OJALÁ...

By LeslieLaFuente

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Él necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Personajes
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Asesino: Parte 1
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Asesino: Parte 2
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Asesino: Parte 3
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Ian
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Epílogo
Extra - Ian
Booktrailer
Extra II: Ian.

Capítulo 25

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By LeslieLaFuente

Luego del accidente de la ventana, si es que se le puede llamar accidente, ni Cooper ni Roger volvieron a dejarme sola en ningún instante. Incluso Mason, que cuando le contaron lo sucedido no dejo de pedir disculpas por no estar, me vigilaba. Diana insistió una y otra vez en llamar a algún médico para que me examinara, pero tras mi continúa negativa se conformó con prepararme un té para los nervios. En parte agradezco que no me dejen sola o que estén todos conmigo al mismo tiempo. En estos momentos me es difícil confiar en alguno de ellos, sobre todo cuando continúo sintiendo la sensación de una palma de la mano empujarme desde la espalda.

Recuero que era grande y fuerte, era la mano de un hombre, pero la verdad es que a estas alturas tengo dudas de lo que sentí o dejé de sentir, desconfío de todos ellos, solo tengo dos cosas claras. La primera: alguien ha intentado matarme y la segunda: Necesito a Ian de regreso lo antes posible. No obstante, no puedo molestarlo ahora, y mucho menos contarle la verdad de lo sucedido, no quiero ni imaginar su reacción.

Diana me contó que en el momento que regresó a la habitación se sintió preocupada al no verme y que al oírme gritar busco la ayuda de Cooper y Roger, quienes por lo visto estaban en la cocina tomando un pequeño bocadillo también. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para convencer a Dy de que estaba bien y podía marcharse. Al llegar la noche, me encerré en mi habitación asegurándome de pasar el pestillo a puertas y ventanas, solo Holmes me hacía compañía en el cuarto. Cooper y Roger se habían marchado, mientras que Mason dormía en la habitación de los invitados. Se me hacía imposible conciliar el sueño y cada vez que lograba caer en los brazos de Morfeo la imagen de esas difusas y confusas manos venían a mí para terminar la tarea que no llegaron a consolidar en la tarde.

Al llegar la mañana mis nervios no estaban mucho mejor, tan solo deseaba que fuese el otro día para que Ian regresara del congreso, estando él acá me sentiría más segura y libre. Salí pocas veces de la habitación y cuando lo hacía era para regresar rápido o encerrarme en el despacho. No volví a la habitación de Melanie ese fin de semana, lo mejor era esperar un poco. Me cruce una o dos veces con los tres hombres que cuidaban de mí, ninguno de ellos me quitaba la mirada de encima ni me perdían pisada, por mucho que me empeñase en ocultarme. El lado bueno es que, si alguno de ellos provocó mi caída, los otros dos me protegían, aunque la verdad es que dudo que la misteriosa persona fuese a intentar un nuevo movimiento tan rápido luego del fallo de ayer.

No me atreví a acercarme al establo de Sombra, ansiaba estar con la yegua, eso me tranquilizaría, pero ahora más que nunca la idea de que el accidente en el establo fue también provocado en mi contra estaba más fuerte que nunca. Eran demasiadas coincidencias, o sea, cuantos accidentes puede tener una persona en casi dos meses. No me gusta la idea de que vuelvan a culpar a Sombra si a mí me llaga a suceder algo y por ello es que mantengo las distancias.

Intenté varias veces escribir o leer, pero eran esfuerzos vanos. Tenía todos mis sentidos demasiados en alerta en caso que sintiese alguna presencia cerca de mí, no quería estar desprevenida para nada. Si los tres hombres me vigilaban, yo los observaba con el mismo énfasis a ellos. Ian no me había escrito para preguntarme nada de lo sucedido, eso era buena noticia, significa que los sucesos aún no habían llegado a sus oídos. Contaba las horas para que llegase el próximo día y el vikingo regresara, debía de llegar a la hacienda casi al anochecer, por lo que sospecho que el día de mañana sería parecido al de hoy.

Llegó la noche y una vez más no logré conciliar el sueño, tenía cada puerta y ventana de la recamara cerrada con llave, doy vueltas de un lado a otro, las pesadillas no dejan de acecharme. La enorme cama parece poseer el doble de su tamaño sin Ian a mi lado, se siente demasiado vacía y puedo dormirme de ninguna manera, por lo que pasada la media noche retomo mi antiguo puesto en la habitación. Agarro unas mantas y me acuesto en el sofá junto a Holmes, por lo menos la calidez del animalito no me hace sentir tan sola. Con esta sensación logro quedarme dormida nuevamente.

Al llegar la mañana me siento más liviana y relajada, mis músculos no presentan la tensión o el dolor de haber dormido en el incómodo mueble. Abro los ojos poco a poco y siento la suavidad de las sabanas y almohadas de la cama.

«¡Un momento! ¿Cuándo llegue yo a la cama?». Me siento sobre el colchón nerviosa y agitada, la puerta de la habitación está abierta, no cerrada como yo la dejé anoche. Mi temor aumenta, obviamente alguien ha estado aquí.

Siento que estoy a punto de gritar cuando noto como la puerta del baño se abre y de ella sale un hombre, con la toalla amarrada a la cintura, alto, fuerte, su barba de varios días y sus cabellos sueltos y húmedos. La visión me relaja, mis pulmones vuelven a llenarse de aire.

—¡Ian! —El alivio es perceptible en mi voz.

No obstante, para mi sorpresa el también pareció verse aliviado y relajado al verme. Se sentó en la cama a mi lado y me abraza con mucha fuerza. Duele el agarre que ejerce sobre mi cuerpo, pero acepto gustosamente el abrazo. Estoy muy feliz de verle.

—Cariño. —Me susurra al oído mientras acaricia mi cabello.

—¿Qué haces aquí? —pregunto sorprendida con miles de emociones brotando a flor de piel, no hallo palabras para expresar mi alegría—, No te esperaba hasta la tarde.

—Tomé el primer vuelo que encontré cuando Cooper y Roger me llamaron. —Sus palabras me ponen en alerta, o sea que sí le avisaron—¿Qué sucedió? —El vikingo se aparta un poco de mi cuerpo para examinarme en cada rincón de los brazos, el rostro y las piernas—¿Por qué tenías la puerta cerrada con pestillo? Tuve que utilizar la llave de emergencias.

Los nervios en mi interior regresan, al ver la mirada de preocupación y desesperación en los ojos de Ian definitivamente me convenzo de que no puedo contarle la verdad de lo sucedido.

—¿Te contaron? —La interrogante da vueltas en mi cabeza—¿Cuándo? ¿Por qué?

—Claro que me tenían que decir, eres mi mujer, mía. —Su voz es fuerte, pero no se escucha molesto, al menos no conmigo—¿Cómo demonios te va a suceder algo y me lo van a ocultar? No te llame en esos momentos porque me dijeron que estabas demasiado nerviosa y no quería alterarte más ¿Qué pasó?

Al ver su genuina preocupación, la tentación de contarle la verdad se hila por un segundo en mi interior, pero no encuentro el valor suficiente para decirle.

—Estaba limpiando—respondo, intentando aparentar falsa seguridad—. Creo que me acerqué demasiado a la ventana y la madera estaba agrietada, debí de haber resbalado o algo por el estilo, no estoy segura, sucedió todo demasiado rápido.

Me invade el peso de la culpa por mentirle al vaquero cuando siento el consolador abrazo que este me proporciona. Por si fuera poco, la sensación de la palma de la mano empujándome hacia el vacío se manifiesta una vez más en mi cuerpo y mente.

—Tienes que ser cuidadosa niñata, ¿Sabes el susto que me he llevado?

A pesar de la seriedad de la situación sus palabras me hacen reír.

—Tranquilo vikingo, no te vas a deshacer de mi tan pronto, aún nos queda un año de muchas peleas.

Siento el cuerpo de Ian relajarse con mis palabras, su respiración vuelve a serenarse. No obstante, continúa abrazándome, soy yo quien se retira un poco cuando caigo en la cuenta de algo: En verdad este hombre había cambiado toda su agenda tan solo para verme a pesar de que le aseguraron que estaba bien. No puedo evitar sentirme feliz y contenta.

—Espera aquí un segundo.

Ian se levanta de la cama antes de que pueda decirle alguna palabra, se acerca al equipaje, aun sin desempacar en el suelo; en serio debió de estar en verdad apurado por llegar. Comienza a rebuscar entre sus pertenencias hasta encontrar una pequeña caja de lino negro envuelta en una fina cinta roja. Regresa a la cama junto a mí y me la entrega.

—¿Y esto? —Mi voz muestra cierta mezcla entre alegría y confusión— ¿Me has comprado un regalo? —Ian tan solo sonríe—, No debiste molestarte.

—Todo lo contrario, es algo que debí darte hace mucho tiempo.

Observo la pequeña caja durante unos instantes, en el fondo siento miedo de abrirla, por su forma detallada y fina me atrevo a decir que es un pequeño estuche de joyería, pero no estoy del todo segura. Es un detalle que no esperaba. El vikingo se mantiene muy atento a cada acción o gesto mío sin quitar la sonrisa de sus labios, el también parece nervioso por mi reacción ante el presente. Poco a poco, con suaves gestos y movimientos, comienzo a desatar la cinta escarlata. Mis dedos tiemblan un poco cuando llega el momento de abrir la pequeña caja negra. Mis ojos se abren de par en par y tapo mi boca con la mano al ver el contenido de la misma, de todas las cosas que esperaba encontrar, jamás imaginé que fuese esta.

—¿Te gusta? —interroga Ian con cautela.

Levanto la vista hacia él para luego volver a posarla en el pequeño anillo ante mí, es pequeño y sencillo, el aro es de color dorado y en su centro destaca una pequeña esmeralda en forma de lágrima.

—Es precioso, pero... no puedo aceptar algo así, debe ser muy costoso.

Tengo miedo de tocar la fina joya ante mí y que esta se desvanezca como si de un espejismo se tratase. Ian retira la caja de mis manos y toma el anillo para luego colocarlo en mi dedo anular izquierdo. Automáticamente siento el nudo de emociones en mi garganta.

—Claro que puedes aceptarlo—responde el vaquero con suavidad—. Debí dártelo hace mucho tiempo, es la verdadera muestra de que ahora eres Harley Cates.

No dejo de mirar el anillo sobre mi dedo, inexplicablemente me causa dolor, como un recuerdo constante de que la unión no será eterna.

—Cuando pase el año te lo devolveré, así podrás dárselo a una mujer con la que elijas casarte en verdad por amor.

Su rostro se contrae un poco con mis palabras.

—Por ahora solo me interesa que lo tengas tú.

Una ola de impulso me lleva a saltar sobre él y abrazarle, tengo miedo de comenzar a llorar debido a la emoción.

—Te extrañe vikingo—susurro en su oído.

—Yo también niñata, yo también.

Pasamos el resto del día acostados en el cuarto dándonos pasionales besos y abrazos. Escuche con atención todos los detalles que Ian me narró sobre la convención de caballos y como me llevaría con él para la próxima, me ahorre el tener recordarle que para ese entonces ya no viviría ahí. No quería arruinar el mágico momento, no podía, pues con la sola presencia del vaquero a mi lado, toda la oscuridad del pasado fin de semana comenzaba a dispersarse. Recordé el escrito que realicé el día del accidente en horarios de la mañana y una frase en especial destacó en mi mente.

«... quizás al despertar vuelvo a estar a salvo en mi cama, aunque nuevamente en la lejanía de su abrazo y talvez, solo en ese instante, preferiría continuar soñando...». 

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