El desvanecimiento de Keira C...

By yosoyunodos

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Al investigar la muerte de una chica, Kenna descubre que la víctima no era tan perfecta como se pintaba y que... More

Advertencias para antes de leer
Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Epílogo

Capítulo VIII

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By yosoyunodos

N/a: Ya terminé de escribir el libro, así que a lo largo de la semana voy a ir subiendo todos los capítulos que faltan.

Pd.: y sí, sé que está un poco muy dramatico el capítulo.

Antes de que Nash pudiera hacer nada, mi padre avanzó hasta él y lo tomó del borde de su camisa con violencia. Su rostro estaba enrojecido y su mandíbula apretada. Sus ojos refulgían con furia. Pero antes de que pudiera hacer algo, dos oficiales, un hombre y una mujer, entraron y con mucho esfuerzo lograron separarlo de mi novio.

—¿Qué...? —trató de preguntar Nash, mas no continuó, era obvio lo que motivaba a mi padre.

—¡Maldita basura! ¡¿Cómo pudiste hacerlo?! ¡Se suponía que la amabas! —ladró mi progenitor.

Nash parpadeó, le afectaba esa acusación.

—Yo no lo hice... —murmuró en tono bajo.

Terrence Cosgraves volvió a intentar lanzarse contra él, pero oficiales fueron más rápidos y lograron sacarlo del cuarto.

—¡Me voy a encargar de que sufras por el resto de tu maldita vida! —siguió gritando desde fuera. Él intentaba librarse y volver al lugar, pero cada vez más policías lo arrastraban al exterior de la comisaría.

—Yo no lo hice —volvió a susurrar Nash.

Cruzó los brazos sobre la mesa y enterró su cabeza entre ellos. Él aún no terminaba de procesar lo que sucedía. No terminaba de comprender que Kenna creía que él había sido quien me asesinó, a pesar de que no tenía ninguna evidencia real en su contra.

—Veo que ya no sos del agrado de Cosgraves —se jactó la inspectora.

Si lo analizo bien, no comprendo qué era lo que tenía ella en contra de Nash. Él siempre se mostró colaborativo, ni siquiera intentó impedir su arresto, pero ella lo odiaba, aún sin tener pruebas certeras de que algo sucedía era su culpa.

—No digas nada, Nash —ordenó un hombre entrando detrás de Kenna. Era el abogado que había contratado su padre—. Ellos ni siquiera deberían haber hecho ese comunicado donde te culpaban del homicidio sin tener prueba alguna.

—Las tenemos —contradijo Kenna, aunque todos sabían que mentía. Ella esperaba conseguirlas con la charla con Nash.

—No las tienen —contradijo mi novio mientras alzaba de forma leve su cabeza. Le dedicó una pequeña mirada al abogado y regresó su vista a Kenna—. Yo no hice nada, nada, así que no puede tener evidencia de algo que no sucedió.

—¿No? —el tono de voz de la inspectora estaba cargado de gozo—. Yo creo que con la información que tenemos podemos retenerte como mínimo unas cuantas horas, quizás algunos días...

—Déjese de...

—¿Qué se suponen que tienen? —cortó al abogado Nash. Quería saber que era lo que ellos pensaban que pesaba tanto como para que él quisiera matar a alguien que amaba.

—Lo del embarazo, por supuesto —mencionó con suficiencia la inspectora.

—¿Qué embarazo? —se contrarió mi novio.

—El de Keira...

—¡¿Estaba embarazada?!

Esa información lo espantó más. Su rostro era de verdadero desconcierto. Kenna frunció los labios, sin creerse su supuesta actuación.

—Hacerte el tonto no te va a servir de nada —masculló y fue turno de Nash de fruncir el ceño.

—No me hago el tonto, Keira jamás mencionó que íbamos a tener un hijo... —musitó e ignoró las señas del abogado que le indicaban que parase.

—No lo estaba...

—No estoy comprendiendo lo que quiere decir, inspectora —volvió a interrumpirla él.

Kenna apretó sus labios y respiró hondo. No podía perder el control cuando estaba siendo grabada.

—Que ella te mintió diciendo que estaba embarazada y que vos la asesinaste por eso y porque chantajeaba a Harlan Font —soltó ella ya sin paciencia.

—Nash, no —intentó detenerlo su defensor.

—Ella nunca me dijo que estaba embarazada, jamás. Y, ¿por qué debería importarme que chantajeara Harlan? Eso no me afecta a mí —dijo lleno de confusión. En verdad no comprendía nada de lo que Kenna intentaba insinuar.

—Nash, en verdad, necesito que dejes de hablar, en unas cuantas horas vamos a demostrar que vos no pudiste haberla asesinado y vas a salir de aquí...

—No me importa si voy a salir de aquí, lo que me interesa es que arresten a quien sea que asesinó a Keira —gruñó Nash en dirección al abogado. Este bufó y se recargó contra el respaldo de su asiento, por lo visto, no tenía mucho que hacer allí.

—Te afecta que ella hubiera chantajeado a Harlan, porque él era el amante de tu padre y si Harlan no guardaba el secreto de que ella te mintió sobre estar albarazada, Keira iba a mostrarle a todo el mundo que tu padre había engañado a tu madre.

El rostro de Nash se paralizó en una mueca sorprendida. Él idolatraba a su padre y no podía imaginar que hubiera sido capaz de algo así. No le sorprendía que yo chantajeara a Harlan con eso, yo hacía cosas similares con todo el mundo, me gustaba mantenerlos controlados de una forma atroz, una forma que él nunca pudo convencerme de dejar de lado. Lo que realmente lo impactaba era que lo hiciera con un tema tan delicado y que jamás se lo hubiera comentado, ni siquiera se lo había insinuado.

—¿Es una broma?, ¿no? —medio balbuceo.

Parecía que su inteligencia había sido drenada de su cabeza de un segundo a otro. Si antes de que lo arrestaran ya le costaba comprender las cosas, en ese momento Nash comenzaba a dudar de si eso era una pesadilla o la cruel realidad. En tan solo una semana toda su vida se había destrozado de maneras que jamás había sido capaz de imaginar.

—Por supuesto que no es una broma... Keira si lo chantajeaba con eso, aunque tu padre asegura que no tenía idea al respecto —siguió hablando Kenna.

Ella, aunque las reacciones de Nash se veían muy reales, era incapaz de creer una palabra o mueca de él. En su cabeza, Nash era el asesino y el culpable de todo y eso no iba a cambiar.

—No pregunto si Keira los chantajeaba, no es algo que me sorprenda de ella, lo hacía con muchas personas, a pesar de que le advertía que no era bueno, que no necesitaba el chantaje para conseguir lo que deseaba. —Nash sacudió su cabeza, buscando centrarse—. Yo quiero saber si en verdad mi padre engañó a mi madre...

—Sí, podemos mostrarte el video si tanto te cuesta...

—¡No! No quiero verlo, le creo, ella nunca chantajeaba a nadie sin una base sólida... —terminó por decir.

Y yo puedo estar segura de algo, si no me hubieran asesinado, habría terminado en prisión de por vida. Porque lo que había descubierto hasta ese momento Kenna, era solo el principio de uno de mis muchos caminos a la peor fama que me podría haber imaginado. Era seguro, en los próximos días mi reputación estaría tan baja que mis padres ya no sabrían a quién habían criado realmente.

—¿A quién más chantajeaba, Nash? —cuestionó con verdadero interés Kenna.

Para ella, este estaba siendo el caso más interesante de su vida.

—Si van a la cabaña Cosgraves, la del bosque cerca del lago Elock, van a ver lo que tenía de Monique Ramaje, no sé muy bien qué es, pero sí sé que ella lo utilizo para que Monique no presentara la solicitud para participar en el concurso de dentro de un mes de cortometrajes. Era algo que podía provocar que la expulsaran de la universidad —desveló Nash.

Y no lo culpo, él necesitaba librarse de los supuestos cargos que tenían en su contra. Ya no importaba proteger mi reputación, de cualquier forma, ellos seguirían investigando y descubrirían todo, con o sin su ayuda.

—¿Por qué no quería que Monique se presentara?

—Ella era su única verdadera competencia, sin ella en el concurso, se aseguraba que iba a ganar. Ese concurso era importante, iba a hacer que su reputación se alzara incluso fuera de Lercroft —narró con desgano.

De su cabeza no se salían las palabras de la inspectora que repetían una y otra vez que su padre le había sido infiel a su madre, que había traicionado la confianza de la persona que literalmente le dio todo lo que tenía, no podía parar de pensar que su padre había destruido la familia que él tanto afirmaba que era lo más importante en la vida.

Kenna sintió y anotó en su libreta lo que Nash había mencionado. Ya deseaba acabar con ese interrogatorio para poder ir a investigar si lo que él decía era cierto o no.

—¿Algo más para agregar?

—Yo no le hice nada. La amo, jamás podría dañarla —rectificó él y Kenna se limitó a enseriar su rostro.

—Si eso es todo, me voy —anunció y se salió del lugar sin dedicarle otra mirada.

El abogado de Nash carraspeó para llamar su atención y se inclinó hacia él para hablarle en tono bajo.

—Dijiste demasiado, niño —lo regañó y antes de que Nash se alejara decidió agregar más—. Pero en cierta medida, sirvió, les presentaste a otro sospechoso y una vez que demostremos que no sos culpable, se van a concentrar en la chica, el gobernador se va a encargar de ello.

—¿Cómo van a demostrar que soy inocente?

—En menos unas horas te vas a enterar, de momento, me voy para agilizar las cosas y poder sacarte cuanto antes de aquí...

Dicho eso, el abogado dejó a solas a Nash.

Luego de tres horas, los policías en la estación se vieron obligados a liberar a Nash. Una vez más, las cámaras de seguridad del pueblo y los testimonios de los vecinos confirmaban que él había pasado toda la noche en su casa cuando había sido plantado mi cadáver. Además, los nuevos informes de los forenses revelaban que mi cuerpo había estado en alguna zona lodosa de la ciudad y que, por los residuos encontrados, no era en el bosque cercano al barrio privado donde él residía, lo que hacía imposible que él hubiera dejado mi cuerpo en la plaza sin que alguno de todos los vecinos u habitantes del pueblo lo notaran.

Y Kenna no podía aguantar la ira y la frustración que le causaba ver que mi novio se le estuviera escapando de vuelta.

Cuando por fin salió de la estación, acompañado de su padre, con quien se negaba a hablarle, su madre y el abogado, unos cuantos policías tuvieron que salir a escoltarlo. Mis padres se habían enterado de que lo estaban liberando y habías asistido al lugar. Mis progenitores estaban enfurecidos, Kenna había logrado convencerlos de que el único que podría haberme asesinado era Nash y no deseaban pensar lo contrario. El tener un culpable les ayudaba a sentir menos pesar.

—¡Maldito!, ¡ya vas a ver cuándo logre agarrarte! —gritaba mi padre mientras era sujetado por dos oficiales.

—¡Voy a encargarme de que pagues lo que le hiciste a mi hija! —escupía mi madre de la misma manera.

Los ojos de Nash se encontraban anegados en lágrimas. Le dolía que pensaran que él había sido capaz de asesinarme. Él odiaba la idea de que todos en el pueblo estuvieran ocupados creyendo que él era el asesino cuando el verdadero estaba dando vueltas por allí, pavoneándose con su victoria. Así que, ignorando las palabras de sus padres y el resto que lo acompañaba, se acercó a mis progenitores.

—Yo no la asesiné. No lo hice. La amaba, ¡la amo! ¡Jamás la habría dañado de esa manera! —estalló y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas—. Y ustedes están perdiendo el tiempo acusándome, cuando podrían estar buscando al verdadero monstruo que acabó con su vida —lo último lo dijo con amargura.

Después de eso, simplemente se subió al auto de su madre y se fue. 

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