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❛.*🐺 🐀 CHAPTER TWENTY-EIGHT*🐕 🦌ˎˊ˗
▰▰▰▰▰▰ el amor duele ❞ .˚. ✦
—Voy a necesitar que te pongas una camisa. —dijo Olivia con un suspiro cuando su mano involuntariamente agarró su pluma con más fuerza mientras evitaba que sus ojos se alejaran del ensayo que estaba escribiendo.
James sonrió mientras se subía a la cama en la que ella estaba sentada con las piernas cruzadas y envolvió sus brazos alrededor de su cintura, colocando un beso en el costado de su cuello, su pecho desnudo presionado contra su espalda.
—¿Por qué? ¿Te estoy distrayendo?
Ella tarareaba, tratando de ignorarlo mientras él salpicaba su cuello y hombros con besos.
—Sí.
— Préstame atención —hizo un puchero James.
— Lo haría, pero sé con certeza que una vez que lo haga, nos besaremos todo el día y no tendría ninguna posibilidad de terminar este ensayo, que por cierto, también sé que no has comenzado —dijo explicando con calma mientras sus ojos escaneaban las palabras en el libro frente a ella.
— Me gusta la idea de besuquearse todo el día.
— ¿Cómo crees que nos graduaremos y conseguiremos un trabajo y mantendremos a los gemelos?
James fingió pensar profundamente mientras le daba otro beso en el hombro.
— Hmm, digo que matemos a tus padres para que puedas obtener tu herencia. —dijo juguetón y Olivia soltó un bufido.
— Por mucho que adoro esa idea, no creo que seamos muy buenos criando gemelos en Azkaban.
—Podemos salirnos con la nuestra con el asesinato. —argumentó James y Olivia trataba de no temblar ante la palabra.
Porque en el fondo, en lo más profundo de su conciencia, donde residía su moral, Olivia sabía que todavía tenía la culpa de lo que había sucedido en el Orfanato. Quizás siempre había sido consciente de esa parte de ella, la parte en que la oscuridad se había apoderado de ella. Lo sabía porque Maxwell también lo tenía. Esa oscuridad que no pudo sacudir porque eso fue lo que hizo posible que Maxwell matara y torturara incluso si iba en contra de todo lo que él creía correcto. Pero mientras que Maxwell lo reconoció, luchó contra él, Olivia lo había ignorado, ese poder divino que su alma parecía anhelar, para poder decidir quién vive y quién muere.
Olivia había creído que si lo ignoraba el tiempo suficiente, desaparecería. Ella estaba equivocada, en cambio, como lo ignoró, se había convertido en un huracán que se avecinaba, rogando ser liberada.
— ¿Qué estás pensando? —preguntó James mientras besaba su cuello, dejando que sus dientes rozaran la piel sensible, provocando que estallaran escalofríos.
—En que deberías de dejar de distraerme. —respondió ella, finalmente volviéndose hacia él. Olivia todavía estaba muy consciente de su pecho desnudo y no pudo evitar la sangre que corrió a sus mejillas al ver su tez dorada de años bajo el sol.
James luego le dio otro beso a un lado de la boca, a media pulgada de sus labios.
—¿Crees que te estoy distrayendo?
Olivia dejó escapar un suspiro de derrota cuando le dio la espalda por completo a su trabajo y lo enfrentó, sus brazos se envolvieron alrededor de su cuello y su estómago embarazado tocando el suyo.
—Si me vas a besar, bésame.
James sonrió cuando Olivia lo empujó hacia atrás en la cama, sus labios se unieron a los de él mientras sus manos exploraban desde su cuello hasta sus hombros.
—¿Qué pasó con el ensayo? —James bromeó entre besos.
Olivia gruñó cuando sus cálidas manos se deslizaron debajo de su camisa.
— Olvídate del ensayo.
Sin embargo, antes de que algo pudiera suceder, la puerta se abrió de golpe, revelando a un Sirius Black muy angustiado que le dio a la pareja una mirada extraña.
— ¿Ustedes dos están haciendo lo raro?
James gimió cuando Olivia se alejó de él, mirando a su mejor amigo.
—¿Sabes, Canuto? Tienes una sincronización increíblemente horrible.
— Así que estaban a punto de pecar, ¿verdad? —el chico preguntó de nuevo mientras se aflojaba la corbata y se desabotonaba la camisa.
Olivia dejó escapar un suspiro mientras miraba al techo.
—No, Sirius, no íbamos a tener sexo.
Con eso, Sirius se movió descaradamente entre la pareja después de tirar a James una camiseta aventada en el suelo, que el chico se puso a regañadientes.
— Necesito abrazos y consejos.
— Consíguelos de Lunático —dice James mientras empuja ligeramente al chico.
— Lunático está de mal humor. Samuel rompió con él —explica Sirius con tristeza mientras se acurruca con una almohada.— O lo que sea que estén pasando. ¿Qué pasa con eso, por cierto?
Olivia miró al chico y se dio cuenta de que no se marcharía.
—No lo sé, Canuto. Probablemente tenga algo que ver con problemas de apego. Seguro que todos los niños de Kinsley lo tenemos.
— Sí —dijo Sirius distraídamente y su voz de repente se volvió más triste.— Los sentimientos son extraños.
James y Olivia compartieron una mirada, sabiendo que el animago rara vez actúa así.
— ¿Qué pasó? —Olivia preguntó en voz baja abriendo los brazos para que Sirius la abrazara al ver que las lágrimas caían lentamente de sus ojos.
— Kat no me ama —dijo en voz baja con la voz quebrada cuando James rodeó con sus propios brazos a su mejor amigo para acurrucarse entre la pareja.
—¿Es eso lo que ella dijo? —preguntó James, sabiendo la relación que compartían sus dos mejores amigos. Era simplemente imposible creer que Katherine Summers no amaba a Sirius Black. Sus ojos contaban una historia diferente.
—Ella dijo que no puede estar conmigo —dice en voz baja—. Que tiene miedo de estar conmigo y que no cree que pueda estar conmigo.
—¿La amas? —preguntó Olivia.
—¿Cómo sabes cuando amas a alguien?
Fue James quien respondió esta vez, sus ojos se encontraron con los de Olivia.
— Cuando era pequeño, pensaba que el amor se trataba de rosas rojas y cenas elegantes. La verdad es que el amor se trata de darle tu chocolate con leche porque a ella no le gustaba su té verde. Cuando te despiertas a las 4 am. para que coma los pepinillos que anhela. Cuando te quedas en la misma posición incómoda porque ella duerme sobre tu pecho y le dejas comer la mitad de tu comida a pesar de que dijo que no la quería. El amor no es bonito y romántico. El amor es tropezar por la vida con la persona que quieres pasar el resto de esta.
—¿Pero cómo sabes que ella es la indicada? —preguntó Sirius de nuevo.
— No creo que te des cuenta de que amas a alguien hasta que lo haces —le dijo Olivia mientras su mano se entrelazaba con la de James.— Creo que eso es lo que lo hace hermoso. No hay una parada fuerte y chirriante dentro de tu corazón, ningún letrero de neón que de repente se encienda para hacerte saber que has encontrado a tu persona favorita. Un día estás sentado frente a alguien y todo dentro de ti se siente seguro. Sin embargo, existe este miedo. Ese miedo repentino que te consume cuando te das cuenta de que esta persona se ha convertido en algo más de lo que nunca pensaste que sería. Cuando te das cuenta de que puedes perderla fácilmente con un chasquido de un dedo. Cuando sus sonrisas y risas se convierten en algo que temes no volver a ver nunca más. Ahí es cuando sabes que es amor.
—El amor es duro —concluyó Sirius—. Duele.
—Ahí es cuando sabes que es de verdad. —le dijo Olivia en voz baja, recordando las palabras de Minnie.
—¿Alguna vez la superaré?
—¿Quieres hacerlo? —James le preguntó.
— Tengo miedo de que nunca podré hacerlo —admite.— ¿Qué pasa si nunca me olvido de ella? ¿Qué pasa si continúo despertando todos los días de mi puta vida y todavía la deseo tanto que mis huesos tiemblan tanto que siento que se van a romper? ¿Una carta o una señal de dios que nunca llega? ¿Qué pasa si ella es la indicada pero yo no?
— Le ruegas que te dé otra oportunidad —dice James.— Le demuestras que no eres quien eras. Que mereces su amor.
—¿Pero y si ella no quiere que lo haga? —preguntó con voz temblorosa.
— Entonces la dejas ir —le dice Olivia en voz baja.— La respetas y te vas.
— Es difícil —gime Sirius.
— Sí —asintió James mientras abrazaba a su mejor amigo con más fuerza.— Pero puedes hacerlo. Y siempre me tendrás. Yo te ayudaré a superarlo. Somos hermanos.
Olivia les sonríe a los dos, asombrada por el vínculo que comparten. Le recordaba a ella ya Maxwell. Dos mitades de un alma.
—No te preocupes, Canuto. Siempre estaremos aquí para ti.
— Ustedes son mi familia —les dice Sirius.— Son la única familia que tengo. —dijo y Olivia le sonrió.
— Y nunca nos perderás.
🦌
Olivia quería saber quién era su padre. Había buscado en el diario de Maxwell, pero lo que siguió después de su revelación fueron páginas en blanco que se burlaban de ella.
El nombre Tom Riddle no tenía importancia en ningún libro que buscaba. En cambio, es como si nunca hubiera existido y por eso hizo todo lo que pudo pensar.
Necesitaba a Maxwell.
No pudo evitar sentirse incómoda con las miradas que estaba recibiendo cuando entró en la sala común de Slytherin, un lugar en el que no había estado durante meses.
Ella se sintió incómoda. Ya no era el lugar que una vez había considerado su hogar. En cambio, no era más que una habitación llena de extraños.
Afortunadamente, rápidamente lo vio en un rincón, con los ojos tan enfocados en el libro en su regazo que no había notado que Olivia se le acercaba.
—Regulus —saludó en voz baja, cautelosa con los oídos y los ojos, muy obviamente observando cada uno de sus movimientos—, ¿podemos hablar?
Regulus la miró y luego miró a todos en la habitación antes de asentir con la cabeza y sacarla.
Olivia envolvió sus brazos alrededor de sí misma mientras le da una sonrisa vacilante.
—Lamento molestarte. No podría pensar en nadie más que conozca mejor a Maxwell.
No se había perdido la forma en que él respiró hondo cuando el nombre de su hermano escapó de sus labios, como si escucharlo le produjera dolor físico.
Olivia no pudo evitar compararlo con Sirius. Compartían rasgos similares, como los ojos y el cabello, pero mientras que Sirius era de complexión fuerte, Regulus era más delgado. Su piel pálida contrastaba perfectamente con la bronceada de Sirius y, de alguna manera, hacía que Regulus pareciera más frágil, más frágil que su hermano mayor.
—Está bien —le aseguró, con las manos estiradas para apartar el mechón de cabello que le había caído a la cara—. ¿De qué querías hablar?
— staba leyendo el diario de Maxwell —comenzó y Regulus sintió que su corazón se desplomaba, sabiendo ya lo que vendrá después—, y allí dice que mi padre no es mi padre. Aparentemente es un hombre llamado Tom Riddle.
Regulus alcanzó el relicario que colgaba de su cuello. Era el relicario de Slytherin que por derecho de nacimiento significaba que pertenecía a Maxwell y Olivia, pero Maxwell sabía lo que el relicario le hacía a la persona que lo usaba y también Regulus.
Quizás lo único que impidió que la cosa lo controlara fue el hecho de que su alma estaba vacía. Había muerto con Maxwell, el amor de su vida. Le dieron una tarea y estaba decidido a terminarla incluso si eso le costara su vida.
Luego abrió el relicario, recogiendo el pequeño frasco dentro de él antes de murmurar un hechizo para devolverlo a su tamaño original.
Los ojos de Olivia escanearon el frasco cuando Regulus se lo entregó. Estaba brillando, flotando alrededor del área pequeña con su propio tipo de magia y Olivia sabía que era un recuerdo.
—Es de él —le dijo Regulus siendo incapaz de decir su nombre sin que su corazón se partiera por la mitad—. Todo lo que quieres saber, está ahí.
Olivia acunó el pequeño frasco en sus manos y de repente sintió que la bilis le subía a la garganta. Eso fue todo lo que quedó de Maxwell.
—Gracias. —le dice con sinceridad mientras sus ojos muestran las palabras que su boca no podía decir.
— Olivia —dice con seriedad asegurándose de que ella entienda lo que está a punto de decir.— Solo ve el recuerdo cuando esté lista. Las cosas que encuentres allí... puede que no sea algo que quiera saber. A veces, la verdad no es lo que queremos que sea.
(2070 palabras)