Capítulo uno: Orígen

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¿Cuándo fue la última vez que alguien visitó este lugar? La respuesta era: Siglos, hacía varios siglos que nadie pisaba los escalones de aquella edificación, había caído en el total olvido. Musgo, telarañas, óxido, múltiples señales de deterioro y descuido adornaban la antigua construcción. Algunas de las estatuas se habían reducido a simples escombros, los altares ahora servían como nidos para los insectos. Lúgubre en todo el sentido de la palabra, ni siquiera una rata se atrevería a hacer de ese su hogar.

La única fuente de luz provenía del firmamento y las pocas antorchas que habían encendido un rayo. Aun cuando el cielo estaba completamente despejado, continuas descargas eléctricas caían sin parar, como si de una tormenta se tratase. Aquel santuario había sido construido en la región que alguna vez fue conocida como la "Nación del Relámpago" donde este tipo de fenómenos que le dan nombre, así como los rayos y truenos, eran cosa de todos los días. Aprovechando las continuas descargas eléctricas provenientes del cielo, un mecanismo de pararrayos encendía las antorchas, sus constructores realmente estaban adelantados a su época en aquel entonces.

Cada que un rayo impactaba contra el suelo, en su cercanía brotaban flores de un vivaz amarillo que emitían una leve luminosidad y transportaban parte de la electricidad descargada. No era de extrañar que estas plantas llenaran casi en su totalidad las ruinas del templo.

El sepulcral silencio del olvidado templo fue finalizado por un relámpago, a su vez que la iluminación producida por este reveló a una silueta, envuelta en una túnica de oscuro violeta, esperando bajo un pilar del templo. Otro relámpago trajo consigo otra silueta con un manto que parecía brillar intensamente, ambos se miraron por unos segundos antes de desviar la mirada con indiferencia. Una tercera figura, cubierta con una túnica blanca, descendió velozmente del cielo, posicionándose entre los primeros dos. A espaldas de la última persona, una cuarta salió del suelo, esta última llevaba una capucha tan negra como la noche. Hacía mucho que los cuatro no se reunían, sabían lo urgente que era si era necesario verse físicamente.

— ¿Vamos a arreglar esto o seguiremos evitando hablarnos? —una voz ronca, proveniente del hombre del manto brillante, hizo que los cuatro se organizaran y comenzaran su reunión.

Aún si alguien intentara acercarse para escuchar la conversación, sus palabras resultaban indescifrables para cualquiera que no fuera uno de ellos, no era ninguno de los idiomas conocidos en el mundo, se trataba de su propia lengua. Después de un largo intercambio de ideas y algunas quejas entre ellos, finalizaron con un profundo silencio el cual se rompió rápidamente por un relámpago acompañado de varios chillidos. Tres perros se asomaron de un arbusto cercano, lo que desconcertó un poco a los presentes en el templo, su asombro aumentó al ver qué se trataba de un cachorro de cerbero, normalmente se les ve cuidando castillos y pueblos, pero ver uno en medio de la nada era un escenario realmente inusual.

El hombre de la capucha negra dejó su posición para acercarse al animal. En el mismo segundo que acercó su mano a la cabeza central, un relámpago seguido de un infantil grito le hizo detenerse.

— Por el amor de Tetra ¡Defender! ¡Vengan de una vez! —un niño, de cabello negro, recorría el bosque en busca del cerbero.— Grace va a matarme si una sola de sus cabezas no está en su lugar.

¡¿Un niño en esta parte del bosque?! Perdió la cabeza si vino a hasta acá solo por este animal. Cuando el infante vio al perro de tres cabezas gritó su nombre de alegría, corriendo hacia él para abrazarlo.

— Gracias a los cuatro, aquí están ¿Vinieron a alabar a Tetra? —bromeó para sí mismo con intención de calmarse.— Volvamos al pueblo, Grace los espera. —la cabeza central ladró con preocupación.— ¿Qué sucede? ¿Les duele algo?

Tetraminus: Vida Moribunda, Sombras Brillantes.Where stories live. Discover now