Due

117 22 6
                                    

Dos semanas después de que la inseminación artificial tuviera éxito, Hongjoong se presentó en la agencia para una revisión médica general. Al terminar le pasaron a la oficina de la que ahora se había familiarizado.

—Kim, ¿cómo te has sentido? —interrogó con amabilidad la beta que desde el inicio se había encargado de él.

No sabría decir por qué, pero aquella mujer le inspiraba confianza.

—Bien... Aún no he presentado síntomas, entonces no he cambiado gran cosa —respondió encogiéndose de hombros.

Examinándolo con una fugaz mirada asintió, transcurrieron varios segundos hasta que por fin retomó la charla, solo que hizo un cambio abrupto de tema:

—Jung Wooyoung se puso en contacto con nosotros, quiere que te instale en su propiedad, me informó que ya preparó una habitación para ti. ¿Recuerdas que te comenté que tendrías un trato especial? —Hizo una pausa para ver la reacción del omega—. No estás obligado a hacerlo, pero...

Después del primer encuentro con la pareja, Hongjoong había investigado sobre ellos.

Park Seonghwa era dueño de varios centros comerciales y controlaba un emporio agroalimentario. Wooyoung se beneficiaba de la Bolsa de Valores de Seul, además de administrar varias empresas inmobiliarias. Ambos amasaban una fortuna de la que él no podía ni imaginar —aunque su padre no se quedaba atrás, Hongjoong nunca participó activamente en sus negocios y no tenía idea de cómo funcionaba aquel mundo de millonarios—.

Claramente no eran personas comunes, con su fortuna podían hacer lo que desearan, y si entre uno de esos caprichos estaba que el omega que llevaría su hijo en el vientre viviera con ellos, entonces Hongjoong no tenía más opción que cumplir sus órdenes.

Y en realidad no podía quejarse, le estaban pagando tan bien que ya hasta había antes considerado mudarse a un sector más tranquilo de la ciudad.

—Está bien, no tengo problema en permanecer bajo sus cuidados.

La beta suspiró aliviada.

[...]

Si creyó que recogerlo en una limusina fue una exageración, cuando llegó a la propiedad de los Park, no pudo evitar sentirse fuera de lugar. Llevaba días metido en un cuarto de pocos metros cuadrados. Su antigua vida con sus padres ya era un recuerdo lejano que no consideraba como propio, por lo que su pasado no mitigó el temor que se expandió con rapidez y que se vio reflejado en sus movimientos torpes.

La residencia estaba ubicada en un terreno amplio, donde la propiedad vecina más cercana quedaba a una distancia considerable. Rodeada de altos muros pintados de blanco, se accedía por una enorme puerta de madera de dos hojas color marrón oscuro —también después de pasar por la seguridad del recinto—. Un sendero flanqueado por pinos bien cuidados conducía a un porche donde describía un círculo, el chófer se estacionó y al bajar le abrió la puerta para después ayudarle con las maletas.

A ambos lados de la entrada de la lujosa casa había dos esculturas de piedra antigua, como de perros león de esos que había en los templos y los cuidaban de los espíritus malignos. Hongjoong se acercó con vacilación y en un instante apareció Wooyoung tras la puerta recibiéndolo con una cálida sonrisa.

Lo llevó al salón principal, pero antes le pidió al chófer que le ayudara a llevar las maletas de su invitado a una de las habitaciones.

El omega que todavía no presentaba signos de embarazo se sentó frente a Jung esperando que le diera algún sermón o que le dejara claro su posición en esa situación.

—Te ves muy tenso, ¿quieres un poco de té? ¿O prefieres algo más?

Hongjoong optó por el té y creyó que alguien se lo traería, no esperó que Wooyoung se levantara en dirección a la cocina. Regresó dos minutos después con la bebida caliente que le ofreció con amabilidad.

—Es una casa muy bonita —mencionó al aire, no sabía exactamente qué decir.

—Pertenecía a la familia de mi esposo, su madre se la obsequió cuando nos casamos —respondió casualmente, como si no fuera la gran cosa—. Hongjoong... Eres un Kim, ¿cierto?

Aquello le tomó por sorpresa al inicio, pero tras pensarlo, si él los investigó con los escasos recursos que poseía, era obvio que ellos habían hecho lo mismo, aunque sin menos limitaciones.

—Sí, pero no estoy involucrado con sus negocios, de hecho, para mi padre dejé de existir hace algún tiempo —expulsó ocultando la tristeza que le provocaba admitirlo.

—Escuché que te habían concertado un matrimonio... Sabes, a mí me sucedió lo mismo. Mi familia arregló todo para que me casara con Seonghwa, y aunque al principio estaba enfadado, una vez que lo conocí mi percepción cambió. Creo que fue el destino el que nos unió, ahora no me imagino con nadie más —se sinceró y Hongjoong no hizo más que asentir.

¿Qué podía hacer? Aunque parecía que su situación fue similar. A Wooyoung no le habían concertado un matrimonio con un psicópata.

—Y... Realmente deseamos tener un bebé. Lo intenté todo para darle un heredero a Seonghwa, pero al parecer... Algo no va bien conmigo —su voz se fue apagando hasta morir, se mantuvo unos segundos en silencio y con la mirada perdida en sus manos vacías—. Cuando te vi supe que eras el indicado, todavía no sabía que eras un Kim, pero más que tu linaje, algo en tu semblante me convenció.

De nuevo se quedó sin palabras, aunque el bebé que se estaba formando en su vientre también era suyo, se había mentalizado para pensar lo contrario. No era más que un recipiente.

Wooyoung se estiró en el sofá hasta que alcanzó las manos del menor que parecía incómodo y no entender lo que estaba pasando.

El toque amistoso le hizo desviar la mirada. Hongjoong no se quejó cuando le acarició sutilmente.

—No tienes idea de lo feliz que me hace tenerte aquí, siéntate como en casa, cualquier cosa que necesites no dudes en pedírmelo. Si deseas usar la piscina, la biblioteca o cualquier área, todo lo que hay aquí está a tu disposición. Mi despacho está en la tercera planta, normalmente ambos trabajamos en casa, de vez en cuando Seonghwa sale por negocios, y menos frecuente, también tengo que salir de viaje, de igual forma siempre alguno de nosotros estará aquí para lo que necesites.

Hongjoong agradeció su hospitalidad y después lo acompañó para que le diera un recorrido por la propiedad. Al final le indicó cuál sería su recámara y le dejó descansar mientras Wooyoung regresaba al trabajo.

[...]

—¿Por qué ese ceño fruncido? —cuestionó mientras se colgaba del cuello de su esposo.

—Es que no debiste traerlo —le dijo mientras se deshacía el nudo de la corbata.

—Antes estabas de acuerdo, ¿por qué Hongjoong te hizo cambiar de opinión? —Lo liberó pero mantuvo sus manos sobre los hombros del alfa.

Seonghwa arrugó la nariz.

—No me gusta su olor —respondió sin más.

El omega rió sin poder creerlo. Kim desprendía un delicado aroma a chocolate, hasta dónde sabía, a Seonghwa no le desagradaba el dulce.

—A mí me gusta, es un buen niño.

—No deberías referirte así de él, es solo un año menor que tú —dijo desprendiéndose de su agarre para sacarse el traje, deseaba tomar un baño e ir a la cama.

—Es que no lo entiendes, para ustedes los alfas, todo es más sencillo —enunció en medio de un suspiro.

Seonghwa le miró como diciendo que no quería de nuevo tener esa conversación en la que siempre terminaban discutiendo.

—¿Entender qué? No veo como el traerlo aquí se relaciona con su posición de omega —habló mientras se dirigía al armario para tomar unos bóxers.

—Es peligroso para un omega que no está marcado tener un bebé, si anda por las calles seguro algún rufián se meterá con él, además que es una monada y un poco ingenuo... Seonghwa, solo te pido que lo trates bien el tiempo que esté con nosotros.

El alfa puso los ojos en blanco, pero terminó accediendo.

Tras darle un beso en la frente a Wooyoung, se fue directo a la regadera y una vez bajo el agua, cerró los ojos intentando ignorar aquella sensación que no auguraba nada bueno.

Eramos indestructibles (Seongjoong)Where stories live. Discover now