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Cuando Duxo recobró la conciencia... sintió unos brazos cargándolo. Era el alfa. De inmediato una oleada de calor y dolor lo golpeo tan fuerte que gimió. Sin pensarlo se abrazó al un cuello libre, solo queriendo estar cerca, más cerca. Gimió con frustración.

—¿Estas bien?

Se escucho del desconocido.

Parecía alguien de su edad, pero en su voz notaba cierta... ¿molestia? ¿resentimiento?

Duxo lo ignoró. Solo absorbiendo el abrumador aroma terroso, era tan intenso que Duxo no supo en que momento comenzó a respirar soltando quejidos.

Debería alejarse. Quería alejarse. Pero su cuerpo no obedecía. Se sentía fuera de sí, flotando entre una niebla tan oscura y pesada que solo necesitaba. Necesitaba ese aroma terroso tan posesivo.

Respirando irregularmente horrorizado por sus pensamientos. Duxo trato de moderar esa fea sensación de ser poseído e intentó alejar su rostro del cuello del alfa.

No lo consiguió.

—Quédate quieto —dijo el alfa después de un tiempo, cuando lo soltó y dejó acostado en una cama.

¿Cuando llegamos a una casa? Duxo no tenía ni idea.

—No me des órdenes.

Duxo con el orgullo encendido quiso sonar decidido, pero entre gemidos ahogados no cumplió el objetivo.

De inmediato el aroma del Alfa se hizo más intenso, brillando en molestia.

Su instinto Omega soltó ruiditos de dolor y arrepentimiento. Su Omega quería restregarse al alfa disculpándose, pero Duxo lo contuvo. No iba a actuar como un Omega sumiso y débil. Duxo no era así, y hoy no comenzaría a serlo.

Contrario a lo que esperaba: que el alfa lo golpee o use su voz de mando para soltar su ira, como un alfa primitivo e idiota. El desconocido aún con su olor muy intenso, solo salió de la habitación.

Duxo no sabía qué hacer. El dolor se estaba haciendo más fuerte, sus cuerpo se sentía entumecido y pesado, su corazón latiendo rápido y el calor secándole la boca. Las sensaciones solo se intensifican.

No supo cuanto tiempo pasó hasta que la puerta se abrió.

—Son tus supresores. Tómalo.

La actitud del alfa lo molestaba. Su tono tan superior, cómo si todo lo que dijese era la verdad absoluta.

Tan arrogante.

El alfa le extendió un vaso con agua y sus pastillas de supresores.

Las manos de Duxo temblaban levemente al tomarlas. Maldijo su cuerpo, maldijo al alfa, maldijo a todo el maldito día, mientras sentía en su cuerpo los efectos del supresor.

Duxo respiro hondo lentamente y se acostó en la cama un poco más relajado.

—Si te sientes mejor, vete.

El alfa estaba parado cerca a la ventana mirando a través del cristal. Con los brazos cruzados y con los hombros casi vibrando, miró a Duxo.

La mirada fría se fijo en sus ojos, haciendo que sus pulmones dejen de funcionar. Duxo sabía que era guapo, que demonios, era más que guapo. Tenía una larga lista de pretendientes que esperarían años por una oportunidad.

—¿Quien eres? Tu autocontrol es alucinante —soltó, sin poder evitarlo. Había algo en ese alfa que lo hacía sentir seguro y en confianza. Era absurdo.

Frunciendo un poco el ceño el alfa respondió.

—Soy Aquino. No sé qué pretendas, pero sal de mi casa. No creo que vivas muy lejos, así que vete.

Duxo se sentía suficientemente capaz de irse a su propia casa. Pero Aquino... lo miraba como si fuese una maldita molestia, algo que debía desaparecer. Duxo no tenía como propósito ser la luz de los ojos de nadie. Pero la actitud de este alfa simplemente era increíble. Un imbécil arrogante.

Duxo se levantó y se acercó al alfa. Tan cerca que podía contar las pestañas del otro.

—Al final. Quería darte las gracias. Pero a la mierda. Tú actitud es tan desagradable que no lo haré —Dijo Duxo mirándolo a los ojos. Y de nuevo el ambiente de oscureció y sus rodillas temblaron. Ya estaba comenzando a odiar el aroma terroso del alfa— Me voy.

Encontrando su mochila cerca de la puerta, Duxo se fue de habitación.

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Veneno Irresistible [Duxino]Where stories live. Discover now