—No tan rápido, zanahoria. —hizo indicios de caminar fuera de la fila pero la agarré del gorro de mi sudadera. Sí, la mía, me la había quitado. —Vamos a entrar.

—Ah —asintió con cara de pánico y comenzó a recorrer con la mirada toda la extensión—. Sí, claro, vamos a entrar. A esa mansión que ahora se ve tenebrosa y dónde antes estuvo la asesina del hacha y desaparecieron miles de personas, que podríamos ser nosotros y....no, no hay forma de que yo ponga un pie dentro.

La atraje hacía mí. —Tranquila, si se te aparece algo dale con una bandeja, eres experta.

Se apartó de mi abrazo y me golpeó el hombro con su puño, éramos ahora los primeros en la fila. —Si se aparece algo, te daré a ti como ofrenda.

Lizzie Borden, al padrazo, le pegó cuarenta hachazos y a su madre, por mirar, le pegó cuarenta más.... —comencé a cantar la canción con malicia en su oído mientras dábamos el primer paso dentro de la mansión.

—¡Gilbert! —chilló y yo solté una carcajada sonora.

☁️

—Gilbert. —habló Moody a mi lado—. ¿Estás de acuerdo?

Pestañeé volviendo a la realidad. —¿Uhm?

—Ruby dice que están en los autitos, y pregunta si pueden venir los chicos —repitió con el teléfono en la mano—. Ya sabes, por la situación...pensó que quizás te molestaba. Si quieres podemos juntarnos con mis primos.

¿Ver a Anne después de días de que me rechazara el te amo? ¿Verla sabiendo que ella no me quiere ver y que me detesta?

Ignoré todas mis peticiones internas de correr, y me comporté como un muchacho de dieciocho. —No me molesta.

Era la feria del condado. Se hacía una vez cada dos años y era la oportunidad perfecta para que las personas compartieran sus emprendimientos personales, o compartieran entre ellos.

También para que los adultos pudieran emborracharse sin culpa a final de la noche mientras bailaban en el salón de eventos que se habilitaba para ocasiones especiales. A veces pensaba que Rachel Lynde lo había planeado sólo con ese fin, pero lo dejo a sus interpretaciones.

Ponían juegos inflables, electrónicos y mecánicos, además de todos los puestos de comida, y de artefactos que los vecinos de Avonlea ponían a la venta. Habían concursos, shows y hasta música en vivo al final de la noche, era una fecha de unión sumamente gratificante.

O eso cuando no tienes que ver a tu ex novia caminar hacía ti luciendo como un ángel caído del cielo.

—¡Aquí están! —exclamó la rubia guardando el celular en el bolsillo de su abrigo—. Perdón cielito, estábamos esperando a Venus que estaba peleando con un niño en ese juego con el mazo.

—El maldito me estaba diciendo que él era muy fuerte, y que yo nunca podría. —expresó la francesa guardando un labial rojo en la riñonera que tenía cruzada en el pecho—. Le mostré lo que era ser fuerte y le pateé el trasero. No literalmente, pero le gané con el triple de puntos.

—Tenía doce años, Vee. —añadió Aline mirándola como si estuviera loca—. Y se fue llorando donde su papá.

Aunque traté de disimular mi mirada, mis ojos terminaban siempre llegando a Anne. Tenía el cabello suelto como la última vez, sólo que ahora estaba rizado. Sus pestañas estaban maquilladas, y vestía un abrigo turquesa que destacaba más —sí, les juro que eso era posible— sus ojos celestes que me evadían por completo.

Anne Of The Present Where stories live. Discover now