The firstborn | Jujutsu Kais...

Por daaisxke

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𝐓𝐅𝐁 (Pausada) | ❝ Un demonio en el útero de una mujer ❞ Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... Mais

Prólogo
I
II
III
IV
VI
VII
VIII
IX
X | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XI
XII
XIII
XIV
XV
𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫 𝔙𝔞𝔩𝔢𝔫𝔱𝔦𝔫
XVI | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIV

V

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Por daaisxke

Gruño levemente observando cada hoja, las coloco en orden, pero no tenía ni la menor idea de si estaba correcto o no. Los trazos eran similares en cada hoja, parecían ser dibujados por el mismo lápiz y desde luego que por la misma persona, y de alguna forma, el azabache estaba seguro de que esos dibujos se conectaban.
Habían líneas rectas que parecían seguir en otras hojas, pero habían detalles de aquellas mismas hojas que no calzaban, y aquello lo estaba volviendo loco. Había pasado más de una hora observando dichos dibujos que a decir verdad si eran algo escalofriantes, y seguía sin poder conectarlos o sacar algo bueno de ellos.

El mayor, su sensei, no le dio demasiada importancia, porque nadie más que él creía que el nombre de dicha estudiante estaba relacionado con la energía maldita del lugar.
Aunque Fushiguro tampoco tenía una base estable donde apoyarse para confirmar al cien por ciento que era así, pero había una sensación extraña en su cuerpo, tenía aquel presentimiento desde las entrañas de que todo estaba conectado de alguna forma. Los dibujos tenían algún tipo de mensaje, y aunque aún no lo había descifrado, estaba seguro de que se relacionaba con la estudiante y la fuerte energía de dicho instituto, y tenía realmente una vaga idea de que también podía estar relacionado con el maldito de Sukuna.

Pero ¿Qué era aquello que le impedía seguir adelante? Como si tratase de un susurro que obligaba a su cuerpo y mente quedarse allí y no avanzar más allá de la simple teoría que lo domina y le causa sed de más conocimiento.

— ¿Sigues pegado con esos dibujos? —se cuestionó el pelirosa-palo, quien estaba apoyado en el marco de la puerta de la habitación del azabache.

— ¿Qué haces aquí, Itadori? —se cuestionó el azabache, un tanto confuso de ni siquiera haber notado su llegada, no tenía ni la menor idea de cuánto se había quedado allí, pero estaba seguro de que ya había pasado un tiempo.

— Bueno, son las doce de la noche y sigues mirando los dibujos como si fueran la obra de arte más preciada del mundo, y a decir verdad solo me causan escalofríos —se estremeció en su lugar para luego dar unos pasos y finalmente ingresar a la habitación, no logró descifrar la mirada que el azabache le había dedicado, así que simplemente continuó hasta llegar a su lado.

— Se qué hay algo, no importa qué, pero de alguna forma está todo... conectado —el azabache soltó un rotundo suspiro, se desmoronó terminando de cuclillas mientras cubría su rostro con una de sus manos algo frustrado, y su compañero solo observó los dibujos sobre la cama—. Se que tiene algo que ver...

— ¿Cómo estás tan seguro? —Itadori alzó una mano hacia una de las obras, pasando las yemas de sus dedos por los trazos de tinta seca, y al instante, un escalofríos seguido de una extraña sensación lo recorrió de pies a cabezas, sí, aquella misma corriente eléctrica que todos sentían al tocar dichas hojas—. Oh... —fue lo único que logró salir de su boca y alejó su mano con algo de rapidez, aún sintiendo un cosquilleo en la yema de sus dedos—. No es un objeto o... dibujo maldito ¿Verdad?

— Claro que no, idiota —bufó Fushiguro, aunque tampoco estaba seguro de ello. Soltó otro suspiro para tomar una de las hojas, aquella tenía un pequeño detalle rojo, también dibujado en trazos que no tenían sentido a simple vista—. Pero... Hay algo que me molesta, una sensación relacionada de alguna forma con el instituto y la estudiante.

— Entonces... ¿Por qué simplemente no investigas a la autora de los dibujos? Tal vez pueda hablarte sobre ellos —el azabache giró hacia su compañero con una mirada de obviedad, pues en realidad no era tan fácil como él creía.

— Ustedes, par de idiotas buenos para nada, ni siquiera pueden unir un simple dibujo —la boca maldita se asomó en la mejilla izquierda del chico, soltando una leve risa y confundiendo a los estudiantes, había pasado un tiempo desde que el maldito se asomaba para siquiera burlarse de ellos.

Pero Itadori no le dio demasiada importancia y rodó sus ojos. Ese demonio no se asomaba si no era para burlarse, o amenazarlos en su posición en la lista de sus muertes.

— ¿Sabes algo sobre esto? —preguntó el azabache, pues realmente parecía desesperado, si hubiese tratado de otro asunto ni siquiera le hubiera dirigido la palabra.

— Mmmh... ¿Por qué les diría una mierda? —espetó y el silencio invadió, la boca pareció soltar un bufido y sus labios permanecieron en una simple línea recta—. Les advierto, no vayan más allá que esto —sentenció con seriedad, pero casi al instante de soltar la primera palabra comenzó a arrepentirse.

El pecado de dicho demonio era que a veces hablaba demasiado sin darse cuenta, y en la mayoría de veces suele ser demasiado directo, sin tacto alguno.
Y aquellas palabras fueron más que suficientes para que ambos estudiantes se miraran entre sí con sorpresa, pues aquello fue una pista que les hizo abrir los ojos más de lo usual: Si había algo, y aunque aquella cosa se los había confirmado ¿Qué les daba la seguridad de confiar en él?

— ¿Está relacionado con el instituto y la energía maldita? —preguntó nuevamente, dejando los papeles de lado para prestar un poco más atención al demonio.

— Jodidas escorias humanas —espetó, y nuevamente Itadori rodó sus ojos—. ¿Energía maldita? Ese puto lugar no tenía más que inservibles maldiciones de categoría -0, no pueden siquiera relacionar esto con esas inservibles mierdas que con suerte tienen la capacidad de enfermar de un resfriado a las personas... —los alumnos nuevamente abrieron sus ojos más de lo usual, pues, lo que habían comprendido de las palabras de dicho demonio era que, desde luego, trataba de algo grande, muy grande.

Y a diferencia de antes, Sukuna, en su trono, sobre todas aquellas calaveras y esqueletos, esta vez mantenía un rostro serio, su ceño fruncido en enojo y su mirada en la nada con odio.
Y es que no podía permitir que la castaña fuera comparada con aquellas criaturas de baja categoría, si claramente trataba de algo, o más bien alguien totalmente superior a todo lo que dichos hechiceros hayan visto antes.

Si ella no iba a proteger su orgullo, entonces él se encargaría de hacerlo.

El timbre de su apartamento fue tocado con insistencia, la castaña soltó una sonora queja mientras se levantaba con pereza del sofá, sacudió su cabello molestamente y se encaminó con rapidez hacia la entrada. En cuanto abrió la puerta, su rostro malhumorado cambio repentinamente a una amplia sonrisa cuando se topó con el rostro malhumorado de su fiel amigo, Takeshi.

— ¡Takeshi! —y estuvo a punto de lanzarse a sus brazos, cuando el nombrado alzó una mano directo a su torso manteniendo la distancia, la castaña soltó un gruñido frunciendo sus labios en un puchero, cosa que no le causó nada al pelinegro.

— Hitsumi, entra —ordenó, y repentinamente, una pequeña que le llegaba a la altura de la cadera a la castaña, se hizo presente pasando junto al pelinegro, aún con su mano entrelaza con el muchacho.

La castaña se exaltó, sus ojos se abrieron más de lo usual mientras se mantenía un tanto alejada de la criatura pequeña. De cabellera tan negra como su compañero, traía un simple vestido rosa que llegaba a la altura de sus rodillas, y unos lindos zapatitos negros bastante lustrados. Traía una mochila bastante infantil, y su cabello estaba tomado en dos tomates.
Un mohín se asomó en el rostro de la castaña, y la pequeña le dedicó una mirada simple, neutra, para luego pasar por su lado directo al interior de su apartamento. Yashiro le siguió con la mirada de sorpresa durante unos segundos, luego giró rápidamente hacia el pelinegro he indicó acusativamente a la pequeña a sus espaldas.

— ¿¡Qué es esa cosa!? —alzó, y su compañero rodó sus ojos apoyando una mano en su cadera y con su otra mano masajeo el puente de su nariz—. ¡No me digas que tienes una hija, Takeshi!

— No es mi hija, idiota descerebrada —espetó, y apoyó su otra mano en su cadera para mirarle con seriedad—. Es mi hermana, mi padre tuvo un viaje de trabajo y conseguí un empleo de medio tiempo, necesito trabajar esta noche, así que te quedaras con ella —fue directo, y para aclarar las cosas, era una orden, no le estaba preguntando.

— ¿¡Tu hermana!? ¿¡Quedarme con ella!? ¿¡Tienes trabajo o te vas a coger a algún lado!? —se exaltó nuevamente, y el pelinegro soltó un profundo suspiro. Le miró con seriedad e irritación, causándole un escalofríos a la muchacha, provocando que cerrara su boca y tragara en seco con algo de pavor.

Ese chico molesto era realmente un demonio.

— Voy a trabajar hasta las doce, mañana tengo turno matutino en el café del centro, así que vendré por ella a las cuatro de la tarde —aclaró, y extendió una mochila esta vez un poco más grande. Yashiro le miró confusa con un mohín en su rostro, pero no le quedó de otra que recibir dicho bolso—. Allí hay un cambio de ropa y comida para que prepares su almuerzo y desayuno, estoy seguro de que todo lo qué hay en tu nevera ya caduco.

— ¡Oye, Oye! Sabes que odio a los niños pequeños, son odiosos, te llenan de preguntas innecesarias, se meten en tus cosas sin permiso y ¿¡Por qué tendría que cuidarla!? —nuevamente ganó una mirada amenazante que le hizo parecer aún más pequeña que antes, se alejó unos pasos con pavor mientras se sujetaba con fuerza de la mochila negra, y el pelinegro se dirigió a ella con aquel rostro serio y aura amenazante, para terminar acorralándola en la pared junto a la entrada del departamento. La castaña tragó en seco—. O-Oye, te ves jodidamente caliente molesto, así que... C-Cambia esa cara.

— No me importa si te gustan o no los niños pequeños, Hitsumi tiene seis años y es bastante tranquila. Se quedará en tu apartamento y cuidarás de ella hasta mañana a las cuatro de la tarde porque yo me he roto la espalda salvándote el culo de cada desastre que se te ocurre hacer, así que te quedarás callada, le harás la cena, y la acostarás luego de que terminen de comer ¿Entendido? —habló con claridad y rapidez, ni siquiera se tomó un respiro luego de terminar de hablar, solo le apuntó amenazante con aquella mirada tan profunda como siempre.

Yashiro asintió con timidez, el chico soltó un suspiro y cerró sus ojos un momento, bajó su mirada y luego se alejó unos pasos de la castaña.

— Lo siento —boto la bocanada de aire que había tomado, luego sacudió su cabello levemente y alzó la mirada.

— E-Está bien, de todas formas te lo debo, haré lo posible —comentó la castaña intentando quitarle el peso de encima al azabache.

Sabía que el chico había quedado enlazado a ella desde el momento en que Yashiro le salvó la vida de una maldición de grado especial, y aunque Takeshi le ha salvado el trasero muchas más veces que ella a él, salvarle la vida fue completamente diferente a ser separada de estúpidas peleas a puñetazos.

— Hitsumi, me voy ya —se despidió desde la entrada, observando a su pequeña hermana sentada en el sofá con tranquilidad, la pequeña giró levemente hacia él y le esbozó una leve sonrisa—. Ni se te ocurra tocarle un pelo, ¿Entendido?

— ¿Por quién me tomas, Takeshi?

— Por alguien que se le lanza a lo primero que se le cruza en el camino si tienes hambre, me voy ya —la castaña mostró una mueca ofendida. El pelinegro sacudió su cabello molestamente para luego retirarse de la entrada.

Yashiro soltó un suspiro luego de que el chico desapareció de su vista, miró la mochila entre sus brazos y rodó sus ojos cerrando la puerta del departamento a sus espaldas. Ingresó dejando el bolso en la barra de la cocina y observó a la pequeña de seis años sentada tranquilamente en el sofá del pequeño living.

— Odio a los niños, son irritantes, no entienden palabras complicadas y hay que explicarles mil veces las cosas, sin mencionar que solo son un pedazo de carne debilucho que no sabe defenderse —espetó con seriedad, y a pesar de que la pequeña prestaba atención a sus palabras, no pareció afectarle en nada.

Ella a su edad lloró cuando escucho por primera vez esas palabras de su padre, quien solo la miro, rodó sus ojos, y la dejo llorar en paz. Aparentemente venían de crianzas totalmente diferentes.

— ¿Puedo ver la televisión? —se cuestionó la pequeña, una voz realmente serena, ni siquiera era chillona como la castaña se lo imaginaba, era una voz realmente suave y satisfactoria de escuchar.

— Está bien —se rindió, y rápidamente se acercó al aparato electrónico para prenderla y buscar el canal infantil, dejó el control en las manos de la pequeña y ella le sonrió levemente mientras se quitaba la pequeña mochila—. Takeshi nunca mencionó que tenía una hermana.

— En realidad somos tres hermanos, Takeshi-kun es el del medio... Hanāe-chan es la mayor, pero ella trabaja en nueb hork —la castaña frunció su ceño confusa, musitó las palabras de la pequeña y luego entreabrió su boca musitando durante unos segundos.

— ¿New York? —chasqueó sus dedos y la apuntó, la pequeña asintió, la castaña alzó sus cejas comprendiendo y luego giró sobre sus talones para dirigirse a la cocina.
Al parecer no sería del todo desagradable cuidar a dicha pequeña, era más tranquila de lo que se esperaba.

Abrió el bolso y se encontró con un par de prendas, también una gran lonchera. Abrió esta y leyó las etiquetas de los potes de comida.
Un mohín se asomó en su rostro, sacudió su cabello buscando algunos platos para servirle la cena a la pequeña, mientras que ella pasaría de largo, comer no era realmente una necesidad para Yashiro, lo hacía más bien por gusto.

— Takeshi-kun dijo que también ves a las personas muertas —comentó la pequeña, y esta vez estaba junto a la castaña en la cocina.

— Algo así —fue Yashiro, restándole importancia al asunto, como si no tratase de una pequeña de seis años que en realidad suele tener bastantes pesadillas nocturnas—. ¿También los ves?

— A veces suelo ver a la abuela, Takeshi-kun también puede verla... Hanāe-chan puede ver a nuestros tíos.

— Vaya, toda una familia eh —comentó, sirviendo la comida en uno de los platos para luego meterla al microondas y esperar a que esta se calentara.

— Takeshi-kun dijo que eras alguien realmente especial, por eso me ha dejado contigo.

Yashiro alzó una ceja hacia la pequeña, quien siempre parecía llevar una mirada inocente con un rostro neutro, totalmente idéntica a su amigo, solo que sus facciones eran más femeninas.
Y desde luego que ella era de alguna forma especial si ese idiota no tenía más amigos.

— ¿Eso dijo? —se cuestionó una vez más, algo halagada de la situación, y finalmente dejó el platillo de comida caliente frente a la pequeña, quien había tomado asiento en uno de los taburetes de la cocina con algo de ayuda por la castaña.

— Si, él dice que... está muy agradecido de que le hayas salvado la vida... Aunque Takeshi-kun es alguien que no suele demostrar demasiado como se siente a excepción de cuando está molesto, él realmente da miedo cuando está molesto... La otra vez golpeó la pared de su pieza y se hizo un hoyo, ¡Él es realmente fuerte!

— Ni lo menciones —rio levemente, mientras cogía una manzana de la pequeña fuente y se sentaba junto a la menor—. Cuéntame un poco más de Takeshi.

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