—Su hamburguesa y papas fritas como lo pidió, señorita —dije en un tono ridículo mientras le mostraba la bolsa con nuestro pedido. Lena soltó una dulce risa, la cual resonó como melodía para mis oídos.

Sacó sus cosas y abrió la cajita en donde estaba la hamburguesa. Sin decir nada, le dio un mordisco, lanzando un ruido de apreciación mientras saboreaba el queso derretido.

—Gracias, necesitaba esto —habló después de tragar y se limpió las comisuras de su boca con una servilleta.

Sonreí orgulloso y comí de mi hamburguesa, mirando hacia el frente. Desde que la vi en el restaurante comencé a pensar en qué hablarle o qué decirle, mas mi mente se iba a blanco cada vez que la miraba. No sé si era porque tenía algo especial o si era por el simple hecho de que se trataba de una mujer. La verdad es que nunca pude superar mi inseguridad hacia a ellas.

—¿Vienes aquí muy seguido? —preguntó y agradecí internamente que ella haya empezado la conversación.

Me encogí de hombros y apoyé mis palmas sobre la frazada, dejando mi comida de lado.

—De vez en cuando. Me gusta venir a escribir cuando estoy muy inspirado. Lo bueno es que a esta hora no pasa casi nadie, por lo que puedo hacer lo mío sin interrupciones.

—Deben reconocerte en muchos lugares, ¿no?

—Más o menos —hice una mueca con mis labios—. No es que me moleste. Me gusta cuando se acercan a pedirme fotos o a conversarme, pero disfruto más la tranquila soledad.

Hizo una media sonrisa y mordió nuevamente su hamburguesa, sumándonos en un breve silencio.

—No te agradecí por las flores —rompió el silencio, mirando su comida en vez de mirarme a los ojos—. Así que gracias, fue un lindo detalle. Pero no tenías por qué hacerlo.

¿Era una broma?

—¿Por qué no, si se puede saber? —inquirí, frunciendo mi entrecejo y girándome levemente para observarla.

Ella se encogió de hombros y abrió la boca para hablar, pero no dijo nada.

—Lena, no tienes idea del enorme favor que me hiciste esa noche —le dije, sorprendido de su humildad—. Me parece extraño, hasta increíble que no quisiste recibir nada a cambio, ¿por qué?

—Es a lo que me dedico —soltó con una exhalación y me miró a los ojos—. Ayudar de forma desinteresada, pasar horas y horas velando por el bienestar de los demás, asegurándome de que estén bien. Y si ellos están bien, pues yo también lo estaré. Además, esa noche pasaste por mucho estrés. No correspondía recibir algo de ti como si se tratara de un premio para mí. Simplemente no van con mis ideales.

La miré perplejo, cada segundo me impresionaba más con su personalidad. Definitivamente tuve mucha suerte de que fue ella quien me haya socorrido y no otra persona. No lo decía en sentido de que habría sido diferente, pero sin lugar a duda ella sí lo era. Y me causaba mucha curiosidad.

Se dio cuenta de que me había dejado con la palabra en la boca y carraspeó, tomando un sorbo de su bebida.

—¿Cómo te sentiste al día siguiente? —preguntó.

—Como si me atropellaron un millón de camiones repetidas veces —admití con un resoplido, recordando mis músculos tensos y adoloridos cuando desperté la mañana del sábado. Inconscientemente me estiré e hice que algunos huesos sonaran, haciendo reír a la rubia a mi lado.

—Eso fue por la adrenalina del momento —me explicó—. Pero no me refería a solo lo físico... ¿cómo te sentiste emocionalmente?

La miré con una mezcla de confusión y asombro. Era la primera persona que me preguntaba sobre eso. A mis amigos le había mencionado que fue sólo un susto y que estaba bien, pero ella parecía leer cada uno de mis pensamientos, sabiendo perfectamente que sentí más que eso.

Sincerely, yours » h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora