PRÓLOGO

3 1 0
                                    

Para mí, podrían existir dos grandes días que han marcado mi vida, sin duda, con el tiempo, le fui sumando muchos más momentos pero aquellos dos marcaron un principio para mí.

Uno de esos días, de los que recuerdo con la claridad y felicidad, se trataba de una tarde normal de verano, estábamos en pleno Agosto, justo cuando la hierba ya había cogido un tono amarillento, el aire era sofocante y la cigarras no paraban de cantar. Toda mi familia por parte de madre, había decidido pasar algunas semanas en la casa de verano que teníamos a las afueras de Londres, solíamos hacerlo todos los veranos pero ese en especial me hacía especial ilusión pues dos de mis primos habían ingresado aquel año en Hogwarts y quería saberlo todo. Mis primos me hablaron de miles de cosas, contario historias fantásticas a las que mi padre no paró de poner distintas caras de sorpresa.
En mi familia era la única mestiza, todos mis primos eran hijos de magos, en cambio mi madre, que es bruja, se habia enamorado al instante de mi padre que era muggle, así lo contaba ella siempre.
Mi padre era escritor y de alguna forma ambos coincidieron un día en un pequeño mercadillo de libros de segunda mano de Londres, mi padre buscaba libros de ciencia ficción o fantasía, era sobre lo que solía escribir y lo que le encantaba leer, al igual que a mi madre, que le encantaba leer ese tipo de libros donde hablaban de magos y brujas algo alejados de la realidad pero que tanto le divertían. Así que, de alguna manera, ambos coincidieron aquella misma tarde frente al mismo libro hablando de muchos otros libros y luego de otras cosas, quedaron mil veces más hasta que un dia mi padre se llenó de valor, pues, según mi madre, era realmente timido, y le pidió a mí madre ser más que amigos, mi madre no tardó mucho más en contarle todo lo que ella era, sabía que mi padre era el indicado y que iba a pasar toda su vida junto a él y no temió al contárselo todo, mi padre no se asustó ni quiso huir sino que se volvió loco de contento al escuchar que la magia existía, sin embargo, mi madre tuvo que obligarle prometer que jamás escribiría sobre aquello en sus libros, aquello fue, sin duda, una de las decisiones más duras que pudo tomar mi padre, tener una enorme fuente de inspiración al alcance de tu mano sobre el que escribir y no poder hacerlo, pero le daba igual si podía verlo y estar junto a mi madre, siempre decía lo mismo.

Por eso mi padre llamaba tanto la atención cada verano, toda la familia olvidaba las ropas muggles volviendo a la ropa típica del mundo mágico con la que estaban más cómodos y aunque el lo intentaba, era obvio que no era un mago, aunque no era incómodo, todos habían amado a mí padre desde el primer momento, sobre todo por quella facilidad para contar cuentos a los más pequeños y así calmarlos, yo entre ellos.
Después de contarnos sobre asignaturas como pociones o transformaciones, mis primos decidieron irse a jugar unas partidas a Gobstones pero yo me quedé con mi padre, quería escuchar su opinión, para mí, una niña de 10 años, podía ser de lo más importante.
- Me parece increíble que mi niña vaya a aprender todas esas cosas el año que viene - me dijo, sin embargo mi rostro se volvió algo serio, no había hecho nada de magia aún y más de una vez había temido ser como mi padre, sonaba mal, mi padre era magnífico pero pertenecer a una familia de magos sin serlo debía ser horrible y no quería saber qué se sentía siendo una Squib.
- No pongas esa carita mi princesa, harás magia, ¿Acaso no se dice que lo bueno se hace de esperar? - como siempre, mi padre sabía que decir para alegrarme.

Había una noche en la que solíamos hacer una barbacoa, todos nos sentábamos en el jardín rodeados de hermosas luces que flotaban quietas en el aire dándole comodidad al ambiente
Filetes, hamburguesas y distintas salsas volaban por toda la mesa provocando siempre algún accidente, pero lo mejor de toda la cena siempre era la cara de fascinación de mi padre, que pese a llevar viendo aquello años, no se acostumbraba a aquel festival de cosas que no tenían vida más vivas que nunca, por eso mi madre mandaba de vez en cuando a una cuchara para que lo despertara de su ensimismamiento.
Fue entonces, mientras miraba como mi madre volvía a llamar la atención de mi padre cuando lo vi, un cuenco de salsa roquefort estaba a punto de chocar con uno de ketchup justo sobre las cabezas de mis padres, solo yo lo había visto e intenté evitarlo.
- ¡Mamá, papá, cuidado! - grité alargando mi mano sabiendo que no llegaría, entonces cerré los ojos.
Sin embargo no se oyó caer nada, al igual que nadie hablaba, cuando abrí los ojos pude ver como el ketchup y el roquefort, que habían chocado y caían, volvían a sus cuencos como si se tratara de un vídeo marcha atrás pero yo sabía que no era así, sabía que lo había hecho yo por el cosquilleo que notaba en las puntas de mis dedos y fue en aquel momento donde perdí todo mi miedo de no llegar a pisar Hogwarts.

Agnes SnydeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora