Capítulo treinta y uno

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Tenía frío y ropa ligera, humedecida por el agua del océano y el presunto fango en que terminaba de caerse. Anastasia se sorbía la nariz mientras siguió caminando, lo único que podía escucharse eran sus hipos y los pasos convirtiéndose más silenciosos cuando abandonaron la grama y hojas para cambiarlo por suelo rígido y seco.

Y luego simplemente dejaron de caminar.

— ¿Por qué la traen de esa manera? Creerá que somos unos animales sin educación. — Aquella voz la reconoció de inmediato, tanto como para saber que no se trataba de Edith pero sí de otra persona, un hombre. — Suéltenla, debe estar muerta de miedo.

— Nos has pedido que la trajéramos, pero nunca especificaste cómo. — Comentó uno con burla, dando la orden para que los demás le soltaran las cuerdas atadas a las muñecas y le quitaran el vendaje. — Tratas de escapar y encajaremos una bala directa a tu cabeza, mi puntería nunca falla.

— Deja las amenazas para después, porque ella no huirá ¿Cierto? — Anastasia miró con desconfianza a aquel hombre mientras se sobaba las muñecas marcadas por el amarre. — No ignorará lo que su querido suegro tiene para decir luego de haberla ordenado traer ¿No es así?

Anastasia enserió su rostro asustadizo. — Anthony Russo. — Masculló con odio.

— Lamento toda esta conmoción, mis asociados son un poco rudos cuando hacen este tipo de favores. Espero puedas aceptar mi perdón. — Él se acercó a ella y le ofreció un pañuelo, el cual Anastasia lanzó al suelo de un manotazo. Uno de los secuestradores se alzó, enojado, pero Anthony lo detuvo. — Está bien, no hay necesidad de irritarse.

— ¿Qué es lo que quiere de mí? — Preguntó directamente. — No va a matarme aquí ¿Verdad?

Anthony se rió. — Tienes una gran imaginación, niña. Lamentablemente no has acertado con tu predicción. — Se encogió de hombros, apoyando su bastón firmemente sobre el suelo. — Te he traído hasta acá, fuera de la vista de Erick para ofrecerte un trato.

— No quiero nada que tenga que ver con usted.

— Deberías escucharme, seguir con Erick solo te traerá desgracia a la vida. — Sacó un sobre decente de su elegante saco. — Estoy dispuesto a ofrecerte una buena suma de dinero y a desaparecerte del mapa si rompes tu relación con mi hijo, puedes irte ahora mismo. Hay un vuelo expreso a París que sale en dos horas esperándote.

Anastasia lanzó una carcajada seca. — No pienso dejar a Erick solo porque usted me lo está pidiendo, y menos ahora que sé la verdad sobre qué clase de persona es usted, creyendo que puede enmendar los errores con dinero.

— Deberías aceptarlo mientras soy amable. — La brisa sopló en ese momento, moviendo algunas hojas secas del suelo. — Tu lugar es haciendo recados, mi hijo necesita de una mujer con buena presencia y distinguida familia. Solo te estás humillando a ti misma tratando de encajar en un lugar a donde no perteneces. Por eso deberías aceptar mi ofrecimiento y dejar todo esto atrás, Erick acabará superándote, siempre lo hace.

— ¿Ya puedo rechazar su oferta? — Contestó sin vacilar. — No pienso dejar a Erick porque yo le quiero y si él me quiere de igual manera es mi deseo permanecer a su lado y ni usted ni nadie podrá hacer nada para separarnos.

— ¿Hasta cuándo crees que durará esto? — Cuestionó Anthony. — ¿De verdad crees que no te cambiará por algo mejor?

— Hasta que ese día llegue me quedaré con él. — Dijo Anastasia. — Y no descansaré hasta ver su nombre limpio y mirarlo sentado en el lugar que le corresponde.

Anthony guardó de regreso el sobre con el cheque. — Eres igual de testaruda que tu madre, se ve que no le has perdido pinta.

Ese comentario activó el sexto sentido de Anastasia.

Esposa del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora