–No lo sé. Eso no importa.

–Quizás a ti no. A mí, sí –Candra suspiró–. Lo único que quiero es que Laraine esté bien.

–¿Y crees que, a su lado, ella lo estará?

–De momento, sí, eso es lo que creo.

–Yo no...

–Arley, sé que estás dando vueltas a algo más, aunque no sé qué.

–No es así.

–¿Sucedió algo?

–No.

–¿Acaso alguien de Savoir...?

–¡No!

–Ya veo... –Candra retomó el camino–. Pensé que te molestaba por mí.

–¿Qué quieres decir?

–No es por mí. Es por ella, ¿cierto?

–¿Qué quieres decir?

–Jordane.

–No sé a qué te refieres. Y es mejor dejarlo ya –acotó rápidamente–. ¿Te apresuras? Perderemos la comida.

–Arley, vamos a hablar.

–No... no hay nada que decir –soltó–. Solo... no más paseos nocturnos sola, ¿sí?

–¿Importa?

–A mí me importa. Siempre me ha importado –musitó y se alejó, sin esperar respuesta.


***


Laraine abrió la puerta que comunicaba el solar con su habitación y no se sorprendió al encontrar a Weston parado ahí, aparentemente indeciso sobre tocar o no.

–Lord Drummond –saludó escondiendo una sonrisa.

–La señora de Nox –contestó él con formalidad. Esta vez, Laraine sonrió–. Lara, ¿cómo estás? –inquirió Wes alargando la mano hacia ella–. ¿Has descansado? ¿Te sientes mejor?

–¿Estabas tan preocupado? –preguntó, sorprendida.

–Mucho. Dijiste que te saltarías la cena, pero no pensé que lo harías realmente. Y no comiste mucho y tardabas en venir a entrenar, lo que no creo que puedas hacer, y yo... –Wes tomó aire. Dos veces–. ¿Estoy siendo muy entrometido?

–Estás siendo encantador –musitó Laraine. Al encontrar sus ojos, dijo en voz alta–: Estás siendo tú, así que está bien. ¿Quieres pasar a mi habitación?

–¿Puedo?

–Creo que ya estuviste este día, ¿no?

–No exactamente. Ordené todos los arreglos, pero no me atreví a invadir tu privacidad. No sin una invitación.

–La que te estoy haciendo en este momento. ¿Vienes?

Weston asintió y apoyó su mano con suavidad en la curva de la espalda de Laraine, guiándola hacia el fuego de la chimenea.

–Siéntate, por favor –pidió Weston, aun cuando sabía que ese no era su lugar, pues la habitación era de ella. No obstante, Laraine hizo lo que le pedía–. ¿Has tenido que coserla?

–Quizá. No te preocupes, he tenido heridas peores.

–No sé cómo eso podría hacerme sentir mejor.

–Bueno, no me alegraría si te sintieras mejor. Pero ¿menos culpable?

–¿Crees que me siento culpable?

–No, no lo creo. Lo sé. Lo puedo ver –afirmó.

–Vaya, no sé cómo lo has sabido.

–Así que sí fue por ti.

–¿Qué?

–El ataque.

–Por supuesto que fue por mí. Es alguien de mi comitiva. No sabes cuánto...

–No, no me refería a eso –cortó Laraine–, sino a que ha sido por ti. Personal.

–Creo que no...

–Sí, me comprendes –ladeó su rostro y lo examinó–. ¿Qué? ¿Estaban comprometidos?

–¿Qué?

–¿O fueron...?

–¡No! –no le permitió terminar la frase–. Es como si fuera mi hermana. Jordane. Yo jamás...

–Quizá para ti. No creo que sea así para ella.

–Probablemente no, pero nunca le di esperanza alguna. Quizá mi error más grande fue no haber sido más frontal al hallar su entusiasmo. No lo sé, pensé que lo comprendía.

–¿Qué cosa?

–Que yo no me iba a casar. Después de estar tanto tiempo a mi lado, pensé que lo sabía.

–¿Qué no te ibas a casar? ¿Con ella, quieres decir?

–Con nadie –aclaró Wes–. ¿Sabes cómo es, Lara? ¿Sabes lo que se siente no poder defenderte y depender siempre de alguien más? No, no creo que lo sepas. Yo sí, casi toda mi vida, lo he sabido. ¿Qué clase de persona sería si quisiera que alguien más cargara con aquello? No, no pensaba casarme nunca porque no soy capaz de proteger a nadie. Ni tan siquiera a mí mismo. ¿Ser esposo? ¿O padre? No, Lara. No pensé que viviría lo suficiente... –su voz se fue perdiendo mientras su mirada seguía clavada en el fuego que ardía en la chimenea–. No lo sé. Es tan evidente para mí, que a veces olvido que quizá los demás no recuerdan mis limitaciones como yo –sacudió la cabeza–. Eso debería hacerme feliz, ¿no? No ser diferente.

–Diferente. Eso sí que no lo sé. Yo siempre he sido diferente –Laraine suspiró–. De todos modos, sé por qué nadie más que tú ve esas limitaciones, Wes. A pesar de todo, tú estás lleno de vida. Y, ya que estamos en esto juntos, hagamos lo mejor que podamos.

–¿Lo mejor?

–Sí. Después de todo, ¿qué te preocupa? ¿No poder defenderte? Si seguimos entrenando, pronto podrás tener un manejo de la espada decente. Mientras tanto, no te preocupes más, que yo puedo protegernos bien a los dos –bromeó Laraine.

–¿Me protegerías? –Wes la miró, sorprendido.

–Por supuesto que sí. ¿Cómo podría no hacerlo?

–¿Por qué?

–Porque... –Laraine no podía apartar la mirada del rostro de Wes. Y, ni aun cuando él se acercó poco a poco, pudo hacerlo– eres tú –musitó.

Eso fue suficiente. Lo único que se requirió para que Weston diera el paso final y atrapara su boca. Laraine decidió que, en ese momento, dejaría de pensar. Por un momento, quizá porque estaba vulnerable por la herida de la tarde, le correspondió. Se aferró a él y lo besó.


**Dejo actualización de Wes (aún cuando debería revisar antes unos temas de distribución de capítulos), porque hoy es mi cumpleaños y quiero pasarlo con ellos, mis chicos, escribiendo de ser posible (y ya que no lo es, pues al menos compartiendo un poco de lo que ya llevo escrito con ustedes). Gracias por esperar y leerme, aunque tarde en actualizar**

Cuatro Momentos (Drummond #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora