.

—Fue él, que se quedara conmigo.

—¿Lo ves? No tienes que hacer nada, solo quedarte ahí y sostener su mano.

El nudo en mi garganta no se va, ni siquiera al tragar saliva.

—Gracias, papá. —Hago una pausa—. T-tengo que ir con él.

—Me llamas si necesitas algo y para mantenerme informado, ¿de acuerdo?

Afirmo con un sonido. Guardo el móvil en el bolsillo de mi pantalón luego de colgar y vuelvo a mi lugar junto a Hortensia, quien me da una sonrisa amigable, aunque cargada de cierta angustia. Regreso justo a tiempo, pues Row vuelve dando pasos cortos, con la cabeza gacha. Se sienta junto a mí.

Lo miro un instante que me sabe eterno, pues podría perderme durante horas recorriendo las avenidas de su rostro, buscando las respuestas a todos los enigmas del universo.

Alcanzo su mano apretada en un puño que se relaja tan pronto siente mi toque. Lo sostengo llevando su mano a mi muslo, en donde entretejo nuestros dedos. Voy a inclinarme para acercarnos más, pero él lo hace primero. Se aproxima y esconde su cara en mi cuello, su respiración profunda y aliento caliente me provocan un escalofrío. Lo nota, pues deja un beso en mi piel erizada.

—Gracias por estar aquí —susurra.

Quiero mirarlo, no obstante, está escondido, así que me conformo con acariciar el dorso de su mano, sus nudillos.

—No hay otro lugar en el que quiera estar —respondo.

—Si esto es demasiado, si te sientes presionada de alguna forma...

Lo interrumpo.

—Row, en lo único que puedo pensar es en que quiero estar contigo para escuchar que estás bien y, si por alguna razón no lo estás, también me quedaré junto a ti.

Una sonrisa aparece en sus labios, lo sé porque puedo sentir el movimiento.

Él se tensa cuando la enfermera nos dice que podemos pasar. Vamos hacia otra sala en la que hay sillones, en el fondo se alcanzan a ver cubículos cerrados por cortinas de tela.

Row se saca la sudadera, su madre se apresura para tomarla. Él toma un respiro tembloroso antes de seguir a la enfermera. No le quito la mirada de encima, tampoco elijo un asiento, pues estoy demasiado ansiosa como para quedarme quieta.

En el cubículo de Row queda una rendija, pues la enfermera no cerró por completo la cortina, así que puedo verlo ofreciendo su brazo para que le pongan una liga alrededor. Me duele el alma cuando aprieta sus párpados para no ver la jeringa, su mano libre se cierra en el descansabrazos de la silla hasta que sus músculos y venas saltan por la fuerza, su rostro es invadido por la desesperación. Mira de reojo a la enfermera y, justo cuando va a picar su brazo, lo mueve y dice algo.

Dios. No puedo evitar pensar en el niño que fue alguna vez, al que lo llenaban de piquetes, el que debía venir al hospital para recuperarse, pero le dolía el alma solamente por poner un pie en el interior.

Saber que ese niño, el que siempre vivirá dentro suyo, está sufriendo me hace actuar. Ni siquiera lo pienso. Dando largas zancadas me dirijo hacia él, de manera torpe me hago paso a su cubículo, el ruido llama la atención de la enfermera, quien va a hablar, seguramente para pedirme que me vaya.

—Por favor, solo un momento —suplico.

Me pongo de rodillas junto a él para estar a la altura de su rostro, me observa con lo que creo es alivio. Mis manos capturan su cara, una a cada lado de sus mejillas. Mis pulgares acarician sus pómulos.

»Estamos contigo. Estoy aquí.

Una de sus comisuras tiembla. Sus ojos no sueltan los míos, me veo reflejada en la intensidad de su mirada. Es una ventana y me permite ver todo lo que le atormenta.

No somos tan diferentes, somos más parecidos de lo que pensé. A los dos nos lastimaron, los dos tuvimos que crecer para enfrentar un dolor que creó heridas y nos arrebató todo. Crecimos creyendo que estábamos en la oscuridad, nos aferramos a eso porque era más sencillo.

Le doy un pico que se convierte en un beso suave y lento, pues su lengua se hace paso en mi boca sin pedir permiso. Yo le doy todo lo que necesita porque sé que desea estar en cualquier lugar, menos aquí. Sé cómo se siente querer olvidar y desaparecer, pero no poder. Si mi beso lo lleva a otro lugar, entonces lo besaré. Nuestros labios juegan, se pierde ahí como si fuera lo más entretenido e interesante, me ruega con sus movimientos que no me detenga, que no lo deje. Muerde mi labio, lo succiona, se vuelve tentador y en silencio me dice que no me dejará ir.

Llevo los ojos a la enfermera, quien sigue ahí, aunque por el rubor en sus mejillas parece algo avergonzada. Abro mucho los párpados y asiento levemente para indicarle que es el momento, lo entiende. Ella actúa con rapidez, tanta que Row no se da cuenta de que saca su sangre. Cuando termina, me echo hacia atrás rompiendo el beso.

Sus párpados aletean, se ven pesados.

—Listo, cariño —murmuro.

La enfermera le indica que ha terminado y debe volver a la sala, así puede esperar que lo llamen de nuevo para realizar el resto de los estudios.

Él atrapa mi muñeca e impide que me aleje.

—No puedo amarte más —dice.

Mi corazón se convierte en un desastre.

—¿Es un reto, Rowdy Willburn? Podemos apostar si quieres.

—Apostaré para que te quedes con todo, pues es seguro que en eso quiero perder.

Voy a darle otro beso, pero la pobre enfermera se aclara la garganta, puedo ver cierta mueca de diversión, seguro piensa que somos dos locos hablando de amor y apuestas en medio del hospital.

A Row se le escapa una risa ahogada cuando volvemos y encontramos que tenemos público, al regresar junto a sus padres me percato de que lo vieron todo. Genial, mis suegros ahora saben que no me puedo resistir a este hombre. Y no solo ellos, todos en la sala presenciaron nuestro momento privado, hacen un sonido parecido al que harías al ver un gatito que te provoca ternura. Aww. ¡Qué vergüenza! ¡Por favor! Creo que incluso alcanzo a ver que alguien esconde un celular.

El señor Willburn se ve contento, parece que Hortensia va a llorar de la emoción en cualquier momento. Me sonrojo, el calor en mis mejillas incrementa cuando Row me roba un beso una vez que estamos frente a sus padres, sin pudor.

Al final no importa si esto me hace sonrojar, lo haría mil veces porque ahora él se ve un poco más animado, lo suficiente como para mantener una conversación con sus padres mientras acaricia mi mano.

Los siguientes minutos son lentos, se llevan a Row a otro sitio, así que me quedo con sus padres, quienes no se han despegado desde que llegamos. Dejo la vista estancada en el suelo y no me muevo.

De pronto, Hortensia se endereza, se talla la cara y suelta un suspiro. Luce como si hubiera envejecido, el aire encantador que vi ayer fue reemplazado por una nube negra que intenta aparentar sonriendo, pero yo sé de sonrisas falsas, la suya no llega hasta sus ojos. Es evidente que está preocupada, que algo la carcome por dentro. También es obvio que el padre de Row busca consolarla, a pesar de que le está doliendo.

—Necesito despejarme —dice ella saliendo de los brazos del señor Willburn y se levanta—. Iré por café, ¿quieren algo?

Los dos negamos, ella asiente y se aleja, no decimos nada hasta que desaparece en el elevador.

—Es difícil para mi Hortensia pasar por esto, insisto en venir porque jamás podría dejarlos de nuevo, a pesar de que prefiere estar sola. A veces pienso que ella y mi hijo están tan acostumbrados a que no esté que mi presencia no hace ninguna diferencia.

Él suena triste.

—He hablado con Row sobre el pasado, sobre ustedes y sé que lo adora, señor Willburn, para él es importante que estén los dos juntos.

—Jamás me he arrepentido tanto de algo como de haberlos dejado cuando me necesitaban.

—No podemos ser personas sin sentir miedo, y a veces el miedo nos hace actuar de formas que lastiman —digo.

—Perdí a mi familia.

—No, señor Willburn, su familia sigue en el mismo lugar. —Le doy una sonrisa—. Ya estuvo aquí para mostrarle apoyo a Row, ahora vaya con Hortensia, creo que necesita más su presencia que un café, ¿no cree? Alguien me dijo que siempre espera en la ventana cuando sabe que usted irá a visitarla.

Primero sus párpados se pegan a su frente, luego sonríe de esa forma que me recuerda a las travesuras de Row.

—Ahora somos cómplices en el crimen, chica de fuego —dice y suelta una risotada—. Esta conversación es nuestro secreto.

Se levanta, quizá para seguir a Hortensia, pero antes de avanzar se detiene.

»Mi hijo te ama, Giselle, gracias por recordarle lo que es ser feliz. Me preocupaba demasiado que estuviera tan solo, es bueno saber que está contigo.

Abro la boca para respirar.

—Él también me hace feliz —respondo.

Me quedo sola más de media hora. Lo veo caminar por el pasillo, cuando regresa se deja caer junto a mí, sus codos van a las rodillas. Me deslizo en el asiento hasta que nuestras piernas chocan, me recargo en su costado y coloco una mano en su espalda encorvada.

—¿Qué sucedió?

—Tenemos que esperar a que salgan los resultados, seguro estarán en unas horas, me notificarán por correo electrónico —responde.

—¿Y qué sueles hacer mientras esperas? —pregunto.

—Solo esperar.

—¿Solo esperar? ¿Tú? ¿Rowdy Willburn?

Se encoge de hombros con desgana. Por un momento dudo, ¿quiere él que me quede en silencio? Pero luego me concentro en sus ojos y en la súplica que hay en ellos.

Siento la urgencia de levantar su ánimo, de borrar esa melancolía de su rostro para siempre. Pego la nariz a su mejilla y dejo un beso en su piel. Su comisura asciende, lento.

»Tenemos que salir de aquí.

—Estoy de acuerdo contigo.

—¿Hay algún lugar al que quieras ir?

—A donde tú quieras, muñequita, lo único que importa es que estés ahí.

Le ofrezco mi mano cuando me pongo de pie, no pone resistencia, entrecruza nuestros dedos y me sigue sin preguntar. Nos despedimos de sus padres, quienes conversan en la cafetería, cada uno con su respectivo café. Les doy su espacio, pensando que necesita un tiempo con ellos. Lo primero que hace su padre es levantarse y abrazarlo tan fuerte que Row termina carcajeándose y diciéndole que necesita respirar, puedo ver cómo su rostro deja la tensión para sonreír. Su madre también lo abraza y le pide que la mantenga informada, que estará al pendiente de sus noticias.

Ver una máquina expendedora cerca me trae una idea, así que obtengo lo que necesito y espero a Row.



Podemos ver la ciudad desde este lugar, el sol se está escondiendo, así que las tonalidades del cielo y los edificios son un paisaje tranquilizador. Ya empiezan a brillar las luces encendidas, parecen estrellas centelleando en la lejanía.

Fuimos a comer y después paseamos en su auto sin tener un rumbo fijo, escuchando canciones de rock clásico, tarareando, charlando de cualquier cosa menos del hospital.

Recargo la cabeza en su hombro y suelto el aire. Estamos en el mirador que está en el fondo del cementerio, este lugar me trae muchos recuerdos. Sé que no es el lugar más hermoso o convencional para pasar el rato, pero es una parte de mí. Viví aquí un tiempo, esta era mi vida.

—Venía siempre que quería escapar. Cuando era pequeña fue difícil para mí acostumbrarme a mi nueva vida, a veces huía de la escuela y me sentaba en este sitio durante horas. Para mí era más seguro estar aquí sola que con todas esas personas allá abajo. Ya no se siente así, y en gran parte es porque estás tú, desde que llegaste lo cambiaste todo, ahora estamos en este lugar y en lo único que puedo pensar es en que estás conmigo, que el mundo no es tan malo porque tú estás en él. Podría quedarme aquí para siempre si me dejas tomar tu mano.

Levanta mi barbilla con su dedo. Retira los cabellos rebeldes de mi rostro cepillándolos hacia atrás.

—Me dejas sin aliento —murmura frente a mis labios.

Me roba un suspiro.

—No sé qué hacer para que te sientas mejor, para que olvides lo que te lastima, incluso le llamé a papá para pedirle consejo. Soy muy torpe, Row. —Obtengo las galletas con chispas de chocolate que saqué de la máquina expendedora en el hospital. Le ofrezco una—. Las robaba cuando era niña, pero ahora quiero compartirlas contigo.

Row sonríe y toma la galleta.

—Me preguntaste qué hacía en estos casos, pasaba semanas enteras esperando los análisis de revisión y los resultados, me consumía la miseria. No dejaba que nadie se acercara, los dos tenemos eso en común. Quiero que entiendas que siempre me va a dar miedo, pero es sencillo encontrar fuerzas si estás tú. No necesitas hacer nada, Giselle, solo te quiero a ti.

Echo la cabeza hacia atrás, la suya desciende. En ese momento lleva la galleta a su boca para comerla, mastica sin dejar de mirarme.

»Gracias por compartirla conmigo, pero esta galletita con chispas es más deliciosa —susurra y comienza a repartir besos tronados en mis pecas.

Suelto una risita y enrollo el brazo en su cuello, dejo que bese mi rostro con los párpados cerrados, los cuales también besa. El roce de nuestros labios se siente como mil atardeceres, mil galletas de chocolate, mil chocolates calientes que consuelan pesadillas.

»Necesito estar cerca de ti —dice—. Necesito sentir tu cuerpo, el calor de tu piel, perderme ahí hasta que amanezca y deje de hacer frío.

Trago saliva.

—Vámonos.



Esta vez manejo yo, la camioneta tiene tal potencia que me emociono en una calle solitaria pisando el acelerador. El aire que entra por la ventana abierta hace volar mis cabellos. Canto a todo volumen, casi gritando, Fat bottom girls, mandándole miraditas que lo hacen sonreír. Enarco una ceja, él imita mi gesto.

—¿Qué?

—¿No vas a cantar? Esa podría ser tu canción —respondo.

Consigo justo lo que quiero, se carcajea y me sigue el juego, comienza a tararear, a mover la cabeza al ritmo de la música. Es una broma para él. Su teléfono suena. Duda un instante, pero lo toma y lee el contenido del correo. Quiero llenarlo de preguntas cuando vuelve a mirar al frente sin musitar palabra alguna. Me tenso, la seriedad en su semblante me hace bajar el volumen.

En uno de los semáforos en rojo me ofrece el celular, con renuencia lo tomo, pues temo encontrar lo que tanto me asusta. El contenido del correo que aparece al desbloquear son los resultados, una simple palabra, a eso se reduce todo. Mis ojos se llenan de lágrimas al leer.

Él se desliza en el asiento para acercarse. Rodea mi cadera con su brazo y enreda su dedo índice en una de las trabillas de mi costado.

—Haces que esto sea más fácil —susurra.

Cuando arranco se hunde la cara entre mis cabellos, muerde mi cuello y succiona. Me remuevo, pues a pesar de ciertos sentimientos oscuros está encendiendo ciertas partes de mi cuerpo que no deberían reaccionar en un momento como este. Sin embargo, se trata de Row, supo derribar cada pared hasta llegar a las espinas y, sin temor a espinarse, las atravesó para llegar a mí.

Quiero sus besos y sus caricias ahora más que nunca, estoy sedienta porque deseo beberlo, aferrarme a sus brazos.

—Vas a hacer que me estampe —digo en voz baja, como si no estuviéramos solos y alguien pudiera escucharnos. En parte se debe a que se siente como si estuviera haciendo algo prohibido.

—Te necesito.

Entonces corre la mano hacia mis muslos, sube mi vestido tan despacio que la tela me hace cosquillas. Estoy temblando y tengo que esforzarme para no saltar al sentir sus dedos fríos acariciándome por encima de la ropa interior.

En otro semáforo rojo abro las piernas, sus dedos apartan los obstáculos hasta que llegan y chocan con esa calidez húmeda y ansiosa.

Tengo que morder mi labio para no gemir, pero no puedo ahogar el suspiro al sentir cómo me tienta. Su respiración pesada y los besos que deja en mi cuello me desarman, me llevan un sitio en el que nada más existe, solo nosotros dos. No hay estudios, ni hospitales, ni peligros. Acelera el ritmo como si pudiera leer mis pensamientos, me convierte en polvo y me reconstruye en pocos segundos.

Los cláxones me obligan a bajar de la nube de lujuria y darme cuenta de que estamos en verde, deteniendo el tráfico y todos están furiosos pasando por nuestros costados gritando cosas. Piso el acelerador e intento apresurarme porque Row es implacable, no se detiene a pesar de que tiemblo en el asiento, de que leves convulsiones se apropian de mi cadera y de que lucho con mis párpados pesados.

Llego a la casa, el camino delimitado por las flores me parece interminable. Cuando al fin llegamos él suspende las caricias y aleja su mano. Podría correrme al ver que lame los dedos que hace un momento me tocaban sin piedad.

No sé muy bien cómo bajamos y caminamos a la entrada porque el deseo sigue en mi vientre, solo puedo pensar en lo que le haré en cuanto entremos a su casa. Abre la puerta, luego se hace a un lado y me deja pasar.

No puedo hacer nada de lo que me propongo, pues en un segundo me tiene acorralada contra la puerta, al siguiente me está sacando el vestido con desesperación. Me quedo en ropa interior, la cual se va, me saca el sostén y las bragas resbalan por mis piernas cuando las empuja hacia abajo con movimientos rápidos.

Él se encuentra tan afectado como yo, pues no pone resistencia cuando controlo la situación. Camino para dirigirlo al sillón. Me siento en su regazo, me recibe acomodando mis muslos, los cuales recorre.

Su boca va directo a mi seno, captura uno de mis pezones para lamerlo y darle atención como solo él sabe. Sus manos, por otro lado, se aferran a mi trasero, creo que sus dedos me dejarán huellas, la idea termina con la poca cordura que me quedaba.

Me convierto en desespero por estar cerca de él. Le saco la camisa y admiro sus abdominales, toco su pecho, el cual se tensiona al sentirme, esta vez de la buena manera. Su piel cálida y algo bronceada es perfecta.

—Si me miras nada alrededor puede lastimarme —dice antes de pescar mi labio inferior con sus dientes—. Mírame así siempre.

El beso con el que pretende consumirme está lleno de pasión y adrenalina, como los besos en los que nos perdíamos cuando nos conocimos.

Mis pechos se pegan al suyo porque me jala hacia él y delinea la curvatura de mi espalda. No se detiene, su dedo busca lugares que no han sido suyos todavía. Corre mi humedad hacia atrás para jugar con ese lugar que se siente prohibido y excitante.

Me toca como si conociera cada centímetro de mi cuerpo, y lo hace. También mi cuerpo lo reconoce, se entrega al placer que me ofrece ejerciendo la presión justa que me hace delirar y gritar que quiero más, que quiero que sus manos me desbaraten y me hagan suya.

Mis caderas se mueven igualando el ritmo de sus dedos, mostrando la necesidad, el deseo. No entiendo lo que digo, ni siquiera reconozco mi voz, pero sí escucho la suya.

—Te amo, te amo...

Lo repite frente a mi oído, soplando su aliento para hacerme convulsionar, sabiendo bien lo que esas palabras ocasionan dentro de mí, como si no fuera suficiente lo que me hacen sus caricias. Termina de torturarme para desabrochar su pantalón.

—No, no —digo al tiempo que detengo los movimientos de sus manos—. Déjame hacerlo.

Me encargo del botón y el cierre. Acerco la boca a su oído y dejo un beso, reacciona apretando mis muslos.

»Mira lo que voy a hacerte, Rowdy Willburn, haré que olvides las últimas horas.

Va a hablar, pero se atraganta cuando muerdo cuello y trazo con mi lengua el músculo que sobresale por la tensión. Tiene que soltarme para poder moverme, lo hace a regañadientes, sus manos caen al sofá.

Sigo bajando, dejando besos suaves y lengüetazos en su pecho, no abandono el camino hacia la perdición. Me siento como una serpiente resbalando por su cuerpo hasta que estoy de rodillas en el suelo, entre sus piernas, disfrutando de los músculos de su abdomen que se contraen cada vez que deposito un beso.

Miro hacia arriba solo para descubrir una mirada llena de fuego que se muere por quemarme. Me cuesta recuperar la concentración luego de observarlo. Los ojos de Row son líquido caliente y están fijos en mí, tan dilatados, impacientes y a la vez calmados. Sus labios húmedos y entreabiertos, un poco magullados por mis besos. La respiración agitada que intenta apaciguar. Los dedos clavándose en el sillón como si tuviera que aferrarse a algo para no perder el control.

Es lo mejor que he visto en mi vida... Y eso que todavía no he empezado.

Bajo los pantalones y los boxers con su ayuda, pues levanta las caderas para facilitarme la tarea. Sonrío de lado cuando lo tengo frente a mí. Su grande y glorioso pene se pone más duro bajo mi sedienta mirada.

Row gruñe como un animal herido y gime cuando relamo mis labios. Sus caderas, de forma inconsciente, se mueven hacia arriba, rogándome. Es lo más sexy que he visto.

—No creo que debamos hacer esto ahora, caperucita, quiero follarte y no voy a aguantar, no me has tocado y estoy a punto de correrme —dice.

Su honestidad y los nervios en su voz no hacen más que aumentar las ganas que tengo de darle placer. Probablemente le han hecho esto muchas veces, pero yo no, en este momento mi único objetivo es probarlo.

Mis labios y mi lengua se encargan de torturarlo, dejo besos en sus muslos, desde las rodillas hasta el cinturón de Adonis, esa «V» en su abdomen bajo que marca el inicio del infierno, mientras mis uñas recorren los surcos y elevaciones de su torso. Llego a su miembro y lo rodeo con la mano, aprieto para luego subir y bajar sin dejar de ejercer presión.

Vuelvo a alzar la mirada, sus ojos están cerrados y jala aire por la boca. No dejo de observarlo porque la expresión de su rostro me calienta las venas, mi sangre está hirviendo, tengo que aguantar la tentación de acariciarme.

Él está disfrutando, perdido en los roces y la fricción, sin ser consciente de los sonidos varoniles que vienen desde el fondo de su garganta. Sus caderas se flexionan pidiendo más, así que aumento el ritmo. Yo podría besarlo y acariciarlo todo el tiempo si esto es lo que conseguiré, pero necesito más, aunque al parecer nunca tendré suficiente. Sus párpados aletean como si pudiera predecir que lo estoy mirando, me busca.

—Me levantaré hasta que consiga lo que quiero y mis rodillas se vuelvan rojas —advierto.

Paso la lengua por la punta, un gemido ronco lo deja y se da por vencido, se abandona echando la cabeza hacia atrás. Lleva las manos a mi nuca para masajear mis músculos, acariciar mi espalda y cepillar mi cabello. Entonces él se convierte en mi dulce favorito.

—Mierda —suelta entre dientes—. Estoy en el puto cielo.

Lo meto a mi boca hasta que choca con mi garganta, con la mano aprieto la base y con la otra juego a acariciar los lugares que sé que podrían volverlo loco. Row se arquea y empuja las caderas. Acelero unos pocos minutos y, cuando creo que está a punto de correrse, me detengo. Él suelta el aire de forma ruidosa, ruge como si estuviera ansioso, casi rayando el desespero. Mi lengua lo rodea en la punta y luego dejo que se paseé por toda su longitud aterciopelada. Sabe a que haré esto un montón de veces.

Me está mirando fijamente con esos ojos azul claro que parecen dos cielos nublados a punto de atraparme en la tormenta, con relámpagos y todo.

Ya mis rodillas empiezan a doler, mis piernas se entumecen, pero vale la pena. Claro que sí, haría cualquier cosa con tal de empaparme con su sabor.

Dejo besos antes de iniciar de nuevo, esta vez no me detengo. Desaparece en mi boca, lo saboreo con mi lengua, toca mis labios y una vez más repito el movimiento, así hasta que él tiembla y somos arrollados por lo que sentimos. Sus manos se cierran en mi cabello, atrapándolo en su puño, se aferra a mí de la única forma que puede, pues puedo ver lo vulnerable que se vuelve entre mis manos.

Yo también gimo. La vibración le gusta, pues exclama palabras que no logro entender, o quizá no puedo prestarles atención, pues estoy completamente perdida. Sus muslos se tensan, él explota, trago su deseo caliente hasta la última gota y dejo un beso.

—Hasta la próxima, amigo, no me extrañes —le susurro a su miembro. Row suelta una carcajada ruidosa que también me hace reír.

Voy a ponerme de pie, aunque con un poco de torpeza, pues mis piernas hormiguean. Él se encarga de levantarme, me ayuda colocando sus manos bajo mis axilas y me carga.

Vuelvo a su regazo, sus brazos me reciben, me envuelven. Antes de que pueda decir algo me está besando con desenfreno, sostiene mi nuca y echa mi cabeza hacia atrás para hacerlo profundo. Muerde mis labios y los succiona, los amasa; se calientan, duelen de la forma más deliciosa. Me contagia la pasión, el frenesí. Rodeo su cuello y me adhiero a él todo lo que puedo.

—No solo hiciste que olvidara las últimas horas, prácticamente me arrancaste el alma, caperucita —ronronea.

—¿Te gustó? —pregunto delineando con mis yemas el contorno de sus labios enrojecidos.

Sonríe de lado, perverso.

—Siempre quise follarte la boca, pero terminaste follándome y fue mejor que en mis sueños.

Se levanta conmigo en brazos, mis piernas alrededor de su cadera, y camina hacia su habitación. Me deja en la cama con movimientos lentos y suaves, acto seguido, masajea mis piernas con dulzura para que vuelvan a la vida. Es dulce y tierno un momento, al siguiente me está saboreando con su lengua. Oh, su dulce lengua en ese lugar que me hace retorcer, jadear, gemir y gritar su nombre.

No tiene compasión, quizá porque yo no la tuve, su venganza es la más exquisita porque me hace delirar, encajar la cabeza en el colchón. Hace desaparecer el mundo entero.

Luego de largos y placenteros minutos en los que tienta mi calidez, recupera su erección, dejamos que nuestros cuerpos se consuman en besos, mordidas y movimientos hipnóticos que luchan por acercarnos, aunque no podríamos estar más cerca. Row me hace el amor, se clava en lo más profundo de mí y ahoga mis suspiros en besos abrasadores. Compruebo una vez más, en este preciso instante, que él es todo lo que quiero y necesito.

Me dice que me ama, que nunca ha amado así. Y le creo porque yo también puedo sentirlo. El sentimiento que me embarga es tal que una lágrima me abandona. Es por tanto placer, porque me hace sentir tanto amor. No es de tristeza, es de alivio, pues ahora sé que no voy a perderlo pronto.


* * * 

Espero que hayan entendido  :B

Ahora sí, a lo mucho faltan 4 capítulos y epílogo, espero no equivocarme de nuevo jajaja

¡Las y los amo!

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