Tenía frío y ropa ligera, humedecida por el agua del océano y el presunto fango en que terminaba de caerse. Anastasia se sorbía la nariz mientras siguió caminando, lo único que podía escucharse eran sus hipos y los pasos convirtiéndose más silenciosos cuando abandonaron la grama y hojas para cambiarlo por suelo rígido y seco.
Y luego simplemente dejaron de caminar.
— ¿Por qué la traen de esa manera? Creerá que somos unos animales sin educación. — Aquella voz la reconoció de inmediato, tanto como para saber que no se trataba de Edith pero sí de otra persona, un hombre. — Suéltenla, debe estar muerta de miedo.
— Nos has pedido que la trajéramos, pero nunca especificaste cómo. — Comentó uno con burla, dando la orden para que los demás le soltaran las cuerdas atadas a las muñecas y le quitaran el vendaje. — Tratas de escapar y encajaremos una bala directa a tu cabeza, mi puntería nunca falla.
— Deja las amenazas para después, porque ella no huirá ¿Cierto? — Anastasia miró con desconfianza a aquel hombre mientras se sobaba las muñecas marcadas por el amarre. — No ignorará lo que su querido suegro tiene para decir luego de haberla ordenado traer ¿No es así?
Anastasia enserió su rostro asustadizo. — Anthony Russo. — Masculló con odio.
— Lamento toda esta conmoción, mis asociados son un poco rudos cuando hacen este tipo de favores. Espero puedas aceptar mi perdón. — Él se acercó a ella y le ofreció un pañuelo, el cual Anastasia lanzó al suelo de un manotazo. Uno de los secuestradores se alzó, enojado, pero Anthony lo detuvo. — Está bien, no hay necesidad de irritarse.
— ¿Qué es lo que quiere de mí? — Preguntó directamente. — No va a matarme aquí ¿Verdad?
Anthony se rió. — Tienes una gran imaginación, niña. Lamentablemente no has acertado con tu predicción. — Se encogió de hombros, apoyando su bastón firmemente sobre el suelo. — Te he traído hasta acá, fuera de la vista de Erick para ofrecerte un trato.
— No quiero nada que tenga que ver con usted.
— Deberías escucharme, seguir con Erick solo te traerá desgracia a la vida. — Sacó un sobre decente de su elegante saco. — Estoy dispuesto a ofrecerte una buena suma de dinero y a desaparecerte del mapa si rompes tu relación con mi hijo, puedes irte ahora mismo. Hay un vuelo expreso a París que sale en dos horas esperándote.
Anastasia lanzó una carcajada seca. — No pienso dejar a Erick solo porque usted me lo está pidiendo, y menos ahora que sé la verdad sobre qué clase de persona es usted, creyendo que puede enmendar los errores con dinero.
— Deberías aceptarlo mientras soy amable. — La brisa sopló en ese momento, moviendo algunas hojas secas del suelo. — Tu lugar es haciendo recados, mi hijo necesita de una mujer con buena presencia y distinguida familia. Solo te estás humillando a ti misma tratando de encajar en un lugar a donde no perteneces. Por eso deberías aceptar mi ofrecimiento y dejar todo esto atrás, Erick acabará superándote, siempre lo hace.
— ¿Ya puedo rechazar su oferta? — Contestó sin vacilar. — No pienso dejar a Erick porque yo le quiero y si él me quiere de igual manera es mi deseo permanecer a su lado y ni usted ni nadie podrá hacer nada para separarnos.
— ¿Hasta cuándo crees que durará esto? — Cuestionó Anthony. — ¿De verdad crees que no te cambiará por algo mejor?
— Hasta que ese día llegue me quedaré con él. — Dijo Anastasia. — Y no descansaré hasta ver su nombre limpio y mirarlo sentado en el lugar que le corresponde.
Anthony guardó de regreso el sobre con el cheque. — Eres igual de testaruda que tu madre, se ve que no le has perdido pinta.
Ese comentario activó el sexto sentido de Anastasia.
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Esposa del CEO
Chick-LitUna bebida alcholizada y una habitación equivocada será más que suficiente para cambiarle la vida a la retraída Anastasia, quien hasta el día del incidente solo era la chica de los recados.
Capítulo treinta y uno
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