X Nada

By simplementeblah

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Un Papa Noél de un centro comercial con complejo de celestina. More

La tradición
Otra historia

El choque

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By simplementeblah

Comenzó a hacerse una idea en la cabeza de lo cuadro que podría ser esa situación pero ninguna de sus versiones que tiraban desde el mayor ridículo de su persona vestida con medias de rayas de colores y un gorrito que no iba a dejar que ni un bebé de dos años se tomara enserio sus indicaciones.

Siguió metida en la canción un poco más hasta que vio que el tiempo comenzaba a echársele encima y casi que salió corriendo hasta el centro comercial, donde por suerte no le resultó complicado encontrar aparcamiento. Se aseguró de dejarlo todo en orden y a falta de treinta minutos para la hora que le había dicho su amiga, entró en el supermercado y se pilló un sándwich que ya venía preparado y lo devoró en tiempo récord mientras se detenía en los escaparates de las tiendas de decoración, hasta llegar al ascensor que la llevaría a la planta 7.

Con la mirada clavada en el último trozo de almuerzo, se paró frente al ascensor, debatiéndose si aquella pequeña porción llevársela entera a la boca o darle dos mordiscos para alargar el gusto.

Pero no tuvo opción a nada, cuando un pequeño cuerpo se paró a su lado y al mirarla se dio cuenta de quien se trataba. Sintió que dejó de respirar y cuando bajó la vista a sus manos ahora más temblorosas que antes, vio casi que a cámara lenta como su trozo de sándwich caía al suelo, donde la regla de los tres segundos y soplar no era una opción.

- ¿Natalia? - Preguntó con un hilo de voz la otra que casi no pudo reconocerla por lo cambiado que llevaba el pelo.

-Hola, Alba. - Se giró para nada tranquila y esbozó una sonrisa insegura.

Al tenerse enfrente, sintieron que viajaron en el tiempo. Sobre todo Natalia ya que la rubia no había cambiado prácticamente nada desde la última vez que estuvieron juntas, hace ya algo más de tres años.

Alba tragó en seco, buscando una calma que parecía no llegar y suplicó a lo que hiciera falta para que estuviera allí para cualquier otra cosa menos trabajar en alguna de las tiendas.

Ninguna sabía cómo iba la vida de la otra y es que, aunque las cosas no acabaron tan mal, ambas habían necesitado alejarse lo suficiente para poder verse con un poco de claridad.

Y aunque más de una vez, quisieron mover tierra y mar para encontrarse en redes sociales y saber cómo les trataba la vida, nunca lo hicieron.

- ¿Qué tal todo? - Rompió el silencio Alba con la voz temblorosa.

-Muy bien, sí. - Contestó rápidamente sin ser capaz de volver a mirarla. - ¿Y tú?

-Muy bien, me alegro. - Se limitó a contestar y entraron en el ascensor sin decir nada más. - ¿A cuál vas?

-Al siete. - Respondió escueta, mirando la fila de botones y se le tensó la mandíbula al ver que solo había pulsado ese botón.

Tiene que ser una broma. Pensó la rubia.

Piensa que también hay tiendas en la séptima planta.

¿Pero y viene a esta hora?

Estará ocupada, no sabes nada de su vida.

Y ese es el problema.

Sacudió la cabeza abrumada por ese último pensamiento y resopló, llamando la atención de la morena que se atrevió a mirarla con ceño fruncido, pero no dijo nada más.

El resto de las plantas, las subieron en silencio, casi sin ninguna parada que les hiciera tardar más de la cuenta, aunque no dejaban de mirarse de reojo, como si quisieran asegurarse de que estaban enteras, pero sin que se notara.

Aquella voz robótica del ascensor les indicó que ya habían llegado y tras despedirse cordialmente del resto, salieron torpemente, cediéndose el paso para ni rozarse.

-Bueno, yo voy por aquí... - Señaló Alba su dirección y la morena asintió.

-Yo también.... - Dijo con un hilo de voz, esperándose ahora si lo peor. - Voy a cubrir a mi amiga en esto de los elfos y...

En ese instante, se podía haber escuchado como un cubo de agua fría caía sobre los hombros de la rubia y como un terremoto había sacudido el cuerpo de la morena en mitad de aquel pasillo lleno de tiendas a cada lado.

Me cago en la mierda. Pensaron a la vez antes de seguir andando.

Detrás de las puertas deberían abrir aquellos dos seres humanos, Nico, se encontraba retocándose el gorrito y dándole el último retoque a su barba, cuando el ruido de la puerta le avisó de que su chavala, ya había llegado y que, tal y como esperaba, no llegaba sola.

Sonrió satisfecho cuando vio a aquellas dos tan dispares y se acercó a ellas con andares divertidos.

-Bienvenidas, soy Nico. - Estrechó la mano de Natalia que sonrió algo nerviosa y se giró para mirar a Alba. - ¿Vas a prepararte? Yo voy a enseñarle todo esto.

Alba asintió, sin decir nada más y salió de allí, tal y como llevaba deseando unos minutos.

- ¿Y tú eres...? - Comenzó el mayor a hablar mientras se movía alrededor de la más alta.

-Natalia, creo que Lucía informó de que no podía venir estos días y que había encontrado a alguien que...

- ¡Ah, vale! Ya me ubico. - Sonrió de oreja a oreja y le miró divertido. - Bueno, será un placer tenerte por aquí unos días. - Le hizo un gesto para que le siguiera.

-No todo el mundo se alegra de verme por aquí. - Musitó muy bajito la morena mientras comenzaba a seguirle pero ese comentario no pasó por alto para Nico.

- ¿Lo dices por Albita? - Quiso indagar más y la morena asintió. - No te preocupes, eso podemos arreglarlo. - Le guiñó un ojo y comenzó a enseñarle todo.

Desde la zona donde cambiarse de ropa, una pequeña zona de sala de descanso, una mesa hasta arriba de comida de catering y lo más importante. El espacio donde iba a pasar la mayor parte del tiempo.

Según su punto de vista, todo estaba demasiado navideño porque ella adoraba esas fechas, pero hasta cierto punto. Una enorme alfombra roja que terminaba en aquella amplia tarima en la que se levantaba lo que parecía un altar para Papá Noel.

Ya quisieran esto en juego de tronos.

Los árboles adornaban aquel pasillo amplio con sus lucecitas de colores, lazos rojos y adornos varios y Nico la guio hasta aquella enorme silla, donde no dudó en sentarse y llamar a la morena para que se acercara.

- ¿Qué pasa? - Preguntó confusa la morena.

-Ven y cuéntame que le pides a Papá Noel. - Le dijo dándose unos golpes en la pierna y la morena soltó una carcajada mientras negaba con la cabeza.

-No creo que... - Miró a su alrededor y volvió a negar con la cabeza. - Yo soy más de los Reyes Magos de todas formas.

-Un puñal duele menos, Lacunza. - Respondió riéndose y llevándose las manos a la tripa.

- ¿Cómo sabes mi apellido? - Se mosqueó la morena y él se encogió de hombros.

-Es bastante curioso y cuando he visto las fichas de mis elfos, no he podido evitar mirarlo de más. - Soltó sin más. - Entonces... ¿me vas a contar que quieres por navidad?

-Te noto metido en el papel. - Le restó importancia la morena mientras seguía mirando a su alrededor.

-Si tú supieras... - Murmuró el hombro levantándose del asiento, aunque la morena ni le escuchó. - Venga, vamos a elegir tu uniforme.

Y eso hicieron. Se alejaron de aquel escenario para meterse en una habitación bastante grande, con estanterías casi hasta el techo en una de las paredes y se asustó al ver a una mujer algo más alta que ella acercarse.

-Vamos por aquí, Natalia. - Tiró de su brazo la mujer y sin tiempo para poder quejarse, ya le estaba tomando las medidas de una pierna. - Uy, que alta. ¡Nicolás! ¿Tú estás seguro que es ella?

- ¡Si! - Respondió rápidamente y Natalia les miraba sin comprender absolutamente nada, pero tampoco quiso darle muchas vueltas.

- ¿Se puede? - Rompió el silencio la voz de Alba y todos se giraron hacia la puerta que había abierto.

Natalia la miró de arriba a abajo y lejos de reírse solo pudo suspirar porque no era posible que a alguien le quedaran bien aquellas pintas.

Las medias de rayas blancas y verdes a juego con un jersey y un pequeño chaleco rojo. No pudo evitar fijarse en aquellos pies chiquitos dentro de esos zapatos en punta con cascabeles.

¿Cómo le puede quedar bien a una persona?

- ¡Albita! - Salió la mujer que le tomaba las medidas a Natalia hacia la rubia con los brazos abiertos. - Que amiga más alta tienes, ¿eh?

-No es mi ami.... - Respondió cortante y Nico, desde unos metros más atrás, encarnó una ceja.

-Natalia, yo creo que ya estás. - Le apuró el Papá Noel entregándole uno de los uniformes de una manera que parecía que estaba echándole de allí y la acercó a la puerta por la que debía entrar. - Este te irá genial.

La mujer le miró desde su posición sin comprender las prisas y negó con la cabeza.

Cualquier día nos descubren, inútil.

-Que bien te queda, cielo. - Celebró haciendo girar a Alba sobre sus pies.

-Me deja la dignidad justa para pasar el día. - Bromeó la rubia al sentirse un poco más aliviada al no ver a la morena por allí.

-Pero te vas a ganar a todos los peques. - Jugó con el pico del chaleco verde y asintió satisfecha. - Y a alguna que otra mayor. - Le guiñó el ojo y siguió a lo suyo.

-Gracias por venir otro año más. - Dijo emocionada rodeando sus hombros con su brazo.

-Ya sabéis que es un placer. - Miró a los dos sonrientes y ambos le respondieron con una sonrisa sincera y brillante.

~Unos días antes... ~

- ¿¡Nicolás!? - Gritó Claudia desde el despacho que tenían en su casa. - ¿Puedes dejar de mover los hilos a tu antojo?

-Pero si ha sido un cambio pequeño. - Se encogió de hombros desde el umbral de la puerta. - Además, me debía un favor y...

-No le mandes más trabajo al niño Jesús, ¿en qué idioma te lo tengo que decir?

-Pero que ha sido por una buena causa... - Murmuró como un niño pequeño cuando le pillan la trastada.

-Ni buena ni bueno. - Se enfadó realmente. - Si es que maldito patriarcado que te da todo el poder, pero eres inútil. - Se lamentó la mujer antes de salir del despacho.

-Que tengo buenas ideas, verás que sale bien.

-Hasta que no lo vea, no lo creo. - Se cruzó de brazos en mitad del pasillo y suspiró resignada. - Y si sale mal, nada de viajar en el tiempo, ¿te ha quedado claro?

-Sí, mi amor. - Asintió rápidamente y le regaló una de sus mejores sonrisas.

- ¿Me cuentas el plan ese...? - Se interesó y el hombre sonrió más ampliamente. - ¿Estás seguro de que es buena idea juntar a Alba con esa tal Natalia Lacunza?

-Somos Papá y Mamá Noel, ¿cómo no vamos a saber lo que es lo mejor para ella?

-Te estás aprovechando de este poder de leer la mente y el jefe nos lo va a quitar. - Reprimió la mujer mientras bajaba a la planta baja de aquella pequeña y modesta casa. - Ten cuidado.

-Mira... Cuando nos conocimos, me habló de que había perdido el contacto con alguien que le importaba mucho y si volver en el tiempo es algo muy... típico y peligroso porque esto de borrar la memoria nos lo están preparando Hermione, Ron y Harry, yo lo haría...

-Eres un romántico de mierda. - Se rio dejándose caer en la mecedora que tenían junto a la chimenea. - No sé cómo me case contigo...

~De vuelta al centro comercial~

En el espejo de la pequeña habitación donde debía cambiarse de ropa, se miraba casi con cara de pánico en el espejo.

Sus piernas largas, enfundadas en una mayas de rayas blancas y verdes, a juego con su pantalón corto de pana rojo y un chaleco verde que le hacía parecer un pino navideño. Suspiró y cerró los ojos con fuerza.

Como no había hecho suficiente el ridículo delante de mi ex...

Has hecho algo peor, no te quejes ahora.

Cállate.

Unos toques en la puerta la sacaron de sus pensamientos y abrió la puerta con cuidado, dejándose ver poco a poco, para encontrarse sin esperárselo con Alba delante.

Con lo que no contaba la rubia era en que fuera a sentir como un pulmón se le descolocaba de su sitio. Y tampoco pudo reirse, porque sorpresa. A aquella persona que tenía delante todo lo que quedaba bien y aunque ella ya no estuviera acostumbrada a ese efecto, aquellas prendas no iban a ser para menos.

-Somos ridículas. - Dijo sin evitar reírse al verse en esa situación, las dos vestidas hechas unos cuadros. - Tenemos que ir a hacernos las fotos promocionales, Nicolás y Claudia ya nos esperan allí. - Dijo rápido y algo más nerviosa de repente.

- ¿Fotos qué? - Palideció la morena y Alba contuvo la risa como bien pudo.

-Para la página web, solo será un momento. - Comenzó a andar más deprisa.

Sin mirarse mucho más por aquel lio de sensaciones que cargaban ambas, llegaron donde ya las esperaban los dos mayores y la fotógrafa.

-Ya estamos todos. - Celebró Nico cuando las vio aparecer.

Una treintena de fotos después, ya estaban listos para darse los últimos retoques y salir a enfrentarse a los verdaderos críticos.

En la parte trasera del decorado, Natalia se arreglaba el flequillo bajo aquel pequeño gorrito que no encontraba la manera de colocarlo y de eso, se dio cuenta Alba a través del reflejo del espejo.

-Anda, ven que te ayudo. - La llamó Alba logrando que se girara para mirarla. - Agáchate un poco. - Le pidió poniéndose de puntillas.

- ¿No te ha apetecido crecer durante estos años? - Se atrevió a bromear con la mirada clavada en los zapatitos rojos de Alba.

-Vete a la mierda, chopo. - Le picó cuando terminó de colocarle el gorro, pero no se movió de allí en cuanto sus ojos encontraron los de la morena que parecían buscarla también y se tambaleó cuando descubrió el brillo que cargaban.

Dejaron de respirar, inspeccionando aquellos rasgos tan cerca de nuevo, e incluso llegaron a tragar en seco más de una vez. Todo estaba igual e incluso cada una que animaba a pensar que en aquel instante estaban muchísimo más guapas que en sus tiempos juntas. O quizás era el efecto del disfraz, la navidad o el olor a caramelo que inundaba la estancia.

- ¿Por qué lo hiciste? - Se le escapó a Alba sin querer y apretó sus ojos con fuerza.

-Porque era gilipollas. - Respondió sin dejar de mirarle a los ojos, como desde entonces no había sido capaz.

- ¿Y sigues siéndolo? - Tiró del hilo a pesar de saber dónde se estaba metiendo.

-Sí, pero ahora tengo las cosas... más claras. - Se encogió de hombros y segundos después, al ver que no iba a recibir una respuesta, se alejó de golpe.

-Pórtate bien con los niños, anda. - Le dijo al pasar por su lado y golpearle suavemente en un hombro.

Y tras ese roce, que pareció marcar el pistolazo de salida, durante aquel primer día junto a Papá Noel, no dejaron de mirarse de reojo, sin ningún disimulo y llamando la atención de Nico que no se perdía detalle del juego de ping-pong que se estaban marcando ambas.

-Míralas Clau. - Llamó a su mujer que permanecía por allí cerca. - Y yo solo estoy aquí sentado.

Y aunque negó con la cabeza por no darle el gusto de confirmarle que tenía razón, en aquella última sonrisa que compartieron las chavalas cuando se miraron mientras Natalia sujetaba a un bebé en brazos al que trataba de calmar con éxito, supo que jugar un poquito con los hilos era lo correcto.

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