|Capítulo 5: No respires su aroma |

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Solo al decir la última palabra supo que había hecho justo lo que Mikaela esperaba que hiciera, le molestó de sobremanera y le dejó ver su reacción. Génesis respondía a ese desgraciado de una manera tan natural que era difícil darse cuenta de que quería sacarle información.

Eso era problemático.

—Parece que estuviste estudiando —Sonrió burlón, se dio la vuelta y se cruzó de brazos sobre el arnés ajustado en su pecho desnudo—. Yo también soy un guía ¿no te dije?

—Guías a las basuras como tú al mismo lugar de donde saliste —respondió ella seca, reprimía sus ganas de golpearlo en la cara para borrar esa mueca, la confundía.

—No en realidad, pero te acercaste bastante. —Su voz suave la sorprendió, no concordaba con la rudeza que tenía impresa en la cara. Estaba enojado y con razón. Al pasar a su lado, demasiado cerca, Génesis se tensó a la espera de un golpe que nunca llegó y notó en su mano el brillo negro de la guadaña plegada—. Guío a las Sombras al lugar donde nunca más voy a volver.

—Ni se te ocurra subir ahora al bar, el mundo no está preparado para tu cara de culo y yo no tuve tiempo de entrenarte en el arte fingir complacencia.

El hombre le había soltado esas palabras de un golpe, sin pararse a mirarla y Génesis no terminaba de comprender bien el verdadero significado de esa expresión, pero de algo estaba segura, ese imbécil pensaba para ella estaba ahí para sentarse a esperarlo a que tuviera ganas de ayudarla como había prometido.

Y no podía estar más errado.

Apenas Mikaela desapareció tras la puerta, su mano se aferró a la manija, y notó algo que se le hizo un insulto dirigido a su habilidad. Estaba cerrada con llave, una mueca de fastidio torció sus cejas oscuras. Sin duda, intentaba cobrarse lo que había pasado la noche anterior, cuando lo asustó hasta el punto de verse obligado a obedecer sin rechistar.

La cara que había puesto entonces fue interesante, quería verla otra vez. Aunque no dudaba de que fuera a poner resistencia.

Alzó la mano y el crujido de sus huesos le dijo que las garras cortas estaban ahí otra vez. Tan oscuras como las puntas de sus dedos. Su abismo se revolvía pegado a la madera añeja, un portal nocturno, el humo se enroscaba alrededor de su falsa humanidad, la piel de gallina alzaba los pelos de su brazo.

Su consistencia era parecida a la del fuego, pero en vez de quemar con su calor, lo hacía con el frío, la única diferencia era que no se podía apagar. Se le pegaba cuál chicle, era igual de adictivo y feroz, a menudo le costaba dejar de mirarlo. Era peligroso, y la hacía poderosa.

Si su abismo decidía liberarse no iba a dudar en consumirlo todo, para dejarla a ella como plato principal. De esa forma iba a hacerle ver las desgracias ocasionadas por su irresponsabilidad.

Primero pensó en aparecer de repente en el bar, pero luego descartó la idea, no podía dar a conocer su identidad tan libremente en un lugar lleno de monstruos rencorosos como lo son las Quimeras. Ya lo había hecho con ese Recolector y rompió las reglas de su padre en el proceso. Se contentó con atravesar la superficie para ir al encuentro de las criaturas que olía, estaban arriba.

El lugar que había visto la primera vez era muy distinto del que se presentaba ahora ante sus ojos. Subió las escaleras a un salón amplio, en cuyo centro había una plataforma redondeada con barrotes brillantes, era una jaula. Una mujer practicaba movimientos incomprensibles alrededor de un tubo más grueso, parecía un animal preso y a Génesis se le tensó el cuerpo por completo. Sus ojos no parecían querer apartarse de la imagen que empezaba a formarse en sus recuerdos, ignoró la punzada anhelante en su pecho y olfateó el ambiente, había menos criaturas de las pensó en un principio.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora