–¡Por supuesto que sucede! –dijo indignado el capitán de la guardia de Nox–. Esta joven ha atacado a la regente de Nox. ¡Merece un castigo ejemplar! –anunció, asiendo a Jordane del brazo.

–¿Qué? –exclamaron a un tiempo los recién llegados. Sus reacciones fueron inmediatas. Tanto Garrett como Arley fueron por Jordane, mientras Wes y Candra se acercaron hacia Laraine.

–¿Estás bien? –musitó Candra mirando a su hermana con ojos aterrados.

–Lara... –dijo Wes por lo bajo, acercando su rostro hacia el de Laraine por un instante–. Lo siento –vocalizó, para ella, antes de girarse hacia el capitán.

–Merece que... –Arley gruñó, aunque no terminó su frase cuando Laraine se movió con inusitada rapidez y lo golpeó en el costado.

–Suéltala –ordenó Garrett con tono frío. Los dos jóvenes guerreros estaban frente a frente, rezumando hostilidad e ira.

–¡Basta! –exclamó Laraine, rogando para sus adentros que la joven irracional se quedara en silencio–. Ha sido un accidente, eso es todo. La joven se ha acercado a pedir disculpas y yo las he aceptado. El incidente ha concluido.

–¿Disculpas? –preguntó el capitán, incrédulo–. No creo que...

–Es irrelevante lo que usted crea, capitán. Así ha sucedido y quienes estuvimos presentes durante los hechos hemos sido únicamente la joven y yo –clavó su mirada oscura en ella–. ¿Cierto, Jordane de Savoir?

–Sí, señora –dijo en voz clara, sin apartar los ojos de Laraine. La odiaba. Podía sentirlo, sin embargo, había comprendido lo que estaba en juego. Por esta vez, no hablaría más.

–¿Está claro para todos? –soltó en alto Laraine, usando sus últimas fuerzas–. Ha sido un accidente y no ha pasado nada. Ahora, si me disculpan, debo ir a limpiar la herida y descansar. Me saltaré la cena –indicó en dirección a Candra y Arley–. Candra, ofrece mis excusas y, Arley, acompáñame a la habitación.

–Sí, señora –asintió el joven y se puso a su lado. Laraine caminó hacia el castillo, ignorando con intención el dolor punzante que sentía. Y, cuando finalmente llegó a su habitación, no le sorprendió que todo estuviera dispuesto para que pudiera limpiar la herida y coserla.

Wes, sin duda alguna, era una persona sumamente eficiente. Y no, Laraine no necesitaba verlo ahí para saber que había sido él. Nadie más que Weston Percival Drummond haría algo así por ella.


***


–Quiero rendirme contigo, Jordane. Pero sé que no puedo hacerlo. Después de todo, eres mi hermana –Garrett suspiró audiblemente–, sin embargo, ¿te has vuelto completamente loca? ¿Qué hacías practicando tiro de arco en mitad...? No, no me mires así. Tampoco soy idiota y sé, aunque no quiero admitirlo, lo sé.

–¿Qué? ¿Qué sabes? –preguntó, airada.

–Que no fue un accidente –respondió una voz detrás de ellos. Cuando lo miraron, inclinó la cabeza, curioso–. ¿Qué? Si no quieren que los escuche, ¿por qué discuten en mi habitación?

–Te esperábamos, Wes –Garrett cerró los ojos y tomó aire–. Lo lamento.

–¿Por qué? Tú no has hecho nada –Weston lucía calmado, indiferente. Esto no podía ser bueno–. Jordane –sus ojos se clavaron en ella.

–¿Sí?

–Tu deslealtad me abruma –Wes se acercó hacia ella–. Lo que hiciste, atacar a alguien de mi familia, jamás pensé que podría suceder algo así.

–¡Lord Drummond, eso no...! –Jordane intentó defenderse.

–Pensé que podía confiar en ti. Tanto tú como Garrett, son no solo mi familia, sino mis amigos más cercanos. Daría mi vida por ustedes, sin dudarlo y sé que ustedes tampoco se cuestionarían si llegara el momento. Me protegerían, a mí y a los míos, sin importar qué. ¿Por qué? Porque ustedes también son parte de mi gente. Savoir –Weston se sentó junto a Jordane–. Ahora mismo, no puedo ni mirarte a la cara, ¿sabes? Y comprendo el por qué Garrett me pedía que hiciera algo. Fue estúpido de mi parte pensar que lo habías comprendido. No fue así. Debí obligarte a que me escucharas. No lo hice, por lo que es mi responsabilidad también lo sucedido –Wes se incorporó y empezó a pasear–, por eso he reflexionado lo que tengo que hacer. Lo diré una vez. Solo una. Luego, serás tú quien decida –Weston miró brevemente a su amigo–: Garrett, lo siento. Siento hacer esto, pero sé que tú lo comprenderás.

–Wes... –musitó Jordane, con los ojos llenos de lágrimas.

–Laraine es mi esposa. No la elegí yo, es cierto, pero en el momento en que acepté ser su esposo, eso dejó de tener importancia. Tanto ella, como cada una de las personas a las que quiere y protege, se han convertido en mi gente también. Indistintamente de las tierras a las que pertenezcan, son mi familia. Laraine, especialmente, es mi familia. No, no me decidí por ella, pero ahora sé que, si pudiera cambiarlo, no lo haría. No puedo ser más claro que esto, Jordane, al menos no en este momento. Por tanto, o aceptas que Laraine es mi mujer, la única para mí; o, márchate. Vete a Savoir, o a donde debas, pero no te quedarás aquí. Si tu intención es hacerle daño, prefiero que te marches. Porque esto no volverá a pasar. Si lo vuelves a intentar, no importará quién eres, yo mismo me encargaré de condenarte –terminó con dureza. Se encontró con los ojos de Garrett y, aunque lo lamentó por él, no se amilanó–. Espero tu decisión para el día de mañana. Garrett –habló, cuando los hermanos se retiraban– entenderé lo que tengas que hacer.

–Gracias, lord Drummond –contestó escuetamente el capitán. Salieron.

¿Por qué? ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil? Nunca debió dejar que llegara a este punto. Había sido descuidado y su descuido podía haber causado una lesión seria o, algo peor, podía haber llevado a la muerte de Laraine.

No. No podía volver a suceder algo así. Él estaba ahí para ayudarla y se aseguraría de hacerlo. Por el tiempo que quedara, lo haría todo por ella.

Cuatro Momentos (Drummond #3)Where stories live. Discover now