Iƞϲυβɸ |kth|© (#1)

Galing kay Bea_Purple

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¡Primera parte de la trilogía Daimōn! Iƞϲυβɸ: Íncubo (del latínIncubus, in, 'sobre' y cubare, 'yacer') Elemen... Higit pa

Playlist.
|IMPORTANTE|¶Introducción¶
Sinopsis.
Capítulo 0: Prólogo.
Parte I
capítulo 1
Capítulo 2
Capitulo 3
II
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capitulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
III
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
IV
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
V
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
VI
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40 | F I N A L|
Epílogo.
D E M O N I A C O + SINOPSIS
ᴇsᴘᴇᴄɪᴀʟ ʜᴀʟʟᴏᴡᴇᴇɴ.
Especial preguntas
✿ฺ|CURIOSIDADES|✿ฺ

Capítulo 28

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Galing kay Bea_Purple

Capítulo 28:

Los recuerdos de NamJoon;
La verdad sobre los hermanos Park.










Uno. Dos. Tres. Cuatro... Y los minutos pasaban. Y seguían pasando mientras esperaban reunirse.

Las manecillas de aquel viejo reloj de mano, hecho de plata y una pequeña incrustación de diamante rosa en la tapa que completamentaba su precioso diseño, se movían marcando los minutos y segundos que pasaban, sonando con tic tac molesto que hacía a quién sea que lo escuchase ponerse nervioso.

Los pasos resonaron por el salón de aquella vieja casa produciendo un eco en todo el lugar. Él hombre caminaba a paso tranquilo, una capa cubriendo su cuerpo y la capucha cubriendo su rostro.

- ¿Es seguro aquí? - susurró un voz suave con preocupación, apareciendo desde la oscuridad, su cuerpo cubierto con una capa blanca y su rostro cubierto con la capucha de aquella capa. - ¿No van a encontrarnos?

Él hombre negó, con una pequeña sonrisa.

- Me aseguré de que nadie me siguiera hasta acá.

- Yo hice lo mismo. Recurrí a acusar a unas súcubos que rompían nuestras reglas y a mi prometido para poder venir sin problemas. Nadie me siguió.- aseguró ella, con nerviosismo presente en su aterciopelado tono de voz.

Él hombre chasqueo los dedos, encendiendo aquellas velas aromáticas, mientras que, por su parte, la mujer abría algunas de las cortinas dejando entrar la suave luz de la luna llena a la habitación. Todo con el fin de cumplir con aquello que se habían prometido en su tierna infancia.

Él hombre, se bajó la capucha dejándose ver. Sus ojos color chocolate brillando con cariño a la mujer, una sonrisa dibujándose en su rostro y hoyuelos marcándose en sus mejillas de una forma adorable.

Ella se giró hacía él, nerviosa. Sus ojos negros mostrándose más expresivos que nunca. Nerviosismo, miedo, vergüenza, cariño y timidez predominado en su mirada. Sus pálidas mejillas pintándose de un precioso color carmín ante la mirada de él.

Él moreno caminó hasta ella a pasos lentos, adorando ver como la suave luz lunar acariciaba la piel de la hermosa mujer frente a él.

- Lin...- susurró, posando sus manos en la cintura de ella con firmeza. Relamio sus labios.

Su aliento mentolado y embriagante aroma abrumó a la mujer, atontándola y atrayéndola.

Ambos se miraron a los ojos, se miraron con cariño, nerviosismo y deseo. Sus rostros se acercaron sin que se dieran cuenta y sus labios se unieron en un beso lento lleno de timidez y un poco torpe.

Las manos de ella se aferraron a la tela de la capucha de él, desatando el nudo de la capa de él y dejándola caer al piso. Él moreno hizo lo mismo con la capa de ella.

- Te ves hermosa.- la alagó mirándola con tanto cariño como es posible mirar a alguien.

Las mejillas de ella se sonrojaron. Y él corazón de él latió emocionado.






- ¡Señor Kim! - aquel gritó hizo al moreno sobresaltarse. Y mirar a la persona que se acercaba corriendo a su dirección.

Una sonrisa educada fue ofrecida de su parte, mientras miraba al anciano hombre parar frente a él, visiblemente agotado.

- ¿Se encuentra bien? - cuestionó, recibiendo un asentimiento de parte del viejo.

- Lo estoy, señor. Gracias. - sonrió.- Ya he hecho lo que me ordenó.- avisó.- Nadie me vio, ni me oyó.

NamJoon asintió con una sonrisa, su mente volando a los recuerdos recientes que habían invadido su mente. ¿Por qué estaba recordando esa noche? Generalmente, nunca lo hacía. Quizás, se debía a que estaba usando la misma capa de aquella vez.

Miró al hombre frente a él y de su bolsillo saco una bolsa repleta de monedas de oro y plata.

- Espero que con esto sea suficiente para pagar sus servicios y asegurar su silencio.- habló, mirándolo con frialdad en sus ojos calculadores, a pesar de tener una sonrisa encantadora en sus labios.

Los ojos del anciano brillaron.- Esto... ¡Esto es más de lo que esperaba! ¡Podré pagar el medicamento de mi esposa y la educación de mis nietos! ¡Muchas gracias, mi señor! - agradeció él hombre, sus ojos observando agradecidos y maravillados a NamJoon.

Él moreno asintió.- Olvida que me has conocido. Y que de tu boca no salga una palabra de lo que te he encomendando. - advirtió antes de macharse a paso lento, internándose en el bosque.

Ahora tan solo tendría que esperar y observar como resulta todo desde las sombras. Tal y como siempre hacía.


[....]


Frunciendo el seño, él de cabellos rubios comenzó a leer aquella vieja carta que encontró tirada en la entrada de su hogar.

Su ojos brillaban furiosos, si rostro se mostraba impactado ante cada palabra, sus labios se mantenían cerrados con rectitud.

- ¿Hyung? - Jihye observó a Jimin con curiosidad y preocupación, al tiempo en que pasaba su vista a aquel papel amarillento.

No entendía que era lo tan grave que había leído su hermano para que se viese de esa forma, tan molesto, tan asustado y ansioso, tan shockeado.

- ¿Jimin? - preguntó pasando una mano por el rostro de su hermano repetidamente. - ¿Hyung? ¿Estas bien?

Jimin dirigió su temblorosa mirada al rostro de su hermana.- Jihye... - susurró débilmente, sus manos apretando su cabeza y sus dedos escabulléndose entre sus rubios cabellos mientras cerraba sus ojos sintiéndose abrumadoramente confundido.

Aquello no podía ser verdad, aquella antigua y amarillenta hoja de papel, aquella carta, no podía tener semejantes palabras escritas.

- Nosotros... - murmuró. No, simplemente no podía ser.- Somos parte de la realeza... - susurró pálido.

Jihye lo observó confundida, ¿De qué hablaba su hermano?

Jimin gruñó, aquello estaba mal. ¿Como que su mamá no era en realidad su mamá y solo era una hija de algún noble que escapó con ellos para protegerlos? ¿Como podía ser que él y su hermana fueran hijos de los difuntos reyes del reino? ¡Ellos no podían ser la princesa y el príncipe perdidos! ¡Simplemente no podían ser...!

Oh, demonios. Jimin comenzó a pensar, a analizar todo y jodida mierda, que todas las extrañezas en su vida comenzaban a cobrar sentido.

El que su supuesta madre se haya ido cuando ellos apenas eran unos niños, el hecho de que sus abuelos no eran nada parecidos a él o a su hermana. El color de su cabello para nada común en el pueblo. Él maldito hecho de que Jihye tuviera que disfrazarse de varón durante toda su vida sin siquiera tener elección... ¡Ahora todo tenía sentido! ¡Los engañaron! ¡Durante toda su vida lo hicieron!

El rostro de Jimin se contorsionó en una mueca de completa ira, su mandíbula tensandose bajo su piel. Le habían mentido sobre su propio origen, les ocultaron la verdad, ¡Les habían mentido! Y nunca, ni siquiera antes de morir sus supuestos abuelos les habían contado la verdad. No le habían dicho nada, ni una palabra o una maldita pista que los llevará a ella.

Y su madre, oh, ella. Esa mujer, los había abandonado apenas tuvo la oportunidad. Jimin estaba furioso. ¡Esa mujer los había dejado tirados como si de perros se tratara solo para salvar su pellejo!

Un sentimiento oscuro invadió el pecho de Jimin. Burbujeante, lleno de ira, de dolor, de decepción; odio. La odiaba. Odiaba a esa mujer por habandonarlos de esa forma. Odiaba a esos ancianos por no haberles dicho la verdad cuando pudieron. Odiaba a los malditos desgraciados causantes de su desgracia, de su sufrimiento, del sufrimiento de su hermanita.

El deseo impoluto de la venganza invadiendo su mente, sus pensamientos. Su verdadera naturaleza saliendo a flote desde lo profundo de su interior, desde lo profundo de su alma.

Jimin quería venganza.

Tenían que pagar.

Aquellos bastardos responsables de su miseria tenían que pagar. Él lo haría. Se encargaría de hacerlos pagar, incluso si debía abandonar todo en aquel pueblo en el que se encontraba y debía viajar hacía el castillo junto a su hermana para reclamar su puesto como él verdadero heredero al trono, como él rey de el gran reino de BagSae, lo haría. Lo haría con tal de saciar -su ahora reciente- sed de venganza. Haría pagar a todos aquellos que se vieron implicados en esto.

La mente de Jimin, segada por la ira y el dolor, comenzó a maquinar un plan. El plan perfecto para conseguir su venganza, para conseguir respuestas.

Jihye confundida observaba a su hermano, no entendía lo que ocurría. Temerosa retrocedió unos pasos alejándose de Jimin. La mirada del mayor había cambiado, se veía diferente, más fría, más dura y tenía ese algo que logró asustarla. Ese algo que la atemorizaba. La mirada de Jimin transmitía maldad, maldad que a Jihye logró asustar y preocupar. Tenía miedo, pero no de su hermano, sino de lo que este podría llegar a hacer, pues presentía que muchas más cosas malas ocurrirían en su vida desde ese momento.

Y con una valentía que no supo de donde sacó, arrebató aquel pergamino viejo de las manos de Jimin, comenzando a leerlo bajo la atenta mirada de este último. Soltó un jadeo sorprendida. Aquello no podía ser verdad, ¿O sí? Su vida no podía ser una completa farsa como lo decía aquel pergamino.

Nada de lo que decía ese papel podía ser real, joder, ¡Incluso la razón por la que murieron los reyes estaba escrita allí! Y además de eso, también estaba la maldita razón por la que ella debía de fingir ser un varón.

Jihye se dejó caer al piso, rogando porque todo aquello fuese una broma, sintiendo como el aire se ponía más pesado, más tenso de pronto. Casi le costaba respirar y no sabía porque estaba ocurriendo eso en la habitación. Un frío aterrador se hizo presente y un viento bruso arrasó con todo en el interior de la sala. Pero, las ventanas estaban cerradas.

Jimin vociferó una maldición mientras sus ojos brillaban furiosos y de un inusual color más oscuro de lo habitual. Y Jihye se estremeció, dejando caer pequeñas lágrimas ante lo recién descubierto.

Oh, pobres y frágiles hermanos Park. No sabían que aquello que estaba pasando solo era parte de un inteligente y cruel plan creado por alguien malvado y calculador, una mente maestra oculta. O bueno, no se puede considerar malvado a alguien que solo intenta cambiar el destino ya predicho, ¿O si?

Todo estaba fríamente calculado, todo menos el naciente y feroz deseó de venganza de Jimin, y el plan que este formaba para vengarse. Sí, a veces las cosas, los planes, toman un giró inesperado y retorcido, difícil de entender. Sin embargo, aún cuando eso ocurría, siempre había solo un ganador, una persona, un ser divino, qué no importaba las veces que jugara con aquellas almas, jamás saldría afectado, pues era el creador de todo y él único capaz de detener aquello, lástima que el egoísmo y el orgullo incluso logren ganarle a un ser tan perfecto como él.

Aunque, quizás solo era algo preparado por él, un proceso que aquellas almas desafortunadas debían pasar para lograr la completa felicidad y plenitud, algo así como el arcoiris al final de la tormenta.

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