Cap 02

93 14 2
                                    

*Pi pi pii pi piii pi*

Maldición.

Estiro la mano para apagar la jodida alarma.

No soy el tipo que le fascina levantarse temprano para ir a hacer sus deberes al colegio. Que sea el presidente no significa que ame serlo todo el tiempo, siempre que apago la alarma me pregunto :

¿Porqué cojones hago esto?

—¡Rubén! ¿Puedes bajar un momento, cariño?

Hasta que escucho su dulce voz.

—¡Claro, mamá, bajaré enseguida!

–¡Tomate tú tiempo!

Sonrío.

Ella es todo mi mundo.

Dirán, ¿Y porqué ella influencia tus ganas de querer ser presidente en el instituto?

Porque si puedo hacerlo para ayudarla a ella y a los demás, ¿Porqué no?

No es que me encante ser el presidente y batallar con tanto gilipollas. Al contrario, me he retenido tanto, muchas veces, de golpear a uno de esos imbéciles.

Pero, al ser presidente, me dan una beca completa, tanto en el instituto, como en una futura universidad.

Mamá ha tenido que trabajar arduamente desde que nací, ya que papá, si así se le puede llamar, nos dejó en cuanto ella quedó embarazada. Nadie sabe qué pasó con él, sólo desapareció.

Y por si se lo preguntan: Sí, efectivamente él era su alma gemela.

Desde entonces sólo hemos sido mamá y yo.

Pero, ahora, ella tiene una grave enfermedad, no sé cuál exactamente, ni los doctores lo han descubierto, entonces yo, tengo que ayudar lo máximo posible a que su salud mejore y siendo un hijo ideal, para que ella no sufra más de la cuenta.

Aparte de todo esto, mamá siempre me enseñó el valor sobre la justicia. No quiero ser policía ni nada similar, pero quiero ayudarles a las personas que lo necesiten. Así como hay mucho gilipollas en el instituto, también hay personas como Mangel que necesitan un apoyo, una autoridad que los respalde.

Así me convertí en el presidente del consejo estudiantil y de paso, también de toda la institución.

Claro, tuve que hacerme muy amigo tanto de los profesores, como del señor director. Ahora ellos me adoran y confían en que hago bien mi trabajo.

Y así es, lo he hecho bien en estos últimos 4 años.

Por fin me termino de alistar y bajo las escaleras para encontrarme con mi madre.

—Buenos días—Le sonrío.

—Buenos días, mi cielo.

—¿Me llamabas?

—Ah, sí— se gira para tomar una caja de la mesa y seguidamente me la entrega.

—¿Qué es esto?

—Bueno, Nieves dijo que te lo diera.

No, otra vez.

Ruedo los ojos.

—Rubén, no seas malagradecido.

—Pero, mamá—Reprocho.

—Ella es muy dulce Rubén, esa caja es de bombones.

—¿Es enserio?

—Vale, dijo que te dijera que son bombones de chocolate blanco.

—¿Y qué?

Love in colorsWhere stories live. Discover now