Capítulo único

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Hace seis años, antes de convertirme en rey, era solo un pequeño príncipe que deseaba conocer el universo entero. La ilusión comenzó cuando era niño y mi madre me obsequió como parte de mi educación un libro que hablaba sobre la selva; en un planeta lleno de espadas la jungla es un lugar fuera de lo común y por ello fantaseaba con una vida de aventuras en aquel maravilloso lugar.

Recuerdo que el libro afirmaba: "La serpiente boa engulle entera a su presa, sin masticarla. Luego ya no puede moverse y duerme durante los seis meses que dura su digestión". Mi primer dibujo fue aquella escena, una boa con un elefante en su estómago. Mostré el dibujo a mi madre y a sus seguidores, ninguno de ellos logró comprenderlo y me aconsejaron que como heredero al trono, debía abandonar el dibujo de serpientes y poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática.

Continué apegándome a la vida de príncipe durante varios años; era un ciclo totalmente repetitivo. Incluso si lo intentaba no podía amar esa vida.

— Ama la vida que vives... Vive la vida que amas...

Me repetía aquellas palabras en soledad, pues no existía nadie con quien pudiese hablar, hasta que a mis catorce años tuve una aventura en el desierto de un planeta desconocido. Después de tanto tiempo aún no logro comprender cómo sucedió ese fantástico fenómeno; incluso si él era más inteligente que yo, tampoco pudo entenderlo.

En aquella ocasión, buscando la manera de recorrer mi planeta, tomé una de las naves del Imperio de mi madre para viajar, sabía que ella no lo aprobaría y sería reprendido después, pero no me importaba en absoluto. Quería vivir a lo grande, y la única manera en que podía hacerlo era apostándolo todo.

No fijé ningún curso, sólo avanzaría sin detenerme; ya encontraría la manera de volver.

Mientras volaba en dirección al ocaso, una estrella atravesó el cielo con rapidez, al igual que yo, perseguía el atardecer como si éste le atrajera. En el momento en el que levanté la mirada a aquella estrella, escuché un fuerte crujido; algo se había estropeado en el motor. Antes de desplomarme, tomé el control de la máquina mientras todavía respondía para aterrizar con cuidado.

Me dispuse a realizar la reparación, no podía ser tan difícil. Bajé de la nave y observé a mí alrededor. El paisaje parecía haber cambiado mágicamente, las espadas habían desaparecido y el escenario frente a mí eran kilómetros de desierto con mares de arena que parecía movediza, al observar el lado contrario, divisé en la lejanía un brillo resplandeciente proveniente de enormes cristales que cubrían la superficie de la otra mitad del territorio. En ese momento noté que ya no me encontraba en mis tierras, de algún modo había logrado cambiar de mundo. Parecía ser un planeta pequeño, pero único.

"Tal vez me he golpeado en la cabeza y estoy imaginando cosas" me dije intentando tranquilizarme a mí mismo; podía encontrar el camino a casa en mi propio mundo, pero era imposible volar de un planeta a otro.

Arreglar mi transporte era una cuestión de vida o muerte, pues racionándola adecuadamente, apenas tenía agua para ocho días y no tenía más provisiones para sobrevivir. Después de un par de minutos intentando identificar el problema, desistí de la misión; el sol ya estaba ocultándose y la luz del día se extinguía poco a poco a medida que el manto estrellado cubría el cielo desértico.

— El planeta es pequeño, puedes ver una octava parte de él si te paras en la punta de los pies, es lógico que la duración del día sea menor que en el mío... — me quedé pensativo — Aunque ahora que lo pienso, mi tierra parece que poco a poco se vuelve más pequeña... Las espadas de batalla se han convertido en espadas de revolución, en cualquier momento una de ellas atravesará mi planeta.

Le Petit Prince et Le Bandit  [Hypnosis Mic One-shot]Where stories live. Discover now