—¿Qué quieres Volkov? -preguntó el hombre mayor sin dirigirle la mirada al nombrado.
—Preguntarle como va a organizar hoy a la maya -dijo tratando de actuar lo más normal que pudo.
Bajó la mirada cuando su superior lo volteo a ver extrañado. No era muy normal que el ruso preguntara cómo organizaría la maya, normalmente ellos patrullaban juntos.
—¿Por qué? ¿Quieres patrullar en union? -preguntó el hombre buscando una respuesta aunque en mente tenía una, la cual quería escuchar salir de los labios del ruso.
—No, quiero patrullar con Horacio -una sonrisa brotó en los labios de Jack.
—Quieres patrullar con tu novio ¿eh?
—No somos novios Conway -escuchó como en la voz del ruso se comenzaba a notar algo de nerviosismo por lo que dejó de incomodarlo.
—Venga, ahora aviso por radio, yo patrullaré con Gustabo
Volkov asintió con la cabeza y salió de la oficina de su superior rápidamente. Fuera de esta soltó un suspiro de alivio, ahora tendría que lidiar con sus nervios estando en un patrulla junto a Horacio.
Caminó tranquilamente hasta los vestuarios de comisaría para allí colocarse un chaleco y salir hasta recepción.
Por la radio se escuchó al superintendente organizar a los policías en binomio. Cuando dijo que el iba junto a Horacio soltó una pequeña sonrisa.
—Horacio, lo espero en el estacionamiento -habló el ruso por radio mientras salía de comisaría.
—10-4 ahora voy -habló el moreno por el otro lado de la radio.
Tranquilamente el ruso caminó hasta el garage para de ahí sacar su patrulla, Putin.
Salió y se recargó en este, cuando Horacio llegó a su lado le abrió la puerta con una sonrisita en el rostro. Horacio se sintió sonrojar.
¿Qué mosco le picó? Pensó el de cresta.
Volkov dio la vuelta al patrulla hasta subir al lado del piloto para seguidamente encender el coche y comenzar a patrullar por la ciudad.
—¿Como ha ido su día Horacio? -preguntó mirando hacia la carretera frente a sus ojos.
—Meh, normal, ¿Y el suyo comisario?
—Sabe que puede decir que Volkov, o Viktor, como guste -le dijo mirándolo por un segundo a los ojos- normal, estos días no he podido dormir prácticamente nada.
—Pues ya somos dos -dijo el de cresta riendo.
Volkov sonrío grande al escucharle reír, estaba completamente atontado por aquel chico de cresta sentado a su lado.
Continuaron patrullando mientras hablaban de cualquier tema. Ambos se sentía totalmente cómodos, Volkov en especial.
Sentía que los pasos estaban funcionando.
Se sentía feliz por primera vez en su vida. Y todo gracias a aquel chico de piel morena y cresta blanca sentado a su lado, el lo hacia querer reír y hasta querer darle abrazos a todo el mundo.
Para Volkov, Horacio era un pequeño osito que repartía amor a cualquiera que se le atravesara. Y el quería devolvérselo, quería hacerlo sentir como el se sentía cada vez que este le regalaba una de sus preciosas sonrisas.
Volkov quería cuidar de Horacio como si fuera una fina pieza de porcelana. Quería ponerlo en una caja de cristal para que nadie pudiera volver a hacerle daño en su vida.
Horacio era su osito cariñosito. El estaba dispuesto al ser el suyo pero primero tenía que hacer que se enamorara de él nuevamente.
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