1- Moral distorsionada.

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-¡Eh, ladrón!

Mi piel se eriza, mi corazón parece detenerse en la angustia del momento. Un frío helado recorre mi espalda, mis latidos rápidamente se elevan a mil por hora, puedo sentir mi sangre fluyendo a través de mis venas como un fuerte bombeo frío.

-¡Mierda! -Susurro en voz baja, tomo rápidamente las bananas y las coloco en mi camisa, doblandola en una forma de bolsa para que me permita cargarlas más fácilmente.

Me echo a correr velozmente por el polvoriento camino, un estruendoso silbido se escucha tras de mi, y posteriormente unos ladridos fuertes y feroces comienzan a resonar a mis espaldas.

¡Mierda, mierda y más mierda! ¡Triple mierda!

-¡León, por acá!

Volteo a mi derecha, Dimitri me hace gestos para correr hacia el callejón donde el está. Sin dudarlo, me desvió del camino para entrar corriendo al callejón, mis pies lo están dando todo, siento que no tengo mucho control sobre mis piernas y mis movimientos por la velocidad que llevo.

Volteo hacia atrás, tengo a los perros pisando mis talones, 4 monstruosos pitbulls de un tamaño sorprendente y con sus hocicos y colmillos listos para morder mi carne. Me persiguen ansiosamente para atacarme y tomarme como presa.

-¡Salta!

La advertencia de Dimitri me hace volver mi vista al frente, demasiado tarde. Me estrello fuertemente contra unos bloques de heno los cuales estaban amontonados en el callejón. Mis bananas se caen de mi camisa y se esparcen al rededor de mi.

Escucho los fuertes y amenazantes gruñidos proviniendo de los perros, me arrastro como puedo hacia atrás, el ataque es inminente. Estos perros no solo van a morderme, me van a comer vivo hasta el último pedazo.

Uno de los perros salta ferozmente hacia mi, el tiempo parece ir más lento en un completo pánico y peligro latente. Sus garras surgen de sus patas, sus colmillos prominentes están listos para el ataque y sus ansiosos ojos ambrientos; brillan con maldad y emoción.

Cierro mis ojos esperando el primer mordisco, pongo mi mano frente a mi cara para intentar que no sea lo primero que ataque. Siempre pensé que moriría fusilado por los soldados de la cúpula, o talvez intoxicado por la contaminación y la radiación, No como la merienda ocasional de un perro feroz.

Un fuerte estruendo suena frente a mi, el perro lanza un quejido de dolor y es aplastado por un barril metálico, los otros perros se asustan tras el impacto, y retroceden alarmados.

-¡Hey tu, idiota! -La voz de Eva llama mi atención desde arriba. Esa desgraciada acaba de salvarme la vida casi que por millonésima vez. -¿Creyeron que los iba a dejar robar si mi para que ustedes se terminaran la comida solos? Ni si quiera lo piensen.

Una sonrisa y una expresión sarcástica se forma en su mirada.

-Corre -Me dice en un calmado tono mientras me guiña su ojo. Empieza a reírse como la loca que es y se echa a correr sobre las terrazas de las pequeñas casas de al menos 3 niveles.
Saltando como si de una experta en parkour se tratase.

Tomo lo más rápido posible mis bananas y las vuelvo a colocar en su lugar, me levanto de un fuerte salto y me echo a correr. Los perros saltan sobre el barril para seguir persiguiéndome. Corro como nunca jamás lo he hecho y veo hacia arriba.

Esa maldita desquiciada lleva mi ritmo mientras salta, como si no le tuviese miedo a la muerte.

-¿¡No es divertido!? -Grita notablemente emocionada.

-¡Eres una maldita loca ¿lo sabías?!

-¡Ustedes me volvieron loca desde niña! -Me dice con un grito notablemente agitado y exaltado.

La CiudadelaWhere stories live. Discover now