Capítulo veintitrés

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— Tú dices que puedes reunirme con Raquel de nuevo... — El rostro de Erick demostraba lo que pensaba; No creía a Anastasia capaz de hacer aquella locura. — ¿Es eso así?

Anastasia asintió enérgicamente. — No será muy difícil de lograr debido a que los sentimientos entre ambos son sinceros, Erick, puedes ser feliz con ella. Creo que eso es todo lo que quieres.

Erick dejó salir una carcajada amarga, burlesca y llena de desprecio mientras llevaba una de sus manos al bolsillo de su pantalón.

— Te dejaré hacer lo que quieras, creo que resultará entretenido después de todo. — Simplemente se encogió de hombros justo en el momento en que Anastasia pensó que refutaría.

Que accediera tan fácilmente dejó mucho en qué pensar.

* * *

Pero no era el momento de pensar en Raquel, ahora debía enfrentarse a una situación mucho más monstruosa: La familia Russo.

Durante todo el camino le temblaban las piernas sobre el asiento del auto, Erick también permanecía extrañamente silencioso e inquieto, como si estuviese a punto de dar marcha atrás para huir de la situación, pero era imposible y completamente inevitable.

— Estás bien, no estés tan nerviosa. — Erick la pilló mirándose por decimotercera vez en su pequeño espejo de mano, el cual guardó de inmediato. — Si te miras tanto podrías romper el espejo y traernos siete años de mala suerte.

Anastasia rió a secas. — Idiota.

Él sonrió de lado, negando con la cabeza.

Al menos su pequeña broma fue suficiente para alivianar el ambiente que los rodeaba.

— Hemos llegado, el umbral de las puertas que te llevan directo al infierno con una muerte lenta y dolorosa. — Giró su cabeza hacia Anastasia, quien miraba la inmensidad de aquella casa. — ¿Vas a estar bien?

— Sí. — Murmuró, anonadada. — Es solo que nunca antes he sido el centro de atención en público, esto me pone realmente nerviosa.

— No necesitas agradarles, tampoco dejes que te humillen y pisoteen a merced. Ya no eres la chica de los mandados, recuerda eso. Ahora eres la esposa del futuro CEO De RCO. — Explicó mientras le abría la puerta del vehículo para que saliera, Anastasia lo tomó del brazo como habían ensayado. — Solo necesitamos que parezca como un matrimonio verdadero, si sigues al pie de la letra todo lo que ensayamos no tendrás problemas.

Anastasia asintió, tragando en seco tratando de no olvidar las preguntas que repasaron con anterioridad. Se supone que conoce perfectamente todo acerca de Erick y viceversa, no importaba si él metía la pata y comentaba algo erróneo sobre Anastasia, en un lugar donde nadie la conocía no había problema. Sin embargo, al enfrentarse con personas que habían visto crecer a Erick la presión caía sobre los hombros de ella, si daba un paso en falso serían descubiertos y exhibidos rápidamente. No podía arruinarlo, su futuro dependía de lo que sucediera tras atravesar aquella entrada.

El timbre sonó, los nervios recorrían su cuerpo como sangre viajando por sus venas.

El sonido del seguro de la puerta siendo sacado la hizo tragar en seco, tenía el pulso a millón y el corazón se le estaba por salir del pecho.

Echó una mirada rápida hacia Erick, quien le regresó el gesto con una mueca indicándole que todo estaría bien, trató de relajarse, no podía ser la única que parecía como si estuviesen a punto de fusilar.

— ¡Erick, cariño! — Fue una mujer mayor quien abrió la puerta, vestía con ropas muy elegantes y un sombrero fino. En seguida abrazó a Erick, apretándolo entre sus brazos. — Hace tanto tiempo que no vienes a casa, todos te hemos extrañado tanto ¡Estás cada vez más guapo!

— Tía Lydia... — Murmuró como saludo, aunque desde la perspectiva de Anastasia solo escupió su nombre con desprecio sin siquiera corresponder el abrazo. — Ella es mi esposa, Anastasia. Ana, ella es mi tía Lydia. Esposa del hermano de mi padre.

— Viuda, soy la viuda del hermano de tu padre. — Aclaró aquella mujer y luego sonrió, saludando a Anastasia con un amigable estrechón de manos más fuerte de lo usual. — Mucho gusto, querida Ana... Qué alegría me da ver que Erick por fin consiguió a una mujer para establecerse.

El que enfatizara la última oración mascullando cada palabra como si le estuvieran arrancando los intestinos le indicó una sola cosa: No contaba con su aprobación.

Erick había mencionado que desde que murió su esposo había estado yendo tras Anthony en busca de posicionarse en la cima de la pirámide como la esposa del dueño directo de RCO, escalando posiciones. Algo que su esposo jamás habría podido darle debido a que el abuelo Russo lo desheredó gracias a una enorme estafa en la que se vio envuelta, aquel hombre solamente había podido darle el apellido, cosa que perdió en el momento de su muerte.

Sin embargo no pudo ser exiliada gracias a que tuvo un hijo que heredó legalmente el apellido de su padre.

En pocas palabras aquella mujer es una piedra en el zapato.

— El gusto es mío, señora viuda de Russo. — Anastasia sonrió, especificando la posición de esa mujer en aquella casa: Ninguna. — Mi Erick me ha hablado tanto sobre usted, me alegra el poder conocerla en persona. Usted es como una segunda madre para él ¿No es así?

No necesitaba ganársela como enemiga, Lydia daba la impresión de ser peligrosa.

— ¿Eso te dijo? — Ablandó su ceño fruncido al escucharla, cambiando a una sonrisa de oreja a oreja. — ¡Por supuesto! Lo conozco desde que usa pañales, a mi esposo y a mí nos encantaba cuidarlo. Tengo muchas fotos de él cuando era pequeño jugando con mi querido hijo, deberías visitarme algún día para que las veas.

— Agenda un día y dinos con antelación para no estar en casa. — Erick la adentró aún más en la casa tras interrumpir la conversación. — ¿Dónde están todos?

La casa por dentro era casi como si hubiesen imitado la decoración de un palacio, había mucamas limpiando por todas partes o trayendo comida y arreglando algunas cosas.

— Están todos esperando en el patio, tu padre tuvo que atender un asunto de último minuto así que es probable que llegue un poco tarde. — Explicó detalladamente, Erick caminaba como si tuviera prisa por alejarse de ella. — Los alcanzaré en un momento ¿De acuerdo?

Anastasia asintió, despidiéndose con un ademán mientras la dejaban marchar.

Si la casa de los Russo era enorme el jardín trasero podía llegar a ser una finca completa, estaba perfectamente decorado, con farolas de luz colgando por encima de todos e iluminando preciosamente el ambiente y una pista de baile en medio de todo el gentilicio.

Las miradas se posaron en ellos desde el momento en que abrieron las puertas. Anastasia sostuvo con más firmeza el brazo de Erick, sobre todo durante el momento en que la familia Russo comenzó a rodearlos.

Esposa del CEOWhere stories live. Discover now