Lauren's Pov
No pude dormir en toda la noche. La pasé dando vueltas en la cama una y otra vez y vuelta a empezar. No se me iba de la cabeza la dichosa canción y ni siquiera sabía cómo se llamaba. No quise recordar, pero dadas las circunstancias, era inevitable. Había estado enamorada una vez, muchos años atrás. Pero la cosa salió tremendamente mal y juré que no volvería a caer, que no le daría a nadie jamás el poder para herirme. No quería que volviera a pasar, me negaba en rotundo, y haría todo lo que estuviera en mi poder para evitarlo. Por la mañana le explicaría a Shawn la verdad, no quería tener secretos con él. Lo conocía desde el instituto y lo apreciaba muchísimo; no iba a permitir que nuestra amistad se fuera al demonio por una mujer. Hacía apenas una semana que conocía a Camila. Si no volvía a verla nunca más desaparecería de mi mente tan rápido como había llegado y aquella sensación que me invadía se desvanecería con ella. Así de sencillo.
Sin embargo la dichosa canción no dejaba de repetirse en mi mente una y otra vez, al menos aquellas dos frases que me habían hecho darme cuenta de lo que en realidad me pasaba.
Mierda.
Me levanté de la cama y busqué mi teléfono, que continuaba en el sofá. No sabía cómo se llamaba la canción, pero investigué la lista de canciones que componían el disco de Abbey Road y recordé que la anterior había sido Come together, por lo que la que no se me iba de la cabeza se llamaba… Something. No debía hacerlo, pero sin embargo la busqué en YouTube, me volví a la cama y cuando me recoste le di al botón de play, dejando que la melodía llenara la estancia.
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Cuando sonó el despertador a las siete me encontraba aún en la cama, con el teléfono en la mano y los ojos abiertos. No había dormido nada, pero aun así me levanté, me di una ducha de agua fría para despejarme y, tomándome un café bien cargado, me marché a trabajar. Estaba dispuesta a decirle a Shawn la verdad he iba a hacerlo nada más poner un pie en la empresa. Cuando llegué a mi oficina lo preparé todo como solía hacerlo cada mañana, y al ver a Shawn entrando en mi oficina se me revolvió el estómago. No sabía cómo se lo tomaría, pero desde luego explicarle lo que sucedía y que por ese motivo iba a dejar el plan era lo mejor que podía hacer. Sin duda alguna.
—Buenos días —me saludó él con una sonrisa nerviosa.
—Hola, Shawn. Tenemos que hablar —le dije esperando a que se sentara.
—Sí, yo también quiero decirte algo. Déjame hablar primero antes de que me acobarde —me pidió.
No quería esperar, pero parecía tan agitado que no me quedó más remedio:
—Está bien. Dime.
— ¿Recuerdas que quedamos en ir a la cafetería el viernes? —preguntó mirándome fijamente.
—Sí, justamente de eso… —comencé, pero me interrumpió sin escucharme.
—Pues he decidido que no, que lo mejor es hacerlo cuanto antes y por eso he tomado la decisión de ir hoy.
El corazón se me detuvo en el pecho durante un instante.
— ¿Hoy?
—Sí. Quiero conocer a Camila ya… Y voy a enviar a la mierda la timidez. Nunca conseguiré nada si no tomo al toro por los cuernos.
—Es que… yo… no puedo hoy, Shawn —musité. No podía hacerlo. ¿Qué sentido tendría todo si finalmente volvía a ver a Camila aquella tarde? Mierda, no me salía nada bien, al contrario.
— ¿Cómo que no? Vamos, por favor. Me ha costado mucho dar el paso, no lo arruines.
— ¿Arruinarlo? —mascullé molesta—. Estoy haciendo todo esto por ti, no hago más que ir a esa maldita cafetería para conseguirte a esa chica, ¿y ahora lo estoy arruinando? No me jodas, Shawn.
Él me miró, mosqueado*, y después suspiró.
—Lo siento, estoy muy nervioso. Pero sé que si no voy hoy no iré nunca… He pasado la noche dándole vueltas y… tiene que ser hoy. Pero necesito que vengas conmigo, Lauren. No te lo pediría si realmente no lo necesitara. Te prometo que te compensaré.
Él había pasado la noche dándole vueltas y yo… Dios.
—De acuerdo… —murmuré—. Iré contigo, pero no me quedaré. Te la presentaré y después me marcharé. Tengo cosas que hacer.
Mi amigo sonrió como si acabara de iluminársele el día y yo me sentí todavía más como una mierda.
—Gracias, Lauren. De verdad que eres una gran amiga —Quise sonreír pero el cansancio y la angustia me lo impidieron—. ¿De qué querías hablarme?
—Ah… de nada… Puede esperar —le aseguré esperando que no ahondara más en el tema. Y no lo hizo.
Si lo miraba desde otro ángulo, aquello bien podía ser como una despedida. Acompañaría a Shawn a la cafetería, le presentaría a Camila y… dejaría que la naturaleza siguiera su curso. Yo no volvería a estar en el medio y no tendría por qué volver a tener contacto con ella. A menos que empezara a salir con Shawn… Pero si se diera el caso sería diferente. No tendría nada que ver. Y quizá lo suyo ni siquiera cuajaba*…
No sabía por qué pero me daba la sensación de estar siendo víctima de una broma cruel del destino.
Por la tarde, cerca de las seis, Shawn y yo nos fuimos al Queen Anne Café en mi auto, él dispuesto a conquistar a Camila y yo dispuesta para alejarme de ella para siempre. Sabía que le debía una explicación por lo que había pasado la noche anterior pero, aunque me sabía muy mal, no se la iba a dar. No tenía nada que decirle, no quería exponerme verbalmente porque no estaba dispuesta a aceptarlo.
Al salir del auto y cruzar la calle, justo antes de entrar en el establecimiento, me armé de valor y respiré hondo, sin saber exactamente a qué me iba a enfrentar una vez que entrara. Tuve que hacerlo yo primero porque Shawn no se decidía, y una vez ahí escogí la mesa más cercana a la puerta. Afortunadamente aquella tarde había algunas mesas desocupadas, por lo que podíamos elegir.
—Ya la he visto —murmuró Shawn, que se había puesto de cara a la barra mientras que yo me había sentado de espaldas a ella. Casi no quería ni mirarla—. Qué hermosa está. Ojalá venga ella a servirnos.
Cerré los ojos y me pasé la mano por el pelo, cansada. El no haber dormido nada en toda la noche me estaba empezando a pasar factura, pues me dolían los músculos y la cabeza, y lo único que deseaba era encerrarme en casa y no volver a salir hasta que todo aquello hubiese terminado.
—Está mirando hacia aquí —continuó él con su perorata* nervioso—. Oh Dios, está viniendo.
— ¿Te quieres callar? —mascullé justo antes de notar la presencia de Camila a mi lado.
—Buenas tardes. ¿Qué les puedo servir?
Shawn se quedó mudo observándola, por lo que a mí no me quedó más remedio que darme la vuelta y fingir una sonrisa, encontrándome con el rostro serio de Camila. Era la primera vez que no la veía sonreír.
—Hola, Camila. Yo no quiero nada y Shawn… ¿tú…? —por debajo de la mesa le lancé una patada en la espinilla para que reaccionara.
— ¡Ay!... Un café —casi tartamudeó.
—Muy bien —farfulló Camila justo antes de darse la vuelta sin mirarnos.
Cuando se alejó, él se cubrió la cara con las manos y yo puse los ojos en blanco.
—Habrá pensado que soy idiota.
—Tranquilo. Ahora cuando vuelva te la presentaré y me marcharé, así que haz el favor de tranquilizarte y de comportarte como una persona normal.
—De acuerdo —mi amigo respiró hondo un par de veces y se intentó peinar con los dedos—. ¿Estoy bien?
—Arrebatador.
—Imbécil, ya viene.
Volví a notar la presencia de Camila a mi lado y me giré en el momento exacto en el que dejó la taza de café de Shawn sobre la mesa.
—Aquí está —dijo ella en voz baja.
—Camila, deja que te presente a Shawn. Él fue quien me recomendó la tienda en la que trabajas.
Ella sonrió de una manera que no me pareció para nada sincera y le tendió la mano a Shawn, que había palidecido de golpe. Y yo en medio, mirándo todo.
— ¿En serio? Me alegro de conocerte al fin, Shawn —le dijo volviendo a ser tan encantadora como siempre. Una especie de espinita se me clavó dentro al verla sonreírle a otra persona y quise golpearme el pecho para que desapareciera. Mierda, ¿qué me estaba pasando?
—Sí… yo v-vivo al lado, a un p-par de calles de la tienda —intentó explicarse estrechando la mano que Camila le tendía.
—Ya me lo comentó Lauren —el corazón me dio un vuelco cuando me nombró, pero en ningún momento me miró—. Gracias por recomendar la tienda, realmente le hace falta un poco de promoción.
—No hay de qué… Me alegro de que Lau encontrara algo allí.
Sí… había encontrado algo más que un vestido, pero en aquel momento debía decirle adiós.
—Bueno, chicos, me encantaría quedarme pero me están esperando —intervine poniéndome en pie de repente—. Mañana nos vemos, Shawn —me despedí guiñándole un ojo—. Que te vaya bien, Camila —la miré de reojo porque no me atrevía a hacerlo directamente, y me marché de allí sin esperar a que ninguno de los dos me respondiera.
Al salir de la cafetería me metí en el auto e intenté tranquilizarme. Casi sin darme cuenta dirigí mi mirada hacia dentro del establecimiento y me encontré a Shawn hablando animadamente con ella, quien parecía no prestarle atención porque tenía su mirada fija en mí. Aquella espinita se clavó aún más en mí, haciéndome sentir impotente y perdida. Camila y yo nos miramos durante unos segundos, pero no fui capaz de aguantar mucho más, por lo que desvié mi mirada y arranqué, dispuesta a arrancarla a ella también de mí.
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El resto de la semana fue de lo más deprimente, al menos para mí. Shawn me explicó al día siguiente, muy emocionado, que había pasado un buen rato hablando con ella y que era mejor de lo que se esperaba. Que era encantadora, divertida, original y fresca, nada parecida al resto de mujeres que conocía. Me habría gustado decirle que ya lo sabía, que lo que le había conquistado a él había terminado conquistándome a mí también, pero por descontado aquello sobraba. Shawn estaba feliz y yo debería alegrarme, no solo por él, sino también por Camila, porque él era un chico magnífico.
Mi amigo quiso invitarme a tomar unas cervezas por la noche pero yo volví a declinar su oferta porque no quería y porque tenía la sensación de estar incubando alguna especie de resfriado. Llevaba sin dormir bien varios días y la idea de ir de bar en bar hasta acabar borracha como una cuba ya no se me hacía tan tentadora como antes, y menos entre semana.
El jueves me explicó que había vuelto a la cafetería y que había pasado casi dos horas hablando animadamente con Camila. Quería decirle que se callara, que lo que hiciera con ella me daba igual, pero tenía que fingir que me interesaba ya que había sido yo la que, supuestamente, le había allanado el camino. Cuando mencionó que ella había preguntado por mí el corazón me dio un vuelco, pero frené en seco las esperanzas que estuvieron a punto de embargarme. Era normal que ella no entendiera qué pasaba conmigo después de lo que sucedió en su casa. La persona que estaba cenando con ella de repente salió huyendo de su casa sin darle ninguna explicación… Yo en su lugar también querría saber qué demonios ocurría.
El viernes directamente no fui a trabajar. Me levanté con una migraña horrorosa que apenas me dejó abrir los ojos en todo el día, por lo que llamé a mi padre, le comenté lo que me sucedía y me pidió expresamente que me quedara en casa. Y eso hice, ni siquiera salí de la cama en toda la mañana. Permanecí allí, en total oscuridad y en total silencio a pesar de que mis pensamientos no dejaban de martillearme la mente, hasta el punto en el que pensé que eran ellos los causantes de la migraña. Mi madre se pasó por mi departamento al mediodía para ver cómo estaba, me preparó algo de comer y se aseguró de dejarme también algo de cenar para que no tuviera que salir a comprar nada.
Cuando me levanté el sábado por la mañana, sin rastros de migraña por ninguna parte, me dirigí al cuarto de baño, y cuando vi mi reflejo en el espejo con el pelo desaliñado, los ojos rojos y la piel más pálida de lo normal, supe que estaba empezando a tocar fondo.
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1. Mosqueado: sentimiento de enfado, ofendido o desconfiado.
2. Cuajar: Agradar o causar el efecto esperado; ejemplo: sus ideas no cuajaron entre los asistentes.
3. Perorata: Discurso largo y poco oportuno que se hace con cierto apasionamiento y vehemencia.
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