Capítulo 38

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—Nunca me atrevería... ya aprendí que cuando se enoja, es de temer.

Fingió un escalofrío que me hizo soltar una ligera risa, y la mano que tenía puesta sobre su hombro viajó a su mejilla, mi pulgar acariciando con delicadeza la piel cubierta por algunos vellos renacientes de su barba, deteniéndose en el lunar que tenía a un lado de su mentón mientras una radiante sonrisa se plantaba en mis facciones.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó despacio.

—Sólo cierra la boca y ven aquí.

Y dicho esto, lo atraje hacia a mí para besarlo, mis brazos colgándose de su cuello mientras que los suyos rodearon mi cintura, nuestros labios acariciándose y él aceptando mis acciones después de que haya pasado casi una eternidad separados, aunque haya sido sólo un día. En ese momento todo me hizo sentido; en nuestro pequeño mundo de botes y tormentas, habíamos estado remando en círculos por nuestros desacuerdos y pensábamos que uno tenía la razón absoluta cuando la verdad de las cosas era que ambos estábamos equivocados. 

—Debo decirlo... —murmuró una vez que nos separamos y me dedicaba una pequeña sonrisa, sus ojos analizándome de pies a cabeza—. Te ves maravillosa en este vestido. El color definitivamente resalta tus ojos.

Un rubor se hizo paso por mis mejillas mientras me observaba a mi misma. Apenas vi el color verde esmeralda en la vitrina de aquella tienda en el centro comercial, supe de inmediato que era el vestido indicado para una ocasión como ésta, por el mero hecho de que el color me recordaba muchísimo a los ojos de Harry.

—Y ese corte en tu espalda —agregó y pasó la yema de sus dedos por la piel expuesta, justo en la curvatura hasta llegar a mis escápulas, haciéndome estremecer—

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—Y ese corte en tu espalda —agregó y pasó la yema de sus dedos por la piel expuesta, justo en la curvatura hasta llegar a mis escápulas, haciéndome estremecer—. Admito que me puse un poco celoso cuando ese pelirrojo puso su mano aquí.

Solté una risotada, echando mi cabeza levemente hacia atrás.

—¿Un poco? —arqueé una ceja divertida, recordando la expresión endurecida cuando se dirigió al aludido mientras bailábamos—. Si las miradas mataran, Styles...

—Perdón —se encogió de hombros—, olvidé mencionar que además de increíble, divertida e inteligente, es muy hermosa. Pero, en exceso. Tanto que me di cuenta cómo algunos hombres la devoraban con la mirada cuando estaba hablando...

—Sí, claro —rodeé los ojos y golpeé su pecho juguetonamente, ganándome su típica risotada de niño que hizo que mis interiores se derritieran y volvió a besarme.

Luego del lento sonaron más canciones con distintos ritmos, en donde pasamos unos minutos más bailando. Se hicieron las típicas tradiciones; el lanzamiento del ramo (en donde desafortunadamente no pude atraparlo), el corte del pastel de bodas con algunos jugueteos y bromas con la crema de éste en las que Harry y yo también fuimos víctimas, y terminamos con los rostros cubiertos con dicha sustancia y doblándonos de la risa.

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