Prólogo. Los recuerdos.

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Me llamó Kalil Mtube y nací en una aldea de Malí que ni siquiera sale en los mapas, Mubalébala, al sur de Bankass y muy cerca de la frontera con Burkina Faso.

Una aldea pequeña y perdida, lejos de cualquier parte, sin nada, sin electricidad, sin comodidades.

De niño creía que no había otra cosa, que el mundo entero era mi pequeño mundo. Desconocía distancias, razones, porqués, cuandos, y cómos.

Sabía que mi madre me daba amor y que mis hermanos y hermanas,  todos mas pequeños que yo, estaban siempre cerca.

No era una vida fácil, pero a mi me lo parecía, no sabía nada,  y en mi ignorancia, era feliz.

Pero la ignorancia es también la raíz de muchos de nuestros males.

Cuando tenía siete u ocho años, tal vez nueve, por que el tiempo se distorsiona en la infancia,  el hombre sabio de mi pueblo, Mayele Kunasse, me habló del mundo.

Me dijo que tras las montañas,  los desiertos, la sabana y las llanuras llenas de valla y ríos que nos envuelven, había otros paisajes, otras gentes -incluso de otros colores-, y otras formas de ser y de entender la vida, extraordinarias, misteriosas e inquietantes al mismo tiempo.

Fue Mayele el que pobló mi mente de sueños por primera vez y el que la llenó de luces.

Yo era un niño, ávido de inquietudes, dispuesto a abrir mi corazón. Un niño que veía y absorbia, que esperaba y creía. Era inocente. Todavía. Y desde entonces, siempre supe que un día abandonaría mi casa, mi pueblo,  para ver ese otro mundo, aunque, según Mayele, era peligroso, cruel, amargo. Un mundo egoísta en el que los seres humanos se odiaban entre si.

Podría decir que ahora se muchas cosas, que Mayele tenía razón y que no lo tenía, por que a lo largo de mi existencia y después de ella, yo conocí primero el dolor, la soledad, la injusticia, pero después, finalmente, hallé la paz y la bondad. Podría decir que, en efecto, el mundo es grande, y que en el viven personas felices en países felices  y personas triste en países tristes.

Hoy se que en mi tierra, África, millones de personas se mueren de sida. Se que las guerras que nos asolan, tribales o no, son la herencia del colonialismo que nos dominó desde tiempos remotos.

Se que hay un África seca y sin agua que mata a miles de personas llevándolas a la hambruna. Y se que hay un África que espera, que confía, que tiene un futuro, aunque nos parezca lejano, tan lejano que hoy se nos antoja imposible.

Lo se.

Como se que hay millones de niños, no sólo en mi tierra sino en todo el mundo, que han pasado, pasan y pasarán por lo mismo que pasé yo: la esclavitud.

La esclavitud en pleno siglo xx, y en pleno siglo XXI.

Si, yo se todo eso ahora. Lo amargo es que también lo sepan millones de personas más, y que ellas, pudiendo, no hagan nada.

Lo que voy a contar es la verdad, mi verdad, aunque ahora lo recuerde con la distorsión del tiempo. Cuando sucedió, yo no conocía apenas nombres o detalles, si pasábamos por tal cuidad o por tal río. Así que mi relato ofrecerá matices que en aquellos días me eran desconocidos. Intentaré que entendáis lo que sentí y lo que vi, aunque emplee palabras que entonces no sabía. Intentaré ser directo y razonable, usar un lenguaje comprensible sin demasiados términos difíciles. Lo intentaré para que os sumergais en mi historia, no en sus 《detalles africanos》más simples o irrelevantes. Mayele me dijo un día 《Habla siempre con el corazón. Y si tu corazón enmudece, no hables.》

Hoy hablo con el corazón, pero con palabras que surgen de mi mente.

Me llamo Kalil Mtube y esta es mi historia, tal y como la recuerdo.

La piel de la memoria.Where stories live. Discover now