¿Y SI YO HUBIESE SIDO SACERDOTE?

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Hubiese terminado mis estudios de bachillerato un viernes 13 de noviembre de 2015, en ese día soleado, estaría feliz despidiéndome de todos, de quienes fueron mis compañeros de salón. Yo ya hubiera dicho desde principio de año que me iría para el seminario, ya le hubiera contado a mi director espiritual que después de cuatro años en un grupo parroquial, y que después de haber puesto la ceniza en el colegio, mi decisión de darle la vida al Señor era irrevocable. Mi director espiritual, posiblemente un hombre serio, me hubiera dicho que pensara bien las cosas. 

Sin embargo, yo le hubiera dicho que todo estaba claro, que para mí ser sacerdote se había convertido  en mi horizonte y misión de vida. Es posible que mi director espiritual hubiese orado mucho por mi vocación y yo hubiese empezado a ir a misa todos los días. Sí, ahí estaría yo comulgando, viendo cómo la gente empieza a tratarme con respeto y cariño. A mitad de año hubiese tenido mi retiro espiritual para saber si verdaderamente mi pálpito era cierto, y hubiese escrito mi carta para aspirar a entrar al seminario. Todo muy lindo, todo muy correcto. 

Mis compañeros empezarían a ver que lo mío iba en serio y que ninguna bella mujer podría enamorarme para hacerme desviar. Yo creo que hubiese conocido a alguien en el colegio, ella me hubiese hablado porque habría notado belleza en mi físico, y hasta me hubiese propuesto noviazgo; y ahí es cuando, con dolor en el alma, le hubiese dicho que no, que no era posible, que me iría al seminario en 2016, para cumplir mi llamado. Ella posiblemente lamentaría mi decisión en su mente, pero solo me diría que me apoyaría. Los amigos con los que hubiera salido en ese año a jugar fútbol, se burlarían primero, pero después mostrarían su apoyo. Yo hubiera anotado un gol y le hubiese dado gracias a Dios de una vez en la cancha, elevando mis manos como si fuese un sacerdote en pleno saludo a su asamblea, después los otros jugadores me verían raro, a lo que mis amigos dirían: 

-Es que él va a ser cura... -después los demás comprenderían, pero de todas formas me quitarían la pelota de forma fuerte, el hecho de mi vocación no hubiese sido motivo para que la intensidad de juego bajase- 

Hubiera llegado mi grado de bachillerato, yo hubiese estado en la tarima del teatro  diciendo las palabras, el discurso que me salió improvisado y en el que tartamudeé de una forma increíble. La rectora hubiese imaginado que así podrían ser mis sermones, yo ahí con la voz fuerte y sin vacilar. Si yo hubiese invitado a aquella chica a la ceremonia, después yo saldría con mi diploma y mi medalla (dada por tener el nivel más alto en inglés en las pruebas de estado), y después de las fotos, estaríamos comiendo juntos. Si eso hubiese pasado, me hubiese gustado que el telón de fondo, hubiese sido una noche estrellada en la que el aire fuese tan limpio como el amor que ella me guardaba. 

Y después, los lamentos de las otras muchachas que se hubiesen enamorado de mi y que hubiesen lamentado que hubiese decidido enfilarme a ese ejército de sacerdotes, a ese grupo de gente que injustamente es señalada de violaciones a veces no probadas. Mi unión a esa tropa de valientes hombres, posiblemente, hubiese sido la razón para que alguna de ellas me hubiese dicho: "ay, yo voy a ir a las misas que tú hagas...", "yo sí iría con usted a colaborarle de catequista" o "yo sí me confesaría contigo". De todo se ve en la viña del Señor, el amor femenino a veces solo sale cuando hay un compromiso mayor que obstruye todo. Mis amigos, me harían una despedida en la cancha y en mi casa, antes de irme de ese hogar, que hubiese sido el lugar en el que hubiese descubierto mi llamado al sacerdocio. 

Y listo, hubiese llegado el día de entrar al seminario. Hubiese estado ahí todos los días y a todas horas estudiando cosas de Dios, orando, haciendo penitencia y empezado a escribir cartas. Sí, aún en un mundo tecnológico, yo hubiese pulido de forma espiritual mi pluma, tal vez practicando para después redactar mis comunicados a los grupos de mi futura parroquia. También hubiese tenido retiros, hubiese viajado y supongamos que hubiese estado en El Vaticano, hubiese estrechado mi mano con el Papa y él me hubiese felicitado por aguantar las tentaciones del mal. Y hubiese conocido a las monjas, a otras heroínas que tampoco les hubiese importado como a mi en ese caso, haber abandonado todo para servir a Dios. Y de repente, un amor hubiese nacido. 

CUENTOS RELIGIOSOSWhere stories live. Discover now