—Normalmente te defendería, Bert —comentó Lara con normalidad —. Pero esta vez sí la cagaste.

—¿Y si le pasó algo?

—¿Qué?

—No sé, caer con el auto por un precipicio o suicidarse.

—No, el sensei no se suicidaría, ¿cierto, Lara?

—Cierto, suicidarse es de nenitas —la rubia miró a todos los presentes—. Debemos ser pacientes, ¿bien?

—Como sea. Estamos aquí. Lo haremos sin él.

—¿Qué harán sin mi? —Preguntó Johnny mientras se acercaba a sus estudiantes, cargando una maleta.

—Sensei, no creímos que vendría —explicó Halcón, notando cómo Lara lo mira triunfante.

Lara le sonrió al hombre rubio.

—No siempre gano, pero no me retiro de una pelea.

Miguel por fin se acercó a los demás y dejó de ignorarlos.

—Bien, vamos a registrarnos —dictaminó el latino.

—Aún no —respondió el rubio —. Tengo una lección más que enseñarles.




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Todos los Cobra Kai estaban reunidos en un círculo alrededor del sensei Lawrence, expectantes y con adrenalina en la sangre.

—Aprendieron a golpear primero, a ser agresivos, a no ser fracasados. —Johnny se paseó por el circulo, mirando a cada uno de sus estudiantes —. Les enseñe a golpear fuerte, a poner cada gramo de poder en todo lo que hacen. Pero no les enseñé la tercera regla de Cobra Kai. Sin piedad.

—Cuánto más crezcan, más verán que la vida es injusta. Una mañana se sienten geniales, luego, la vida les patea las pelotas. Se caga en ustedes —Johnny se apasionó y continuó: — , reprueban un examen. Los suspenden. Se enamoran de una chica, y viene otro tipo y se la roba. El auto se prende en fuego. —Aisha, Miguel, Halcón y Lara observaron con extrañeza a su sensei —. Cuando creen que las cosas van bien, todo se desmorona. Así son las cosas. La vida no tiene piedad, nosotros tampoco. Hacemos lo que sea para mantenernos a flote. Hacemos lo que sea para seguir adelante. ¡Hacemos lo que sea para ganar!

Todos asintieron al oír eso.

—Recuerden quienes son. Son rudos. No les importa una mierda. Dan palizas. Son Cobra Kai.

—¡Cobra Kai!

Todos se llenaron de euforia, inspirados y envalentonados a ganar el torneo.

—Bien, chicos. Vamos y démosles una paliza a todos.

—¡Sí!

Lara y Miguel comenzaron a sacar los uniformes blancos de siempre, pero Johnny negó con la cabeza.

—No. No usarán eso.

Johnny sonrió con la boca cerrada y sus ojos se suavizaron.




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𝓐𝐿𝐼 ▹ ROBBY KEENE Where stories live. Discover now