La profecía y la Oculta eran las dos cosas que más temía Juraknar. Una luna sobre la que no tenía control, ni sobre lo que allí habitaba. Por eso, cada noche que la Oculta asomaba a sus cielos, un numeroso ejército vigilaba su fortaleza. Encontró la solución a un problema, pero no a la profecía. Temía los años del dragón, ansiaba su finalización y que con la primera luna entrara el nuevo año, el siguiente en la lista: el de la serpiente.

Solo halló una manera para evitar la profecía. En un acto ruin y cobarde, dio muerte a cientos de mujeres encinta. La matanza era llevaba a cabo cada doce años, evitando que los niños que deberían acabar con él nacieran. 

1

Hijos del dragón

(Juraknar)

«Una noche común y corriente del año del dragón, el cielo oscuro se teñirá de sangre y los cinco planetas se alinearán. A esta clase de extraños fenómenos se le unirá el que las cuatro lunas asomen en el cielo, incluida la Oculta. La señal hará su aparición con el año del dragón y un dragón surcará los cielos en busca de los elegidos, los protegidos, nacidos en su año. Con su garra bendecirá al nacido y al primogénito, concediéndoles su poder y furia, fuerza suficiente para derrotar al inmortal y cesar así con su reinado de oscuridad. Los elegidos con la señal nacerán. Hijos del dragón. ¡Temedlos!, con ellos el reinado del inmortal llegará a su fin.»

El anciano cerró el pergamino y miró a su señor. Permanecía  aburrido ante sus palabras. Él sabía que un hombre tan fuerte como él no temería tal mensaje. Se lo había repetido a lo largo de los últimos nueve meses, cuando cada noche se presentaba ante el trono y le leía la advertencia sobre su posible derrota.

Sus palabras no parecían haberle afectado. Nada en su semblante mostraba emoción alguna. Era alto y fuerte. Llevaba años entrenándose en toda clase de artes. Su pelo rojo caía liso y brillante sobre la espalda, por encima de una armadura verde oscura. Una fina barba rodeaba su prominente mentón. La nariz, de forma aguileña sobresalía en su rostro, incluso más que sus pobladas cejas, bajo las cuales se encontraban dos brillantes ojos violeta.

Juraknar, el último de los inmortales, había dejado de crecer cien años atrás, cuando alcanzó los cuarenta años de edad humana. Uno de los dones que, aun a pesar del tiempo le sorprendía, era el de comprender a bestias inhumanas.

El anciano sabía que la profecía se cumpliría, al igual que se cumplió la que anunciaba que de una mujer humana  nacería el inmortal. El niño portador de ojos violeta, señal de los inmortales, que habían desaparecido siglos atrás en una gran guerra ancestral entre humanos e inmortales.

Juraknar bebió un gran sorbo de su delicioso vino y miró al anciano; se encontraba delante de él, tembloroso, vistiendo una túnica con líneas verdes y doradas y un dibujo de un dragón negro con ligeras escamas rojas sobre su pecho. Sostenía en sus manos la profecía, vieja y arrugada.

Según el consejero, los niños debían nacer en el año del dragón. Juraknar no entendía qué podía significar aquello, pero obtuvo la explicación del anciano. El año del dragón formaba parte del horóscopo oriental, y el año en el que estaban era precisamente el de dicho animal. Sabía que el horóscopo estaba compuesto por once bestias más, pero eso no le importaba, solo deseaba que su reinado siguiera como hasta ahora. 

Con el nuevo año dejaría de escuchar cada día la profecía. Se encontraban en el noveno mes; tres meses más y todo habría acabado. Se puso en pie y caminó por la sala. Sus consejeros le recomendaron, como cada año del dragón, asaltar Draguilia, el planeta más alejado del suyo, bendecido por el dragón, al que sus habitantes veneraban, admiraban y hacían ofrendas. Una vez allí, debía matar a todas las mujeres encinta. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 17, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Hijos del dragón 1. DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora