OJALÁ...

Door LeslieLaFuente

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Él necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros... Meer

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Personajes
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Asesino: Parte 1
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Asesino: Parte 2
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Asesino: Parte 3
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Ian
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Epílogo
Extra - Ian
Booktrailer
Extra II: Ian.

Capítulo 22

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Door LeslieLaFuente

Siento la calidez de los primeros rayos del sol en la mañana alumbrar mis parpados, ya es de día. No obstante, me niego a abrir los ojos, no quiero despertar, por lo menos no aún. No tengo muy claro cómo debo actuar o que debo decirle a Ian luego de lo sucedido la noche anterior. Una larga, sensual, pasional y provocativa noche.

Siento la frialdad del colchón al lado contrario en el que me encuentro acostada, Ian no está, y por lo visto se levantó mucho más temprano. Finalmente me animo a levantar los parpados y confirmo mis sospechas: Estoy sola en la habitación, no veo rastro alguno del vikingo. Quizás se marchó temprano para evitarnos la angustiosa labor de tener que darnos explicaciones o escusas el uno al otro.

«Patético», pienso un poco desanimada, si soy sincera, en el fondo me hubiese gustado encontrarlo a mi lado al despertar «¡Reacciona Harley!, no seas ilusa, fue tan solo una noche loca, no significo nada para ninguno de los dos», me regaño mentalmente, pero a pesar de las duras palabras de mi cerebro la angustia me invade. Continúo acostada en la cama cuando escucho como el picaporte de la puerta se gira, recuerdo que estoy desnuda por completo por lo que mi primer instinto es cubrirme con las sábanas hasta el torso.

«Un poco tonto después de lo sucedido anoche».

La puerta de la habitación se abre y aparece Ian, está vestido con su usual ropa de trabajo y entre sus manos lleva una bandeja cargada de comida y zumo.

—Buenos días cariño—saluda, se ve animado.

Solo con verle un escalofrío recorre mi espalda, lo recuerdo todo, su confesión, mi impulso a besarle, las caricias...

—Buenos días. —Casi ni puedo mirarle al rostro.

El vikingo se sienta junto a mí y coloca la bandeja en la cama. Con su dedo pasa uno de los mechones de mi cabello por detrás de la oreja.

—¿Cómo dormiste?

—Bien. —Por fin le miro a los ojos, se ven cargados de ternura.

Agarra una de las tostadas de los platos y la lleva a mi boca para que coma.

—Ten, aliméntate, anoche gastaste mucha energía.

Bajo la mirada para evitar que contemple mi sonrojo, le escucho reír. Cabrón, se está divirtiendo. Pasan varios minutos de silencio y decido encararle.

—Ian, con respecto a lo de anoche...—Debo encontrar las palabras exactas, pero es difícil.

—Quiero pedirte disculpas. —Me interrumpe.

«¿Disculpas? Debí imaginarlo, debe estar muy arrepentido, ¿talvez ni se acuerde de todo debido a los efectos del tequila?». Mis pensamientos deben verse reflejados en mi rostro porque el vikingo, sosteniendo mi mentón para que le mire directamente a los ojos, se apresura a añadir.

—No me refiero a eso Harley. —Me dedica un efímero beso en la mejilla para luego poner serio su semblante—. Hablo de todo lo que te dije en el despacho, sobre hace cinco años, sobre el asesinato...sobre Melanie, yo solo...necesitaba desahogarme.

Se ve triste, lastimado, no puedo evitar sentirme mal por él, pero como soy una persona que actúa antes de pensar, cuando quiero percatarme estoy junto a él abrazándole, ni siquiera me importa que las sabanas se deslicen permitiendo ver mi desnudez.

—No vuelvas a repetir las palabras de anoche más nunca. ¿Me entiendes idiota? Jamás.

Mi voz es suave, pero no por ello carente de firmeza. Ana tenía razón, desde que conocí al vikingo me empeñé en demostrar su inocencia, en creerle, obvio no voy a permitir que fuese él mismo quien destruyese esta idea. Me aparto un poco de Ian para poder mirarle a los ojos.

—¿Por qué no le has dicho a nadie como te sentías? Tienes personas que se preocupan por ti y...

Me detuve al ver la triste sonrisa reflejada en su rostro.

—¿Sabes Harley? A veces los seres humanos nos acostumbramos tanto a decir estoy bien para ahorrarnos preguntas innecesarias—exhala un ligero suspiro—. Y a veces terminamos engañándonos a nosotros mismos.

No hace falta más, ni una palabra, ni un acto...nada. La empatía que siento por este hombre, el deseo de curar su dolor fuese como fuese sin importar el precio, la necesidad de ser su consuelo... Por fin me doy cuenta del significado de los susurros de Ana y Diana, del mensaje oculto en las palabras de Cooper sobre nuestro falso matrimonio...todo se resumía a cuatro simples palabras: Yo quiero a Ian.

—Bueno, ahora me lo puedes contar a mí—intento sonreír—. Por lo menos en el tiempo que nos quede de contrato.

—Tienes razón—agrega—. Por el próximo año te tengo a ti.

«Decidido, soy masoquista. ¿Qué persona en su sano juicio se apuñala de esa manera a si misma?». Por lo menos algo me queda comprobado, para Ian sigo siendo la esposa de un año, luego que termine el contrato...termina todo. Mis sentimientos deben seguir siendo míos, el vikingo no puede conocerlos.

Bajo la vista y compruebo que la sabana se ha caído por completo, mi cuerpo se muestra ante Ian completamente desnudo.

—Linda vista—dice risueño.

La vergüenza me invade y siento el calor subir por mis mejillas a toda prisa. Tomo las sabanas y vuelvo a cubrirme el cuerpo. Ian ríe a carcajadas y vuelve a llevar a mi boca otra rebanada de tostada. Mastico y trago intentando disimular el sonrojo.

—Sabes vikingo. —Intento sonar con un poco de distanciamiento emocional—. A veces es bueno dejar el pasado atrás, el futuro tiene buenas cosas que ofrecer. —Le dedico una sonrisa—. Creo que te lo dije anoche y te lo repito ahora, tienes una hacienda por la que luchar y hombres que te aprecian, no lo abandones todo por un mal recuerdo.

Ian guarda silencio por uso minutos y luego asiente.

—Vístete. —Pide—. Quiero mostrarte algo. —Cuando ve que alzo la ceja interrogante añade—. Si quieres solo ponte el pijama, no hay que salir de la casa, es más no hay que bajar a la primera planta.

Ahora sí que siento curiosidad por lo que va a mostrarme Ian. Doy un brinco de la cama y busco en el closet un par de bragas y un pijama, hace un poco de frialdad, pero no me preocupo tanto por ello. Ni siquiera me recojo el pelo en una coleta o lo peino, la curiosidad es más fuerte que nada. Cuando ya estoy vestida veo como el vikingo me extiende la mano desde la entrada de la habitación, sin pensarlo dos veces me agarro a esta y ambos salimos al pasillo exterior.

Comenzamos a caminar rumbo a las escaleras, pero él me dijo que no bajaríamos, por lo que solo me queda una opción en mente. El vikingo se detiene abruptamente frente a la habitación clausurada, la antigua recamara de Melanie. Saca una navaja de sus pantalones y rompe con ella las cintas que clausuran la puerta. No puedo creerlo. Ian me está permitiendo entrar a la habitación de la muerta, una habitación que no ha sido abierta en cinco años.

—¿Por qué? —No hace falta que termine la frase, el vikingo sabe a lo que me refiero.

—Porque tienes razón, es hora de dejar algunas cosas atrás. —Coloca su mano en el picaporte—. Esta es una buena manera de iniciar.

Abre la puerta y entramos a la habitación. A primera vista posee el mismo toque de mezcla rustica y moderna del resto de la casa, sin embargo, aquí solo hay penumbras. Las grandes ventanas de cristales se encuentran clausuradas con largas tablas de madera con puntillas en los extremos, tan solo unos pocos rayos de sol se cuelan por los agujeros en donde la madera se separa. El resto de la habitación no es muy diversa de la nuestra: una cama, un sofá, mesas de noche, un armario... El polvo y las telarañas recubren cada extremo de la habitación, por lo visto no es mentira cuando me dijeron que nadie ha entrado aquí en la mitad de una década.

Nos acercamos a la cama a paso lento, siento las manos de Ian tensas sobre las mías. Me detengo a observar las sabanas por un segundo: continúan cubiertas de sangre por completo, sobretodo en la zona de las almohadas «Ahí debe ser donde fue asesinada». El resto de la cama contiene el contorno dibujado del cuerpo de la muerta, como si la sangre hubiese marcado su figura, en la parte izquierda las marcas carmesíes se detienen en líneas irregulares.

—En ese extremo dormía yo, o por lo menos ahí desperté cuando...

No puede terminar la frase, volteo para verle y su expresión me llena de pesar: está completamente pálido, su piel esta fría, la angustia y tensión que le consumen se perciben en el aire.

—Regresemos a nuestra habitación.

Toco su hombro con mi mano libre para llamar su atención, ya tengo claro porque Ian clausuró la habitación durante cinco años y no permitió la entrada de nadie en ella: él mismo no está preparado para afrontarlo, de verdad se siente culpable de la muerte de la morena. Necesito sacarle de aquí, ya luego regresaría yo a investigar. Cuando vamos a cerrar la puerta le escucho susurrar.

—Se lo prometí. —Le miro sin entender bien a que se refiere—. Le juré que encontraría a la persona que le hizo eso y me vengaría.

Abro los ojos de par en par. A pesar de odiarla juró algo así, este hombre jamás sería un asesino, la quería fuera de su vida, no muerta.

—Al inicio me obsesioné con encontrarlo—declara—, Pero ya luego abandoné las pistas poco a poco.

—¿Y qué descubriste?

—Aproximadamente lo mismo que sabes tú hasta ahora. —Me sonrojo un poco, aun no me creo que el vikingo conociese sobre mi investigación—. Nunca tuve un sospechoso.

Asiento, tranquila, puede que yo si supiese un poco más, yo si tengo sospechas, pero no se lo diré, al menos no ahora.

—Regresemos a la habitación a terminar de desayunar.

Cambio de tema para animarle y este me sonríe y me sigue. Es día de Navidad y todos los trabajadores de la hacienda estaban con sus familiares celebrando, por lo que el vikingo aprovechó para tomarse el día libre. Nos la pasamos riendo y viendo películas de distintos géneros, mis favoritas fueron las versiones de la década de los noventa de la Familia Adams. Recibimos llamadas y felicitaciones de todos nuestros amigos: Ana, Cooper, Dy y Roger. Todos ellos mofándose y festejando a los recién casados que pasaban sus primeras navidades juntos, en especial los tres primeros que conocían la verdad de nuestra relación, aunque por lo nerviosa que me puse creo que las chicas adivinaron que algo había sucedido, cuando se lo contase saltarían como locas, solo espero que no hicieran apuestas ni nada por el estilo.

Más de una vez, Ian me envolvió en sus fuertes brazos para llenarme de besos y caricias, pero cuando los calores comenzaban a subir me negaba, no puedo darme el lujo de seguir entregándome a él, sino sería un año demasiado largo y lleno de torturas. Cuando me preguntó porque huía de él lo único que pude contestar fue:

—Esto no era parte del acuerdo.

—Anoche no parecías recordar eso, sobre todo si nos fijamos en que fuiste tú quien me beso a mí.

—Lo sé, me dejé llevar—justifiqué—. No obstante, eso no significa que actuara bien.

En vez de sentirse ofendido ríe, le gustaba el reto y la tentación.

—¿Y si yo pudiese hacer que me desees? ¿Qué se te haga imposible resistirte?

Susurro en mi oído y me derretí por completo, pero no le demostraría el efecto causado.

—No te creas tanto vikingo.

—Es cierto que el sexo no iba en el contrato, aun así, si ambos lo deseamos...si ambos queremos esto, porque pasar un año entero negándonos el placer.

«¿Y después del año?». La pregunta resonó sola en mi cabeza, sin embargo, la callé. Mostré la mejor sonrisa fingida que pude y conteste.

—Yo solo me apego a nuestro acuerdo.

Río, era un reto para él y su expresión me acaba de confirmar que aceptaba la guerra.

—Ya veremos eso cariño, comprobaré por mí mismo cuál de los dos tiene la voluntad más fuerte ¿Por qué sabes qué? —susurro en mi cuello enviando descargas eléctricas—. Yo sé que me deseas casi igual que yo a ti.

Giro la cabeza para que no vea mi sonrojo, si la situación fuese distinta ya le habría caído arriba hace par de horas y permitiría que me llenase de carias y cuidados...y de otras cosas también, pero no puedo...no era otra situación, era tener relaciones con el hombre del que me estaba enamorando y solo me quiere por un año, no puedo destruirme a sí misma de esa manera.

Ian se puso serio por unos segundos.

—Me marcharé unos días a principio de año. —Ante mi cara de sorpresa agregó—Tengo que ir a un congreso de criadores de caballos, será solo un fin de semana, regresaré antes de que te des cuenta. —Como yo no reaccionaba continuó su explicación—. Es algo anual, me encantaría faltar y quedarme contigo, pero habrá compradores muy importantes.

Sonreí.

—No te preocupes, es tu trabajo, así descansaré de ti un fin de semana.

Y si esas son mis palabras ¿por qué ni yo misma me las creo? Dejo que Ian me abrace y continuamos mirando las películas, esta vez con la inseguridad clavada en mi pecho.

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