10 ᴅᴇ Fᴇʙʀᴇʀᴏ ᴅᴇʟ 2000

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-Mis papás... no van a venir hoy- Le respondió Santiago mintiendo, alzando la cabeza, dejando así de mirar el suelo y pasando su vista a los ojos de la maestra, que lo veía con una mirada de duda.

"Excelente Santiago, eres brillante"- se dijo a sí mismo.

- ¿Y por qué no me lo habías dicho? - Dijo la maestra mientras levantaba una ceja, no estaba convencida para nada

-Es que... me dio vergüenza- Le dijo Santiago bajando esta vez solo la mirada.

- Y dime, ¿por qué no vienen hoy tus padres? - Le preguntó la maestra, aunque no creía en sus palabras, la realidad era que ellos todavía no regresaban por Santiago. Eso era sumamente extraño, sus padres eran muy puntuales acerca de la llegada y salida de Santiago al colegio.

-Es que... mis papás iban a llegar un poco tarde a casa así que me pidieron que me fuera solo. Perdón por no decirle antes maestra, de verdad- Le dijo Santiago, creyéndose hasta el mismo la gran mentira que acababa de decir. Carraspeó su garganta- Creo que se está haciendo muy tarde, ¿no cree? Tengo que ir ahora o me podrían a regañar.

La maestra no puedo negar lo que él había dicho, además tenía razón, se estaba haciendo demasiado tarde y ella también tenía que regresar a casa, sin incluir que él era su único alumno que todavía estaba en el colegio.

-Mira lo que vamos a hacer. Te voy a acompañar hasta la penúltima esquina y te irás solo desde ahí- Le dijo la maestra mientras veía como Santiago fruncía el ceño mientras terminaba de escuchar – Y no, no es negociable - Quería dejarlo hasta la puerta de su casa, pero los niños cuando tienen algo metido en la casa, no se les va con nada y ella sabe perfectamente eso.

- ¡Pero maestra!

-Pero nada, vamos -Dijo ya la maestra colocando fin a la gran ola de quejas que Santiago le iba a dar.

Santiago simplemente asintió resignado, la maestra lo agarró fuertemente de la mano y comenzaron a caminar. La compañía de la maestra obviamente solo iba a durar unos cuantos minutos, cuando llegaron a la dicha esquina, Santiago se sintió el niño más feliz del mundo. La maestra es buena compañía, es muy amable y siempre te hace sentir cómodo, pero está lucha es de Santiago El Triunfante.

La maestra miró a lo lejos y vio dos carros negros en la casa de Santiago, eso le extrañó un poco.

- Tal parece que tus padres han llegado más temprano que nosotros. Parece que decías la verdad, ellos te deben estar esperando preocupados. - Señaló a los lejos el lugar donde estaba la casa de Santiago.

-Sí, es cierto... - Santiago se preocupó un poco, pero con el tiempo le fue bajando la importancia.

"Tal vez hay visita y le dejaron un mensaje a la maestra de que me acompañara, por eso no me dejó irme solo desde el colegio. ¡Igual ahora voy a seguir solo de ahora en adelante, es un ganar-ganar!" -Pensó Santiago mientras veía esa hermosa penúltima esquina acercarse.

-Bueno, creo que hasta aquí nos veremos hoy, Santi - Dijo la maestra mientras se volteaba y lo miraba detenidamente a los ojos. Santiago soltó su mano y dio un paso adelante.

-Maestra, ¡adiós! - dijo sonriendo mientras alzaba su mano derecha y la movía emocionadamente

- ¡Bueno... adiós! - dijo la maestra un tanto triste con la echada que le acababa de dar su alumno, pero recordando algo de repente - ¡Ah! ¡Que no se te olvide ir por el andén y siempre por la derecha!

- ¡Sí, sí, ya lo sé! - Le dijo Santiago desesperado, queriendo que la maestra ya emprendiera su camino -Adiós

-Adiós...- Le dijo la maestra mientras caminaba, agarrando otro camino y al poco tiempo, perderse entre las esquinas. Le calmaba el hecho de que Santiago vivía en un barrio tranquilo en donde todos se conocían, además de que sus padres estaban en casa - ¡Aléjate de cualquier extraño y no te desvíes!

-Ella sí que camina rápido, debería decirle que sea atleta y así ganarse hasta las internacionales -Se dijo Santiago a sí mismo mientras soltaba una carcajada. Tenía la vista fija en su maestra hasta perderla de vista, lo cual no tomo nada de tiempo.

De esta forma, Santiago emprendió su camino a casa. Para él, ir a casa solo era una gran hazaña digno para alguien tan valiente e inteligente como él. Aunque esto no sería suficiente, en caso de que hubiera próxima vez, aprovecharía el momento para tomar la delantera y realmente irse solo desde el principio.

Faltando poco para llegar a su casa se le vino una gran idea: "¿Y si me escondo detrás de la ventana para darles una gran sorpresa y hacerlos reír para que ya no estén tan cansados?"- pensó mientras en su mente imaginaba la situación.

Ahora que estaba en casa vio los carros con más claridad, uno era una camioneta grande que le parecía conocida pero no en ese preciso instante no podría recordar a quien le pertenecía y se percató que el carro que estaba ahí en realidad no era el de sus padres, podía jurarle a quien sea que la placa del carro de sus padres empezada con una "O" y no con una "Z". Antes de entrar a casa se agachó y se escondió detrás de una de las ventanas. Al mirar dentro de la ventana que estaba sospechosamente semiabierta, se encontró con algo que lo dejó totalmente confundido: sus padres estaban atados en una silla de la sala, molidos a golpes y junto a ellos cinco hombres armados y vestidos de negro. Su tío Andrés (Andrés Mendoza Solano), su único tío en la ciudad y que amaba tanto pasar rato en el parque de diversiones, tenía en sus manos un arma apuntando en la cabeza de su madre. La cuñada que tanto respetaba su tío y que la trataba como si fuera su hermana, tanto que cuando una vez le robaron, no descansó hasta encontrar al delincuente y que regresara lo que robó.

- ¡Fueron ustedes! ¿Verdad? - Exclamó Andrés furioso, mientras seguía apuntando el arma en la cabeza de su cuñada y pegándole con esta. Sentía tanta furia que sus manos temblaban y trataba de respirar hondo para calmarse - ¡Ustedes le dijeron a la policía sobre la mercancía, lo sé!

-No sé de qué hablas hermano, por favor baja el arma. Contrólate -Le decía Luis, (Padre de Santiago) algo confundido e intimidado. Nunca pensó en esta situación, su amado hermano mayor apuntándole con un arma al amor de su vida y madre de su hijo. Sobrino preferido de Andrés.

-Por favor, cuñado. Cálmate, por favor... ¡Por favor!... nosotros no sabemos nada de lo que hablas. - Le suplicaba Samantha (Madre de Santiago), llorando y llena de temor, su cuñado se había vuelto loco. ¿De qué estaba hablando? Solo le rogaba al cielo que esto terminara pronto y que su hijo estuviera bien, esperaba con ansias que el mensaje que le había mandado a su viejo amigo le haya llegado y se haya logrado encontrar con su Santi.

Santiago intimidado por la escena que estaba presenciando, no pudo ni siquiera emitir un sonido ni mucho menos moverse, lo único que podía hacer era seguir observando, seguir siendo un espectador ante una escena que nunca se le borraría de su memoria.

-De seguro pensaron que yo era un idiota y que ahora mismo estaría en la policía bajo arresto, pero ¿saben qué? ¡Estoy libre!, fueron tan ingenuos al pensar que la policía los ayudaría. La policía está de mi lado, ellos me contaron todo y por eso estoy aquí para eliminar a todos los que quieran interferir en mi camino. El mundo no es como antes, ahora el que tiene poder, sea bueno o sea malo, controla todo y elimina al que le moleste. Tengan en cuenta eso antes de morir, para que mueran sabiendo que clase de mundo estaban viviendo - Les dijo Andrés con ira y con seriedad. - No puedo creer que me hayan traicionado. Mi propia sangre, mi propia familia...ustedes son escoria y me aseguraré de que no aparezcan más nunca en mi vista.

- ¿No sé de qué hablas? ... ¿Qué mercancía dices? - Le preguntó Samantha llorando de desolación. Miraba a Andrés con unos ojos llenos de pesar en los que internamente rogaban por un perdón sobre algo que no sabía. Cerró los ojos y respiró pesadamente en busca de que esto fue una horrible pesadilla, pero era real y estaba pasando ahora mismo, a ellos.

-No sabemos nada hermano, por favor...- Le dijo Luis suplicando. Nunca pensó que esto acabaría así. Todo pasa por su mente como una película en cámara lenta, ¿qué sucederá ahora?

-No se hagan los desentendidos, ya saben de qué mercancía hablo. Saben que tráfico droga y por eso me querían delatar- Contestó Andrés seco y tajante mientras les dedicaba una miraba de odio que Santiago nunca pudo sacar de su cabeza. 

Change - El cambio es hoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora