Su expresión me hizo detenerme en el lugar. Dejé que Kate se fuera. No dejaría de insistir, pero mi instinto me decía que había sido suficiente por hoy. Seonreí para mí misma, alegre con el simple hecho de haber encontrado en esta nueva ciudad alguien que valiera la pena fotografiar.

Escuché una bocina y miré a su izquierda. Allí estaba el coche que siempre me pasaba a buscar, uno de los tantos que tenía mi padrastro. Había pasado dos años desde que mi madre se casó con Stefan Hayes, pero aún no me acostumbraba a la vida de lujo que llevábamos gracias a él.

Me subí al coche en la parte de atrás, antes de saludar al chofer, y miré por la ventana mientras me dejaba llevar por el sentimiento que ya reconocía. Cuando empecé a interesarse por la fotografía fue por los paisajes; por las plantas, por la naturaleza muerta, los atardeceres, objetos que le causaban curiosidad. Esta sensación que me invadía... Era la primera vez que la sentía por una persona.

El coche pasó por la escuela de Ireland y luego el chófer nos condujo a casa, donde ninguno de nuestros padres estaba, al menos no todavía. Quien sí estaba, sin embargo, era Dallas con su novio, Johnathan. En realidad, todos le decían Johnny. Al principio no entendía el porqué del apodo, pero al conversar con él lo comprendí. Johnathan era un nombre bastante más serio de lo que era el chico.

Dallas y Johnny ya estaban juntos para cuando Rebeca y Stefan se casaron, pero hacía solo un año atrás que se pusieron de novios oficialmente. Y, como era de esperarse de mi nueva hermana mayor, nos fulminó con la mirada cuando ambas entramos a la sala de estar y los interrumpimos justo cuando estaban dándose un beso.

—Siempre olvido que a esta hora ya no hay privacidad en esta casa. Vamos a mi habitación —masculló Dallas, tomando a su novio de la mano para llevarlo en dirección a las escaleras.

Entorné los ojos.

—Pero mamá y Stefan dijeron que no podíamos llevar chicos a nuestras habitaciones.

Dallas solo volteó la cabeza, y uno de sus rizos se le metió en el ojo. Ella lo corrió con un simple meneo de cabeza.

—¿Dijeron que nos iban a castigar si lo hacíamos?

 Negué con la cabeza. Ireland solo nos miró con curiosidad.

—Entonces solo quédate calladita y déjame estar a solas con mi novio. Metida —agregó por lo bajo, y desapreció escaleras arriba con su novio.

Hice lo que dijo, más que nada porque quería ganarme el respeto de mi nueva hermana mayor, incluso si eso significaba ir en contra de las reglas que nuestros padres nos habían impuesto poco antes.

—Dallas es tan feroz —comentó Ireland—. ¿No crees?

Le sonreí, porque eso no podía negar. Dallas era bastante feroz, tanto su personalidad como su físico. Me preguntaba si esa era una de las cosas que a Johnny le gustaba de ella. Su caracter fuerte.

—¿Qué quieres cenar, Ireland? —pregunté mientras se dirigía a la cocina.

A la niña se le iluminaron los ojos.

—¿Cocinarás lo que te pida? ¿En serio?

Era la primera vez que nos encontrábamos al mismo tiempo a esta hora en la casa, y usualmente la cena siempre estaba hecha para cuando llegábamos. Rebeca no cocinaba, por lo que sospechaba que habían contratado a alguien para que lo hiciera. Hoy no había nada hecho, solo sobras de la cena, y según tenía entendido, esas se las daban al perro de Stefan que siempre estaba en el patio trasero.

—Sí —respondí, porque Ireland era una niña extrovertida y parecía no tener problema con nada, pero igual quería ganar su favor.

—¿No tienes tarea? Yo tengo mucha.

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⏰ Última actualización: Jun 23, 2021 ⏰

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Lazos invencibles (Lazos 0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora