PRÓLOGO

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¡Abre los ojos, Vegetta abre los ojos!

Y así hizo. Vegetta abrió sus ojos púrpuras a una luz cegadora. Su cabeza daba vueltas y sus ojos no conseguían acostumbrarse a tanta claridad. Las voces a su alrededor crecían por segundos y sentía como lo observaban, ¿Pero quienes?

- ¡Estas despierto! - Grito uno de los que lo rodeaban, lanzándose a sus brazos.

Vegetta no comprendía nada, ¿Quién era? ¿Por qué lo abrazaba?. Lo apartó de golpe y se levantó de un salto, aunque su cuerpo no respondió correctamente y se mareó levemente.

- Calma, no te levantes de manera tan brusca. - Dijo otro de cabello blanco.

Vegetta miró a este fijamente por leves instantes, intentando reconocerlo…

Pero sin éxito.

Había unas más personas allí, todos mirándolo como si fuese un cachorro asustado o algo así. Echó mano al arco que tenía a la espalda, a la defensiva.

- ¿Que te pasa, Vegettita? - Preguntó con un tono de voz increíblemente preocupado el chico que lo había abrazado antes.

- ¿Quiénes sois?

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